El cirujano intervendrá a una mariposa con guantes de boxeo

El viernes volvía a los medios de comunicación la decisión de la Comisión Nacional de Competencia de proponer una multa de 61 millones de euros a las empresas eléctricas por «obstaculizar el mercado libre» en el caso de la información para efectuar el cambio de suministrador. Se trata de un nuevo paso hacia adelante en las cuestiones que este órgano tiene en su «proceso» al sector energético, unido muy recientemente con el proceso al sector de petróleo.

De antemano, lo que es preciso señalar en primer lugar es la convicción y defensa de la competencia y de los mercados que venimos realizando, y por tanto, la necesidad de contar con unos órganos de vigilancia y defensa de la competencia, creíbles y respetables en sus decisiones, actuaciones y en el funcionamiento de sus procesos. Y, seguramente por eso es por lo que hay que observar con preocupación la escalada de este organismo, convertido realmente más que en órgano de defensa y fomento de la competencia, en un Tribunal de Orden Público, lo menos cercano a la competencia y a las garantías de las reglas del funcionamiento de los mercados energéticos (y, lógicamente, en otros mercados y sectores de la economía).

En todo caso, no hay semana que la Comisión Nacional de Competencia no lance sus invectivas sobre un sector de la economía española. El hecho es que el sector energético está llevándose importantes embistes por parte del organismo que preside Luis Berenguer, y cuyo Richelieu en el ámbito energético, sotto vocce, es una de sus consejeras Pilar Sánchez. Como cardenal Mazarino tendríamos a un Consejero de la Comisión Nacional de Energía, Jaime González, quien mantiene una estrecha relación de vecindad entre los dos organismos. Por otra parte, el presidente del organismo, Berenguer ha exhibido una inusitada arrogancia en sus declaraciones públicas respecto de estos procesos, de forma que incluso parece cuestionar garantías procesales básicas. Por tanto, parece que esta actitud está espoleada antes del cese como presidente del organismo, respecto a determinados sectores, en los que parece actuar con trazas de teledirección.

Una de las primeras lecturas y que, de forma más evidente se ha transparentado de estos dos procesos, es la falta de garantías y la inseguridad jurídica en que se está moviendo la CNC y que puede volverse en contra del propio organismo. De hecho, en ámbitos más o menos restringidos hay una cierta «comprensión» con la ausencia de garantías procesales, de estos procedimientos sumarísimos y poco garantistas, de forma que su instrucción tiene una parte muy forzada para construir evidencias sobre la base de indicios. Se podría pensar que una actuación de este tipo podría estar ocasionada por la falta de «instrumentos» para conseguir eficacia punitiva a toda costa. En el caso del sector eléctrico, la acumulación de cuestiones intercurrentes con el problema de la normativa de protección de datos, que devino en la necesidad de modificar una Orden Ministerial a tal efecto, no ha sido óbice para que el organismo se pare en barras, confundiendo una posición y un criterio sectorial, con un supuesto acuerdo obstaculizador. En el caso del sector petrolífero la forma de construir los argumentos tiene un paralelismo muy semejante que ha enardecido a las empresas. Falta finura y parece que las armas de la CNC disparan a ráfagas más que tener mirilla telescópica, en lugar de contar con más prudencia y responsabilidad.

En este sentido, las propias compañías de los dos subsectores energéticos ya han anunciado que han comenzado su defensa jurídica en dos niveles: uno, directamente relacionado con los expedientes y sanciones propuestas por la CNC. Y, otro, que intranquiliza más en el edificio de la calle Barquillo, menos previsible inicialmente en la CNC, consistente en la reclamación de los daños producidos por esta forma de proceder del organismo, dónde no las tienen todas consigo dada la ausencia de instrumentos y la temeridad con que se ha instado el mismo. Cruzan los dedos. Sublevación contra las extralimitaciones. Esperemos que la víctima final no sea una política de competencia mal entendida o mal ejercida.

Por otra parte, estas invectivas están pillando desprevenidas al organismo que preside Maite Costa, en pleno desmantelamiento de su actual Consejo de Administración. De hecho, la ofensiva contra el sector de los hidrocarburos causó estragos y movilizaciones dentro del órgano de regulación energético. Y, aunque en las notas de prensa se alude a la coordinación entre los dos organismos, se desconoce que la CNE haya instado cuestión alguna respecto al problema del acceso a los datos de los consumidores por parte de los comercializadores.

En expresión de Jardiel Poncela, parece que este proceso que debería haber sido instruido con mayor precisión y cautela se parece más al símil de «operar a una mariposa con guantes de boxeo». La tensión entre seguridad jurídica y consecución de impacto mediático está mal resuelta de forma grosera, pero en el mundo del trotskismo el mal está hecho. Lo que no se sabe si esa es la ejecución de la política de competencia que necesita nuestra economía.

Cuidado con el grano gordo.

Buenas noticias desde el making off

La publicación por parte del diario «Cinco Días» de que en la transposición del tercer paquete legislativo se abordaba la separación económica y jurídica del operador de transporte y el operador de sistema de Red Eléctrica de España removió los cimientos del «establishment» en el sector eléctrico.

Red Eléctrica tendrá que dividirse en dos empresas totalmente diferenciadas, de forma que una sea el operador de transporte y la otra el operador de sistema. Esta separación se abordará antes en el caso de Enagás, que se efectuará en la tramitación de Ley de Responsabilidad por Daños Nucleares, que ayer se aprobó definitivamente en el Congreso de los Diputados.

