¿Carne o pescado?

La realidad del sector energético, como la de tantos sectores económicos, tiene siempre un número importante de frentes abiertos relativos a cuestiones sobre las empresas, su regulación y su supervisión. Cuestiones, además, que se sitúan en un escenario muy ambiguo para el regulador energético: recién nombrado un nuevo consejo con tintes de clara interinidad, todavía en fase de toma de contacto, momento post veraniego y pre electoral. En ese ambiguo espacio temporal se precipitan los acontecimientos para la CNE, su presidente y su nuevo consejo de administración. De hecho, y aunque así lo establece la Ley de Economía Sostenible, a dos meses vista, todavía quedan dos currícula (Marina Serrano y Joan Batalla) sin incorporar en la lista de consejeros de la web del organismo y los huecos en su estructura organizativa y posibles nuevos cambios dejan la duda de la estabilidad de su conformación actual.

Dadas las expectativas electorales que se aprecian en todas las encuestas, la remoción de la actual conformación de la CNE parece cada vez más evidente tras las próximos comicios y el desastre del proceso negociador de la renovación del organismo. Las admoniciones del Partido Popular surtieron efecto y el nuevo consejo ha quedado conformado con un nivel técnico, económico, regulatorio y político que genera las dudas de si es carne o es pescado, o es una tortilla francesa.

Pero los acontecimientos se suceden y hay cuestiones que le tocará resolver a este Consejo de transición. Los deberes polémicos y dónde se van a poner todos los ojos en el organismo regulador se acumulan. El asunto de la sindicación y ampliación de la participación de Sacyr y Pemex en Repsol es mucho más complejo de lo previsto inicialmente y sus reverberaciones son más amplías en lo político, empresarial y económico (y, por cierto, despachado inicialmente con unas primeras declaraciones de una frivolidad preocupante).

Más: el tratamiento de los pagos por capacidad (completar los mecanismos de «garantía de potencia»), cuestión aplazada desde hace meses y que sigue en el cajón de tareas del organismo; la futura regulación del sector eólico, casi en fase de entrada en el regulador; y las abortadas transposiciones del tercer paquete comunitario tras las presiones de Red Eléctrica de España para evitar la separación jurídica (nada más) del transportista y el operador de sistema. Todas estas cuestiones conforman un panorama poco tranquilizador para el nuevo presidente del organismo y su equipo que necesita más finura (finezza) que la que han delatado sus primeras actuaciones.

No obstante, y volviendo a la supuesta la naturaleza, política, técnica, jurídica, regulatoria económica o sectorial del nuevo consejo, o ninguna de las anteriores, se debería tener cuidado con determinadas afirmaciones, siempre a poner en cuarentena. Por ejemplo, se ha tachado desde la prensa económica a este nuevo consejo de “político” en relación al asunto Repsol por la presencia de Joan Batalla (catalán) e Idoia Zenarruzabeitia (vasca, ex Vicepresidenta del Gobierno Vasco, con responsabilidades en el PNV), apuntando la posible vinculación política con el presidente de Petronor Josu Jon Imaz, anterior presidente de esta formación. Este nuevo consejo, tampoco queda fuera del ejercicio de colocar lastres y condicionamientos a la dinámica del consejo de administración por motivos de los más variopintos.

La verdad es que políticas y filiaciones hay muchas en un sector donde, probablemente, encontrar independientes es complicado y será difícil identificar a alguien para que dispare la primera piedra, sin doblarle el brazo previamente. Revisen la composición del consejo anterior: entre catalanistas, retroprogresivos, partidistas, partidarios del transportista único y trino o zapateristas andaba el juego y la transposición de consignas.

Esperemos que prime la calidad regulatoria global. Por nuestro bien.

Entrevista energética al candidato Rubalcaba: ¿Rubalcaba contra el mercado eléctrico?

Ayer el diario El País, publicaba una entrevista a Alfredo Pérez Rubalcaba, ejerciendo de candidato a Presidente del Gobierno por el Partido Socialista en las elecciones generales que tendrán lugar el próximo 20 de noviembre. En la entrevista hubo un extenso capítulo dedicada a la energía y, en concreto, a la electricidad. De hecho, Rubalcaba, en sus declaraciones previas, ha tomado el estandarte de la energía en su campaña. En todo caso, la parte dedicada a la energía es conceptualmente la más endeble y demagógica de toda la entrevista. Por ello, Rubalcaba, hombre inteligente, tendría que tener cuidado con quién le asesora en energía, porque le puede meter en más de un lío.

La entrevista recoge cuatro ejes de lo que sería una gran «reforma estructural pendiente» en el terreno de la energía, calificándola de cambio radical: una propuesta de bajada de tarifas eléctricas, el final del déficit tarifario, el cierre paulatino de las centrales nucleares y el desarrollo de las energías renovables. Dicho así, es la cuadratura del círculo o la república perfecta, como deben ser los programas electorales, una carta a Papá Noel y a los Reyes Magos conjuntamente.

¿Y cómo lo pretende hacer? Todo el desarrollo de la entrevista gira alrededor de los costes y de la asignación de costes. Más o menos parte del hecho de que las empresas dedicadas a la energía no deben tener cuenta de resultados sino un traspaso de costes. Algo que no se sabe si se extiende sólo a las empresas eléctricas o a todas las empresas del sector energético, o si sería extensible a todos los sectores económicos, para ir hacia un modelo de planificación económica de corte estatalista, en lugar de una economía de mercado socialdemócrata.

