El viejo programa del PSOE

El primero es suponer que los precios internacionales de la energía no afectarían en nuestro país en el caso de que la potencia instalada propia fuese suficiente para el autoabastecimiento.

De hecho, si España tuviera potencia para autoabastecerse al 100% no estaría aislada energéticamente de lo que ocurre en el resto del mundo. Un argumento semejante es el que está detrás de la existencia de supuestos problemas de abastecimiento energético en nuestro país. De hecho, España sólo ha tenido problemas de abastecimiento energético en la época de la autarquía. De hecho, dicha afirmación solo es posible en una economía autárquica como en el franquismo.

Una segundo supuesto falaz, procedente del Informe de Costes y Precios, promocionado por los ex consejeros de la CNE, Jorge Fabra y Jaime González, es «la ecuación costes-precios-tarifas viene sufriendo constantes distorsiones desde hace tiempo provocando, a la vez, repercusiones en el consumidor y un déficit tarifario que evoluciona a un ritmo creciente». Con esta afirmación se escabulle el problema de los costes regulados y su repercusión en la factura eléctrica (de hecho, no se hace referencia en todo el programa, siendo el 50 % de la factura). Parece como, si exprimir el mercado de generación por vía intervencionista fuese el bálsamo de fierabrás para solucionar el problema de los precios de la energía, cuando se ha demostrado la eficiencia conjunta de los precios del mercado de generación comparativamente.

En tercer lugar, en el programa trata de montar afirmaciones terroríficas sobre la nuclear (promoviendo el cierre del parque al fin de su vida útil, afectando a la calidad del mix energético actual diversificado) y otras afirmaciones que son directamente falsas, como que nuclear e hidráulica son tecnologías amortizadas (desoyendo la normativa contable, financiera y asumiendo los postulados retroprogresivos en esta materia). Así, los cierres de la nuclear se compensarían con más potencia renovable… el argumento del programa, casualmente, vuelve a coincidir. De hecho, este argumento supuestamente medioambientalista (hay expertos medioambientales favorables a la nuclear) no funciona para el PSOE con las instalaciones más contaminantes de carbono.

Y, a partir de ahí, es dónde se desliza el argumento retroprogresivo más refinado, que consiste en la constitución de un Fondo Estatal de Apoyo a las Energías Renovables, que perfectamente se puede engrosar con los nuevos gravámenes a la hidráulica y la nuclear (dos medidas más atrás), rompiendo la unidad de mercado eléctrico y su eficiencia, haciendo además el aprovechamiento de las afirmaciones maliciosas que señalan que no es transparente, en una campaña sin evidencias.

Por tanto, con respecto a la energía nuclear, primero se asusta, luego se grava, se transfieren presuntas rentas y luego se cierra.

En cuanto al programa el déficit tarifario, lo trata no como un problema continuado de incapacidad política para tener una política realista de los precios de la energía o tomar una opción sobre las primas a las energías renovables, sino como un problema de costes, manteniendo una opacidad total respecto a los costes regulados de transporte, primas y el desmadre ocurrido a tal efecto. Utiliza para ello una expresión eufemística: «Para resolver el problema del déficit tarifario no es suficiente elevar la tarifa eléctrica, como se ha venido haciendo en los últimos años, sino que resulta necesaria también una revisión en profundidad de los costes reconocidos por la regulación a las empresas».

Para redondear todo, el PSOE vuelve a requerir la elaboración de otro Libro Blanco de la Energía (con los resultados que dió el de Pérez Arriaga solicitado por el Ministro Montilla y seleccionado por el nuevo Director Gerente de la CNE, Antonio Fernández Segura). Probablemente esto es más entendible teniendo en cuenta que uno de los finalistas en aquel proceso para seleccionar autor fue el propio Jorge Fabra (y esta revelación es una exclusiva de esta publicación). El ex consejero de la CNE se sitúa en la órbita de Cristina Narbona de cara a la elaboración de este programa en lo que se refiere a energía y a los enganches políticos partidistas.

