«Primera plana» en la renovación de la CNE

En la versión de Billy Wilder, una joven esperaba a su prometido en un taxi, en la puerta de una cárcel dónde se iba a ejecutar un reo, y todo el conjunto de acontecimientos que pasaban dentro, a cual más atrabiliario retrasaban «sine die», que los novios pudieran emprender su viaje hacia el matrimonio. La novia espera en un taxi en la puerta de la prisión y el taxista, afirma que no tiene prisa, la noche es joven y el taxímetro corre.

Metáfora que puede estar empezando a darse en el proceso de renovación del Consejo de Administración de la CNE. Decíamos que el escenario político y parlamentario se le complicaba al Partido Socialista Obrero Español. Los resultados de las elecciones tras el 22 de mayo, emitían un aroma de que el partido del gobierno había perdido «seny» y le había abandonado el desodorante. Empiezan a existir comportamientos de alejamiento entre fuerzas políticas y parlamentarias, con una cierta complicidad para dejarlo caer.

Por otra parte, en este proceso, se ha cruzado la crisis del Tribunal Constitucional, lo que reclama un pacto de mayor alcance. El punto de partida conocido de este proceso parece que lo complica: un ejercicio de presentación displicente en modo de ruta no pactado, con reparto de consejeros por formación política y decisión del Ministerio de Industria respecto al presidente. Algo que se le puede convertir en un bumerán contra el ministro Miguel Sebastián, y contra Alberto Lafuente, hombre también de partido y con carné. Y, en medio, un aviso severo, la devolución de la candidatura de Rosario Velasco para el Consejo de Seguridad Nuclear, que ha seguido a un cruce de acusaciones del PSOE de intento de bloqueo de las instituciones por parte del PP.

¿No sería más fácil, por tanto, la solución que tantas veces proponemos: que se sienten, dialoguen, negocien las fuerzas políticas y elijan un conjunto de buenos técnicos multicidisplinares, en los que seguidamente de salir sus nombres en nota de prensa, no tuviéramos que buscar su origen, filiación o árbol genealógico en política?. ¿Puede ser que esté en riesgo la candidatura de Alberto Lafuente, tras la difusión de su nombre como decisión de Industria, incluyendo un acuerdo de mínimos dentro del Ejecutivo, fraguado en una reunión posterior para procurar una rocosa imagen de partido?. ¿Puede ser que el proceso diseñado, de forma solipsista y optimista, desde el Ejecutivo salte por los aires?

El hecho es que el proceso de renovación de los cinco consejeros ya vencidos del Consejo de Administración actual, se demora y las vicisitudes dentro del mismo empiezan a ofrecer varias alternativas inquietantes, con soluciones que empiezan a tener el tinte de lo imprevisto, incluyendo la posibilidad de una solución monocolor a la búlgara, la pérdida de apoyos parlamentarios para implantarla o la amenaza posterior de su remoción completa en un aguafuerte.

Esperemos que impere la racionalidad. Por lo pronto, se retrasa conocer el nombre los candidatos en el Consejo de Ministros de este viernes, y por tanto, todo el proceso.¿Qué estará pasando? El taxímetro corre, aunque lo que pasa no es una comedia.

Adelanto de elecciones y sector energético

El más llamativo, sin duda, el consabido proceso de renovación, por capítulos, del Consejo de Administración de la Comisión Nacional de Energía (CNE), dónde ya se produjo la primera hornada de nombramientos con la entrada de Idoia Zenarruzabeitia y Tomás Gómez San Román. La segunda fue la propuesta del Ministerio de Industria para que Alberto Lafuente, actual presidente de Correos y Telégrafos, ocupe el sillón presidencial del regulador. Y la tercera será completar la salida de los cinco consejeros que ya han vencido la vigencia de su cargo, incluyendo la presidenta.

Con esta situación, el Partido Socialista en el gobierno se encuentra con una fuerte presión interna para cubrir sus puestos, a la vista de las expectativas electorales y las necesidades de recolocación de los cuadros actuales.

Queda por conocer, por tanto, si el Partido Popular aceptará, después de no haber pactado la presidencia, dos puestos en el Consejo, en el bien entendido caso de que dicha presión por la entrada es menor, al saber que las oportunidades futuras de disposición de puestos para responsabilidades es mayor y aceptar un trágala en estas condiciones, podría impedir tener las manos atadas para ejercitar una solución quirúrgica, según las mayorías que puedan conseguirse. En el caso de un adelanto electoral, y de un proceso electoral, la designación de estos puestos y el proceso de encerramiento a la búlgara seguido por el ejecutivo, puede jugar más de una mala pasada. La teoría del Ejecutivo de dibujar una hoja de ruta, repartir los puestos y realizar una no-negociación de los elementos claves del organismo puede, además de dar más de un susto, acabar en que lo que surja del proceso, la nueva vieja CNE, nazca totalmente muerta y sin virtualidad de futuro, por este comportamiento cicatero.

