Una tendencia peligrosa: un día vamos a hacernos daño

La muy comentada «pena de telediario», en la que uno puede ser juez y verdugo a la vez, (véanse las últimas revelaciones publicadas por el diario El Mundo sobre el ministro José Blanco), causa daños severos en lo que es la confianza y credibilidad de instituciones, empresas y organismos. La desinstitucionalización apoya la utilización de la realidad, con el efecto emotivo de condicionar la opinión pública. En ese contexto tan volátil, como decía Guardiola al hilo de las polémicas en el fútbol español, un día vamos a hacernos daño.

En el sector energético esta situación está muy de actualidad, merced a comportamientos extremadamente dudosos e impropios, en algún caso de la Administración y también de sus instituciones rectoras y órganos reguladores (Comisión Nacional de Energía o Comisión Nacional de Competencia), transformados en arietes de Consejos con un marcado cariz político e ideológico. Muchas veces con torvas intenciones que, además, son volubles con el tiempo y la espuma de los días.

La semana pasada, cuando el Gobierno hizo pública su decisión de no subir las tarifas eléctricas, se aprovechó por parte del Portavoz del Gobierno para volver a sembrar dudas sobre las subastas que dan lugar a las Tarifas de Último Recurso (TUR), insuflando dudas sobre el funcionamiento del mercado que, en ningún caso, están apoyadas en evidencias (en nuestro país, además, nos encontramos con precios más bajos que en Europa en los productos de estas subastas). Dichas dudas fueron previamente alimentadas por la Comisión Nacional de Energía e inflamadas desde un medio de comunicación, sin que se sepa mucho más de las mismas.

Por otra parte, ayer tuvimos constancia de que la Audiencia Nacional había impuesto cautelares respecto a la sanción de la Comisión Nacional de Competencia a las empresas eléctricas y a la patronal, UNESA. Todo ello, tras una instrucción más que cuestionable y acelerada e incendiada por los sectores más ideológicos y, precisamente, menos procompetencia y promercado eléctrico de esta Comisión, cuando todavía estaba al frente su anterior presidente, Luis Berenguer. No obstante, dicha sanción se aireó y filtró con bastante denuedo y se anticipaba un fracaso en el ámbito judicial. Más contención no hubiera estado mal, porque la reparación no tiene el mismo tono frente a la presentación escandalosa gratuita inicial. Ni siquiera las consecuencias para el incendiario.

Hay que recordar que en otro momento, el objeto de las cacerías eran las instalaciones de las energías de régimen especial, incluyendo los helicópteros, que acabó en nada para bochorno de los servicios de inspección de la Comisión Nacional de Energía, dada la deficiente regulación de partida y la posibilidad de abordar la devolución de las primas paralizadas por las resoluciones del organismo.

Volviendo al principio, la traslación o evacuación verbal de sospechas por las propias autoridades y organismos reguladores debería ser más cautelosa y estar menos presidida por criterios demagógicos, políticos, electorales o por la presentación interesada de la realidad. Sobre todo porque tiene efectos sobre la credibilidad y la confianza en el funcionamiento del mercado, las empresas, nuestra economía, el sector financiero, la regulación, las instituciones y el modelo. Cuestionar las subastas, la semana en que se producen, cuando se va a evidenciar que, por motivos electorales, no se revisa la tarifa y se aumenta el déficit tarifario, es oportunista. Hay que ser más cuidadoso y cauteloso, resistiendo la tentación del troskismo informativo.

En dicha tendencia, los medios de comunicación acaban siendo arrastrados por la corriente, y más con los prejuicios ideológicos frente a lo empresarial y los mercados que anidan en nuestro país. Así podemos leer crónicas e informaciones que distorsionan los propios procesos económicos y de mercado. En los países anglosajones se utiliza la expresión «Facts, only facts«, pero en el ámbito energético, las propias crónicas que leemos aquí aparecen teñidas de ideología o de sospecha, gracias a expresiones que tratan de conducir a que los lectores adopten o estén predispuestos a obtener conclusiones.

Un día vamos a hacernos daño.

Si sueñas, loterías

Por una parte, la triple versión que apareció en los medios de comunicación el miércoles respecto de la valoración por parte del Consejo de Administración de la operación Pemex-Sacyr en Repsol, incluyendo la filtración ocurrida en el seno del Consejo del martes, y desmentida en la nota oficial, que en un sitio negaba que se había tratado el tema y en otro, que habiéndose tratado, se había también votado.