La pinza operador de transporte/operador del sistema en el sector eléctrico de nuestro país, había configurado de REE una especie de Ministerio de Energía en la sombra, un contrapoder, un octavo pasajero omnipresente con capacidad cierta de subvertir el funcionamiento de los agentes institucionales del sector energético. Como el Barça, es más que un club. Red Eléctrica es más que un TSO.

Un número importante de propuestas, incluido el fiasco grave y rocambolesco del decreto del carbón, provenían de la factoría de La Moraleja, en lugar del regulador principal, que las adoptaba como suyas en un ejercicio de atrapamiento, fruto de las tradicionales vinculaciones entre REE e Industria, que llevaba a que representantes de REE estuvieran presentes, además en el «making off» de todo tipo de reuniones y tomas de decisiones relacionadas o no con sus funciones junto a la propia Administración, algo que había acabado por verse «normal».

Cuestiones como la configuración del transportista único o la definición técnica de las redes de transporte en lugar de por tensión, son consecuencia de este funcionamiento disfuncional del sector eléctrico (y aunque nunca debe valer la redundancia, aquí sí).

El hecho de que se produzca esta separación, además, en pura teoría, no disminuye ninguna de las funciones de REE, pero si que obliga a dos cosas. En primer lugar, en el caso de REE, a centrarse y recentrarse en lo que es su «core business», en sus actividades y funciones. Transportar electricidad por las redes de alta tensión y operar el sistema con neutralidad, evitando veleidades expansionistas, diversificadoras y distorsionadoras del funcionamiento en el modelo de separación de actividades o invasión de funciones del mercado eléctrico y de otros agentes.

En segundo lugar, otra consecuencia debe ser la necesidad del propio Ministerio de Industria (regulador principal) de reforzar su estructura interna, cuestionándose la Dirección General actual y, sobre todo, tras la última y reciente salida hacia, precisamente, Red Eléctrica de España del ex subdirector Eduardo Ramos. También es relevante la necesidad de reforzamiento de la Comisión Nacional de Energía (regulador independiente) de cara a esta nueva etapa. En definitiva, contar con reguladores y autoridades fuertes y capaces, que no precisen auxilios o corrientes ocultas, de forma que cada uno ejerza su papel y actividad.

Atención al pajarito

Varias consecuencias se pueden extraer de la transposición de este tercer paquete conocido el pasado viernes. La primera se debe efectuar tras comprobar, con el texto de los Anteproyectos de Ley, cuál es el contenido fehaciente del mismo de cara a lo que va a ser su trasposición en el caso español. Dicha cuestión no es baladí, porque en nuestro país estos procesos de transposición sirven tanto para un roto como para un descosido, de forma que se atienden e incorporan cuestiones pendientes, más o menos oportunistas. En este caso, parece que los trabajos deberían ser muy concienzudos para garantizar su alineamiento con los postulados de este tercer paquete, ceñirse a su contenido normativo y mantener el liderazgo de nuestro país en el proceso de liberalización y separación de actividades.

La segunda es la relativa a la fase de tramitación, con todos sus posibles elementos acechantes, donde también hay que mantener una atención constante. Y eso teniendo en cuenta la facilidad existente para introducir modificaciones a modo de enmiendas en el proceso legislativo. Recordemos, lo que pasó y lo que fue la Ley 17/2008 en la cual se consagró el transportista único en la fase final de la discusión parlamentaria, con la aquiescencia del anterior Secretario General de Energía, Ignasi Nieto y el traslado de los intereses del operador de transporte y sistema actual en el sector eléctrico. En todo caso, se trataba de una medida contraria al modelo de liberalización perseguido. Por tanto, es preciso estar atentos a la inclusión de nuevas figuras en la propuesta de trasposición de estos tres reglamentos al ordenamiento jurídico español.

La tercera tiene que ver, con la configuración actual en nuestro país de los operadores y el espíritu factual de la norma, tendente a la separación total y especialización de los operadores de transporte y de sistema, de su completa separación de propiedad como destino final, con independencia de los estados intermedios previstos para dar soluciones a países cuya evolución en los procesos de separación de actividades van más rezagados. Es más: en esto quizá, nuestro país, hasta el momento, lleva una importante ventaja sobre el resto de Europa. Sería recomendable, a tal efecto, apurar esa separación y la especialización de los operadores de transporte y sistema en el sector eléctrico y gasista, evitando también sus veleidades expansionistas y diversificadoras.

Por eso, habrá que estar atentos a los posibles movimientos latentes y tendentes a limitar/interpretar esa separación y, al mismo tiempo, a crear nuevas funciones al operador de sistema o gestor técnico que casualmente pasaba por allí. Para ello, sólo hay que seguir el trasunto de cuestiones como el almacenamiento de energía, el operador de recarga o las posibles tentaciones de hacer residir o planificar las actividades de generación de energía a través del bombeo, cuestión ambicionada desde los operadores de sistema eléctrico, pero que camina en sentido contrario de lo que dice este tercer paquete legislativo. En otro orden de cosas, sería el momento de comprobar la diferenciación plena con todos los requisitos personales, humanos, técnicos y de activos que establece el tercer paquete. Sin duda por asepsia, es el momento de caminar hacia el ISO en nuestro país, dado que nuestro punto de partida está más adelante y contamos con ventaja para ello. Toca, por tanto, en nuestro caso cirugía. Aquí hay que estar atentos al pajarito.