Pero, hay más elementos que complican el trámite del Ejecutivo en esta renovación. El más claro es la situación de práctico abandono del PSOE tras las elecciones municipales y autonómicas a nivel de pactos y pérdida de puestos relevantes. Además, los devaneos entre los grupos nacionalistas y el Partido Popular, otrora impensables, empiezan a ser muy frecuentes. Todo ello, apunta a que la estabilidad parlamentaria y la geometría variable puede convertirse en un práctico infierno para el Ejecutivo, anticipándose más de una sorpresa.

Hay más, un proceso electoral con un eventual cambio de signo político tan claro en el Ejecutivo y en las instituciones del Estado, también influirá en los nombres que serán responsables de regir empresas como Red Eléctrica de España y Enagás y sus cuadros más relevantes. Algo irremediable pese a que llegan los momentos de ponerse de perfil y elaborar el pliego de descargo para elaborar algún tipo de oración del tipo «aparta de mi este cáliz». En el caso de Red Eléctrica de España, su vis política se ha acentuado notablemente durante esta última etapa de presidencia de Luis Atienza Serna, ex Ministro socialista, combinado con la dirección del operador de sistema, con otro hombre de aparato, Alberto Carbajo. Cercanos incluso, a la elaboración de los programas electorales y presentes en actos de partido En el caso, de Enagas, el nombre de Antoni Llardén, cercano al PSC y con un perfil mucho más discreto en términos de partido, podría derivar en un cambio en la presencia de los partidos catalanes en Madrid o directamente de la nueva Administración.

Llegan los nervios. Se adelantan.

Muy mal se puede dar

De la lectura de los teletipos, se pueden deducir varios elementos que van a afectar, indudablemente, al organismo a futuro, dadas las propias advertencias y quiebras que se advierten en el proceso y en el acuerdo político que sería esperable alrededor.

En todo caso, parece que el nombramiento de Lafuente no se produce como resultado de un acuerdo o negociación directa entre partidos políticos. En primera instancia, Alberto Lafuente sigue siendo un hombre del partido, del mismo modo que lo era Carlos Ocaña. Se trata de un hombre, además, muy cercano al entorno de Red Eléctrica de España, aumentándose con este nombramiento el perfil de influencia política del operador de transporte y sistema.

En todo caso, de poco sirve con esta marca política la enumeración de responsabilidades anteriores y la enumeración de las líneas del currículum, por lo menos a efectos de obtener un acuerdo alrededor de él, dada la importancia que tiene que la presidencia de este órgano regulador estiviera consensuada por las dos grandes formaciones políticas españolas.

Pero, más determinante incluso que lo anterior es que no se anuncien los nombres del resto de los consejeros propuestos por otras formaciones políticas, remitiendo a la continuidad de «negociaciones» con formulario prerrelleno: 3 PSOE, 2 PP, 1 CiU y 1 PNV. Por tanto, parece que la posibilidad de acuerdo y de estabilidad del organismo, tras este año preelectoral, al menos entre las dos grandes fuerzas políticas está roto. Industria, tras la salida de Carlos Ocaña, ya contaba también con manos libres, incluso desde la propia Vicepresidencia Económica, lo que falta también por confirmar.

Junto a ello se unen los augurios que venían jalonándose en las declaraciones públicas de la portavoz popular Soraya Saénz de Santamaría, en el sentido de afirmar que los órganos reguladores estarían convirtiéndose en el refugio de los altos cargos actuales socialistas de la Administración, preparándose para la alternancia de gobierno, buscando sus nuevas ubicaciones. En todo caso, acudiendo a las reflexiones bíblicas, muchos son los llamados y pocos los elegidos, los responsables de este proceso en el PSOE han tenido una pléyade importante de propuestas y candidatos sobre los que decidir, porque existe un ambiente de preparación de lista de salida generalizado entre los actuales nombramientos y altos cargos. Dicho «overbooking» se hará más patente en la lista de los nuevos consejeros propuestos, cuando se conozca.

Queda como pregunta, si en este estado, el Partido Popular aceptará los dos puestos que le son ofrecidos, en modo lentejas, o bien si abandonará el proceso totalmente a su suerte, a la espera de la mayoría parlamentaria que suceda tras las próximas elecciones generales. En ese caso, el Partido Socialista Obrero Español podría configurar una comisión monocolor con hasta cinco consejeros, si se sigue el formulario prelleno que decíamos anteriormente.

Parece en todo caso que se despejan ciertas incógnitas en este proceso, en este caso, la más importante. O lo que pasa es que surgen algunas nuevas. Lo que queda por llegar.