Así, en su argumentación, recoge de una manera elíptica el argumento esgrimido por los colectivos retroprogresivos de la energía, responsables del Informe de Costes y Precios en la CNE, en el que se señala la existencia de «costes regulatorios hinchados» y de explorar en los «costes de la electricidad». Dicho enfoque persigue la abolición del mercado eléctrico, sustituyéndolo en el mercado de generación por una solución intervencionista que fije precios por tecnologías. Es un argumento muy sugestivo y, a la vez, falaz además de profundamente ineficiente, al anular los elementos competitivos.

No obstante, Rubalcaba se cuida mucho de emplear de forma explícita esa argumentación, consciente de los riesgos que entraña para la confianza en la economía española, a pesar de que los suministradores de ideología energética hayan hecho bien su trabajo inicialmente en la conformación del programa del candidato. En primer lugar, porque asume la existencia de otros mercados a lo largo de la entrevista, mal que les pese a los autores de la parte energética. Segundo, porque utiliza fórmulas no absolutas como la del estudio, el acuerdo, los condicionales y las argumentaciones alambicadas… Y tercero, porque la internacionalización de las empresas españolas, incluidas las energéticas, no permite bromas y radicalismos jacobinos.

Rubalcaba habla de costes regulatorios hinchados. Hay que partir de que el coste del suministro, la tarifa, contiene dos partes. La primera, es el precio de la electricidad que se determina en el mercado eléctrico. La segunda, los costes regulados que incluyen la retribución fijada de forma administrativa por el transporte, la distribución, las primas a las renovables y la financiación del déficit pasado. Por tanto, Rubalcaba, al hablar de los costes regulatorios contenidos en la tarifa eléctrica y dentro del suministro, debe estar haciendo referencia a estos costes regulados o políticos, es decir, los no sujetos a la determinación del precio del kilowatio en el mercado eléctrico (por otra parte, en la banda más baja de la Unión Europea). Hay que abordar en nuestro país el importante problema del crecimiento descontrolado de los costes regulados y su escalada, dado que condicionan el coste final del suministro y la tarifa eléctrica final resultante. Entonces, ¿Alfredo Pérez Rubalcaba, cuando habla de los costes del kilowatio, se refiere a esto? ¿Se reduciriría, de acuerdo con su programa, la retribución del transporte o las primas contenidas en la tarifa eléctrica, o se modificará la distribución temporal de la recuperación del déficit tarifario financiado?

Además, emplea dos afirmaciones falsas y una falaz. Las falsas: primera, que la energía eléctrica es cara con respecto al exterior. Segunda (con toques casi peronistas cuando habla de las empresas eléctricas), cuando afirma que tienen «muchos beneficios», aunque en conjunto mantengan unas tasas de rentabilidad en la actividad en el mercado nacional inferior a la media del IBEX 35.

Y, finalmente, utiliza una falacia al referirse al déficit tarifario. Rubalcaba sustituye el término coste del suministro por mecanismo de financiación del déficit tarifario, que tacha de disparatado (y lo es, pero no por los motivos que induce). El déficit tarifario es una deuda entre la tarifa política y los costes reales. En este sentido, Rubalcaba, seguramente, debería partir de que el origen del déficit tarifario, generador de intereses y deudas, no es otro que un conjunto de decisiones políticas y de gobierno del pasado reciente, para no elevar los precios de la energía incurriendo en costes políticos. De hecho, si se hubiera hecho en el pasado, en su debido momento y de manera secuencial, hoy no sería necesario incrementar las tarifas o financiar el déficit mañana.

Por cierto, al final de la entrevista, hay un importante pescozón a Sebastián por sus declaraciones contra Felipe González en el affaire de la sindicación y toma de control de Sacyr y Pemex en Repsol. Lo mejor de la entrevista energética.

Esto no ha hecho más que empezar.

Temporada de huracanes

Coincidiendo con la temporada de huracanes en el Atlántico se ha desatado una gran tormenta dentro de la CNE de la que todavía no se sabe su intensidad. La llegada del nuevo presidente y del nuevo curso está abriendo de par en par los cambios en la estructura directiva y el funcionamiento de los mismos. La semana pasada conocíamos el lacónico anuncio de que el Consejo de la Comisión Nacional de Energía había decidido dotarse de un Código de Conducta y que se había propuesto una simplificación del organigrama directivo del regulador independiente energético. Todo ello parece que se inscribe en una operación con importante transfondo en el seno de las cabezas de sus servicios técnicos.

La lectura que se hace desde dentro del organismo es que el nuevo presidente, Alberto Lafuente, trata distanciarse al máximo de los comportamientos de su predecesora Maite Costa, con una política de «tierra quemada». El hecho es que ya son cuatro los ceses en la estructura directiva del organismo, partiendo del primero del que tuvimos conocimiento, el de Pere Lladó, ex responsable de prensa, ocurrido la misma tarde de la toma de posesión de los nuevos consejeros. A Lladó se le ha unido el nombre de Pedro Miras Salamanca (ex Director de Petróleo), de Rafael Durbán (ex Director de Relaciones Institucionales) y de Pablo Fernández (Director Gerente del organismo). Todos ellos hasta la semana pasada.

