La ley y la trampa

Si en el plano político, por ejemplo, algo tan importante como la educación en España ha sido un elemento de cambio y confrontación por parte de cada gobierno, con algo tan importante como son los reguladores «supuestamente» independientes, también se ha reproducido este comportamiento cainita. Y, lo ha sido tanto en el papel, en la ley, como en el comportamiento de facto alrededor suyo, consistente en todo lo que hay asociado, los procesos de selección de consejeros y presidentes, cobertura de puestos o las presiones ante decisiones concretas, o la forma de recabar su concurso en apoyo de los gobiernos de turno.

Así, desde que llegó al poder, el Gobierno popular había puesto en el punto de mira a los reguladores, merced al proceso final de renovación de los componentes de los mismos tras la última reforma que elaboró Elena Salgado materializada en la Ley de Sostenibilidad, que también se malogró en parte al final. Los populares entraron con ganas de pasar a cuchillo aquello que surgió del frío, más allá de garantizar la función de estos organismos en una sociedad económicamente occidental y con instituciones avanzadas.

Al final, se embarcó en una reforma impulsada por Moncloa que ha tenido varios frentes abiertos permanentemente. El más importante es la propia aparatosidad y polémica en el plano internacional y europeo con la que viene precedida esta norma, dado que no era presentable bajo ningún punto. En segundo lugar, si en el papel era de bochorno, la dinámica política de la política politizada puede empeorar aún más las previsiones que se hacen al amparo del diseño institucional, por llamarlo así, que se trasluce de la norma.

Un hecho es la conformación de un órgano centralizador tan anómalo como la nueva Comisión Nacional de Mercados y Competencia, en un diseño bajo la coartada formal del «ahorro de costes» (demagógica, burda y ridícula por su volumen, pero en tiempos de crisis es esgrimible oportunistamente por su simplificación). Al mismo tiempo, se procede a un vaciamiento de funciones de estos órganos, de entrega al poder político y de reducción formal de su capacidad, autonomía e independencia. Concretamente, en el ámbito energético esto se centra en la Comisión Nacional de Energía y en la Comisión Nacional de Competencia, integradas en lo que podríamos titular en esa nueva CNCM, «el sueño de Berenguer». Mira por dónde, al final se implanta un modelo intervencionista. Y es que los extremos siempre se tocan.

Al mismo tiempo, esta ley posibilita la instrumentación desde el Gobierno de la intervención en operaciones corporativas, de forma que pueda «premiar a los buenos y castigar a los malos» bloqueando o propiciando, de forma discrecional y arbitraria desde los propios Ministerios, aquellas operaciones en las que intervengan operadores internacionales de los sectores económicos bajo su competencia, tras la desconstrucción de la función 14 a favor del propio Gobierno y una visión un tanto confusa y anárquica de lo que es regulado y lo que no (véase la posición de los sucesivos gobiernos sobre las actividades eléctricas; para echarse a temblar).

De hecho, desde el Gobierno, y sin ocultaciones (lo cual se agradece), se ha utilizado en sus argumentarios la necesidad de incrementar la alineación de estos órganos reguladores en otros países independientes con la política del ejecutivo, evitando favorecer su independencia. Perdón, una pregunta, ¿pero, en el caso de los órganos reguladores, el objetivo no debería ser el contrario?

A esta reducción formal, viene añadidamente la reducción de facto. Puesto que existen personas biempensantes convencidas de que el Estado es el Derecho y que el Derecho es el Estado. Y la constatación de que un diseño en el papel del BOE garantiza que no se deforman ni los objetivos, ni la intencionalidad de la norma. Pero en los tiempos de la política líquida en un país con escasa credibilidad de sus instituciones, empeñado en derribarlas aún más, eso es así.

La confrontación de la ley escrita con la realidad de su aplicación, en entornos como el español y su consiguiente perversión vía aprovechamiento ventajista de la realidad, es ya una tradición del desinstitucionalismo en nuestro país. En su momento, la última reorganización de los órganos reguladores proveniente de la etapa Zapatero era bastante razonable en el papel. Pero luego, la forma en que desde el Gobierno se ejecutó la renovación de los órganos reguladores dio al traste con el diseño normativo creado, para ser una verdadera burla y una pantomima a los teóricos de la regulación y las instituciones.