Varias cosas finales: mención al transporte sostenible y a la generación distribuida, que ya está previsto y desarrollado normativamente. La referencia a los sistemas de captura de carbono, sin valorar las experiencias actuales en términos de rentabilidad, costes y resultados. Y apunta al bombeo «regulado» (¿la mano que mece la cuna es la de Red Eléctrica?). Y para finalizar retoma las Leyes de Eficiencia Energética y de Energías Renovables que han estado dando vueltas ocho años en las promesas de los Debates del Estado de la Nación.

En conclusión, el programa del PSOE tiene dos argumentos fundamentales, el primero es la involución del modelo de liberalización del sector eléctrico, envuelto en el segundo, una coartada de la promoción de las energías renovables, en un giro medioambientalista, falaz, poco articulado y sospechoso por los argumentos que esgrime (de ideología politizada antimercado y pro marco legal estable), de cara a formular las propuestas que incluye.

Retroprogresivo y falsamente medioambientalista para justificar la aplicación de los presupuestos del sector retroprogresivo de la energía, autor e inspirador de un programa más ideológico que energético. El PSOE se entrega al populismo con una cobertura medioambientalista e ideologizada.

Nada nuevo aunque lo parezca.

¿Ha terminado la guerra?

Por una parte, el Consejo de Administración de Sacyr Vallehermoso ha dado un importante golpe de mano contra el intrépido Del Rivero, con su destitución, el nombramiento de Manuel Manrique como Presidente y la configuración de un nuevo núcleo de control en la construcción. Por otra parte, se ha roto la alianza entre José Manuel Loureda, Gayo y Del Rivero que les permitía controlar el 27% de la constructora. Por tanto, en Sacyr Vallehermoso empiezan a dejar caer a Del Rivero, a quien le abandona completamente el desodorante.

En Repsol, las cosas tampoco pintan bien para Del Rivero. Destituido como vicepresidente, es sustituido por Juan Abelló. El corrimiento de mayorías en el Consejo de Administración de Sacyr tiene su simetría en Repsol, donde además Pemex también se ha alineado con el nuevo grupo de control de Sacyr, como se pudo apreciar en el Consejo de Administración del martes en la petrolera.

La pregunta a la luz de todos estos hechos es si ha terminado la guerra. El presidente de La Caixa, Isidre Fainé, como recogen los medios hoy, considera factible en pocas semanas la posibilidad de un pacto con Pemex que complete la pacificación en Repsol. Por su parte, en un primer momento, desde Pemex se lanzaban mensajes que intentaban sostener el acuerdo firmado, pero la debilidad de Del Rivero en Sacyr, de facto lo hace insostenible.

No obstante, los problemas derivados del apalancamiento de Sacyr persisten, además de los propios para el empresario murciano. Latentes siguen los apoyos cada vez más débiles desde el Gobierno actual, ya en liquidación. El coste político de la operación ha sido muy fuerte para Sebastián y la CNE, aunque haya pasado relativamente desapercibido por la precampaña electoral y la resolución societaria de la entente. Es posible algún movimiento todavía. Las intentonas de asalto a Repsol han sido recurrentes desde hace tiempo con ligazones en distintos grupos extranjeros, conocidos, discretos y alguno secreto. Y, por otra parte, Del Rivero sigue en el consejo de administración de Repsol.

¿Ha terminado la guerra?

La Comisión Nacional de Energía (CNE) y la oficina de colocaciones

El nombramiento de Antonio Fernández Segura como Director Gerente de la Comisión Nacional de Energía es un hecho muy sorprendente, aunque tiene, más que un conjunto de explicaciones, un conjunto de justificaciones para hacer inteligible esta decisión del organismo regulador y de su presidente.