Una vez cada tres meses

Pongámonos que en una época de crisis económica dicha «sensibilidad», si cabe, de forma lógica, se agudiza. La utilización de los resortes sociales contra las eventuales subidas de algo es relativamente sencilla de disparar y de activar. Y esta situación es tanto o más frecuente cuando se trata de precios donde existe una decisión administrativa que los interviene, como en el caso de la tarifa eléctrica.

Pero, de hecho, no hace falta que dicha situación se haga en tiempos de crisis. En tiempos de auge económico, las subidas de la tarifa eléctrica se circunscribían al Índice de Precios al Consumo, con independencia de la evolución que se produjera en el interior de sus componentes, provinieran de los precios en el mercado de generación o de las tarifas de acceso (costes regulados por decisiones administrativas).

Por tanto, en su momento, se generó indebidamente y de forma anómala, la ficción del denominado déficit tarifario. Ficción, por otro lado, que supuso un endeudamiento del país y que, una vez explicado, pone los pelos como escarpias a quien conoce la naturaleza del mismo. En todo caso, este problema está en vías de solución y la última política tarifaria eléctrica tiene mayores visos de realismo que en el pasado.

Pero eso no quiere decir que no esté exenta de presiones y riesgos políticos cada vez que, trimestralmente, se aborda la actualización de las mismas. Sobre todo en la medida que existe un resabio histórico respecto al precio del kilowatio, de forma que es el último reducto de la intervención de precios y de los mecanismos ordenancistas antimercado, lo que siempre deriva en el sometimiento a la presión pública. Otros precios de estos suministros energéticos, como los carburantes, no están sujetos a estos «momentos de la verdad» y su actualización se aborda de una forma continuada y estable, y recogen la evolución de los mercados de crudo y refino, sin un aquelarre periódico.

En ese contexto, y como cada tres meses, comienzan a resonar los tambores relativos a la modificación de tarifa para el siguiente trimestre. Empieza la toma de posiciones. Cuestión que, en puridad, procede de la suma de sus partes, evolución del precio en el mercado de generación y tarifas de acceso (costes regulados). De lo que se fuera capaz de absorber permitiría además cumplir con las previsiones máximas de generación de nuevo déficit tarifario.

Sebastián ya ha hecho unas declaraciones, en primer momento maximalistas, negando la posibles subida de tarifas en este trimestre que, posteriormente, ha condicionado a la evolución de los precios en la subasta del próximo 21 de junio, en el caso de que fueran rematadamente mal. Razonable es esta cierta precaución, en la medida que es necesario ofrecer credibilidad sobre las decisiones relativas a los precios eléctricos y el déficit, en el bien entendido además de que estamos seguidos y vigilados desde la Comisión Europea y los mercados, compelidos a una mayor ortodoxia (dado que no es explicable que dicha ortodoxia no se garantice).

En todo caso, la evolución de las tarifas eléctricas que se establezca en la próxima revisión de tarifas no debería, en ningún caso, abortar el calendario para la reconducción del déficit tarifario, ni el calendario para la actualización de los precios de la electricidad a la realidad.

En este sentido, es previsible la oposición a la subida de las tarifas eléctricas en modo negacionista, desde distintas instancias y diferentes justificaciones, que van desde posiciones cortoplacistas que promueven la intervención de los precios y la redistribución intratecnologías, cuestionamientos al mercado, reclamaciones de quienes utilizan la energía como un «input» productivo y niegan su condición de precio con sus tipologías tarifarias, hasta los lógicas de las propias asociaciones de consumidores, intercaladas con cuestiones como la toma de las lecturas o el cambio de contadores, junto con el cálculo político y electoral. O todas a la vez, entremezcladas.

En todo caso, parece razonable, suban o bajen finalmente este próximo trimestre, transitar hacia métodos menos dramáticos y estables que vayan actualizando los precios de la electricidad, recogiendo sus componentes y las tensiones de los mercado.

Ahora, como hace tres meses, todo está preparado, otra vez para su repetición casi con idénticos poscionamientos. Todos en sus puestos. De nuevo.

La CNE «no ve» la separación jurídica del transporte y la operación en Red Eléctrica

¿Habrá tenido que ver en tal posición que la dirección del informe haya sido realizda por parte del consejero Jaime González, para que proponga una propuesta en pos de la no separación jurídica de transporte y operación, aunque se mantenga una sola sociedad holding única? ¿O los intensos contactos llevados a cabo en estos días para evitarlo a toda costa?