Pero el contenido de estos cambios no es baladí. En primer lugar, la integración de las Direcciones de Gas y Petróleo y Biocarburantes en una única de Hidrocarburos ha supuesto el cese (fulminante) de Pedro Miras Salamanca que, de ser considerado el «valido» de Maite Costa y ser el único directivo que tenía prerrogativas para aparecer en los medios de comunicación mediante entrevistas personales, se ha visto obligado a abandonar el organismo. Se trata de la cabeza visible dentro de los servicios técnicos cuya expiación parecía, hasta el momento, imposible.

Quizás ha sido la medida y el cese más llamativo, toda vez que Pedro Miras había conseguido, además, granjearse la simpatía del sector petrolero y su nombre estaba en las quinielas para sustituir a Ceferino Argüello al frente de CORES, hasta que se cubrió esta plaza con el nombramiento de Jorge Blázquez, uno de los asesores del Ministro de Industria, Miguel Sebastián.

También dentro de los ceses figura el de Rafael Durbán como Director de Relaciones Institucionales. Hay que recordar lo controvertidos que fueron durante la etapa Costa, por una parte, el profuso programa de actos del organismo y, por otro, los excesos cometidos en los viajes internacionales que habían menoscabado notablemente la imagen del organismo.

Por su parte, los ceses del Director Gerente y del responsable de prensa pueden calificarse de relativamente normales en lo que suelen ser los cambios en la estructura directiva de una organización al cambiar su máximo responsable. Gestión interna y comunicación son dos áreas que requieren personas de la máxima confianza de su titular. No obstante, la evidente relación política de Lladó con el mundo catalán y la ejecutividad con que se produjo el cese alertaron a los más afines a la anterior presidencia.

Satisfacción interna dentro del organismo

Según ha podido conocer Energía Diario desde distintos puntos de vista en el seno del organismo, estos cambios se están viendo de forma positiva entre el equipo profesional de la CNE. Al menos se percibe la ruptura con el orden que había impuesto su predecesora Maite Costa y que en el caso del Director de Petróleo y Biocarburantes, Pedro Miras, había concitado animadversiones, tanto por el equipo profesional como incluso por los consejeros anteriores.

Dado que la temporada de huracanes no ha terminado y que todavía se forman tormentas, habrá que seguir atentos a las pantallas. Huracán Lafuente.

Adelanto electoral y energía

El verano de 2011 está marcado por el anuncio por parte del Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, hace una semana, del adelanto de las elecciones generales al 20 de noviembre de este año, en medio de una fuerte presión política (dentro y fuera de su partido), económica y financiera. El anticipo de los comicios en cuatro meses (siendo necesaria por la irrespirabilidad del clima político) tiene efectos ineludibles para la economía y para los sectores económicos por lo que supone de interrupción en el diagnóstico y aplicación de las medidas en curso.

En el caso de la energía, no puede ser menos, máxime con el importante abanico de cuestiones encima de la mesa, que podemos clasificar en tres bloques. El primero, las cuestiones pendientes de resolución y proyectos normativos en ciernes. Especialmente relevante, en lo que se refiere a la legislación, estaría la revisión del marco retributivo de las energías renovables (eólica, fotovoltaica, etc…), que lleva implícita la cuestión de la necesidad de nueva capacidad en generación, el trámite parlamentario de la transposición a la normativa española del tercer paquete energético (con el tema cerrado abruptamente por presiones de REE para evitar la separación jurídica y funcional en dos empresas, operador de transporte y de sistema) y la finalización del proceso legislativo que complete el reglamento de pagos por capacidad a las instalaciones térmicas (que ha confluido además con el relevo al frente de la CNE).

Segundo, las cuestiones que formarán parte del escenario electoral relativas a la energía, lo que tiene que ver estrictamente con el programa político y la campaña electoral de los partidos. Ya hay primeros escarceos, que será preciso seguir muy atentamente dada la sensibilidad con respecto a determinadas cuestiones, empezando por unas declaraciones de Rubalcaba señalando la supuesta necesidad de un cambio de modelo energético. Por otra parte, en el Partido Popular las posturas internas no son uniformes respecto a cuestiones como la energía nuclear, el Almacén Temporal Centralizado o el mercado eléctrico, contra lo que pudiera parecer, incluyendo el importante peso de las Comunidades Autónomas gobernadas por el propio partido. Y, en medio de todo ello, la titulización del déficit tarifario pendiente y el cumplimiento del calendario para la adecuación de las tarifas a la realidad del coste del suministro, tarea aparcada largamente, en que se ha empleado especialmente el equipo actual del Ministerio de Industria, para resolver un problema acumulado por las anteriores administraciones energéticas.

Y, finalmente, un tema que ineludiblemente se planteará son los nombres: las personas, los equipos, los gestores que, tras las elecciones generales, puedan surgir para regir el devenir del sector energético en el futuro. Desde la remoción anunciada del nuevo Consejo de Administración de la Comisión Nacional de Energía, cuya duración de vigencia de sus nombramientos también se ha acortado (una cuestión especialmente mal resuelta por el actual equipo de Industria), el posible nombre del futuro Secretario de Estado de Energía o los titulares de las empresas de los gestores técnicos y operadores de sistema y transporte.

Empiezan las turbulencias.