La cuarta tiene que ver con los órganos reguladores en España. Si se comprueba el contenido y enumeración de las funciones y papeles de los reguladores independientes en el modelo definido en el tercer paquete, estamos aún a tiempo en el proceso de renovación de la Comisión Nacional de Energía para hacerlo bien o, al menos, para hacerlo mejor que en su pasado más reciente: para que sus miembros no sean boicoteadores natos del modelo de liberalización y de separación de actividades, adalides de tiempos pasados donde el operador de sistema era el gran planificador, para evitar que su vis política arrostre sobre todo lo demás, para garantizar que sus currículos proporcionan al organismo experiencia y solvencia suficientes para llegar a cumplir las funciones que ya tenían y estas nuevas que se les añaden. Tengan en cuenta que cada vez más nos están viendo.

Por tanto, atentos a este tercer paquete, a su contenido inicial y a su tramitación. Y atención al pajarito. O pajaritos.

Malestar en el seno del PSOE por la presión de Caldera para colocar a Marcel Coderch en la Comisión Nacional de Energía

En días pasados, Energía Diario había dado cuenta de la «candidatura de Coderch» y sus avales y ayer El confidencial confirmaba que el ex Ministro Caldera quería imponer como presidente a Coderch. Jesús Caldera es el actual presidente de la Fundación Ideas, think tank creado por Zapatero, y autor de los papeles y argumentarios que justificaban la decisión de cierre de Santa María de Garoña. Coderch, por su parte, es soporte de las tesis antinucleares del presidente y de esta facción de la familia socialista.

De hecho, ayer la noticia corrió como la pólvora y parece que ha sentado como un tiro en las fuentes consultadas de las familias socialistas tanto próximas a la Administración como en el grupo parlamentario. Con esta filtración, se diversifica y eleva el teatro de operaciones de este debate en el seno del PSOE, por si hubiera pocas cuestiones abiertas con respecto a este proceso de renovación de consejeros y nombramiento de Presidente en el organismo regulador, una vez conocidas las diferencias entre Industria y Economía al respecto.

Así, el colectivo socialista más ortodoxo en lo económico, partidario de la profesionalización y tecnificación del organismo, reduciendo al máximo la cuota política, ve un riesgo claro y grave de peligrosa politización del mismo. Industria guarda silencio, afirmando que hasta después de las elecciones no abrirá este melón, pero contempla con preocupación esta nueva injerencia desde «La Florida».

Por otro lado, otros colectivos también relevantes en el PSOE reivindican la necesidad de que los candidatos provengan del propio Partido Socialista, con independencia de los servicios que pudiera haber prestado Coderch en otras etapas a posiciones ideológicas presidenciales (en referencia a sus artículos relativos a la energía nuclear). Desde estos grupos, se aprecia a Esquerra Republicana de Catalunya como un partido residual, en tobogán de bajada y sólo se explica la candidatura de Coderch por motivos personales, no profesionales, técnicos, incluso de carácter político en el escenario actual. Además la suspicacia crece entre quienes hacen responsable a esta formación política independentista de la debacle electoral del PSC en Catalunya, como piedra de molino al cuello del tripartito.

Coderch, actual vicepresidente de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones a propuesta de ERC, «no representa de ninguna forma al Partido Socialista», señalaban ayer fuentes socialistas consultadas. En definitiva, crecía la preocupación por la posibilidad del nombramiento de Coderch que, finalmente, podría estar nombrado sin ser un técnico, sin ser experto del sector energético, sin pertenecer al Partido Socialista y sin participación en la política catalana actual.

Otro flanco más de los problemas que genera esta candidatura es el necesario acuerdo con el Partido Popular y sus complicaciones. La candidatura de Marcel Coderch puede entorpecer el acuerdo que desde Industria se quiere promover con el Partido Popular, por sus propias posiciones consideradas extremistas y radicales especialmente en lo nuclear. Posiciones extremistas y radicales que el propio grupo parlamentario de ERC ha subrayado en los últimos tiempos.

La impresión que suscita su presencia en el Consejo de Administración del organismo regulador es que el actual gobierno querría dejar atadas y bien atadas cuestiones como el debate nuclear para el próximo ejecutivo. Algo que, con otros acontecimientos como el ocurrido en el Tribunal Constitucional recientemente, desata todas las suspicacias en Génova. Por tanto, en el juego a distintas bandas, entre los partidos nacionalistas y los dos partidos de representación nacional, la inclusión del «outsider» Coderch no parece ser pacífica ni exenta de polémica.

Atentos.

La técnica Mourinho y el filibusterismo en la renovación de la Comisión Nacional de Energía

Hoy conocemos, tras la comparecencia de ayer, la posición del Partido Popular respecto a la candidatura de Tomás Gómez San Román, en el sentido de apreciar incompatibilidades en su propuesta al haber trabajado para varias empresas energéticas, cosa que seguramente a Idoia Zenarruzabeitia no le pasa, al provenir de la Vicepresidencia del Gobierno Vasco, los servicios jurídicos del PNV, su pase por varias empresas del País Vasco y con la anuencia del Euskadi Burru Batzarra.