En todo caso, este nombramiento forma parte de todo ese conjunto de cosas y acontecimientos que vemos y veremos en las postrimerías del cambio político que se está preparando tras las elecciones del 20 de noviembre. Un cierto sentido de atropellamiento empieza a cundir en esta transición y en la cobertura de sillas vacías y huecos pendientes.

Quizá la mayor sorpresa estriba en el hecho de que el propio Fernández Segura haya acabado optando y aceptando este puesto, cuyos cometidos fundamentales son de pura gestión interna, económica, logística y de intendencia del propio organismo. Fernández Segura, un histórico con un largo historial a sus espaldas de puestos políticos y responsabilidades en la Administración, en realidad se incorpora a la nómina del organismo en un puesto que en una orden religiosa sería el equivalente al de un Ecónomo.

Además, por otra parte, esta aceptación es tanto o más peculiar, con la amenaza que gravita sobre todo el organismo de su desintegración fulminante tras las elecciones del 20 de noviembre, hecho que a todas luces podría hacerse en términos casi de harakiri personal, unido al propio suicidio institucional del organismo. En todo caso, esto puede denotar las dificultades de encontrar un acomodo profesional confortable de cara al fin de ciclo político en un número importante de cargos salientes de la actual Administración.

Lo segundo y más importante que denota también este nombramiento subrepticio es que la CNE ha quedado sometida a la disciplina del Partido Socialista, sobre todo del aparato ferracista más tradicional responsable de las operaciones de ocupación del Estado y sus aledaños, a través de la patente de corso en la oficina de colocaciones. En esa ceremonia, Alberto Lafuente, el actual presidente, tiene el papel del hilo conductor y el Consejo el del atrezo necesario silente para la consumación. En el reparto, especialmente relevante, fuentes solventes señalan al ex Consejero Jaime González como posible correa de transmisión que estaría todavía detrás moviendo hilos y que confirman su presencia continuada en el organismo.

Por otra parte, cabría hacerse algunas reservas sobre el propio Antonio Fernández Segura, desde el punto de vista ideológico, a la hora de valorar su retorno al mundo energético, en este caso al regulador supuestamente independiente. Fernández Segura es un hombre con claros resabios hacia el mercado eléctrico y la liberalización y que en su momento auspició la inestabilidad regulatoria como Secretario General de Energía. Parece ser que en este final, Antonio Fernández Segura habría obtenido por todo ello un premio a los servicios prestados en aquel momento.

En todo caso, no parece que desde este cargo pueda tener excesiva relevancia desde el punto de vista regulatorio, aunque sí es esclarecedor de los procesos políticos asociados a la cobertura del puesto. A primera vista, esta posición no tiene por qué interferir en el funcionamiento ya anómalo de la actividad regulatoria de este órgano regulador, a no ser que condicione la disposición de los teléfonos móviles del personal de la CNE o la cesta de Navidad a la avenencia en posiciones ideológicas. En todo caso, no parece que eso sea para lo que está llamado.

Estamos asistiendo a los estertores de la CNE. Un final muy triste para un organismo regulador independiente, causado por la injerencia continuada de los embajadores políticos que pierden el pudor en su ejercicio y que violan sus entrañas más intimas. La CNE queda convertida en una comparsa y, más que en un cementerio de elefantes, en una covacha para el reparto de puestos de un mundo que agoniza.

Una jornada particular

Tres elementos que constituyen hitos relevantes en esta fase final de legislatura agónica, donde seguramente en un mes todavía tenemos que ver muchas cosas, desde tomas de posición a intentos de aprovechar los denominados minutos de la basura.

El cese de Luis del Rivero de la presidencia de Sacyr Vallehermoso es un giro imprevisto en la intriga a la operación de sindicación y ampliación de capital y de participación en Repsol auspiciada junto con Pemex. Una operación planteada de forma muy apresurada y audaz, con muchos puntos críticos que va a requerir pactos determinantes para salir de un importante entuerto para la empresa constructora-inmobiliaria. El plan de Del Rivero había fiado todas sus posibilidades a la mediación política. Sin embargo, el proceso de refinanciación y sus necesidades perentorias han sido más poderosos que una alianza muy intrépida.