Según el Consejo de Administración de la CNE, al parecer éste no ve claras las ventajas de la separación del transporte y operación en Red Eléctrica de España, y asegura que la normativa europea «no dice que sea obligatorio, ni lo contrario». En todo caso, no se percibe una convicción muy clara, definida y decidida sobre el proceso de liberalización de actividades y sobre los resultados de este debate en el ámbito europeo por parte de nuestro regulador independiente, teniendo, por otra parte, una vis internacional tan marcada.

En todo caso, habrá que esperar al informe final y a su publicación en la página web del organismo para conocer de qué forma se sustancian estos argumentos, puesto que el escenario tendencial en el ámbito europeo sí es el «unbundling» completo de las distintas actividades. Cuestión que ya se ha hecho en el caso de Enagas, separando jurídicamente el operador de transporte y gestor técnico del sistema (y eso que no hay monopolio de transporte en este caso), sin que haya provocado tal estado de zozobra.

No obstante, no se trataba de efectuar un cumplo y miento, con respecto a la normativa europea y a la separación de actividades en el caso del sector eléctrico. En realidad, se trata de avanzar en el modelo en el que nuestro país es avanzadilla, sobre la base de la concentración de los operadores en cada actividad y de su especialización, sin influencias ni capacidades derivadas de su conjunción y su confusión, con independencia del carácter modélico de REE, técnicamente, como empresa, cuando realiza estas dos funciones por separado. Habrá que preguntarse las razones de que este sea el gran debate derivado de esta transposición, junto con el intento de poner el pie en la puerta de la generación por bombeo, en el caso también del operador de sistema. Lo que parece claro es ese protagonismo expansivo de REE en el sector eléctrico y la línea política que lo sustenta.

Pero, volviendo al argumento de «no ver» los beneficios de la separación jurídica en Red Eléctrica de España del operador de transporte y de sistema, también habría que ver los perjuicios de que esto no sea así, en términos de planificación energética, de condicionamiento de decisiones del resto de agentes, de ejercicio de poder por encima de esas dos funciones, porque lo ha habido, es público, notorio, conocido y se ha hecho un elemento habitual. Por eso, por su cotidianidad, por su habitualidad, por su omnipresencia, tampoco se ve.

La crisis del pepino en lo nuclear

La primera, se debió a un brote especialmente virulento de la bacteria Escherichia coli a los pepinos españoles. Una crisis que, en cuatro días, ha tenido su correspondiente desmentido. Sin embargo, en ese plazo, gracias al pánico sembrado por las autoridades germánicas, varios países cerraron las fronteras a los productos españoles, en efecto imitación, con el consiguiente daño para la el sector hortofrutícula español.

La segunda, tuvo su origen a cuenta del accidente en la central nuclear de Fukushima tras el terremoto y tsunami ocurridos en Japón. El gobierno de Angela Merkel tomó una drástica decisión e hizo público su posicionamiento respecto de la energía nuclear, consistente en el cierre escalonado de todas sus centrales de aquí a 2022.

En ambos casos se ejecutó el conocido como «estilo prusiano» Algo así como que a grandes males, grandes remedios. Sobreactuación incendiaria con el objetivo de ofrecer a sus votantes reacciones contundentes y reconfortantes. Gobierno de la emotividad.

La opinión pública alemana, fuertemente sensibilizada ante la amenaza nuclear, tuvo su respuesta, pese a que el mismo día en que se anunciaba la decisión también se les informó del elevado coste que esta acción acarreará al país teutón. Merkel está que se sale, actúa en clave interna y los responsables de la administración alemana, a múltiples niveles, no andan especialmente finos.

En paralelo, la Unión Europea decidió cuales serán los contenidos que integren los test de estrés que se realizarán a las 143 centrales nucleares de los 27, mientras que otros gobiernos tomaron posicionamientos más serenos, conscientes de que la sustitución de la energía nuclear es un asunto complicado en un momento en que se atisba un nivel de precios de la energía alto.

Además, habría que tratar tres cuestiones en paralelo: la actualización de los requerimientos y cultura de seguridad en las plantas y en los organismos de supervisión, la verificación de los riesgos y la cadena de errores ocurrida en Fukushima (desde su emplazamiento).

La sistemática de, ante un hecho concreto, desproporcionar su efecto a través de los medios de comunicación, generar pánico en la sociedad, aprovechando los propios resortes y fantasmas colectivos, y posteriormente, aparecer como salvador es ya un clásico de la comunicación política. Tan frecuente es, como lo contrario: tratar de ocultar o minimizar los problemas. Dichas dos tendencias adquieren su contrapunto con la eclosión del mundo digital y las redes sociales, en los que provocar la emotividad es el objetivo más que informar. Sobre todo porque detrás de cada gran asunto hay cien ojos interesados.