Ahora, estamos en vísperas de una reedición de lo mismo. En los círculos políticos, se confirman ahora las posibilidades que tiene el actual presidente de la CNE, Alberto Lafuente, de que pase a ser vicepresidente del nuevo organismo, merced al meritoriaje, colaboracionismo con el equipo actual de Industria, a partir del acuerdo político para la remodelación que saldrá del desarrollo de esta ley.

Y, puestos en esto, ¿es razonable que se perpetúe el modelo de «El Gatopardo» (que todo cambie para que todo permanezca igual) en el ámbito de los reguladores sectoriales que no han sido independientes porque la política no tiene convicción ante ese concepto? Y, en conclusión, ¿hacía falta tanto escarnio y bochorno como el que ha infligido esta Ley de reguladores independientes, en las instituciones españolas, en la economía y en la política, para llegar a esto?

La ley y la trampa

Si en el plano político, por ejemplo, algo tan importante como la educación en España ha sido un elemento de cambio y confrontación por parte de cada gobierno, con algo tan importante como son los reguladores «supuestamente» independientes, también se ha reproducido este comportamiento cainita. Y, lo ha sido tanto en el papel, en la ley, como en el comportamiento de facto alrededor suyo, consistente en todo lo que hay asociado, los procesos de selección de consejeros y presidentes, cobertura de puestos o las presiones ante decisiones concretas, o la forma de recabar su concurso en apoyo de los gobiernos de turno.

Así, desde que llegó al poder, el Gobierno popular había puesto en el punto de mira a los reguladores, merced al proceso final de renovación de los componentes de los mismos tras la última reforma que elaboró Elena Salgado materializada en la Ley de Sostenibilidad, que también se malogró en parte al final. Los populares entraron con ganas de pasar a cuchillo aquello que surgió del frío, más allá de garantizar la función de estos organismos en una sociedad económicamente occidental y con instituciones avanzadas.

Al final, se embarcó en una reforma impulsada por Moncloa que ha tenido varios frentes abiertos permanentemente. El más importante es la propia aparatosidad y polémica en el plano internacional y europeo con la que viene precedida esta norma, dado que no era presentable bajo ningún punto. En segundo lugar, si en el papel era de bochorno, la dinámica política de la política politizada puede empeorar aún más las previsiones que se hacen al amparo del diseño institucional, por llamarlo así, que se trasluce de la norma.

Un hecho es la conformación de un órgano centralizador tan anómalo como la nueva Comisión Nacional de Mercados y Competencia, en un diseño bajo la coartada formal del «ahorro de costes» (demagógica, burda y ridícula por su volumen, pero en tiempos de crisis es esgrimible oportunistamente por su simplificación). Al mismo tiempo, se procede a un vaciamiento de funciones de estos órganos, de entrega al poder político y de reducción formal de su capacidad, autonomía e independencia. Concretamente, en el ámbito energético esto se centra en la Comisión Nacional de Energía y en la Comisión Nacional de Competencia, integradas en lo que podríamos titular en esa nueva CNCM, «el sueño de Berenguer». Mira por dónde, al final se implanta un modelo intervencionista. Y es que los extremos siempre se tocan.

Al mismo tiempo, esta ley posibilita la instrumentación desde el Gobierno de la intervención en operaciones corporativas, de forma que pueda «premiar a los buenos y castigar a los malos» bloqueando o propiciando, de forma discrecional y arbitraria desde los propios Ministerios, aquellas operaciones en las que intervengan operadores internacionales de los sectores económicos bajo su competencia, tras la desconstrucción de la función 14 a favor del propio Gobierno y una visión un tanto confusa y anárquica de lo que es regulado y lo que no (véase la posición de los sucesivos gobiernos sobre las actividades eléctricas; para echarse a temblar).

De hecho, desde el Gobierno, y sin ocultaciones (lo cual se agradece), se ha utilizado en sus argumentarios la necesidad de incrementar la alineación de estos órganos reguladores en otros países independientes con la política del ejecutivo, evitando favorecer su independencia. Perdón, una pregunta, ¿pero, en el caso de los órganos reguladores, el objetivo no debería ser el contrario?