Coda final

En esa ejecutoria, la palabra que lo sintetiza en un balance muy negativo es la de fracaso, como principal responsable de la caída en picado del prestigio del organismo y de su relevancia en el sector energético. Y, contrariamente a las demandas de mayor número de atribuciones y prerrogativas efectuadas desde el mismo, más por sus propias decisiones y comportamientos, que por la influencia exógena del Ministerio (con unas relaciones mucho más deterioradas tras la salida de Clos e Ignasi Nieto y decididamente rotas con el último equipo) o por la influencia de los propios agentes, que soportaron con estoicismo las extravagancias que se producían en Alcalá 47.

En el sector retroprogresivo que anidó en el Consejo, también hay una sensación de fracaso más que consciente. Desde quienes tenían la misión y obligación moral de ejercer de comisarios políticos de los intereses del aparato del Partido se pudo comprobar cómo el organismo se les iba de las manos, fundamentalmente por incapacidad y por la pretensión de utilización personal de la CNE como plataforma propia, para la difusión de tesis o para controlar e intervenir en las operaciones corporativas sectoriales, que dejaron el organismo a los pies de los caballos, languideciendo desde entonces.

La conexión Moncloa-Ferraz-CNE (puenteando en ocasiones a Industria) estuvo encarnada, fundamentalmente, por el consejero leonés Jaime González, apoyada desde la ideología y el personalismo de Jorge Fabra y, también, desde los medios de comunicación afectos, tuvo resultados contraproducentes en términos de agitación y exposición pública de las vergüenzas del organismo. Y, probablemente, todo ello derivó en un desenlace final como el que hemos conocido, con una CNE convertida en un juguete roto con una presidencia irrelevante.

Uno de los elementos trascendentales fue la «deuda interna», la «corrosión interior». La inutilización por engorde de los servicios técnicos del organismo, la hilarante política retributiva, gastos, viajes, actos…, que habían funcionado como un excipiente en el que todos los gatos son pardos. Pero, hay más, mucho más: su colocación al margen del derecho y del mercado, del papel regulatorio conferido, su opción por lateralizar el problema del déficit tarifario por la vía del sabotaje tarifario, la inexistente posición en las principales cuestiones como las renovables, la necesidad de capacidad de generación futura y la entronización del inexplicable informe de Costes y Precios (que tiene factura de los postulados de un consejero, Jorge Fabra), contribuyeron a dejar el organismo fuera de circulación y sin un correcto diagnóstico de los problemas del sector y sin aportación alguna a la política energética.

Continuemos con el recuerdo de las operaciones corporativas, confirmado con el informe de Jorge Fabra en la OPA de E.ON sobre Endesa en su momento que este podía ser una república bananera. Y, para mayor abundamiento, podemos hacer el recuento de las campañas impulsadas y difundidas, incluso al margen del propio Consejo, más políticas y propagandísticas, como el desmesurado proceso de inspecciones fotovoltaicas, que dan cuenta del cariz político que quiso imprimir desde el organismo a su actuación en estos años para posteriormente ningunear el trasfondo financiero asociado a las primas. Sin contar con el comportamiento de filias y fobias. Léase REE y el OMEL, en un sentido u otro, incluyendo las aficiones electivas conocidas e indisimuladas.

Decididamente es una etapa a superar, y probablemente, en el fuero interno de todo aquél que tenga dos dedos de frente debería quedar un catálogo de acciones a no repetir, de errores a evitar. Ahora llega la etapa post-Costa. Los riesgos son otros. Pero eso ya, en septiembre. Feliz verano.

«De todo lo que te pasa, el responsable eres tú«. CESARE PAVESE

La imagen

Probablemente sea cierta la expresión, «una imagen vale más que mil palabras» pero, el hecho es que, a veces, también un comentario sobre las imágenes nos puede ofrecer un punto de vista alternativo, complementario del detalle y del movimiento dentro de la quietud.

El hecho es que la foto tomada durante la toma de posesión de Alberto Lafuente como presidente de la CNE, así como el de los cuatro consejeros que completaban la renovación del organismo regulador da mucho que hablar, sobre todo los tres personajes que la protagonizan, el Ministro de Industria, Miguel Sebastián, la presidenta saliente, Maite Costa y el propio Lafuente. Leído en términos de comunicación no verbal se puede hacer la siguiente lectura de la instantánea que, evidentemente, no se puede decir que sea un posado. A veces estas fotos son las más ilustrativas de lo que pudo pasar en realidad en aquella toma de posesión, incluso de lo que podía estar pasando por la cabeza de sus principales protagonistas.

El Ministro Miguel Sebastián, informal pero elegante, traje oscuro, sin corbata (llevando su cruzada personal contra esta prenda a cualquier acto), aunque se tratara del solemne acto de toma de posesión del Presidente de la CNE y sus consejeros, así como del cese de los consejeros salientes (no es difícil imaginar cuál de estas dos cosas era su mayor deseo). Su expresión denota logro: ha logrado desalojar en poco tiempo un Consejo de Administración, el de la Comisión Nacional de Energía, que era un dolor de cabeza. Casi está a punto de saltar para emitir una exclamación de júbilo o de alegría, pero se contiene cruzando los pies y las manos a la altura de las piernas. La euforia está contenida.