Con motivo de dicha decisión, por el procedimiento de la estrategia pública de la crisis del pepino, lógicamente aparecieron en los países voces que se adhirieron a su rebufo o que se apuntaron a la ola. Reclamaron una reacción mimética de la cuestión en el resto de países y de sus autoridades, dejando zanjado un debate con claros tintes de oportunidad política.

La pretendida imparable reacción no tiene tanta convicción como hace meses como para que se extienda como una ola, dado que ha bajado el nivel y la intensidad del debate. No obstante, la poco edificante política italiana, con Berlusconi a la cabeza, incluye la cuestión nuclear entre las preguntas de un referendo.

En España, este debate se celebra con la propuesta del nuevo PANER (Plan de Energías Renovables) encima de la mesa, con reclamaciones de la industria de mayor capacidad de generación por un lado, y con un texto con elementos que devuelven el temor de la inseguridad jurídica, por otro. Con la participación en el hueco térmico de la generación eléctrica de los ciclos combinados en mínimos, y en los partidos políticos, haciendo méritos los más antinucleares en sus respectivos bandos.

¿Renovación por dedazo?

Dichas fuentes, señalan que únicamente se ha requerido a los populares la designación de dos miembros para dar cobertura mediática a un supuesto acuerdo, sin abordar cuestiones capitales como la figura del presidente (en respuesta a las informaciones aparecidas hasta el momento que confirmaban a Carlos Ocaña Pérez de Tudela como futuro presidente del organismo).

Desde el grupo parlamentario se confirma la disponibilidad de los populares para un diálogo abierto y equilibrado para configurar este acuerdo pero, al mismo tiempo, indican que su posición ante un ultimátum de estas características, es la negativa: no participar en el mismo y no acceder a esta posibilidad, dejando al Gobierno y al Partido Socialista la exclusiva responsabilidad de esta renovación, en la que sólo estarían presentes los grupos nacionalistas, hoy necesarios para la gobernabilidad del país.

Las mismas fuentes confirman que, al parecer, el proceso de renovación de consejeros de la Comisión Nacional de Energía está siendo llevado de forma directa por parte de la Moncloa, lo que habría dejado a los Ministerios de Industria y Economía en un segundo plano. En todo caso, se asegura que esta renovación forma parte de un proceso «político» de mayor alcance relativo al sector energético.

Con este escenario, el desenlace tan temible como previsible sería un nuevo Consejo de Administración cuasi monocolor, que estaría marcado por su designación política. De hecho, aunque el nombre del Presidente fuera el de Carlos Ocaña, un hombre moderado aunque ligado directamente al partido y al Gobierno, una de las posibilidades que no se descarta es la renovación de Jorge Fabra Utray, muy tapado en toda la operación y que habría maniobrado con habilidad e insistencia en Moncloa de cara a perfilarse como el eje en este nuevo escenario.

Institucionalmente, el nuevo Consejo de Administración nacería con plomo en las alas y con la amenaza de remoción de su Consejo que el propio Cristóbal Montoro anunció en el Congreso a cuenta del proceso parlamentario para determinar las mayorías en la designación de los consejeros y el presidente del organismo. En este sentido, el hecho de que ni siquiera haya habido contactos entre los dos partidos aviva la opinión de que se trata de una operación política de calado en la que no se quiere presencia directa.

En todo caso sería una verdadera lástima que, tras la aprobación de la Ley de Economía Sostenible que homologa el tratamiento de los órganos reguladores a las legislaciones de otros países, se malograra todo este proceso por un ejercicio partidista endiablado y demoledor, que dejara el organismo falto de credibilidad y capacidad para siempre, al servicio del poder político y sin independencia. ¿Al final será un dedazo?

REE, más que un operador de transporte y de sistema eléctrico

Cuando se habla del operador de transporte español, Red Eléctrica de España, de antemano hay que hacer varias consideraciones. La primera es que hoy desarrolla dos actividades, dos funciones acordes con el modelo de liberalización español del sector eléctrico. Una es el transporte de electricidad para la red de alta tensión y otra es ser el operador de sistema. Esas dos funciones van a ser nítidamente separadas societariamente, aunque manteniendo su titularidad bajo la misma sociedad holding, según la propuesta de transposición del tercer paquete legislativo europeo a nuestra legislación. Dicha separación jurídica y societaria ha causado un enorme revuelo en el seno de REE, incluso aunque la misma llegue hasta sus últimas consecuencias, que sería la separación completa en sociedades diferentes.

La distinción de funciones («unbundling») es una tendencia imparable en la Unión Europea, si bien es cierto que con mucho más retraso que en España, donde la liberalización ha avanzado a mayor velocidad y, por tanto, se puede alcanzar con mayor rapidez esta meta que garantiza la eficacia del sistema y que cada actividad hace lo que debe y como debe. Dicha separación de funciones consiste en que cada operador se concentre en su actividad (y cada actividad tiene sus operadores), la existencia de actividades liberalizadas y reguladas y sin que pueda ser posible la transferencia de recursos de las actividades reguladas a las liberalizadas.