A esta reducción formal, viene añadidamente la reducción de facto. Puesto que existen personas biempensantes convencidas de que el Estado es el Derecho y que el Derecho es el Estado. Y la constatación de que un diseño en el papel del BOE garantiza que no se deforman ni los objetivos, ni la intencionalidad de la norma. Pero en los tiempos de la política líquida en un país con escasa credibilidad de sus instituciones, empeñado en derribarlas aún más, eso es así.

La confrontación de la ley escrita con la realidad de su aplicación, en entornos como el español y su consiguiente perversión vía aprovechamiento ventajista de la realidad, es ya una tradición del desinstitucionalismo en nuestro país. En su momento, la última reorganización de los órganos reguladores proveniente de la etapa Zapatero era bastante razonable en el papel. Pero luego, la forma en que desde el Gobierno se ejecutó la renovación de los órganos reguladores dio al traste con el diseño normativo creado, para ser una verdadera burla y una pantomima a los teóricos de la regulación y las instituciones.

Ahora, estamos en vísperas de una reedición de lo mismo. En los círculos políticos, se confirman ahora las posibilidades que tiene el actual presidente de la CNE, Alberto Lafuente, de que pase a ser vicepresidente del nuevo organismo, merced al meritoriaje, colaboracionismo con el equipo actual de Industria, a partir del acuerdo político para la remodelación que saldrá del desarrollo de esta ley.

Y, puestos en esto, ¿es razonable que se perpetúe el modelo de «El Gatopardo» (que todo cambie para que todo permanezca igual) en el ámbito de los reguladores sectoriales que no han sido independientes porque la política no tiene convicción ante ese concepto? Y, en conclusión, ¿hacía falta tanto escarnio y bochorno como el que ha infligido esta Ley de reguladores independientes, en las instituciones españolas, en la economía y en la política, para llegar a esto?

La Unión Europa se fija en el déficit tarifario eléctrico

RECOMENDACIÓN DEL CONSEJO
relativa al Programa Nacional de Reforma de 2013 de España y por la que se emite un dictamen del Consejo sobre el Programa de Estabilidad de España para 2012-2016

Consideración

(18) El déficit de la tarifa eléctrica, que implica un pasivo contingente de importe potencialmente considerable para el presupuesto, además de riesgos macroeconómicos no insignificantes, todavía no se ha abordado de manera completa, puesto que las medidas presentadas durante 2012 y a principios de 2013 no han sido suficientes. En el Programa Nacional de Reformas de 2013 el Gobierno anunció que para el final de junio de 2013 se iba a presentar un proyecto de ley de reforma adicional del sector eléctrico. Hay margen para seguir mejorando la competencia en el mercado minorista de la electricidad. La infraestructura de transporte es abundante, pero hay margen para que la selección de las inversiones sea más estricta y se dé prioridad al mantenimiento eficiente de las redes existentes. La creación de un observatorio independiente, tal como está previsto, sería de utilidad a este respecto. Al mismo tiempo, los obstáculos técnicos y legales impiden la competencia en el transporte de mercancías y pasajeros por ferrocarril.

Recomendación

8. Abordar el déficit de la tarifa eléctrica adoptando y aplicando una reforma estructural del sector de la electricidad antes del final de 2013; intensificar los esfuerzos para completar las interconexiones de gas y electricidad con los países vecinos; reducir el pasivo contingente de las finanzas públicas derivado de las infraestructuras de transporte no rentables; establecer una evaluación nacional independiente de los grandes proyectos de infraestructura futuros; adoptar medidas para garantizar la competencia efectiva en los servicios de transporte de mercancías y pasajeros por ferrocarril.

La Unión Europa se fija en el déficit tarifario eléctrico

RECOMENDACIÓN DEL CONSEJO
relativa al Programa Nacional de Reforma de 2013 de España y por la que se emite un dictamen del Consejo sobre el Programa de Estabilidad de España para 2012-2016

Consideración

(18) El déficit de la tarifa eléctrica, que implica un pasivo contingente de importe potencialmente considerable para el presupuesto, además de riesgos macroeconómicos no insignificantes, todavía no se ha abordado de manera completa, puesto que las medidas presentadas durante 2012 y a principios de 2013 no han sido suficientes. En el Programa Nacional de Reformas de 2013 el Gobierno anunció que para el final de junio de 2013 se iba a presentar un proyecto de ley de reforma adicional del sector eléctrico. Hay margen para seguir mejorando la competencia en el mercado minorista de la electricidad. La infraestructura de transporte es abundante, pero hay margen para que la selección de las inversiones sea más estricta y se dé prioridad al mantenimiento eficiente de las redes existentes. La creación de un observatorio independiente, tal como está previsto, sería de utilidad a este respecto. Al mismo tiempo, los obstáculos técnicos y legales impiden la competencia en el transporte de mercancías y pasajeros por ferrocarril.