Por otro lado, el propio análisis de la operación de ampliación de la participación de Pemex y Sacyr con pacto de accionistas y sindicación de las mismas tampoco ha sido fino. El pacto recoge y anticipa efectos sobre las empresas participadas, es decir, sobre Gas Natural Fenosa, que desarrolla actividades reguladas, tal y como se puede leer de forma textual en el hecho relevante publicado en la Comisión Nacional del Mercado de Valores y del que la CNE se inhibe. Todo ello en línea con los postulados del Ministro de Industria, Miguel Sebastián, respecto de la operación, pidiendo paz para el Ejecutivo, y en línea con los primeros pronunciamientos del organismo. El hecho es que ésta ha sido la peor forma de hacer pasar el asunto por el órgano regulador, aumentando su desprestigio y lo oblicuo de sus posicionamientos. Puede ser que incluso la dinámica de los Consejos de Administración de Repsol y de Sacyr desbarate toda la operación tal y como está concebida, pero el daño al organismo ya está hecho. Sólo hace falta leer, en general, las crónicas en los medios de comunicación respecto a la propia decisión.

Para rematar la semana, el domingo aparecía, en tamaño pequeño, una fuerte crítica del diario El País en su suplemento Negocios al comunicado de prensa que emitió el organismo respecto a su informe sobre las tarifas del cuarto trimestre, en el que, en su primera versión, se criticaba la decisión de bajar los peajes para compensar la subida del precio de la energía en el mercado de generación. Algo que ha puesto nuevamente en jaque el debate sobre la independencia del órgano regulador que eliminó el párrafo respecto a la forma de decidir la no subida de los precios de la electricidad. Y todo ello, unido a una praxis discutible, consistente en recircular las notas de prensa y reciclarlas con corta y pega. Nuevo alineamiento con las tesis gubernamentales, pocos días más tarde con procedimientos chapuceros.

Lo que sí es cierto es que en el poco tiempo de mandato que lleva Alberto Lafuente en la CNE, se están evidenciando todos los errores cometidos en el proceso de renovación del organismo y la tendencia de que los tentáculos políticos hayan configurado el mismo como un órgano amarillo partidista. Ha sido el remate final y probablemente estemos asistiendo a sus estertores tal y como lo conocemos. Si Lafuente pretendía efectuar un corte con tijera o motosierra del déficit tarifario para intentar ganar la permanencia en el organismo tras la llegada del Partido Popular como principal mérito a recoger en su hoja de servicios, la cosa se está poniendo fea en el poco tiempo efectivo de juego que llevamos. Echando mano de su pasado en el organismo regulador de las loterías, esto pasa a ser simplemente una vana especulación en el aire.

Lafuente, cuya fuerte personalidad sobrepasa su perfil de gestor ejecutivo, hubiera precisado de mayor finura para un puesto que requiere mayor sentido de equilibrio, que la mera traslación de las instrucciones políticas. Además, precisamente, no está pasando desapercibido y sus formas bruscas ya están en boca de todos.

Si sueñas, loterías.

La voz de su amo

Pese a que el propio acuerdo de accionistas, publicado por la CNMV junto con todos los hechos relevantes, recoge que la operación concierne a las participaciones sociales, y en este caso a Gas Natural Fenosa, que desarrolla actividades reguladas, los efectos que se deriven de la operación para esta compañía y sus inversiones, se digieren por el organismo que preside Alberto Lafuente como servicio público al titular del departamento. La explicación oficial es que Gas Natural Fenosa y Repsol no forman parte, en sentido estricto, del mismo grupo mercantil, pese a la participación del 30% de la petrolera en la gasista.

Incluso es más, aunque no se trata en «stricto sensu» de una actividad regulada, la operación también afectaría a la refinería de Cartagena, una de las inversiones más importantes en España en los últimos años, que ayudaría a que uno de los cuellos de botella en los precios de los carburantes, el componente del refino, pudiera afectar moderando el impacto sobre los precios de las gasolinas.

Toca ahora que las compañías puedan recurrir e incluso, a posteriori, acudir a instancias judiciales cuya lectura sea menos «estricta» para efectuar un «señor, pase de mi este cáliz». El consejo de administración de la CNE, recién nombrado, vuelve a inmolarse a la primera de cambio en una operación dirigida con muy poca pericia y que cualquier contratiempo la puede volver letal.

En el plano societario, la posición del Consejo de Administración de Repsol, la expulsión programada de Pemex del consejo de la petrolera por ser un competidor y las desavenencias en el consejo de Sacyr Vallermoso, también son cuestiones que pueden afectar, y mucho, al devenir de los acontecimientos y sus resultados. El hecho es que se transita por el filo de la navaja. Hoy noticias desde el consejo de Sacyr Vallehermoso.