En el caso de Red Eléctrica de España, sus ámbitos de actuación en el sector eléctrico se corresponden con las actividades reguladas, cuyos ingresos no se fijan por el resultado en el mercado de oferta y demanda, sino por la fijación de un beneficio garantizado sobre unos costes reconocidos. Evidentemente, existen unos incentivos perversos a sobreplanificar transporte y a optimizar inversiones, utilizando la palanca del sistema, existiendo un proceso retributivo de esas características, pero esa es la misión del regulador y de los órganos de supervisión. En todo caso, es para plantearse la anomalía de que estas actividades y funciones, desarrolladas sin riesgo alguno, obtengan beneficios más altos que las actividades liberalizadas, sujetas al riesgo en las inversiones, la demanda, la competencia entre tecnologías, etc…

La segunda cuestión, también muy relevante, es que Red Eléctrica no es una empresa pública, aunque aproveche la ambigüedad de su condición de operador de transporte y sistema para parecerlo, en la simplificación de que lo público es bueno y «busca los intereses populares y sociales» y lo privado es nefando. Red Eléctrica de España, hoy, es una empresa privada en cuyo capital figuran entidades financieras y fondos de inversión, aunque desarrolle las actividades reguladas que tiene encomendada en régimen de monopolio reforzado (monopolio natural necesario en operación y monopolio único en transporte).

Por tanto, como cualquier empresa privada persigue la maximización de sus ingresos en interés de sus accionistas y también de sus gestores, dicho sea de paso. Otra cosa es la forma de llevar a cabo esta maximización. Y esa forma tiene que ver no sólo con la actividad de transporte y de operación del sistema en nuestro país, que es su razón de ser, de forma que cuando se llegan a los límites de esa actividad aparecen nuevas actividades de interés. En esa estrategia, cobra especial relevancia el ejercicio de su influencia y su ansia anexionista y expansionista, una constante siempre presente en la compañía (y, en general, en los TSO). Por ejemplo, Red Eléctrica ha diversificado su estructura para operar a nivel internacional en actividades diferentes al transporte.

Dicha característica se ha acentuado en extremo, imbuida por la ascendencia del rasgo político que confluye a su presidente actual sobre el Gobierno y sobre las últimas administraciones energéticas. Consecuentemente, la pinza ejercida por el operador de transporte y operador de sistema (tanto monta, monta tanto) ha condicionado en nuestro país las inversiones en las actividades liberalizadas, las de las actividades reguladas (transporte y distribución), ha ido convirtiendo la actividad de transporte en ese monopolio y ha reforzado el mismo consagrándose como transportista único y la definición técnica (por tensión) de las redes.

Propuestas como las que sustentaba el fallido decreto del carbón del Gobierno elaborado en REE (recordemos que el director del operador de sistema, Alberto Carbajo, fue Director General de Minas), la intervención en la planificación energética o la configuración de los procedimientos de operación (P.O) como mecanismos de regulación de facto, dan cuenta de las verdaderas dimensiones y alcance de su «poder». Hay que recordar que en su momento en REE existía la figura del Delegado del Gobierno (el primero fue Jorge Fabra, que después sería Presidente), lo cual imprime carácter.

En todo caso, Red Eléctrica de España no ha ocultado jamás su tendencia a ser más que un operador de transporte y de sistema (ahora, además, completamente separados), a estar de cuerpo presente y con un poder diferente o incremental a sus funciones, en las decisiones de política energética del regulador principal en el bien entendido de que dichas decisiones le reportan beneficios retributivos, con los que generar valor para sus accionistas.

La confluencia entre influencia política, su configuración monopolística y única, los intereses retributivos sin competencia, el condicionamiento e intervención en el sector, de sus agentes y de su gestión, no ha sido neutral, ni desinteresada, ni gratuita, ni desprendida, ni barata (véase la tarta de las tarifas de acceso).

En medio de toda esta situación, aparece la presión de REE (¿operador de sistema o corporate?) por entrar en la actividad de generación por bombeo, en principio experimental. Y, todo ello, con el panorama político abierto tras las elecciones.

Demasié.

Tras las elecciones, llega la hora de la renovación en la CNE

Por tanto, dicho proceso, actualmente en suspenso, razonablemente se verá impelido a retomarse desde otra postura y a marchas forzadas. Tanto el aplazamiento del mismo como su recuperación, tienen también algo que ver con este último proceso electoral municipal y autonómico.