Maite Costa exhibe una risa nerviosa, como de no creerse lo que está pasando, que esa foto no está sucediendo allí, en ese momento, que probablemente, ese señor del otro extremo no es el Ministro y el señor que hay al lado no es su sustituto. Eso no puede estar pasando en el edificio neoclásico de la Calle Alcalá 47. De hecho, sus manos y sus piernas denotan una renunciación abierta, sin remedio, una aceptación del destino final. Y, seguramente, Costa también se habría quedado con las ganas de haber reconminado al Ministro para que hubiera llevado corbata a un acto organizado en su (hasta entonces, por escasos momentos) Comisión Nacional de Energía, ejerciendo del porte del presidente del Congreso, José Bono.

El más interesante de esta foto es el nombrado, Alberto Lafuente, cuya expresión denota el peso de la responsabilidad que va a recibir. Un rictus en la expresión facial de gravedad y un sentido de determinación en la mirada sin concesiones. Piernas cruzadas y brazos cruzados con una señal de distancia tanto para sus compañeros de fotografía a izquierda o derecha, incluso para con la situación, como si estuviese ausente, a sus cosas, pensando que tiene que hacer más tarde o por dónde empezar.

Además de cruzar sus brazos, Lafuente, se sujeta a sí mismo, se los agarra, como si tuviera que dominar una fuerza interior, que le impeliera a desear que finalizase el acto de inmediato y ponerse manos a la obra. Un cierto gesto de impaciencia, como si tuviera algo muy urgente que realizar y que no pudiese resistir el impulso irrefrenable de hacerlo. Una tensión de brusquedad controlada que pudiera tener un cierto dominio de las formas, dado que en pleno acto, no era plan el que se desatase.

No más de cuatro horas más tarde, el hasta entonces responsable de prensa de la CNE era cesado fulminantemente por el presidente. Así, si se entiende. Y así ya se puede quedar tranquilo.

La verdad de las mentiras

Para ello, habría que recuperar el Diccionario de Falacias de Ricardo García Damborenea para analizar las características de cada una de las mentiras que se tratan de repetir en torno al sector eléctrico para construir una verdad partiendo de una afirmación falsa. Por eso, las enunciamos a continuación con los posibles riesgos que entraña su difusión, así como para evitar caer en el error de aceptarlas, siquiera como una posibilidad.

La supuesta «quita»

Esta palabra está intentando ser acuñada por el colectivo retroprogresivo de la energía y sus canales de distribución y trata de ser una coartada para promover una renuncia más o menos coactiva de la deuda pendiente de cobro por parte de las empresas correspondiente a la factura eléctrica, por otra parte, generada y aplazada por decisiones políticas en los tiempos de la expansión económica cuando había un consumo energético a todo trapo. El déficit tarifario está actualmente en fase de necesaria titulización y, por otra, en fase de extinción, con una política de ajuste de las tarifas a la realidad.

En sí, la opción de la supuesta «quita» sería un mazazo parla percepción de la economía española en el exterior y para la inversión extranjera en nuestro país. Sería lo mismo que un «default» a la griega. Por eso, alimentar esa idea es irresponsable e imposible.

En todo caso, plantear el problema en estos términos es una trampa, tanto para el propio sector energético como para las empresas y los ciudadanos. Trampa que lleva a eludir el problema global del coste del suministro eléctrico, incluyendo la generación y los costes regulados, el crecimiento galopante de los mismos y que recibe mucha condescendencia de los intervencionistas, por la arbitrariedad que comporta y los destinatarios de los mismos. Se incurriría en la falacia de la falsa causa para referirnos a todos los errores de argumentación cuando se atribuye la responsabilidad causal y de los efectos a una parte únicamente de la causa o del efecto.

La CNE no ha solicitado nunca la «supuesta quita»

Pese a lo que se ha afirmado ya en dos ocasiones, en artículos publicados por el diario «Cinco Días«, la Comisión Nacional de Energía no ha solicitado jamás que se produjera esa supuesta «quita». Una afirmación de esas características es prácticamente imposible y reservada a los «hooligans» de la economía española y del sector eléctrico.

Eso no quiere decir que a determinados consejeros de la etapa anterior no les faltasen ganas, no lo insinuaran o no lo dijeran en privado siempre que pudieran. Incluso que formulasen informes ideológicos al respecto para justificar posiciones semejantes. El hecho es que en ningún posicionamiento público del organismo se ha abogado por esta propuesta, pues si en la actualidad su prestigio ha quedado completamente mancillado, entonces su descrédito hubiera sido el «hazmerreir» en el universo mundo, comparativamente con reguladores independientes y de verdad. En este caso, se incurre en la falacia de la Falsa Autoridad, que consiste en apelar a una supuesta autoridad que no es concreta, competente, ni imparcial (las elucubraciones y posiciones particulares no son una posición institucional).

El mercado eléctrico español es líquido, transparente y eficiente.
Pese a la campaña desatada por el colectivo retroprogresivo contra el mercado eléctrico y el operador de mercado, el funcionamiento de nuestro mercado es ejemplar, pese a los intentos de difundir sombras de duda sobre el mismo. El número de operadores que participan, el sistema de subastas y de contratación electrónica completamente transparente y eficiente, el volumen de energía que se intercambia y los precios que resultan de la energía son incluso más bajos que los de nuestro entorno, recogiendo perfectamente las señales del exceso de capacidad y oferta existentes, que es lo que debe hacer un mercado. ¿Por qué este cuestionamiento, entonces? Porque se quiere intentar legitimar la vuelta a la arbitrariedad del marco legal estable y de la intervención administrativa en el sector eléctrico. La pregunta es, ¿por qué rayos se afirma que el mercado es un «caos»?

