¿Cuánto cuesta un kilowatio, señor presidente?

El martes por la noche tuvo lugar en TVE y RNE el estreno de un programa de televisión, con un formato inédito. Cien televidentes hacían preguntas a un personaje público, en este caso el presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Los primeros datos arrojan que el formato tuvo éxito: más de un 30 % de share (cuota de pantalla) y 7 millones de espectadores en lo que los expertos en televisión denominan ‘minuto de oro’ (momento de mayor audiencia).

De este acontecimiento audiovisual, los periódicos y las retinas parece que se han quedado con una anécdota. La de un televidente que requirió al presidente del gobierno si conocía el precio de un café (una técnica muy utilizada en los famosos debates electorales norteamericanos). El presidente profirió la fatídica cifra 80 céntimos de euro que, como todo el mundo sabe, está muy lejana a la realidad de las cafeterías de nuestro país, lo que ha servido para que muchos medios le critiquen su alejamiento de la realidad, lo que el prometió que no iba a pasar la noche de su elección.

Como en esta sección de Energía Diario tratamos de hacernos preguntas, nos cuestionamos ¿qué hubiera pasado si alguno de los televidentes seleccionados para interpelar a Zapatero, le hubiera preguntado si conoce el precio de kilowatio?. Hay que reconocer que el presidente, además de no conocer el precio de los cafés, no maneja excesivamente bien las cifras, por lo tanto, las evita. En eso, Zapatero da la impresión de que actúa casi como un candidato, más que como un presidente del gobierno electo desde hace tres años. Así, se siente mucho más a gusto, con un discurso de corte profundamente político e ideológico, en permanente campaña, que ejerciendo una posición pressidencialista ‘clásica’.

Segundo, porque parece que los asesores económicos de Moncloa, no están muy preocupados en proporcionar marcos de referencia e información al presidente del gobierno: bastante tienen con las operaciones empresariales y el trajin de los cargos y las relaciones entre los agentes económicos. Tal vez, sería necesario reconocer, que a lo mejor no necesita el presidente esta información y formación económica: aquella sesión de dos horas del actual Ministro de Administraciones Públicas pudo ser suficiente. O porque seguramente tiene otras cosas en la cabeza.

Volviendo a nuestra pregunta, estamos seguros de que preguntarle por el kilowatio será ponerle en un aprieto, tanto o más que preguntarle por el precio del café. En primer lugar, porque con todo lo importante que es el precio del kilowatio para todos los consumidores (gastan más que en café al día, seguramente), muy pocos lo conocen. En este sentido, suponemos que el equipo de intendencia de la Moncloa será quien se ocupe de atender las facturas de su empresa distribuidora, lo que hará tanto o más difícil que el presidente revise los recibos.

Por otra parte, el precio del kilowatio se fija directamente por el Ministerio de Industria y es estable (hasta el año pasado, que tuvo una variación en julio) durante todo el año. Además, este año, qué bien, la tarifa eléctrcia ya reconoce el déficit ex ante de generación. Es decir pagamos menos de lo que cuesta generar la electricidad y financiamos la diferencia desde antes de consumirlo, que ya se puede titulizar. Tenemos una parte al contado y otra a plazo, por decirlo así.

Pocas personas conocen hoy, incluido el presidente, cuánto cuesta realmente el kilowatio, cuáles son las componentes de este precio y cómo le afectan, cuánto le cobran hoy en su recibo y cuánto se traslada a sus recibos futuros. Cuánto de lo que paga es energía y cuánto intereses. Tampoco se atisba mucho cuánto puede subir en las anunciadas revisiones trimestrales a partir de junio: no hay indicadores racionales, dependerá de cuestiones sólo políticas y de las ‘demoscopias’. Por tanto, el usuario, el consumidor, no conoce y no puede tomar decisiones de consumo y de ahorro energético con seriedad, sólo basadas en el ‘buenísmo’ generalizado, bienintencionado y ‘naif’, de la necesidad del ahorro energético y del consumo energético para respetar la capa de ozono, algo necesario y encomiable por otra parte. Fíjense en la diferencia con el precio de los carburantes. En general, todos los consumidores de combustibles conocen si está subiendo o está bajando. Es transparente y cuándo se eleva muy rápidamente, se nota en el tráfico en las grandes ciudades.

Sería razonable comenzar a modificar la forma de tratar la fijación de la tarifa eléctrica, para adecuarla a sus costes reales, desvinculándolas de la situación política de cada momento (¿qué hace la Vicepresidenta del Gobierno decidiendo la tarifa eléctrica del año que viene como pasó en diciembre?). Y así, todos, incluido el presidente, podríamos a medio plazo contestar a esa pregunta.

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