En ese proceso catárquico, el Ministro de Industria, Miguel Sebastián y la propia Comisión Nacional de Energía, con Alberto Lafuente al frente han quedado fuertemente tocados, en una operación que fracasa en su conformación inicial. Sebastián, el gran facilitador de operaciones, desde su etapa en la Oficina Económica del Presidente, acaba su tiempo como ministro con otra operación que contaba con su plácet, en la que se limaban y distraían lo obstáculos políticos y regulatorios. Además, ha cosechado otro fracaso al que se unen varios asaltos a empresas y bancos que no fructificaron, algunos que se complicaron y otros que, aunque vieron la luz, tuvieron una trayectoria vergonzante y trajeron muchos problemas.

Por su parte, la salida de Antonio Hernández viene a confirmar la situación de liquidación de la legislatura. La estructura institucional y regulatoria del Ministerio de Industria está muy diezmada en términos de efectivos. Dentro del Ministerio de Industria, el traspaso de Teresa Baquedano como consejera de la CNE había dejado más exigua si cabe la plantilla en esta Dirección General. Y la salida del Director General reduce aún más los efectivos a pocos meses vista de la remodelación que opere el nuevo gobierno, reconociéndose, por otro lado, la labor del actual Secretario de Estado, Fabrizio Hernández. Antonio Hernández dimite y se va a una consultora, KPMG, que se está reforzando especialmente en el sector energético.

Finalmente, que la CNE haya decidido aplazar el dictamen de la nueva regulación eólica reduce nuevamente el tiempo para completar el proceso asociado a la promulgación de la misma dentro de la legislatura. Algo que puede ser decisivo para que sea este gobierno o el siguiente quien redacte y apruebe la norma que realmente se publique para la generación eólica en este país. El hecho es que el tiempo es un factor que juega ya sobre la intención de Industria de publicar esta norma que, con realismo, ha entrado con polémica. Cualquier retraso en su tramitación es, seguramente, difícil de salvar.

En definitiva, estos tres acontecimientos tienen como denominador común el tiempo devorador del final de ciclo político que termina y su aprovechamiento.

Han empezado las catarsis. Somos tiempo.

Con él llego el escándalo

El peor favor que probablemente puede realizar alguien a otra persona es el que se ha producido en el caso del dictamen de la CNE con respecto a la ampliación de capital de Sacyr y Pemex en Repsol y de la sindicación de sus participaciones para la toma de control de la petrolera española. Pues Alberto Lafuente, nuevo presidente de la CNE, y el nuevo Consejo de Administración han certificado su propia acta de defunción, a la vez que han complicado enormemente al Ministro Miguel Sebastián su interés en que la operación pasara desapercibida para que se pudiera ventilar antes de las elecciones y así posibilitar que se aclarase el proceso de refinanciación de deuda de Sacyr Vallermoso, que parece irremisiblemente abocado a la desinversión. Algo que con un Consejo nominado por el propio Ministro parecía pan comido.

Desde el punto de vista jurídico, la posición resultante partía de unos apriorismos simplificadores que abocaban a que no fuese de aplicación la función 14 (autorización previa) por parte del organismo por asegurar que no afectaba a las actividades reguladas. Todo ello basado en la primera autorización de adquisición de participaciones sociales realizada a Pemex hace varios años, por tanto abstraídos del formato de esta operación. Por ello, el dictamen obviaba la propia publicación de la información suministrada por las empresas a la CNMV en el sentido de que se verían afectadas las empresas participadas, en este caso Gas Natural Fenosa, que realiza actividades reguladas. Pero es más: era una posición previamente anunciada por el organismo en la medida que se apresuró, nada más conocerse la operación en los medios de comunicación, a decir que no había nada que estudiar y aceptó la encomienda del dictamen a regañadientes. Parece que el dictamen era profético, apriorístico y confirmador.