En el Partido Popular ha empezado la inquietud al respecto de la operación, a la que, hasta el momento, sólo miraban de refilón o los directamente implicados.

España necesita un gobierno y una oposición que no mientan

La primera de ellas tiene que ver con el empeño político en engañar a la sociedad, en no asumir la realidad de lo cuesta el suministro eléctrico. Partamos de la base de un sistema binario y simplista: subir los precios de algo es malo y bajarlos es bueno. La demagogia es así de burda y las lógicas políticas, en este caso, no tienen mucha más sofisticación.

Por tanto, esta revisión de la tarifa eléctrica era una prueba de fuego en la medida que ocurría con una convocatoria electoral en perspectiva. Dicha revisión era clave de cara a probar la voluntad política de asumir con rigor los problemas económicos y, en concreto, el del coste de la electricidad y el déficit tarifario. Sea por motivos electorales o por los motivos que sean, era una prueba para nuestra clase política y nuestras instituciones económicas. El resultado es pesimista, porque hay determinadas cuestiones que no pueden ser «políticas» y además no es una cuestión forofista de estar de un lado o del otro, frente o contra las empresas o a favor de un partido político u otro. Y, en concreto, el hecho de cortocircuitar el funcionamiento de la economía y de los mercados con decisiones de este tipo conlleva generar riesgos innecesarios e irresponsables.

En una crónica rápida, el resultado ha sido que la subasta de electricidad arrojó una subida de precios del 11%, los costes regulados siguen subiendo pero, inicialmente, se querían congelar y al final se han rebajado, de forma que una subida teórica del 6% acabó abortada y contrarrestada, con la aquiescencia en la decisión gubernativa del Partido Popular, que recibe con gusto el endoso de una deuda mayor acumulada. El primer error de partida es tratar el precio de la electricidad como el de un bien intervenido y ese punto de partida es la cuestión que es el origen de todos los males, es decir, origen de una deuda creciente y galopante. Que un país decida endeudarse más de lo posible es un problema y que, además, decida endeudarse para pagar un suministro corriente es mucho más grave y delirante. Que haya una posición de encerramiento «a la búlgara» en las fuerzas políticas españolas sobre el problema es un problema añadido muchísimo mayor.

Hay que recordar lo que significa esta no subida de la tarifa y, por consiguiente, lo que quiere decir el aumento del déficit tarifario asociado. Con ello, se alimentan teorías involucionistas e intervencionistas en el ámbito del funcionamiento del sector energético, que en nada benefician a la solvencia de la economía española y de la confianza. En segundo lugar, transmite un mensaje de falta de fiabilidad con los compromisos que se habían adquirido reglamentariamente con la reducción del déficit tarifario y se sitúa fuera de los márgenes legales fijados. Esta cuestión, la de la confianza, está utilizada de forma excesivamente vacua por el principal partido de la oposición, como si se tratara de un bálsamo de Fierabrás, un cromosoma en el ADN, en el que las decisiones económicas estuvieran deslindadas de los comportamientos políticos. Los depósitos de confianza se consiguen con el comportamiento.

En todo caso, se presume que nuestra clase política, debe estar preparada para asumir en mejores condiciones «la realidad social y económica» con comportamientos diferentes a los de la avestruz. Y, esto no es sólo un problema que afecta al Ejecutivo y al partido del gobierno. También afecta, con el apoyo a esta medida, al principal partido de la oposición, que sigue la senda del populismo popular (nunca mejor dicho) en sus declaraciones a favor de la escapista posición del Gobierno. Incluso, es conocido que algunas de sus facciones en el ámbito económico son favorables en lo que se refiere al sector eléctrico, al cuanto peor, mejor y de promover una política intervencionista, un «pasar la gorra», en una forma castiza de sugerir un recorte a la deuda eléctrica y a la tarifa por métodos intervencionistas impropios. Por tanto, con una perspectiva así, ¿qué más da demorar la aceptación de los precios reales del coste del suministro, si se puede recortar interviniendo gracias al BOE, «metiendo mano»…?

El pasado martes, Jean-Claude Juncker, presidente luxemburgués del eurogrupo, contestaba al diputado popular Antonio López Istúriz que confiaba en la continuidad de la consolidación fiscal en España, tras el cambio de gobierno. Un aviso al Partido Popular de que es necesaria la ortodoxia, y de que desde Europa no se van a permitir atajos o populismos. Y, hay que recordar, que las emisiones de las titulizaciones del déficit tarifario también requirieron compromisos en el seno de la Comisión Europea sobre la evolución de los precios eléctricos y el rigor en los compromisos de reducción del déficit (un problema larvado, gobierno tras gobierno, por incompetencia e indecisión para adecuar los precios de la electricidad al coste del suministro).