En este caso, se trata de la falacia de la «Afirmación Gratuita», que ocurre cuando no se da razón de las propias afirmaciones o en la búsqueda deliberada de hechos puntuales que promuevan la falacia de la casuística, consistente en rechazar una generalización alegando excepciones irrelevantes.

Los supuestos «beneficios caídos del cielo»

La existencia de estos supuestos «beneficios caídos del cielo» justificaría una posición que excusa tasas y tributos de las tecnologías para compensar y redistribuir los resultados de cada una de ellas. Y para eso, se justifica lo que sea, incluso la manipulación de la contabilidad financiera en aras de supuestos simplificadores.

En todo caso, la utilización de esa expresión «windfall profits» tiene un sentido formal en el ámbito regulatorio diferente al empleado por los periodistas y el colectivo retroprogresivo de forma oportunista, consistente en la existencia de resultados imprevistos en una actividad derivados de una medida regulatoria. En ningún caso, la existencia de diferentes tecnologías con diferentes estructuras de costes en un sector es un caso de beneficios caídos del cielo. Se trata de una falacia de Generalización Precipitada, dado que extender de forma oportunista el término «windfall profits» a la existencia de distintos tipos de estructuras de costes según tecnologías, es una extensión que conduce al totalitarismo y a la intervención pública.

En todo caso, los cuatro ejemplos anteriores son trampas, falacias que, por repetidas, no quiere decir que sean ciertas, pero su difusión continuada enturbia el debate regulatorio, el enfoque de los problemas, su diagnóstico y sus soluciones. Lean los últimos cuatro artículos del diario «Cinco Días» e identifique cada una de ellas.

Las despedidas de los consejeros salientes de la CNE

Palabras agridulces, más o menos de compromiso, del propio ministro Sebastián y el pliego de autoafirmación pronunciado por la propia ex Presidenta del organismo (razonable, por otra parte, en esa lógica).

Por ello, además del acto de toma de posesión y sus correspondientes lecturas posteriores, la salida del anterior Consejo de Administración, ha tenido en el propio nivel interno de la Comisión Nacional de Energía escasa repercusión, salvo en casos puntuales. Incluso, la propia marcha de la Presidenta, inmediatamente posterior a la terminación del acto, ejemplifica un relevo efectuado de forma casi adanista, hasta no quedar ni rastro del pasado.

Por ello, resulta interesante comentar lo que han sido las despedidas en el plano interno de los consejeros salientes, así como la existencia de manifestaciones realizadas a los trabajadores de la CNE, en las que unos han sido más expresivos que otros y unos más generalistas que otros, en sus agradecimientos selectivos o abiertos, y siempre mediante el procedimiento de la difusión de correos electrónicos de despedida, lo que ha tenido un cierto morbo, como nos trasladan los propios profesionales del organismo.

El toque más «personal» de estos e-mails, como no podía ser de otra manera, lo puso la retórica reconocible de Jorge Fabra que, en su «no despedida», en la que agradeció de forma casi elegíaca a sus colaboradores más cercanos su trabajo y de los que afirmó que le «habían llevado en volandas». Y, continuó «Mi agradecimiento no tiene límites, pero no puedo hacer ni decir más de lo que ahora digo. De todas formas, espero que sabré sobrevivir solo. En otras ocasiones, siempre pensé que tal cosa era imposible, cuando perdí, porque me hicieron perderlos, los compañeros y los colaboradores a quienes todo debía. Así es que espero -aunque me cueste esperarlo- también sobrevivir ahora». En esa afirmación había una elíptica pero evidente alusión al pasado, cuando se produjo su cese como Presidente de Red Eléctrica.

Por otra parte, la descripción indirecta de su estancia en la CNE no tiene desperdicio, «en donde he trabajado en lo que me gustaba y con una confortabilidad no merecida, me toca ahora despedirme de todos vosotros -he de confesaros que antes de lo que hace unos meses pensaba- con una cierta sensación de que he servido para muy poco y de que he vivido estos años aislado en un palacio de marfil, con una comprensión muy amortiguada de lo que en la vida interna de la CNE de todos los días pasaba«.

Y, finalmente, anticipó a toda la plantilla del organismo que se involucraba en una candidatura a las próximas elecciones en el Colegio de Economistas de Madrid, Economistas frente a la Crisis que encabeza junto con Juan Ignacio Bartolomé. «Coincido con quienes me conocen que soy duro de roer y, para darles la razón, aunque siempre escéptico, se me ha ocurrido -además de no abandonar a mi querida energía que intentaré seguir cuidando desde la universidad- meterme en un lío que someto a vuestra consideración». De hecho, adjuntó en su despedida el correo electrónico dirigido a fomentar el apoyo a esta candidatura entre colegiados, ciudadanos y economistas no colegiados a una plataforma que a Fabra le resulta muy familiar (fue Decano como el propio Bartolomé). Pueden temblar otros sectores económicos, además del energético, si la teoría de costes y precios, las negaciones de los mercados y las versiones simplificadas del keysianismo se acogen a esta propuesta ideológica más que económica y se hacen extensivas. Lo que le faltaba a la economía española. La propagación del retroprogresismo.