Esto nos lleva a una situación paradójica. Mayores cuestionamientos, presentados de forma más notoria en sede parlamentaria, a un profesional con poca o nula vis política, Tomás Gómez San Román (por su actividad anterior) y, por otro, oposición más de corte estrictamente político, ligada al doble juego y las corrientes relacionadas con los apoyos parlamentarios (llevamos días conociendo que el PNV, ora retira el apoyo al PSOE, ora lo recupera, ora lo aplaza, ora habla también con PP) hacia el nombramiento de la ex Vicepresidenta del Gobierno Vasco. Por todo ello, el Partido Popular solicitó un informe a los servicios jurídicos del Congreso sobre el alcance y limitaciones de la actividad de Gómez San Román para señalar en qué cuestiones debería inhibirse en un futuro y durante cuánto plazo.

Por tanto, lo que se extrae de la situación es que lo que parece seguro es apostar por completar los Consejos de Administración de los órganos reguladores por políticos en lugar de profesionales y expertos (técnicos, jurídicos, económicos, financieros, de mercados). De este modo, seguramente no se producirá ninguna incompatibilidad.

Lo bueno de los comportamientos de representantes políticos en los órganos reguladores es que no deben someterse a todos esos criterios jurídicos, técnicos, económicos, financieros, etc… (que, por otra parte, reclaman de las instituciones económicas y los mercados). Libres de toda atadura y de precisar conocimiento sectorial, adanistas en grado sumo, basta en ese caso con ideología, con comportamientos de traslado de la lógica política (intervención en los mercados, las empresas, etc…) o la misma transmisión de reclamaciones de intereses puramente territoriales o de sectores afines. Como ven, para los defensores de la ortodoxia económica y de los mercados, este el mejor de los mundos posibles.

Evidentemente, esta crítica no obsta a que se garantice para todos los candidatos la capacidad técnica de los mismos, así como que se identifiquen los posibles conflictos de interés en que pudieran incurrir, y por otra parte, reclamar hacia el futuro, transparencia, honradez y honestidad en su comportamiento. Pero apuntar hacia la exclusión de los profesionales por el hecho de ejercer su actividad es, sencillamente, perverso.

Por su parte, el Partido Popular ya anunció el torpedeo al proceso y parece que hasta el momento se va cumpliendo. En días pasados, defendió en el Congreso de los Diputados una posición mucho más integrista respecto a las mayorías parlamentarias para la renovación de presidente y consejeros de los órganos reguladores. Todo ello con la amenaza del portavoz económico del Partido Popular, Cristóbal Montoro, de la remoción completa de los organismos que surgieran de este proceso de renovación iniciado tras la aprobación de la Ley de Economía Sostenible (en el caso de obtener una mayoría suficiente para efectuar su propia operación Gerónimo).

Este proceso de obstaculización de los nombramientos de los nuevos consejeros en práctica parlamentaria sajona se denomina filibusterismo y en «roman paladino», el perro del hortelano, aunque también se conoce futbolísticamente como «táctica Mourinho». El filibusterismo, en sí no es un problema. Es una táctica cuyo objetivo es ser destructivo, el cuanto peor, mejor. Lo que es importante es denominar a las cosas por su nombre. También es cierto que en las prácticas filibusteras tienen que ver los comportamientos y recelos mutuos de las partes y la estrategia parlamentaria y electoral de los bloques políticos en liza. Pero, lo que está claro es que no resuelve los problemas del país, ni del órgano regulador.

¿Es tan difícil que nuestros representantes políticos se sienten e identifiquen un número de siete expertos, profesionales, complementarios en el sector energético que aporten respetabilidad prestigio y confianza? ¿Es tan complicado que se comprenda una hoja de ruta para hacer las cosas bien? No nos engañemos, un proceso como el que se está llevando, tras la aprobación de la Ley de Economía Sostenible, nos remitirá al pasado, a unos organismos independientes cuestionados, a los que les sobrevolará la duda y el cuestionamiento permanente.

No todo iban a ser malas noticias. Tengamos un cierto hilo de esperanza. Parece que pueden existir gestos de vuelta a la negociación tras las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo. ¿Algo se mueve?

Comienza el baile de nombres para la renovación del consejo de la Comisión Nacional de Energía

Los primeros nombres que encabezan la lista de aspirantes son los de Pedro Marín y Carlos Ocaña. En el caso de Pedro Marín, ex Secretario General de Energía, tras el fracaso de su candidatura a Director General del IRENA, la propuesta sería más que evidente. Varias cuestiones pesan en contra de esta candidatura. Por ejemplo, la perspectiva global que reproduce el nombramiento de Bernardo Lorenzo como presidente de la CMT, tras ser Secretario de Estado de Telecomunicaciones, con lo que se ejemplificaría un canal de ida y vuelta de la Administración y la política a los órganos reguladores que cuestionaría incluso el espíritu de la reforma de la Ley de Economía Sostenible. La misma situación se repetiría con el principal candidato a presidente apoyado desde el Ministerio de Economía y Hacienda, Carlos Ocaña, actual Secretario de Estado de Hacienda. En todo caso, el hecho de haberse transparentado las disputas y rivalidades entre Industria y Economía al respecto no ayuda a la resolución «pacífica» de esta entente, precisamente.