Ahora dos consejeros de este Consejo de Administración, Idoia Zenarruzabeitia y Josep María Guinart, denuncian en un voto particular la tramitación exprés de este asunto que les impidió un proceso correcto de formación de voluntad, además de considerar que sí es de aplicación esta función autorizadora. Tan exprés ha sido la tramitación que no se han cumplido plazos reglamentarios, ni se ha garantizado la Ley de Procedimiento Administrativo, según afirman estos consejeros.

Eso que otro de los consejeros, Joan Batalla, se abstuvo, aunque se adscribe a lo que afirman los consejeros discrepantes. Además, según fuentes solventes, Energía Diario ha podido conocer que han existido fuertes presiones desde el propio PSC en esta cuestión, partido sometido al psicodrama del fuego cruzado en el asunto. En todo caso, sorprende que una decisión de este calado, que puede significar una operación de desguace estratégico de la compañía, en aras de mayores dividendos y liquidez, pase de esta forma por el organismo regulador, de forma expedita, frívola y cuestionable. Y lo que es peor, sin guardar los mínimos y el decoro. A alguien se la ido la mano en la operación.

Y, por otro lado, con su voto particular, estos Consejeros ponen en evidencia a la CNE, a su presidente, a su consejo de Administración, al nuevo Secretario del Consejo, a sus servicios jurídicos, al ponente del expediente Gómez San Román y toda la alineación de intereses para que la operación cogiera carril de aceleración. La polémica está servida y los servicios jurídicos de Repsol han recibido una munición de grueso calibre que puede ser también letal para los intereses del constructor murciano.

Empieza a cumplirse la norma de que los votos particulares empiezan a ser más reveladores que la «verdad oficial» como ya ocurrió durante el mandato de Maite Costa. Y, como en el caso del consejo anterior, también cumplen con el ritual de hacerse el harakiri en una operación corporativa (en su momento fueron las operaciones lanzadas sobre Endesa las que acabaron con el Consejo precedente).

Con Lafuente llegó el escándalo (o mejor dicho, volvió), o con Sebastián, o con Del Rivero y la CNE se desmorona en espera de su voladura con el primer real decreto ley del Partido Popular. Y siendo culpable de sus propias añagazas.

Las potencias del eje

Como probablemente la mayor parte de la sociedad española, de la política e incluso de los sectores económicos, estamos viviendo una gran partida de mus. Una partida de mus cuya característica esencial son las señales. Una especie de sustitución de la comunicación por la función fática del lenguaje, en el estricto sentido de mantener la presencia abierta, en el canal relativo a la energía hasta que lleguen las elecciones, se conozca su resultado y empiece un nuevo ciclo. Quizá sólo el desarrollo episódico con sus sombras de la operación de sindicación de Pemex y Sacyr Vallermoso y la agónica tramitación del decreto de la energía eólica tienen hoy un relato medianamente construido en el sector. Eso y la espuma puntual de los días.

Pero ciñámonos a las señales, a esos señuelos comunicacionales y políticos que giran en torno al sector energético y que se organizan en torno a las propuestas incorporadas en los programas electorales, que todo el mundo sabe que son vagos y ambiguos, expresiones de intenciones, interpretables como los manuscritos del Mar Muerto, llenos de cláusulas de salvaguarda. La segunda línea incluye aspectos más imaginarios y fantasiosos, organizados a la presumible latencia de la actuación política posterior, más o menos explícita, o más o menos sugerida desde los responsables del partido de la oposición, en la medida que ya se le da como virtual vencedor de las elecciones menos emocionantes de nuestra historia democrática.

El hecho es que los programas electorales en materia de energía, fuera de cuestiones muy relevantes, como la pervivencia de la energía nuclear o el papel de las renovables, incorporan de forma más abierta o más ambigua la cuestión fiscal en el ámbito energético. Algo que será capital en el futuro, en la medida que la necesidad de ingresos fiscales (o no gastos, o mejora del balance fiscal) van a ser un objetivo del Ejecutivo que surja tras el 20 de noviembre). Es algo que no sólo es capital sino que es, debe ser y será el eje de la política económica post electoral.