Recomendación

8. Abordar el déficit de la tarifa eléctrica adoptando y aplicando una reforma estructural del sector de la electricidad antes del final de 2013; intensificar los esfuerzos para completar las interconexiones de gas y electricidad con los países vecinos; reducir el pasivo contingente de las finanzas públicas derivado de las infraestructuras de transporte no rentables; establecer una evaluación nacional independiente de los grandes proyectos de infraestructura futuros; adoptar medidas para garantizar la competencia efectiva en los servicios de transporte de mercancías y pasajeros por ferrocarril.

Con ustedes… ¡el déficit tarifario eléctrico de 2013!

Ayer por la tarde se comenzó a difundir el resultado de las liquidaciones del sistema eléctrico de los meses de enero y febrero de 2013, con un resultado escalofriante: 1.003 millones de euros de déficit tarifario en los dos primeros meses del ejercicio. La CNE da margen a la política del Gobierno señalando que este déficit es menor del previsto y que, en parte, se compensará en los próximos meses con los nuevos ingresos que provendrán de las medidas fiscales y de las aplicaciones de los Presupuestos Generales del Estado de 2013. Todo un elocuente espaldarazo al Gobierno derivado de los tiempos que corren en el organismo regulador, relativos a la coordinación con el Ejecutivo.

Una afirmación, en todo caso, que consigue crear un marco de azarismo, de imposibilidad de comparación y de extrema dificultad de cara a la estimación futura de final de año del desfase de ingresos y gastos del sistema eléctrico. En consecuencia, en el único aspecto donde cabe la comparación es en el interanual, manteniendo constantes los criterios de partida. Y, ahí, el déficit tarifario de 2013 se dispara un 35% respecto al mismo período de 2012.

En todo caso, la noticia se produce tras ese conjunto de medidas, no exentas de polémica por la forma en que se han tomado por parte del Ejecutivo. En este lote de medidas se incluye la Ley de Medidas Fiscales en Materia Medioambiental y Sostenibilidad Energética, cuyo mecanismo ha sido de carácter tributario y consistente en generar una batería de nuevos impuestos que deterioran el funcionamiento del mercado y encarecen el suministro. Junto a esto, encontramos la reducción de la retribución selectiva de determinados activos regulados y de determinadas tecnologías recientemente decretada, cambiando así el mecanismo de actualización de los ingresos.

Todo ello, después de acabar el ejercicio 2012 con un déficit tarifario apabullante en el entorno de los 5.200 millones de euros, muy lejos de las previsiones legales (1.500 millones de euros) y lejos de las balsámicas previsiones del Ejecutivo hasta el mismo mes de noviembre de 2012 (3.000 millones de euros), jugando con la demora en la apareción de las liquidaciones complementarias del organismo regulador y con la desmemoria que trata este problema como una cuestión de carácter político y no económico o gestor en una economía de mercado.

Pero, además, este déficit inicial o incipiente del año, llámemosle así, junto con las precauciones que emite la CNE en su evaluación para atemperar gaitas de lo voluminoso de esos 1.000 millones de euros en dos meses, también se produce con una inexplicable y política rebaja de la factura de la luz para este trimestre como bálsamo de los días de vino y rosas.

Rebaja que ha sido posible gracias a la estacionalidad, a la eficiencia del funcionamiento del mercado eléctrico y de las subastas CESUR con una disminución del precio de la electricidad del 6,6% (que sigue en la banda baja de la Unión Europea), que finalmente no se ha empleado en sofocar la sangría del déficit tarifario, consistente en endeudarse para pagar un suministro, y que posibilita generar medidas más dañinas y disruptivas en el futuro, por acumulación del problema. El hecho de que los precios de la electricidad se aborden dentro del cálculo político hacia la opinión pública de forma incluso condescendiente por parte de quienes comprenden esas coordenadas o las consideran lógicas, luego deriva en estas desagradables sorpresas.