En todo caso, decisiones y comportamientos de este tipo merman la confianza y la fiabilidad (esa palabra mágica) ya sea en el Gobierno, en la oposición, en la economía y sociedad española y su negación de la realidad. Sucumbir a la tentación política y al electoralismo nos lleva a mayor endeudamiento, a hipotecar a los ciudadanos, a deteriorar los mercados y sectores económicos, y a engañarles sobre los precios de los suministros que utilizan. Necesitan un gobierno y una oposición que no mientan o que no les suman en una farsa.

El tercer hombre

Si hace unos días conocíamos de primera mano los intereses estratégicos de control de Repsol, adquiridos a precio de baratija, no deja de ser inquietante la cierta laxitud y tibieza que se está produciendo en el ámbito político respecto a una operación que, indudablemente, afecta al despegue de una multinacional como Repsol que, dentro de las petroleras mundiales, había dado el salto gracias a su potencial en exploración y nuevos activos (reservas). Por otra parte, la operación puede tener efectos en Gas Natural Fenosa (cuyo principal accionista es la propia Repsol), además de modificar el enfoque estratégico de la compañía, cuyas necesidades de inversión requieren una comprensión del modelo de negocio y de creación de valor a largo plazo.

Parece evidente que, en este contexto, Luis del Rivero ha estado granjeándose los apoyos necesarios para el buen fin de este asalto final a Repsol. Si atendemos a los protagonistas de la operación, tenemos al Ministro de Industria, Miguel Sebastián, marcado por sus relaciones peligrosas al frente de la Oficina Económica del Presidente, buscando salvavidas (en el sector energético) para las constructoras-inmobiliarias. Sebastián pidió que se dejase en paz al Gobierno en esta operación. Petición que seguramente no surta efecto, dado que con todo lo publicado el escándalo sordo no hace más que subir. En todo caso, ha pasado inadvertida en toda la operación la figura del que fuera jefe de Gabinete del Ministro de Industria, Jorge Blázquez, hoy cercano al mundo del petróleo como presidente de Cores (empresa que gestiona las reservas estratégicas en nuestro país) y que tras su salida reciente de Industria recaló en esta compañía, a sabiendas de que con el cambio de gobierno su puesto era temporal.

En este mismo contexto aparece Alberto Lafuente, reciente y flamante Presidente de la Comisión Nacional de Energía, que se encuentra con su primera patata caliente en las manos. Como en la obra de Goldoni, «Arlequino, servidor de dos amos«, Lafuente es un hombre que fue propuesto por Miguel Sebastián para presidente de este organismo. Eso está claro. Sin embargo, Lafuente es un hombre muy cercano a Juan Manuel Eguiagaray y Luis Atienza, más próximo en estas cuestiones a posiciones del aparato del PSOE, cuya censura al actual Ministro de Industria ha sido muy marcada. Recordemos el enfrentamiento entre Sebastián y Felipe González. Quizá por eso, esa diferencia de versiones sobre si ayer la CNE trató o no este asunto. En unos medios se afirma que esta cuestión fue tratada ayer en el Consejo. En otros que no se trató. Y en otros que lo votaron y que el resultado fue 5 a 2 a favor de la operación planteada y que el jueves se explicaría la posición del «regulador independiente». En todo caso, a este órgano regulador hay que pedirle transparencia y consistencia en sus posiciones. Mal comienzo para Lafuente.

Y la pregunta es, ¿qué piensa Mariano Rajoy de todo esto? ¿Es lógico que a dos meses vista de las elecciones, se produzca el desguace y la entrega a intereses foráneos de una empresa del volumen y perfil internacional de Repsol para salvar otra? La presencia en la cúpula de Repsol de Nemesio Fernández Cuesta, Secretario General de Energía durante los gobiernos populares parece que no ha permitido generar una posición más beligerante en el partido de la oposición ante la operación. Y la conexión murciana y mexicana del Partido Popular también están operando para hacer más digerible la operación, porque Del Rivero partía con un importante hándicap ante las huestes populares por su clara y marcada cercanía al actual Gobierno y su connivencia para atacar a Francisco González en el BBVA.

¿Valor en bolsa regulado por la retribución?