Han pasado las elecciones autonómicas y municipales, la resaca de la noche y los resultados electorales han sido nítidos y no dejan lugar a muchas dudas. Los plazos de la Ley de Economía Sostenible vencen en pocos días y toca retomar el proceso de renovación del organismo regulador energético, desarrollando una lógica de normalidad institucional, a la vista de lo que es previsible en el horizonte político. El aplazamiento del partido deja paso a que nuevamente se tengan que iniciar las conversaciones que den lugar al levantamiento de la interrupción.

Seguramente, los cálculos mentales sobre la posición negociadora de cada una de las partes eran diferentes respecto a las expectativas electorales y sus efectos. Por una parte, el Partido Socialista Obrero Español, todavía en el gobierno, que afirma querer agotar la legislatura y «completar» las reformas que ha iniciado. Otro partido político, el Partido Popular, llamado a gobernar y que tras los resultados de ayer debe ofrecer una alternativa solvente y gestora en el ámbito económico.

En el terreno que nos ocupa, el Partido Popular plantó una dura batalla durante la renovación de la ley en el Parlamento de cara a endurecer el nombramiento de presidente y consejeros con mayorías cualificadas más altas. Y, además, está el amago de Cristóbal Montoro de asegurar que se retrocederían todos los nombramientos que se iniciaron en esta «nueva era» tras la llegada al gobierno del Partido Popular, algo que puede complicar y mucho la búsqueda de candidatos de «calidad» para el Consejo de Administración de este organismo. Por su parte, si el estado de la negociación se pone muy cerril, se podría producir una resolución por las bravas, con el nombramiento de un consejo monocolor desde el partido del gobierno, lo cual tampoco sería, en ningún caso, edificante, además de introducir a la CNE en la más absoluta provisionalidad. Lo contrario de lo que precisan las instituciones económicas.

En todo caso, los resultados electorales de ayer, con ser nítidos, no garantizan que tras unas hipotéticas elecciones generales las mayorías que se puedan construir puedan permitir un ejercicio de tierra quemada a posteriori con los umbrales que proponía el Partido Popular y el propio Montoro, porque incluso, aunque tal eventualidad se pudiera producir en términos matemáticos, seguramente no sería conveniente, ni en términos de lógica política, ni parlamentaria, ni económica. Es más, pueden depender sustancialmente del calendario político y de la agenda pública del momento. No parece, en todo caso, que esta cuestión pueda ser una prioridad a abordar una vez reconstituidas las Cámaras. A los dos partidos, por tanto, se les debe de pedir prudencia, sentido de Estado, altura de miras, responsabilidad económica e institucional.

Así, previsiblemente, los dos partidos políticos deberían proponer una composición de este órgano regulador independiente que garantizase estabilidad, prestigio, rigor, profesionalidad, experiencia, complementariedad técnica, jurídica, económica y de conocimiento en sus enfoques, elementos necesarios para hacer un Consejo de Administración que definitivamente renueve el organismo, a la vista de los nuevos cometidos que establece la trasposición de la normativa europea, de su estado actual y con la evidencia de todo lo que nunca tuvo que dejar de ser para el sector energético.

Como ya hemos afirmado alguna vez, sería fantástico que del futuro «pool» de nombres que finalmente sea elegido, lo menos importante fuera el origen, su filiación, su respaldo político o su carné. Que en la nueva etapa se evitaran las infografías del nombre de los componentes del Consejo de Administración, con unas siglas entre paréntesis al lado. ¿Se lo imaginan?

Revuelo por sistema

Según los argumentos conseguidos por la periodista Carmen Monforte de fuentes de la propia compañía, el operador considera que se trata de un éxito derivado de la presión del lobby de las empresas eléctricas que quieren una Red Eléctrica de España con «menor poder». También achacaban esta decisión al conocimiento de la apuesta del operador de transporte y sistema por entrar en la actividad de generación a través de centrales hidráulicas de bombeo, como la de Chira-Soria en la isla de Gran Canaria.

Hay que tener en cuenta varias cosas, a saber: que el tercer paquete europeo avanza en la separación de las actividades en el sector eléctrico, entre ellas el transporte y la operación del sistema. En este modelo de separación de actividades, la Unión Europea propugna como meta en los sistemas energéticos gasista y eléctrico el Operador de Sistema Independiente, con independencia de las etapas intermedias, que dependen del punto de partida de cada país en su proceso de separación de actividades. Eso, evidentemente, sin atender a las características genuinas contrarias a este modelo.

De hecho, la propuesta de separación societaria no supone una pérdida de facto en las actividades que REE desarrolla, ya que seguiría ejerciendo las funciones de transporte y operación, sólo que ahora lo haría organizada en dos empresas totalmente separadas. Además, incorpora un conjunto de controles y limitaciones para que la separación sea real, nítida y que las mismas funciones no se extralimitaran de «ese» papel, porque esa extralimitación a quien erosiona, además de a las empresas del sector, es al propio regulador. De hecho, si REE se limitase a ejercer esas funciones hoy y estuviera organizada así, societariamente, no pasaría nada. ¿Cuál es la razón del revuelo, entonces?