Los programas tratan la cuestión fiscal de una forma especialmente alambicada y demagógica. Por un lado, el Partido Socialista propone la incorporación de una tasa a la generación mediante energía nuclear (para luego, después de gravarla, proponer cerrarla) y a la hidráulica. Es una vieja aspiración de los colectivos retroprogresivos de la energía, convencidos de que hay que buscar acabar con el mercado y su consecuencia conjunta en términos de eficiencia, mediante la fijación de tasas para equilibrar los supuestos márgenes de cada tecnología y estropearlo todo, en plan Marco Legal Estable. Detrás de esta medida, seguramente, podrán encontrar nombres como los de Jorge Fabra, Cristina Narbona o Javier de Quinto, habituales de los programas energéticos del PSOE. Dichas posiciones son rancias y, como decíamos, fuertemente demagógicas. Porque la verdad, ¿quién se va a negar en la dinámica política a una proposición así, gravar tecnologías y lo «empresarial», algo nefando desde el punto de vista ideológico? En todo caso, la propuesta con ser muy criticable, poco novedosa y heredera del franquismo sociológico de la justicia falangista, no tiene, a priori, mucha trayectoria a la vista del fracaso anunciado de la candidatura de Rubalcaba.

Lo más preocupante, realmente, está en el Partido Popular. Sabedores de que la situación fiscal necesita oxígeno (lo que quiere decir ingresos o no gastos), se plantea de forma extraordinariamente elíptica otra «solución fiscal» para el sector energético, enmascarada para los ciudadanos y la sociedad, en la medida en que hay un compromiso formal en el papel de «no subir los impuestos». Para ello, desde su equipo económico se alberga la posibilidad más o menos explícita de sugerir el «default» del déficit tarifario, como ejercicio sacrificial requerido desde el nuevo ejecutivo al sector eléctrico.

El supuesto límite a este ejercicio, la garantía de la seguridad jurídica es una cuestión menor para los responsables económicos populares de energía postulantes, dado que hoy no es necesario pasar a la menudencia de explicar cómo se van a hacer las cosas. Que la deuda esté reconocida, esté provisionada y afecte a los balances de las empresas y a sus accionistas es algo irrelevante para quienes consideran que la economía, los mercados, las empresas y la sociedad están al servicio de la política. Si hacen la equivalencia, es casi lo mismo que en el párrafo anterior podíamos leer en referencia al programa del PSOE. Por tanto, se trataría de otra forma de abordar fiscalmente en el sector energético la memorable «contabilidad creativa».

Frente a esta posición está, por un lado, la racionalidad económica y, por otro, la necesidad de confianza real en la economía española, más allá de los eslóganes y la entrega de los depósitos ciegos. Esperemos que entre el sentido común, se asiente en las huestes populares y prime la gestión global, frente a los atajos. Pero hay que estar atentos a las potencias del eje.

Las disensiones nunca vienen solas

Al parecer esto se produjo en el «fantabuloso» momento de la Convención Política del Partido Popular, donde el expresidente del Gobierno habría intermediado con el empresario murciano (hasta el momento muy relacionado con el Partido Socialista y en operaciones en las que habría tenido presencia Miguel Sebastián), de forma que habría hecho llegar las posiciones de Del Rivero a Rajoy, en un aparte.

Ya habíamos informado en Energía Diario de que el presidente de Sacyr Vallermoso había encontrado una importante conexión dentro del Partido Popular de Murcia para hacer valer sus posiciones. Por su parte, también en esta operación, la vía mexicana tiene un carril muy importante abierto en Génova, lo que hace que esta pinza alrededor del candidato popular intente cerrarse. La posición de FAES, anclada en la enmienda Florentino y en la distribución accionarial resultante del proceso de sindicación, es mostrarse favorable a la operación de forma tan nihilista.