Las conclusiones de estos datos eran demoledoras: la caída del valor de las empresas las ponía al borde de una OPA, toda vez que pocas tenían unos núcleos accionariales fuertes que pudieran resistir una ofensiva de compra. Las empresas españolas, tras la crisis bursátil y financiera, están a precio de saldo, además de que su tamaño en comparación con los grandes operadores internacionales las hace más apetecibles.

El caso de la ampliación de la participación y sindicación de las mismas por parte de Pemex y Sacyr en Repsol es paradigmático: una operación como la que se está poniendo encima de la mesa es posible hacerla con muy poco dinero. Quedaba únicamente el consuelo de la inexistencia y el problema del acceso a la financiación de los mercados, lo que hace mucho más difíciles esas operaciones. Evidentemente, si ese problema se resolviese, la cascada de operaciones podría esquilmar con facilidad nuestra economía y nuestras empresas.

En una media, las empresas españolas habrían perdido desde 2007, 226.347 millones de euros, lo que supone un 49% aproximadamente de disminución de la capitalización bursátil. Es interesante hacer una comparativa de esta evolución en la capitalización bursátil en el sector eléctrico (tradicionalmente un sector refugio para los inversores), de forma que podemos observar conclusiones más precisas en un estudio de estas características que no habíamos visto hasta el momento.

En el sector eléctrico, las grandes empresas que cotizan en el IBEX 35 y que desarrollan sus actividades de generación en el mercado, han perdido una media del 48,4% en su capitalización bursátil, muy en la línea general del propio IBEX. Las tres empresas, Endesa, Iberdrola y Gas Natural Fenosa, han perdido el 59,7%, 44,6% y 32,1% respectivamente.

Parece que la garantía de los ingresos, la aceptación de sus inversiones y la retribución asegurada en la parte regulada de la tarifa (la que se dilucida en estos días), tienen que ver con la evolución de este ratio en la evolución de la capitalización bursátil. Así los operadores de transporte y sistema de los sectores gasista y eléctrico, en su conjunto, pierden tan sólo un 19%. Y, es más evidente en el caso del Red Eléctrica de España cuya disminución de valor bursátil se sitúa en el entorno del 9%, mientras que la de Enagás se sitúa en el 31% (siempre por debajo de la caída más alta de las empresas privadas eléctrico-gasistas).

Por tanto, la relación garantía de ingresos, retribución asegurada y generosa, y seguridad garantizada es el mejor salvoconducto para estas empresas. Todo ello, en un contexto en que la demagogia retroprogresiva señala a los «beneficios» en grano gordo de las empresas, sin entrar en un detalle más pormenorizado y rico. Por tanto, parece que el mercado eléctrico, competitivo, líquido, funciona. Y, también la garantía de los ingresos y retribución regulada. El sueño intervencionista se cumple.

La última tarifa de Miguel Sebastián

Nunca está de más recordar lo que son los rudimentos para entender el funcionamiento de la tarifa eléctrica. Recordemos que la tarifa, lo que se denomina coste del suministro, tiene dos componentes: el coste de la energía (que se fija en el mercado a través de las subastas CESUR en términos de precio como resultado de oferta y demanda) y los costes regulados, que engloban la retribución de las actividades que tienen esta consideración (transporte y distribución, mediante la fijación administrativa de su rentabilidad y sus inversiones), las primas a las renovables, el pago y devolución del déficit tarifario y otras muchas cuestiones que incluye la tarifa en este apartado.

Los colectivos retroprogresivos tratan de escamotear los costes regulados, sus componentes y el crecimiento de los mismos (siempre la parte discrecional y potestativa tiene más ‘seny’ para los intervencionistas) para fijar la atención en los precios de la energía, aunque estén por debajo de la media europea. En esa misma estrategia está el hecho de generar sospechas sobre el funcionamiento de las subastas y el mercado.

Así, la Comisión Nacional de Energía, con Alberto Lafuente y su motosierra, han puesto su foco en sugerir sutilmente ciertas sospechas sobre el proceso de formación de precios en las subastas que sirven de base para la fijación del componente energía en las subastas para la tarifa de último recurso (CESUR). Subasta que, para fijar los precios del próximo trimestre, tendrá lugar mañana, día 27 de septiembre.

Para generar este tipo de sospechas, se ha aprovechado la articulación del acceso de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y el transvase de información a la Comisión Nacional de Energía sobre los mercados OTC, en este momento casual, para inflamar su alcance. La difusión del mismo por parte de un medio económico ha estado teñida de elementos que sugerían la opacidad del mercado y de las subastas. En las crónicas ha flotado, cuando no se ha escrito directamente, la palabra sospecha, sin atreverse a escribir la palabra OMEL. Flaco favor realizan estas instituciones al institucionalismo.