En resumen, el problema del déficit tarifario está presente y sigue latente. Los días de vino y rosas y de patada hacia delante de los problemas pueden precipitarse en un futuro con un crujir de dientes y un arrastrar de cadenas.

Más madera, más carbón

Desaparecen unas 528.000 toneladas métricas de carbón nacional acumuladas del Almacenamiento Estratégico Temporal de Carbón (AETC), situado en terrenos del empresario leonés Victorino Alonso, en León y que es propiedad de la compañía estatal, con titularidad de la SEPI, Hulleras del Norte (Hunosa). Todavía no se conoce su destino, ni las causas. Prosiguen las conversaciones entre empresas, sindicatos mineros y Administración. Esta anómala combinación de elementos, cauteriza la respuesta tradicional del sector a los acontecimientos posteriores.

El Gobierno desbloquea 46 de los 111 millones de euros de ayudas a la producción de carbón nacional correspondientes al año 2012, con lo que se deniega el apoyo a las principales empresas mineras (Unión Minera del Norte S.A. (Uminsa) y Coto Minero Cantábrico (CMC), ambas titularidad de Victorino Alonso, y Hullera Vasco Leonesa). El trasfondo de la desaparición del carbón y el impago de cuotas a la Seguridad Social son los argumentos y el marco de la decisión ministerial. Para depejar dudas, el Grupo Alonso pide un peritaje para realizar las mediciones del carbón almacenado en el AETC.

– Asimismo, el Ministerio de Industria, Energía y Turismo adelantó que está tramitando con Hacienda un «añadido presupuestario» a modo de crédito para satisfacer el total neto de las ayudas a la minería del carbón para 2013, que ascienden a 153 millones de euros

Tanto Uminsa, como Coto Minero Cantábrico entran en preconcurso de acreedores y solicitan el correspondiente Expediente de Regulación de Empleo. La variante habitual, que es el conflicto de orden público, se sofoca.

– A finales de febrero, se publica el reglamento que obligaba a las empresas eléctricas a la compra de carbón nacional con destino a la generación eléctrica, fijando el volumen, precio y las condiciones de expedición del mismo en el mercado de generación eléctrico. Industria no repercute los nuevos impuestos a la generación y el céntimo «verde».

– Se judicializa el problema del carbón nacional con el hecho de que las empresas eléctricas (Iberdrola, Endesa, Gas Natural Fenosa y EDP Hidrocantábrico) recurren ante la Audiencia Nacional este Real Decreto. Por su parte, Endesa y Gas Natural Fenosa piden, además, medidas cautelares a esta instancia judicial en este momento.

Las empresas eléctricas empiezan a generar electricidad mediante el carbón nacional acumulado en sus depósitos (por otra parte, llenos), aunque sin adquirir nuevas cantidades de mineral. El borrador del Plan del Carbón (2013-2018), elaborado por la Secretaría de Estado de Energía, prevé la concesión a las centrales térmicas de ayudas por el coste social y ambiental de la producción energética. Mientras, el operador de sistema, REE, no despacha la producción mediante carbón nacional, con lo que la evacuación de los depósitos de las centrales se ralentiza.

– Las empresas mineras se quejan por esta situación e Industria modificó la resolución para la aplicación en 2013 del decreto del carbón, con el objeto de que las centrales térmicas adquieran mensualmente a las empresas mineras y al AETC el stock de carbón nacional para generación eléctrica previsto para todo el año. A lo largo del año se podrán generar bajo este procedimiento 20.054,32 gigavatios hora (GWh) en nueve centrales eléctricas, el 19% menos que lo fijado para 2012 , de los que 3.852 GWh se cubrirán con energía no generada con carbón adquirido en los ejercicios de 2011 y 2012.

Endesa solicita cautelarísimas a la Audiencia Nacional para que se paralice la obligación de adquirir carbón mensualmente, contenida en la nueva orden.