Otro de los nombres es el de Miguel Ángel Lasheras, que vuelve a las apuestas tras su salida de Intermoney. Uno de los frenos a esta candidatura es la falta de apoyos políticos consolidados, pese a la buena relación que mantiene con la actual presidenta del organismo y que la única posición posible y aceptable por su propia trayectoria sería la de Presidente, un puesto que, por lo que se ve, va a requerir un acuerdo político de primer orden. De hecho, fuentes solventes han confirmado a Energía Diario, que Miguel Ángel Lasheras fue tentado para ocupar la Secretaría de Estado de Energía tras la renuncia de Pedro Marín.

Otro nombre que cobra fuerza en las quinielas es el de Jorge Sanz Oliva, anterior Director General de Energía, con una larga trayectoria a sus espaldas, desde el seno de Presidencia del Gobierno con Felipe González, en el gabinete de Josep Piqué y con la supervivencia de tres Secretarios Generales y de Estado de Energía, Antonio Fernández Segura, Ignasi Nieto y Pedro Marín.

Del sector retroprogresivo se formulan dos nombres, en la medida que este colectivo reclama su «cuota de pantalla», tras la salida del actual Consejo de representantes de esta corriente. Por una parte, José María Paz, segundo de a bordo en REE durante la presidencia de Jorge Fabra y por otra parte, alguien que siempre figura en las quinielas, Alberto Carbajo, actual Director General de Operador de Sistema en Red Eléctrica de España.

Un nombre más que se baraja sería el de Juan Temboury, muy relacionado también con Jorge Fabra. También vuelve a las apuestas Marcel Coderch, quien además de ser próximo al entorno catalán, habría cultivado una relación especial con Jesús Caldera y la Fundación Ideas, «think tank» que apuntaló las posiciones del Presidente Zapatero en el caso del cierre de la central de Santa María de Garoña. Sus posiciones públicas son muy cercanas al entorno retroprogresivo.

Uno de los ejes que parecen clave en esta renovación será la posición final del Partido Popular y si en el nuevo Consejo de Administración de la CNE estarán sentados dos nombres propuestos por esta formación política, porque sigue pendiendo la amenaza proferida por Cristóbal Montoro contra el Gobierno y su proceso de reconfiguración de los organismos reguladores. En ese caso, se da por segura la entrada de Marina Serrano, actual secretaria del Consejo de Administración de la Comisión Nacional de Energía.

Del mismo modo, habría que contemplar cómo se resuelve la ecuación de los candidatos a consejeros por parte de Catalunya en el seno de Convergencia i Unió y el corrimiento de poderes que se está larvando entre los representantes del PSC en Madrid. Según ha podido conocer este medio, entre esos nombres ha entrado el de Julio Barceló, ex del Consejo de Seguridad Nuclear, como posible consejero de la CNE.

Y todo ello, con el debate abierto sobre si el nuevo consejo seguirá siendo una prolongación de los equilibrios parlamentarios y políticos o, por el contrario, podrá adquirir libertad y autonomía, capacidad profesional, técnica, jurídica y económica a efectos de la necesaria recuperación de prestigio y reputación del organismo regulador.

El elefante anda suelto

Más allá de su inscripción dentro de la línea de pensamiento retroprogresivo por las opiniones vertidas en su artículo, quizá lo más llamativo del texto de Jesús Mota es el lenguaje, la violencia verbal, el estilo, los resabios hacia el sector eléctrico, sus empresas y sus presidentes, hasta el punto de traspasar la frontera de la opinión, sobre argumentos más o menos fundados, ideológicos o discutibles, hasta convertirse en un feroz látigo con el que escarnecer con ensañamiento a las empresas y al sector eléctrico, a partir de prejuicios maniqueos y juicios de intenciones intrínsecamente perversas de sus agentes. Ya sólo el título lo dice todo. De hecho, probablemente la retórica bélica entre Guardiola y Mourinho, con todo su antagonismo, es más oblicua e indirecta que la lectura de este artículo.

Por eso, cabe decir, que desde las páginas del rotativo de la calle Miguel Yuste, quizá no han salido artículos con expresiones tan agrias y generalizadas hacia un sector de la economía española y sus empresas como las que profería Jesús Mota en «El yugo de la tarifa eléctrica» el pasado 7 de abril. No se trata de abordar el tema con un lenguaje políticamente correcto o melifluo; se trata de que, merced a la discusión y la difusión de opiniones, los ciudadanos tengan una visión crítica de la realidad, pero no una visión distorsionada.

De hecho, si se lee con cierto desapasionamiento, el artículo se califica por sí mismo, por su propia desmesura y crueldad. Sólo hay que hacer un repaso de las palabras y las expresiones: empresas que juegan a subirse los precios, pioneras en prácticas de garduña, mañoso crupier, desplumar incautos, cacharro manipulable, rastrillo, truco, hostigar a la Administración, campanuda, beneficios espurios, beneficios indebidos,…

Es difícil, por tanto, abstraerse de las formas y sus hechuras, para efectuar un análisis de contenidos, pero si se disecciona el contenido del artículo, se puede decir que éste se inscribe en las tesis retroprogresivas generales que comentábamos ayer con algunas variantes o matices. En resumen, sus líneas de ataque se concentran en los siguientes pivotes: un ataque furibundo al sector en general y a las empresas eléctricas (en España, donde lo empresarial tiene una consideración intrínsecamente peyorativa, hurgar en la movilización de la opinión pública en términos de escándalo es una tentación extraordinariamente fácil), un ataque no menos indulgente al Ministerio de Industria, a los mecanismos institucionales sectoriales y a la Administración (de forma inmisericorde, salvo con las afinidades electivas del articulista), un ataque al mercado eléctrico y a las subastas CESUR (que ya es una constante en sus artículos a los que denomina rastrillo o mercadillo), una simplificación relativa a los beneficios empresariales del sector que adjetiviza con extraordinaria generosidad y el retorno a la teoría de los beneficios caídos del cielo en el caso de la energía hidráulica y nuclear.