Por ello, el colectivo retroprogresivo del sector eléctrico ya se ha encargado de anticipar que existen “indicios” de que podría producirse una subida de precios con respecto al trimestre anterior, y sólo su anuncio y la generación de sospechas ya se efectúan como vacuna. Y, además, en esa teórica opacidad se alimenta un mecanismo perverso de cuestionamiento. Es un mercado donde operan un número muy importante de agentes, tanto comercializadores como financieros, lo que ya da información de su liquidez y su funcionamiento.

¿Alguien se atrevería a insinuar que los mercados organizados de valores, es decir, las Bolsas encierran mecanismos opacos que pueden pervertir ese mercado? Esperemos que acabe la pena del papel sepia (aquí no es del telediario), se depure el troskismo comunicacional, que se conozca realmente lo cierto de las tenebrosas conjeturas. Estamos esperando ansiosamente el resultado de esas sospechas y su materialización. Recordemos la tendencia del organismo hacia este tipo de operaciones, cuya mecha se coloca en el edificio de Alcalá 43, su inflamación y espolvoreamiento de adjetivos se efectúa en los medios de comunicación y su resultado final luego es el que es. El caso de las inspecciones a la fotovoltaica es paradigmático. Nada ha cambiado en eso, parece ser. O sí, se promete más intensidad contra el déficit tarifario, verdadera cruzada del nuevo equipo, a la espera de su sacrificio.

Por su parte, y volviendo al principio, probablemente el problema de Miguel Sebastián no es su tratamiento del déficit de tarifa, sino su visión muy lejana de la cuestión energética como globalidad. Algo que, tras la salida del anterior Secretario de Estado de Energía, Pedro Marín, se está efectuando con mucho mayor rigor, consciencia y ortodoxia desde el nuevo equipo energético. El problema es el tiempo.

Apuesten doble contra sencillo sobre qué va a decir el nuevo Consejo de Administración de la CNE sobre la revisión tarifa para el cuarto trimestre de 2011.

En bandeja de plata

La publicación por parte del diario El País de los documentos de la compañía mexicana Pemex, evidenciando las oportunidades estratégicas para la petrolera estatal de aumentar su participación en Repsol y de sindicar la misma, con Sacyr como aliado estratégico, a bajo precio, ha encendido la mecha de un polvorín y, probablemente, ha puesto la dinamita en una operación sobre la que se quería prolongar una sombra de opacidad.

Pemex reconoce que su influencia en Repsol es equivalente a la toma del 50% de otra petrolera, desnudando así sus intereses para hacerse con la tecnología de Repsol, accediendo a la experiencia y recursos de la compañía para explorar en aguas profundas, donde ha tenido unos resultados muy fructíferos, especialmente en Brasil. Quiere capturar beneficios concretos y conseguir una influencia similar a la de control, sin haber pagado por el mismo, según los documentos que publica El País .

Esta filtración deja en evidencia, en primer lugar, al Ministro de Industria, Miguel Sebastián, que pidió que se dejara tranquilo al Gobierno en esta operación e hizo una defensa más o menos hueca de la ‘españolidad’ basada en la aritmética de las participaciones accionariales y no de las alianzas entre ellos, cada uno con intereses dispares. Sus antecedentes como muñidor de operaciones para conseguir la participación de las constructoras e inmobiliarias en su época de Jefe de la Oficina del Presidente del Gobierno ha pesado bastante en estas afirmaciones. También, se aprecia el interés de la mexicana en que ha puesto el foco en el gas no convencional, una fuente nueva con enormes posibilidades, como ya se ha comprobado en Estados Unidos. El Gobierno, que se encuentra en sus postrimerías y tiempo de descuento, recoge un problema de mayores dimensiones, incluyendo el enfrentamiento argumental entre Sebastián y Felipe González, incendiado por el actual Ministro y, posteriormente, desautorizado por Alfredo Pérez Rubalcaba. Pavoroso.

En segundo lugar, esta filtración deja en mal lugar a la Comisión Nacional de Energía, que afirmó que no había nada que evaluar en esta operación, en la que también ha pedido personarse Gas Natural Fenosa. Hoy los medios de comunicación ya recogen cómo la CNE estudia investigar la operación, y el estudio de la misma se debería hacer con mayor detenimiento que el mostrado inicialmente. Además, el efecto sobre la composición accionarial de la eléctrico-gasista debe ser sopesado. Podemos estar ante una operación para controlar Repsol, tras un aumento de interés estratégico evidente, a muy bajo precio.