– Para más «inri», el secretario de Estado de Energía, Alberto Nadal, se mete en un charco al considerar que el «diálogo» con la eléctrica «clave» en la quema del carbón nacional «no es fluido» debido a que es extranjera, en clara referencia a Endesa.

Se acumula gas grisú en torno al sector nacional, por la propia acumulación de medidas que fuerzan la racionalidad humana. Se trata de violentar tanto el concepto estratégico, como el propio funcionamiento económico, técnico y jurídico eficiente, perpetuando y engrosando un problema de proporciones cada vez mayores.

Hoja de ruta del déficit tarifario

El pasado viernes el diario El Economista anticipaba un nuevo plan del Gobierno para abordar el problema del déficit tarifario eléctrico. A diferencia de otros planes conocidos en el pasado, incluso con otras administraciones energéticas, éste tiene importantes visos de realidad, incluyendo las fuentes de que dispone el medio que lo publica. Quién sabe si su publicación responde al ejercicio del globo sonda, además del reconocimiento de que sería el penúltimo empujón tras el 2012 de dique seco sobre el problema del déficit tarifario.

¿Cuáles son las características positivas de este plan, con los elementos discutibles que el mismo pueda contener? Fundamentalmente, que es la primera vez que se aprecia una cierta hoja de ruta con enfoque global, que además está centrada en las cuestiones más relevantes: caída de la demanda, eficiencia del mercado de generación eléctrico (abandono, por tanto, de cuestionamientos pasados y de tentaciones retroprogresivas) y concentración de las medidas en los costes regulados.

Se trata de un plan que implicaría un recorte de 2.000 millones de euros, basado en el ajuste cada cinco años de las retribuciones reguladas: transporte, distribución y primas a las renovables. Además, se trata de articular la posibilidad de hibernar plantas de gas en consonancia con la caída de la demanda, y el hecho de que vaya cobrando forma la idea de constituir un «banco malo» para las renovables. Junto a esto, en dicho Plan se incluye el hecho de rebañar costes del suministro que irían a parar a los Presupuestos Generales del Estado por un montante de otros 2.000 millones de euros, en concreto, relativos al coste de la interrumpibilidad y de los sistemas extrapeninsulares.

Es, por tanto, algo que va más allá de una declaración de intenciones. Queda ahora el determinar cómo se va a llevar a cabo el mismo, con qué niveles de acuerdo y negociación se va a realizar (o si se va a presentar en modelo hechos consumados), con qué garantías y con qué precisión jurídica se va a realizar o, incluso, desde el punto de vista institucional, el papel en ello del nuevo órgano de competencia y mercados, tras la voladura de la Comisión Nacional de Energía, originada en la negociación de la legislatura anterior para la cobertura de puestos en los órganos reguladores, dado que la CNE, en su estado actual, tiene propuestas para modificar el esquema de revisión del sistema de tarifas.

Y, por último, queda por conocer la maniobrabilidad y la importancia de los obstáculos que puede tener un plan de esas características. En el primer supuesto, la ejecución podría llevarse a cabo por el propio Ministerio de Hacienda.

En el segundo, el de los obstáculos, hay que tener en cuenta los intereses de los Fondos, el papel de la Administración norteamericana, así como las resoluciones de los procesos judiciales en el ámbito europeo relativos a las energías renovables. Por otra parte, la sola enunciación de la reducción de las inversiones en transporte, revisión de su retribución y de la reducción de capacidad de centrales de gas como suministro hipergarantizado para el operador de transporte y sistema, puede generar también reacciones encontradas desde los accionistas de la entidad que preside José Folgado.

Queda mucha película por delante y hoy sólo sabemos retazos del argumento.

Un suponer

Supongamos un país imaginario sin relación con la realidad, sin fuentes de energía propias o con fuentes de energía propias, cuyo coste es muy oneroso. Imaginemos, por un momento, lo que es el coste de suministro total para una determinada tecnología energética o una energía final que utilizan unos consumidores concretos. Imaginemos que es indiferente que los consumidores concretos sean personas físicas o personas jurídicas, empresas, o incluso grandes empresas, o instalaciones industriales muy intensivas en energía.