Del mismo modo, hay que reconocer que de los tres artículos que analizaremos en este seriado, éste es el único que hace una alusión (menos virulenta que el resto del artículo, eso sí) al modelo de primas a las renovables, cuyas rentabilidades, por cierto, son mayores que las de las empresas del sector eléctrico y no merecen su escándalo.

Probablemente partiendo de este tono, es difícil aplicar la racionalidad de la objetividad y de los hechos que contradicen afirmaciones muy simples y directas, pero falaces: el mercado español está ofreciendo precios en el mercado de generación inferiores a los de los mercados europeos. Las subastas CESUR son auditadas por la Comisión Nacional de Energía y el Operador de Mercado Eléctrico. El número de operadores en las mismas es creciente y su carácter competitivo se acredita porque los resultados son imprevisibles (y, además, en general a la baja). Y, además, la comparación con otros mercados y los elementos subyacentes y tensiones hacen que el proceso de formación de precios sea correcto.

Por tanto, con un ejercicio colérico de este calibre, obtener perspectiva sobre el proceso inversor en un sector como el energético y sus necesidades de financiación es complicado, cuando la forma de abordarlo es la inducción al escándalo del lector. Cómo, por tanto, competir con la incuria y retratar el descomunal proceso de nuestro país en los últimos años en los que hemos renovado las redes y el parque de generación con una inversión relevante en ciclos combinados y en tecnologías renovables, con una ampliación de capacidad instalada que incluso nos ha situado en el exceso de capacidad. Hoy contamos con un suministro eléctrico de alta calidad, y eso ha sido posible gracias al mercado y partiendo de una situación en la que había cierto riesgo de apagones. Seguramente, el actual alcalde de Tres Cantos, José Folgado, todavía recuerda las admoniciones en su momento del entonces Vicepresidente Rodrigo Rato. Consecuentemente, no es razonable presentar una visión tan catastrofista y salvaje como la que se presenta en este artículo, con todo lo crítico y lo criticable para este sector y para la Administración energética.

Mota también oculta las sucesivas renuncias a ingresos o asunción de costes en las empresas. Incluso el déficit tarifario, cuyo origen no es otro que las decisiones políticas de no subida a tiempo de la electricidad en concordancia con la evolución de los precios de generación y ahora con otros costes regulados (primas, aplazamientos de deuda, distribución y transporte). El déficit, además, de facto, se transforma en una manipulación del precio para los ciudadanos para que consuman más y ceben la bomba. Pero, además, se trata de un préstamo de las empresas eléctricas a la sociedad. Cuestiones como las formulas de detracción de derechos de emisión, o incluso la introducción de la figura del bono social, que es una construcción más parecida a una deducción en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas que a un descuento al precio de un suministro.

El resto de argumentos se basan en la presentación interesada de afirmaciones falaces (poco sustanciada en datos). En primer lugar, a nivel general sobre la rentabilidad sectorial que, de hecho, tampoco ofrece datos de cuánto es o cómo se distribuye. En realidad, la rentabilidad del sector eléctrico en España viene deteriorándose de forma continuada en los últimos años, e incluso, su castigo en los mercados financieros ha sido mayor que en otros países, pese al carácter de valor refugio tradicional de sus valores.

Con independencia de la utilización «sui generis» del concepto «beneficios regulatorios», que trataremos específicamente al final de esta serie por ser un máximo común denominador en el pensamiento retroprogresivo, el artículo de Jesús Mota, sostiene que dos tecnologías (hidráulica y nuclear) tienen beneficios desmedidos. Para ello propone el control de sus rentabilidades por vía tributaria, redundando en nuevas alzas de los precios de la electricidad por el aumento de la presión fiscal. Por ensalmo, despeja una incógnita, que es una tasa (2.500 M€/año) equivalente a esos supuestos beneficios «regulatorios» calculados mediante la misma metodología retrogresiva: omitiendo amortizaciones, inversiones y la normativa contable y de auditoría. Aplicando esta tasa a estas dos tecnologías se despeja el otro lado de la igualdad y se anula el déficit tarifario. Y, ¡chas!, ya no existe.

En definitiva, el artículo llega a una conclusión extraordinariamente simple, consistente en un modelo expropiatorio paradójico. Si todos los problemas de una sociedad, de una economía o de un sector se solucionan con la fijación de tasas a sus tecnologías y activos (con presuposiciones de rentabilidades elevadas fruto, además, de la omisión contable) la consecuencia inmediata sería la contraria que la propuesta. De hecho, la determinación de este supuesto beneficio y su detracción, introduciría la actividad de generación eléctrica directamente en pérdidas.