Y, finalmente, el gran perjudicado de la filtración es Luis del Rivero y Sacyr, cuya fórmula para resolver los problemas financieros del grupo constructor inmobiliario se puede ver seriamente amenazada, al poder quedar dinamitada la misma. Es ya el cuarto intento para conseguir controlar la política estratégica de la petrolera, aumentar dividendo y conseguir oxígeno para refinanciar su deuda. Y, la mayor parte de estos intentos han consistido en poner en bandeja de plata su participación a intereses exteriores.

Las autoridades españolas deben poner más atención y cuidado en estas operaciones, si no quieren dejar el rastro de que, en los últimos ocho años, las operaciones corporativas en el sector energético han cambiado la fisonomía del mismo, con una más que dudosa influencia de sus responsables.

La nueva CNE emplea la motosierra

Era la primera prueba de fuego para el organismo que preside Alberto Lafuente y, así, el nuevo Consejo de Administración se ha puesto en marcha con lo que se puede decir que es una declaración de intenciones: podar indiscriminadamente los componentes de la tarifa, cueste lo que cueste. En suma, se trata de cortar con la motosierra, en lugar de promover una buena regulación integrada en un contexto global de funcionamiento de mercado.

Los representantes de los colectivos retroprogresivos señalan que este mecanismo es la respuesta de Industria a los intereses de las empresas eléctricas, dado que todo se explica en términos de intereses, presiones y dialéctica. La Comisión Nacional de Energía sugiere que con la sobrecapacidad existente en el sistema no es necesario ni urgente regular los pagos por capacidad.

La necesidad de regular un sistema de pagos por capacidad, que garantice el respaldo del sistema eléctrico ante un mix energético con dependencia cada vez mayor de las tecnologías renovables e interrumpibles, es una necesidad evidente, y el sistema de pagos por disponibilidad no lleva incompleto durante sólo estos tres meses, sino desde la aprobación del decreto del carbón nacional.

Sobre todo porque, si bien el regulador reconoce la caída de la demanda y la sobrecapacidad existente en la generación eléctrica, también es cierto que es necesario mantener estas instalaciones disponibles de cara a la cobertura de picos que no pueden ser atendidos por el resto de instalaciones de generación. Y, todo ello, en un contexto en el que se establece un volumen concreto de producción obligatoria de electricidad con carbón nacional, que conlleva una serie de efectos sobre los que el regulador se inhibe en un ejercicio de adanismo.

Por otra parte, es reprobable que la Comisión Nacional de Energía haya tardado un trimestre en analizar este sistema de pagos por disponibilidad. Y el desenlace, tras este largo lapso de tiempo ha acabado en que la CNE informe, no informando. Para mayor abundamiento, este regulador se ofrece ahora para elaborar un mecanismo alternativo en el plazo de seis meses.

Esta cuestión ha sufrido dos ponencias y el deterioro en barrena del organismo. Por tanto, ¿qué es lo que se ha estado haciendo hasta el momento en el seno del organismo con respecto a este reglamento? Y segundo, no es nada tranquilizador que sea este organismo quien efectúe este estudio, a la luz de las intenciones que se le atisban y de su prestigio, especialmente cuestionado en el ámbito de la regulación eléctrica reciente.

Permanezcan atentos a la pantalla.

Prueba de resistencia

Cuando se introducen en el debate público cuestiones referidas a la energía nuclear, o directamente con ‘lo nuclear’, se transita por un territorio donde existe una fuerte sensibilización e ideologización. No existe racionalidad. Sensibilización e ideologización que están por encima, seguramente, de argumentos más o menos racionales. De hecho, intentar tratar la cuestión con un cierto desapasionamiento es algo difícil de articular sin caer en las banderías.

Podemos comprobar cómo esta misma semana, la noticia de la explosión en la instalación nuclear francesa de Marcoule era recogida con mucha más alarma por la prensa española que por la gala, que fue mucho más expedita a la hora de tratar el mencionado incidente. Los titulares y contenidos en nuestro país eran mucho más crudos y truculentos, y parece que, incluso, cuando se comprobó que el accidente no cuestionaba en ningún aspecto la seguridad nuclear, un cierto rictus de desilusión se esparció por las mesas de redacción que estaban esperando la carnaza. Si comprueban la prensa del día, había artículos que sólo incluían declaraciones de antinucleares españoles opinando. De hecho, nuestro país vecino lo calificó de accidente industrial que produjo un accidente laboral con el resultado de la muerte de un operario. (Por ejemplo, España es uno de los países con mayores índices de siniestralidad laboral de la Unión Europea y existe una mayor condescendencia con este fenómeno).