Imaginemos que no existe discusión sobre el modelo, la parte liberalizada en mercado y que no existen cuestionamientos (ideológicos o institucionales) al respecto sobre el proceso de formación de precios. Tampoco existiría discusión en el caso de ser un modelo de costes regulados o reconocidos. Imaginemos que está resuelto por la vía que sea (aunque Energía Diario aboga siempre por el mercado y los mecanismos competitivos). Las reglas del juego no están en cuestión y tampoco se ponen en cuestión de forma oportunista según su resultado. Digamos que es estable el mecanismo.

Imaginemos que, fruto de ese mecanismo, por el coste del suministro de tal o cual energía, resulta preciso aplicar una subida a la unidad de energía vendida de una determinada tecnología (un kilowatio, un metro cubico de un gas, una bombona, una arroba). Imaginemos que esa decisión puede ser «impopular», dado que se realiza desde una instancia administrativa, política o gubernamental. Imaginemos que se utilizan argumentos contra la repercusión de precios relacionados con la competitividad en el caso de los consumidores empresariales o del carácter «social» de la energía.

Imaginemos que esa instancia administrativa o gubernamental se inclina por alguna de estas decisiones:

1. No repercutir la subida y que los operadores de esa fuente de energía internalicen las pérdidas y que los consumidores no sean conscientes de los precios reales y del coste del suministro.

2. No repercutir la subida, pero reconocer los costes, creando una deuda que financiar a largo plazo y repercutirla a los consumidores futuros.

3. Remover Roma con Santiago para discutir si es así o asá cómo se calcula el coste del suministro y decidir cambiar las reglas de juego con el partido en marcha.

4. Imaginar que la propia recurrencia de la deuda encarece mucho la tecnología de partida.

5. Que el Estado decide sufragar la deuda generada vía sus Presupuestos Generales al considerar que la naturaleza social de la energía y el país no es Venezuela.

Imaginemos que ese país imaginario se acostumbra al segundo de los mecanismos y lo utiliza para la mayor parte de sus tecnologías de suministro: para la electricidad, para el gas, para el butano… Imaginemos este enunciado del problema sólo por un momento. ¿A qué les recuerda? ¿A dónde nos lleva? ¿Tiene solución?

Nadal, en su ventana

El pasado viernes se publicaban en la sección «El Buscón» del diario electrónico que dirige Jesús Cacho unas declaraciones atribuidas a Nadal, en referencia al enfado de José Manuel Entrecanales por las últimas medidas aprobadas, cuyo efecto sobre la tecnología eólica es indudable.

El secretario de Estado habría dicho, según publica este medio: «No he visto a ningún Entrecanales tirarse por la ventana». Hasta el momento, por lo público y lo publicado, no se ha producido ningún desmentido, ni tampoco un ejercicio de retracto sobre estas declaraciones dada su gravedad. Lo que deriva en que es necesario una reflexión sobre las mismas, por inéditas y porque no deberían pasar desapercibidas.

Al margen del efecto de estas medidas sobre estas tecnologías (mucho, poco o regular) o sobre esta empresa, en estas declaraciones, el secretario de Estado de Energía evidenció, además de una arrogancia consistente en ser titular de la verdad única, algo más grave: la disposición a una concepción preocupante e inquietante sobre las empresas y lo empresarial desde la política y, en concreto, desde la política de partido en virtud de las afinidades electivas temporales.

En todo caso, estas declaraciones serían imposibles en las hemerotecas de cualquier gobierno occidental. Son, también, declaraciones imposibles en ninguno de los Secretarios Generales o de Estado de Energía anteriores a Nadal, por muy intervencionistas, ideologizados o bizarros que fueran en su comportamiento, en plan Ignasi Nieto. Y más insólito todavía, que una declaración así se produzca por parte de alguien que proviene de la estructura de la propia Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). Puede ser que él haya pasado por esta organización y no la organización por él.

Si a esto le añadimos que Alberto Nadal es hermano de Álvaro Nadal, lo que es casi plenipotenciario en el sector energético, y se podría decir que se trata de casi un ministro de Energía, a esta declaración hay que darle la relevancia que tiene, por mucho que se quiera tratar como un tema de carácter. Es una declaración que sólo es posible en un gobierno poco afinado, instalado en la indolencia y en la falta de consciencia de la importancia, gravedad, ausencia de sentido de lo institucional y de la responsabilidad de sus actos.