Por tanto, parece que Fabra pasó de la emotividad al activismo, auguró que tendrían noticias unos de otros y pidió disculpas por el período que, como consejero, permanecerá conectado mediante un cordón umbilical virtual al organismo.

Hasta aquí la crónica, la narración de esta salida. La semana que viene, habrá coda final. Enternecedor.

No se puede hacer peor

El conjunto de cuestiones abiertas en torno al sector fotovoltaico (retribución, inspecciones, nueva capacidad, negociación…) y que se ha ido poco a poco acumulando, evidencia, probablemente, una serie de errores sucesivos y solapados que no tiene desperdicio. Y todos ellos parten de una muy deficiente regulación que abrió una espita de muy difícil control posterior. Ahora, en medio de este caos, se produce el anuncio de que el proceso de investigación encargado por el Ministerio de Industria a la CNE es prácticamente inútil, tras un despliegue metodológico y mediático sin precedentes.

La CNE habría investigado, tras esta indicación de Industria, alrededor de 9.000 inspecciones y decretado casi 1.600 suspensiones de primas. Al parecer, las suspensiones de primas se produjeron en aplicación del Real Decreto 1003/2010, también conocido como de «trazabilidad» y dedicado a perseguir el fraude de plantas que estaban recibiendo la retribución anterior a septiembre de 2008 pese a no haber conectado a tiempo sus equipos. Ahora Industria hace público que retrocede sobre estas resoluciones, a la luz de la documentación recibida en los recursos, con el fin de evitar el pago de intereses relativos a las suspensiones decretadas. Y asegura que el número de instalaciones que no cumplía estos requisitos es muy bajo.

Vale la pena, hacer un ejercicio de memoria histórica al respecto, por lo que de aprendizaje supone. Por un lado está el marco, clave de todo el problema, el frame: el desmadre retributivo decretado en su momento por la Administración. Esto es, la sobrerretribución como causante de la fuerte demanda de nuevos proyectos e instalaciones. La desatención en la modificación de las condiciones retributivas y de rentabilidad de esta tecnología condujo a que ésta creciera en la medida que mejoraba la eficiencia tecnológica hasta convertirse en una bicoca asegurada.

De hecho, la clave está en cómo las rentabilidades de los proyectos, en esos escenarios retributivos, provocaron verdaderas estampidas de proyectos de instalación. Y, a partir de ahí, la transición del R.D. 661/2007 al R.D. 1578/2008, se convirtió en un despropósito de magnitudes colosales, que nos debería enseñar la necesidad y relevancia de una regulación mucho más fina y con menos huecos, fruto de sus redacciones espasmódicas. El tránsito de uno a otro, se llevó a cabo con varias interpretaciones, incluido un correo electrónico y, con posterioridad, mediante la corrección a través del Boletín Oficial del Estado, desatando una carrera por el cumplimiento de los requisitos, consecución de permisos y formalidades para tener derecho a la retribución de la normativa de procedencia, más beneficiosa.

Ahora, el Ministerio de Industria retrocede sobre su posición respecto al proceso de investigación desatado por los huecos regulatorios. Y lo hace por dos razones. La primera, por la capacidad de los instaladores de aportar documentación justificativa de sus respectivas instalaciones, conforme a los requerimientos de ese decreto; la segunda, por la consecuencia del pago de intereses que podría comportar la suspensiones del pago de las primas decretadas. Todo ello, además, en medio de una amenaza de judicialización de primera magnitud y con un número importante de despachos de abogados desplegados en toda España, participando en un proceso de proporciones delirantes.

Además, con esta decisión, como cuando los árbitros pitan dos penaltis sucesivos en las áreas de los distintos equipos en liza, para compensar, se vuelve a caer en un cierto descrédito institucional del aparato ligado al sector energético. Industria desautoriza, además, uno de los procesos mediáticos más formidables que desplegó la CNE, con importante aparato de telediario asociado. Recordemos que, incluso se abogaba por contratar helicópteros por si había instalaciones móviles o se difundieron casos puntuales inquietantes respecto a la utilización de motores diésel que abocaban energía a la red.

En todo caso, valdría la pena analizar el problema de raíz y aprender. Echar la vista atrás sobre la responsabilidad de los anteriores Secretarios General y de Estado de Energía, Ignasi Nieto y Pedro Marín, en la forma de construir el marco regulatorio para el sector fotovoltaico. Reclamar mayores dosis de consistencia legal, seguridad jurídica, evitar la retroactividad y rigor. Y después, rememorar cuál fue la forma de articular un proceso investigador que ha sido el parto de los montes y que se ha llevado por delante a las autoridades energéticas, a los servicios inspectores de la CNE y la credibilidad del Ministerio de Industria, en una partida en la que sólo hay jaques.

¡A mí no me detiene ni la Guardia Civil!

La semana pasada el senador socialista y presidente del Cabildo de la Gomera, Casimiro Curbelo, fue detenido por la policía en una sauna (que al parecer no era un burdel), mientras estaba acompañado de su hijo. El senador apeló a su condición de «aforado» gritando en medio del escándalo «¡A mí no me detiene ni la Guardia Civil!». Esta fue, entre otras, una de las frases que el representante público profirió en medio de la turbamulta contra el resto de presentes y hacia las Fuerzas de Seguridad del Estado. Pongan en todo el presunto… presunto senador, presunto padre, presunto estado de embriaguez, presunta sauna, presunto burdel…pero esta expresión se recogió en varios medios de comunicación como titular.