En todo caso, en lo compulsivo de su construcción o con una lectura detenida, encontrarnos que un artículo así en la prensa española, dedicado a este sector o a cualquier otro, implica un comportamiento cainita. Pocos países sumidos en una crisis como la nuestra efectúan, ya no críticas, sino escarnios de un sector económico y empresarial de este modo. Por su propio enfoque y construcción, entorpece el abordamiento de una política energética y económica coherente con una economía de mercado y los procesos de inversión y ajuste que necesita nuestro país. De esta forma, se pierde el diagnóstico real y se desenfoca la dinámica de crecimiento de los componentes de la tarifa de acceso y la caída de precios en el mercado de generación. Pero quizás, el problema más grave es que trastorna la realidad hasta convertirla en un vitriolo, en una distorsión que impide abordar los problemas de nuestro país en el sector eléctrico y energético (que los tiene, pero no son esos). Por ello, este artículo forma parte del problema y no de la solución.

De todas formas, no es un artículo, es una fatwa.

La media distancia

Por tanto, algún día habría que tratar la construcción institucional de la democracia española especializada en extender sus tentáculos desde la política hasta los distintos ámbitos e instancias civiles, sociales y económicos hasta desactivarlos totalmente en su misión y en su esencia y pervertirlos completamente transformándolos en un engendro.

En esencia, la reforma de los órganos reguladores que se ha incorporado en la Ley de Economía Sostenible asea estos organismos, pero para las construcciones teóricas también es necesario que se sometan al test de estrés de la realidad política española y a las propias miradas torvas de un país que se halla sumido en varios procesos turbulentos que impiden la definición de un proyecto colectivo o de dotar de densidad institucional al país.

En el caso que nos ocupa, esto se basa en extender a los órganos técnicos y reguladores independientes un juego político extraordinariamente táctico antes que pensar con una mayor altura de miras exigible. Por tanto, una solución de tiralíneas para la Comisión Nacional de Energía hubiera sido que los grandes partidos sentados en una mesa, extrajeran el nombre de un conjunto de buenos técnicos, solventes que aportasen cada uno conocimientos de índole económico, tecnológico, jurídico, de mercados, partiendo de un ‘pool’ de nombres aceptables por todos los grupos, incluyendo la figura presidencial resultante. Bajo este modelo, en realidad, se podría conocer o no el nombre del grupo político proponente o no de cada nuevo consejero. Eso sería lo de menos. Lo importante sería que el resto de partidos lo acepten.

En definitiva, si se hubiera colocado como restricción previa que las propuestas de consejeros partieran de los partidos políticos pero intrínsecamente no tuvieran marcado cariz político (es decir, que no se tratara de hombres del aparato o de la estructura política, con origen en partidos nacionales o partidos nacionalistas). En caso contrario, la alternativa es volver a la situación previa pero con dos consejeros menos y haciendo ingobernable y sectario un organismo necesario, pero totalmente malogrado. Un nuevo desiderátum.

A cambio, y tras la propuesta de nombramiento de Idoia Zenarruzabeitia (con un marcado cariz político) y Tomás Gómez San Román, lo que hay es una confrontación más abierta si cabe entre el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español y los aparatos de los Ministerios de Economía y Hacienda e Industria, con una amenaza latente de desmantelamiento tras las elecciones de 2012. Nada edificante hasta el momento, más bien inquietante.

Las propuestas conocidas para ocupar el puesto de presidente a partir del próximo 6 de junio, son dos, según lo que se ha podido conocer. En primer lugar, la candidatura de Carlos Ocaña, Secretario de Estado de Hacienda, impulsada desde el Ministerio de Economía, amplifican la distancia con el propio Partido Popular al tratarse de un hombre de partido, dando razones para el divorcio letal en este organismo y su futuro, dejándolo con plomo en las alas. Por otro lado, el nombre de Tomás Gómez San Román, tapado de Miguel Sebastián y recién propuesto como consejero, sería una reedición matizada de Juan Ignacio Pérez Arriaga, se torna de facto imposible por motivos jurídicos y políticos.

Además, la aportación del entorno catalán al organismo está inmersa en una batalla donde están presentes nombres próximos a Convergencia Democrática de Catalunya y a Unió Democrática de Catalunya (el inefable «El Mundo Today» hablaba en días pasados de un nuevo partido político catalán resultante de la integración de Durán y Lleida). De esta conjunción, en todo caso, sólo se están produciendo nombres para ser triturados y todavía no se arroja luz suficiente sobre su aportación.

Hoy más que nunca, tras esta última etapa, es preciso contar con un organismo renovado, estable, profesionalizado y con prestigio. Es necesario contemplar esta situación con perspectiva y atendiendo a la media distancia como necesidad colectiva y de proyecto para un sector tan relevante como el energético en nuestro país, con importantes cuestiones por resolver. Por eso, a la luz de todo lo que se está transparentando, quedan preguntas hasta ese 6 de junio, apenas un mes y medio. ¿Serán capaces desde todas estas instancias políticas de encarrilar la reconstrucción necesaria de un organismo, como la CNE, hoy pasto de la chatarra o acabarán saboteándola? ¿Triunfará nuevamente la hegemonía?

Una renovación endiablada

La renovación de la Comisión Nacional de Energía se ha complicado en una fuerte controversia entre Partido Popular y PSOE a cuenta de una propuesta popular para que el Parlamento pueda revocar a los presidentes de los órganos reguladores, así como que los consejeros sean nombrados por mayoría absoluta de la Cámara y los presidentes de los mismos por tres quintos. En el plano dialéctico, las declaraciones de los populares, a través de su portavoz económico Cristóbal Montoro, iban dirigidas a tensar la cuerda con los socialistas en este proceso.