Ah, y finalmente, por si fuera poco, probablemente con cargos así, este gobierno va reforzando sus propios marcos mentales de comunicación política en la sociedad. Si se trata de la cuestión de la utilización de los «frames» en la comunicación, el secretario de Estado de Energía podemos decir que es un «hacha» de la comunicación política, reforzando con sus declaraciones la gravedad de uno de los dramas de la sociedad española y haciendo un favor al partido y al Gobierno. Lo que se dice un pleno.

El sector del carbón está que arde

La situación de asfixia del sector cada vez es mayor y a esto no ayuda la desaparición de 200.000 ó 500.000 toneladas de carbón (según se consulte a fuentes del sector o la prensa local, respectivamente) del Almacén Estratégico Temporal del Carbón (AETC), perteneciente a la minera pública Hunosa y que permanecían almacenadas en los parques de Uminsa y Coto Minero Cantábrico (CMC), ambos propiedad de Victorino Alonso.

Al parecer, el grupo Alonso achacó la ausencia del mineral a las lluvias, que podrían haberse llevado hasta un 10% del «stock». Cada tonelada tiene un coste medio de 70 euros, por lo que el valor del mineral perdido rondaría entre los 14 y los 35 millones de euros, dependiendo de monto realmente desaparecido. Esta es la razón por la que, según el sector, el Ministerio de Industria, Energía y Turismo habría bloqueado el pago de los 111 millones de euros de ayudas correspondientes al ejercicio 2012.

Ante la polémica surgida, Uminsa y CMC salieron al paso afirmando que tienen capacidad para producir las toneladas extraviadas en el plazo de un mes, por lo que no entienden que se magnifique el problema y se utilice para justificar los retrasos en el pago de las ayudas. Sin embargo, y por esta razón, Hunosa celebrará la próxima semana un consejo de administración extraordinario para abordar la problemática desatada.

En este contexto, tanto la Abogacía del Estado como la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), de la que depende Hunosa en su totalidad, estudian acciones legales contra el empresario leonés.

No obstante, el ministro del ramo, José Manuel Soria aseguró que el retraso en el pago se debe a varios factores y no necesariamente a la «desaparición» de esos cientos de miles de toneladas de hulla.

«Existen razones muy poderosas de tipo jurídico que impiden que las ayudas al sector del carbón puedan llevarse a cabo», dijo Soria, si bien aclaró que su departamento «está trabajando para resolver los obstáculos» y que estas partidas se canalicen lo antes posible.

Y es que, según anunció el ministro en el Congreso de los Diputados, «los servicios jurídicos del Estado están haciendo determinadas comprobaciones y en cuanto estén hechas las ayudas se desbloquearán».

Según se sabe, el Ministerio de Industria ha elaborado una propuesta de resolución para la aplicación en 2013 del decreto del carbón en la que reduce en un 20% el volumen, que rondará los 6,6 millones de euros, y la energía del mineral nacional que podrá ser quemado en nueve centrales térmicas a un precio incentivado, que se situará en 18.228 gigavatios hora (GWh). Todo ello permitiría que los costes para el sector en 2013 no superaran los 419 millones de euros, es decir, 75 millones de euros menos con respecto al coste de 493 millones de euros previsto para el decreto en 2012.

Mientras tanto, los sindicatos mineros, a los que el secretario de Estado de Energía, Alberto Nadal, convocó a una mesa de negociación en torno a la primera semana de marzo, siguen esperando a que la resolución de restricciones de garantía de suministro se publique la semana entrante en el Boletín Oficial del Estado.

Por otro lado, Nadal anunció que el Gobierno no prorrogará las subvenciones a las empresas propietarias de las centrales térmicas por el uso de carbón nacional y las ayudas a la producción a las compañías mineras, que finalizan en diciembre de 2004, puesto que » no se puede ir más allá».

Además, Soria reiteró que el objetivo del Gobierno es que las explotaciones competitivas de carbón, al margen de que hayan recibido o no ayudas públicas, puedan seguir funcionando a partir del 1 de enero de 2019, en contra del plan europeo. «Es la posición que estamos negociando con Bruselas, pero no sabemos si va a poder ser así o no», y acusó al Gobierno anterior de ser quien decidió que estas explotaciones pudieran cerrarse.