Produce, por tanto, un cierto bochorno la tendencia maniquea, pueril e infantil a la inflamación de este tipo de noticias, y cabe preguntarse si la deontología profesional o la selección de argumentos informativos es todo lo rigurosa que merece, si existe justificación para la magnificación intencional de este tipo de sucesos o cómo se produce esta pesca de arrastre. Además, esto sucede con la más pasmosa impunidad, dado que no existe contrarréplica a una verdad única que es la de la generación del alarmismo y el terror, apelando al emotivismo social y a sus resortes emocionales, cueste lo que cueste.

Por ejemplo, el mismo día, varios medios de comunicación se hacían eco de una noticia relativa a la central nuclear de Garoña, en la que varios colectivos la acusaban de un calentamiento anormal en el río Ebro. Dicho tratamiento informativo siempre incorpora una cierta alarma, de modo que sólo la acusación y la exposición de la misma genera una cierta ‘pena de telediario preventiva’. No se tienen resultados, no se tienen informes, el contraste de argumentos con los responsables de la central se estigmatiza y, en definitiva, nos encontramos con una noticia que es la acusación de una parte. Emotivismo e ideología frente a racionalidad, información oficial e informes técnicos, nuevamente. ¿Para cuándo la revisión del concepto «imputado» desde el punto de vista informativo?

Ayer conocíamos que los análisis de estrés de las centrales nucleares españolas daban unos resultados que acreditan su seguridad, con amplío margen, y confirman la solidez de sus diseños. Dichos test, además, incluyen desde la verificación del comportamiento de estas instalaciones ante terremotos o inundaciones, hasta la pérdida de alimentación eléctrica, etc… En dichos informes, por otra parte, se hacen recomendaciones y propuestas de inversión para afrontar situaciones extremas. ¿Qué tratamiento informativo se puede articular a un análisis racional, objetivo, técnico y oficial?

Del mismo modo, pudimos conocer en su momento la valoración que el propio Consejo de Seguridad Nuclear hacía de la planta de Garoña, en el momento que había que decidir sobre su futuro y la prórroga de su actividad. Y, nuevamente, la ideologización pudo con los informes técnicos y la racionalidad, todo ello revestido de argumentos forzados para una mañana soleada en Galapagar del Presidente del Gobierno ante los jóvenes cachorros en la Fundación Jaime Vera. Generación continuada de sospechas sin evidencias. Comunicación política frente a racionalidad e informes técnicos. Es una dialéctica desigual y asimétrica. Y hoy, fruto de una normativa mucho más exigente en nuestro país en materia de seguridad nuclear, junto con la actuación del organismo supervisor e inspector, los incidentes en nuestras centrales se conocen con mucha mayor precisión.

Malos tiempos para agitar la bandera de la racionalidad tras el desastre de Fukushima, cuyo origen fue extremo: el tercer terremoto mayor de la historia, la concatenación de riesgos (un conjunto de reactores ubicados en zona de tsunamis y terremotos) y una observancia de la normativa en materia de seguridad nuclear muy laxa en un país que necesitaba energía para reconstruirse. Y, aún así, las consecuencias para las personas han sido muy controladas. Contrasta todo este escenario con el pragmatismo y flema francesa, tan envidiado en otras cuestiones por los retroprogresivos españoles.

Y, ahora en plena campaña pre electoral, el candidato Rubalcaba ondea la bandera antinuclear frente a un Rajoy que se declara incondicional de este tipo de tecnologías. El tema nuclear promete convertirse en objeto de confrontación de federales contra confederados, con pocas bases técnicas y alimentando el sentimiento antinuclear social. Además, hay un trasfondo económico indudable que atiza este tratamiento informativo exagerado: la confrontación entre tecnologías de generación por abrirse un hueco en un momento de caída de la demanda eléctrica a corto plazo y de estabilización de la demanda a largo plazo. Es decir que la necesidad de nuevas instalaciones de generación es muy relativa y sólo se puede conseguir hueco por el procedimiento del canibalismo. Ello está atizando el ya sempiterno conflicto entre favorables y opuestos al carbón, a las renovables, a lo nuclear o los ciclos combinados, frente a quienes creen en un mix energético diversificado y sostenible medioambientalmente y económicamente en un modelo libre de mercado.

Por eso, realmente, la prueba de resistencia de la tecnología nuclear son la opinión pública y las posiciones políticas e ideológicas.