El propio anuncio del PP de que en el 2012 de ganar las elecciones con mayoría suficiente propondría la revisión de la normativa de los órganos reguladores y la revocación de los actuales nombramientos, además de ser disuasorio para los posibles candidatos, ha provocado una zozobra que devuelve a la teoría del cuanto peor, mejor y en la que parece que las familias populares de corte más ultrapolítico han ganado sobre los gestores.

De hecho, fuentes solventes han confirmado a Energía Diario que habían otros candidatos en liza hasta ultima hora de ayer, antes de que se conocieran los nombres de Gómez San Román e Idoa Zenarruzabeitia.

Por otra parte, ayer la Cadena Ser empezó a difundir el nombre de Carlos Ocaña Pérez de Tudela como posible sustituto de Maite Costa como presidente del este órgano regulador. Ocaña, actual Secretario de Estado de Hacienda es un hombre moderado y dialogante, pero su pertenencia al PSOE, con carné, acentuaría el carácter político del nombramiento. Además, su salida de Hacienda, plantea la propia sustitución dentro del Ministerio de Economía a pocos meses de final de
mandato.

En todo caso, sería razonable que esta segunda fase que comienza ahora, sirviera para restañar en lo que pueda ser las relaciones entre los partidos, bajo el prisma de la racionalidad y la cordura, de forma que propusieran una composición consensuada, negociada, estable, con candidatos de solvencia técnica, económica y jurídica suficiente en la CNE y evitaran nuevamente el conflicto en el trasero de este organismo por la vía del bochorno ahora y en el futuro.

Todos son capicúas

El primero de los movimientos corporativos tiene que ver con el tratamiento de la Comisión Nacional de Energía a la operación de toma de control por parte del fondo IPIC del 100 por cien de Cepsa, de forma que el organismo ha considerado en respuesta a una consulta en la que no es necesaria la aplicación de la denominada función 14, una vez reformulada en la Ley de Economía Sostenible.

En este punto parece haber surgido una cierta expresión de ‘nacionalismo’ económico para reclamar que la operación fuese supervisada por este organismo regulador. De hecho, en ciertos medios económicos se indicaba que era preciso el informe de la función 14 de la Comisión Nacional de Energía en lo que se refiere a la toma de participación empresarial en empresas que lleven a cabo actividades energéticas haciéndolas equivalentes a las actividades reguladas. De esta forma, en estas informaciones, se asemejaba las autorizaciones que la CNE había resuelto de venta de activos adscritos a actividades reguladas por compañías españolas, con la adquisición de CEPSA por el fondo IPIC, aunque la compañía petrolífera desarrolle sólo actividades liberalizadas según la legislación española.

El hecho es que Cepsa, aún siendo un operador petrolífero al mismo tiempo que forma parte del accionariado del Medgaz, no lleva a cabo actividades consideradas reguladas de acuerdo con la Ley de Hidrocarburos sino que su actividad se concentra en actividades liberalizadas. Es decir, que ser una empresa energética no quiere decir que sea una empresa que realice actividades reguladas en el sector energético.

Una de las críticas se centran precisamente en la titularidad del Medgaz que sería (antes y después de esta operación) extranjera, sin olvidar que Cepsa ya pertenecía a una compañía francesa, en este caso Total. Todo parece que esta reivindicación al nacionalismo energético converge de los propios sectores donde la competencia se va a agudizar con la nueva Cepsa.

La segunda cuestión, en el ámbito también de lo corporativo, tiene que ver con la decisión de incorporación de Mario Fernández, presidente de la BBK, como consejero ‘independiente’ de Repsol. En estos días, tras su nombramiento efectivo en febrero, se ha producido la confirmación en la Junta General de Repsol del mismo. Se da la circunstancia de que Repsol es segundo accionista de Gas Natural Fenosa. Se da la circunstancia de que la BBK está presente en el capital y Consejo de Administración de Iberdrola (y ahora de Repsol), perteneciendo al núcleo estable de la compañía eléctrica. Y se da la circunstancia de que las normas de gobierno corporativo impiden la presencia de una misma empresa en dos o más Consejos empresas competidoras.

De hecho, la estrategia que viene siguiendo la compañía que preside Ignacio Sánchez Galán en la pugna con ACS, se centra en la consideración de la compañía que preside Florentino Pérez como competidor. El hecho es que se especula con la posibilidad de que ACS afile lanzas con esta decisión y utilice esta decisión como munición.

Por tanto, en realidad existen dos problemas en torno a este nombramiento. En primer lugar, la forma en que se ha producido el nombramiento y confirmación de Mario Fernández como ‘consejero independiente’, cuestionado por ser presidente de la BBK, entidad que es titular de sociedades conjuntas a través de Petronor. En segundo, el hecho de que se trate de un ‘consejero dominical’ de facto en dos Consejos.

Finalmente, parece que hay indicios de pacificación en la guerra del dividendo, en referencia a las reclamaciones de Luis del Rivero (Sacyr), con la aceptación por parte de Brufau de una política de dividendos más generosa. Un día antes, Vilaseca, en la Gas Natural Fenosa respectiva, insinuó la posibilidad de entrar en el Medgaz.

Atentos a los capicúas.