Segunda cosa a conocer: Red Eléctrica es una empresa privada, con sus accionistas, sus entidades financieras y sus bancos de inversión. Y Red Eléctrica, además, es una empresa doblemente monopolística. En primer lugar, es un monopolio en la operación del sistema, dado que no es lógica la existencia de más de un operador del sistema. Y también es un monopolio en transporte (la actividad se realiza en régimen de monopolio en cada zona geográfica), además de ser transportista único, es decir, sólo REE puede realizar la función de transporte en exclusividad en todo el territorio nacional. Por ejemplo, el transporte en el sector gasista se organiza en régimen de monopolio pero sin existir un transportista único.

Por tanto, Red Eléctrica aúna los principios de maximización de sus beneficios empresariales como cualquier otra empresa privada. Sólo que los ejercita por una vía diferente al mercado y al riesgo en sus inversiones: la vía de la influencia, condicionando la política y la planificación energética, promoviendo inversiones que al final son pagadas de forma fija en la tarifa por los consumidores. Unido a esto, se añade la intencionalidad monopolística en modo hidra de invadir y aumentar su tamaño y funciones que no le competen; no sólo no se conforma con conseguir exclusividad en lo que ya hace, sino que va ampliando sus pretensiones.

Así, una de las actividades de REE es convencer a administraciones públicas para que incluyan en las necesidades de infraestructuras energéticas elementos que posteriormente serán retribuidos y pagados por la tarifas de acceso. En todo caso, tampoco necesita esforzarse mucho. Con decirlo, sobra, dado que el proceso de planificación deja mucho que desear. Eso y garantizar que esa retribución es máxima o que su liquidación se efectúa con mayor celeridad que el resto de elementos de la tarifa, aportando liquidez la compañía.

En este sentido, cabe destacar que el reportaje de Carmen Monforte recoge con claridad cristalina los motivos de la sorpresa y enfado de REE con esta separación de actividades en dos empresas: pérdida de poder y de influencia, entendida como una ejercicio que va más allá de las funciones que tiene conferidas (dado que en ningún momento las pierde, sino que se reorganizan). Hay que constatar que incluso esta influencia se venía produciendo como un hecho normal, de forma que en determinados períodos ha sido frecuente que en las reuniones entre agentes privados y el Ministerio estuviera presente un delegado de REE en el gobierno (en principio, cuando Red Eléctrica era pública, había un delegado del gobierno en REE).

Esta tendencia no es nueva, viene siendo una constante en REE: cuando se articuló la estructura societaria de la compañía se hizo para que permitiera la diversificación internacional de la diversificación societaria en tiempos de Mielgo y Casadejus para desarrollar el negocio internacional. O, como ejercicio, su influencia directa para introducir en la anterior trasposición de la normativa europea el concepto de transportista único (un reforzamiento de la condición de monopolio), haciendo una definición de las redes de transporte por tensión, no por funciones, lo que le ha servido para aumentar sus activos, por la vía del BOE y, prácticamente, del justiprecio. Por tanto, los comportamientos de Red Eléctrica son propios de un agente con tendencia a suplantar al regulador, partiendo de su indudable capacidad y calidad técnica, hecho que se ha unido a que se ha encontrado con una Administración energética débil y muy endeble en estos años.

Confirmando las tendencias expansivas de sus áreas de influencia, Cinco Días además resaltaba la nueva apuesta de REE por entrar en la actividad de generación de electricidad en nuestro país, optando a la titularidad de centrales de bombeo, para supuestamente «abaratar» la electricidad a los españoles, lo que también se podría producir en manos de los operadores privados desde los clásicos (Endesa, Iberdrola a E.ON o Hidrocantábrico) a los nuevos entrantes (Acciona, ACS,…). Para ejemplificar esta pretensión, imagínense que al Operador de Mercado Eléctrico le pareciera poco con sus funciones y decidiera, por ejemplo, que se quiere convertir en comercializadora. O que la propia Comisión Nacional de Energía quisiera poner un huerto solar. No sería entendible dicha pretensión,… pues conceptualmente es lo mismo.

Por tanto, detrás de la maximización de beneficios en modo exprimidor de las decisiones públicas (regulación, planificación, retribución) se plastifica una capa de argumentos de justicia social y de aprovisionamiento de bienes públicos justificativos de la intervención en el sector, de la planificación centralizada y de la preponderancia de la gestión y control del sistema al servicio de estos fines.

Y así se explica tanto revuelo: por sistema.