En España, con una historia convulsa, «la política» ha sido utilizada como mecanismo de ejercicio de poder sin límites y en la que sus representantes, en muchos casos, preferían el lado de la balanza del ejercicio omnímodo del poder, frente a las responsabilidades y obligaciones que comporta su cargo como servidores públicos, no para servirse de sus puestos y responsabilidabes. «Un gran poder, es una gran responsabilidad», decía Spiderman.

De hecho, hay quienes creen en esa versión del ejercicio de la autoridad o la responsabilidad: la capacidad de utilización desmedida, discrecional y arbitraria de su cargo o de su posición, desafiando incluso el derecho. Ejercicios de ese tipo son los que justifican expresiones que habrán podido oír en uno u otro partido político «para eso hemos ganado las elecciones», por ejemplo. El hecho de que todo esté sujeto a una dinámica que transfiere la composición del parlamento a la sociedad civil e instituciones reguladoras y del Estado, sin existir contrapoderes.

O, incluso, otra tipología son las construcciones más o menos sofisticadas y que sustentan en complejas teorías justificativas de los márgenes de discrecionalidad política. Todo ello, ejercido por representantes que no quieren sentir ni la sujeción a las normas, a los criterios económicos, jurídicos o de mercado, para que dichos representantes o titulares de puestos o cargos, puedan sentirse con las manos libres para hacer y deshacer y decidir, dejando el peso de las decisiones relevantes para otros. Todos recordamos ejemplos de normativas que se han hecho para favorecer a un grupo empresarial, a una tecnología concreta en un sector económico, que se han colado subrepticiamente en su trámite parlamentario, o que directamente se han hecho para entorpecer o facilitar operaciones corporativas que tienen su correlato en una utilización de una expresión más o menos explícita al grito de «¡A mí no me detiene la Guardia Civil!». Cuando, desde determinadas instancias se apela a que la política no debe estar al servicio de los mercados, también se recurre a la capacidad de extralimitación sobre los mismos, las reglas económicas y la ortodoxia.

En el sector energético, claramente, esos son postulados que identifican al colectivo retroprogresivo. Un ejercicio que permita la fijación discrecional y arbitraria de la rentabilidad de cada tecnología, sobre la base de la consideración discrecional de los costes. Constituir una especie de «polit buró» en el que la sociedad deposite la responsabilidad de todas las decisiones económicas de los sectores energéticos, sin más responsabilidad ante Dios y ante la historia, como administradores de sus propias decisiones discrecionales, frente a una dinámica de mercado y neutralidad. Y así, por ejemplo, también, tener manos libres en todas estas cuestiones o en las operaciones corporativas para defender una cosa y la contraria.

Sucede que durante la última semana se hicieron públicos dos informes aprobados por el Consejo de Administración de la Comisión Nacional de Energía. El primero, que ya comentamos, relativo a la operación societaria del OMEL solicitando la autorización para el proceso de adquisición del 50% del capital del Operador de Mercado Portugués, en el que se pudo apreciar como el Consejo de Administración de la CNE, ni corto, ni perezoso, se arrogó un conjunto de prerrogativas que supone arrasar con el derecho mercantil y societario, levantándole de paso el resultado de la valoración de la operación efectuada por los bancos de negocio que han asistido en la operación.

Y también conocimos el Informe sobre el Proyecto de Real Decreto por el que se establecen los peajes a las redes de transporte y distribución que deben satisfacer los productores de energía eléctrica, en el que se propone fijar un peaje para la compra de electricidad para las instalaciones de generación hidráulica por bombeo, que multiplica por tres el que se aplica a la evacuación de energía por cualquier otra fuente de generación y que deliberadamente se aparta de la propuesta recibida por la Secretaria de Estado de Energía.

Mientras el Ministerio de Industria propone un peaje de 0,5 euros MWh aplicable a la energía vertida como a la perdida en el proceso de bombeo-turbinación, la CNE propone un peaje modificado específicode 2,8 euros MWh para el proceso de bombeo turbinación. Todo ello, sin justificación económica, teórica o técnica que avale esta propuesta, ni su impacto. Por tanto, ¿es posible que esta propuesta del organismo regulador se pueda integrar en la cruzada contra el bombeo y la generación hidráulica que mantiene el organismo, y particularmente, los colectivos retroprogresivos?. Léanse el informe completo y el ultimo voto particular del consejero Luis Albentosa al respecto y la incisiva pregunta final.

Y luego, además, en un ejercicio de cinismo, de proporciones enormes, tras proponer esta forma de fijación de peajes modificados para esta tecnología, en concreto, en las conclusiones del informe y en la nota de prensa que difundía el organismo hace dos semanas a propósito de su aprobación, incidía en la posibilidad de que la fijación de estos peajes (por otro lado, adecuándose a la normativa comunitaria en este aspecto) para la generación se podrían trasladar a los precios en el mercado de generación.

¿Por qué ocurren todas estas cosas en los estertores de la vida del último consejo de administración de la CNE?. Por lo mismo de antes. Porque a la Comisión Nacional de Energía no la para ni la Guardia Civil. Como le ocurrió al senador Curbelo.

«Un gran poder, es una gran responsabilidad». Ya lo dijo Spiderman.