Lo que parece claro, es que esta operación molesta especialmente en el entorno de Rajoy, donde se le ha precipitado la patata caliente. Montoro fue especialmente intrépido, directo y arriesgado en sus últimas declaraciones públicas y al papel intervencionista de un eventual Gobierno popular en este tipo de operaciones. Montoro esgrimió el carácter público de la petrolera mexicana e, incluso, utilizó la palabra veto. Del mismo modo, habría sido especialmente distante con Pemex en un encuentro privado, con Jorge Zemeño y representantes del despacho Cuatrecasas, como relata El Confidencial y que también ha podido confirmar este medio.

Lo que está claro es que las disensiones en el Partido Popular al respecto de esta operación se están llevando de una forma menos escenificada que el agrio encontronazo entre Sebastián y Felipe Gonzalez, en el que el expresidente fue muy transparente, incluso el candidato Rubalcaba. Es decir, en el Partido Popular se está quedando más en la trastienda y las bambalinas, más por la influencia que por la autoridad moral. Eso no quiere decir que la reacción no esté generando una fuerte contrariedad en el Partido Popular, con ejercicios que pueden suponer incluso un «tour de force» con la vieja guardia, por los actuales responsables del partido, ya lanzados a una mayoría absoluta incontestable.

Por otra parte, se refleja en toda la situación, contaminación de la política con la representación de intereses. Para justificar la mediación de Aznar, el entorno de Sebastián, genera el excipiente en el que todos los gatos son pardos, aireando las relaciones de Felipe González con Slim y Argentina, como justificación de que la Oficina Económica del Presidente podía y debía ser una Oficina de Negocios paralela, de forma que hacía bueno el dicho, de que «algo quiere la coneja siempre que mueve las orejas».

Mientras tanto, los hechos se suceden. La refinanciación de la deuda de Sacyr requerida por las entidades financieras que sindicaron el préstamo está encima de la mesa. Y, en el plano internacional la operación se complica con los intereses de Argentina y Brasil, una superpotencia emergente, donde se empieza a observar con mucha atención los movimientos en torno a Repsol por parte de las empresas constructoras y el ejército de salvación nacional del modelo productivo español antiguo y sus protagonistas.

En medio de todo esto, que en el fondo puede ser un ejercicio de cinismo, capaz de justificar una cosa y la contraria, en función de los intereses representados, la pregunta es, ¿quién valora el salto cualitativo y cuantitativo de Repsol, una empresa multinacional que ha diversificado su actividad, ha hecho un esfuerzo tecnológico impresionante y está presente en todos las fases de la cadena de valor en el sector petrolífero? ¿Quién conoce los requerimientos estratégicos e inversores de una compañía de esta índole con una visión de medio plazo, fuera del apremio de los prestamistas?

Ahora a los partidos políticos no los divide el terrorismo. Los divide Del Rivero.

Quizá el viento nos lleve al infinito

No se puede entender cómo, si uno de los principios que se invocaron al principio de esta negociación regulatoria era la búsqueda de consenso con el sector, hoy la situación presenta posturas fuertemente encontradas y de rechazo general. Hay que reconocer que la generación eólica es ya una proporción muy importante en nuestro sistema de generación, la parte del león del régimen especial, además de un sector muy relevante desde el punto de vista tecnológico con importantes operadores y empresas. Por tanto, sería razonable la gestación pensada y equilibrada de los cambios regulatorios futuros.

En primer lugar, hay fuertes críticas respecto de la propuesta, críticas que arrecian conforme nos acercamos a los puntos fuertes de la misma: reducción de la retribución (un punto en el que siempre existe un grado beligerante de discordancia), modelo retributivo variable, calendario de nueva potencia eólica de entrada en el sistema, etc… Seguramente todas estas cuestiones merecen un tratamiento detallado y pormenorizado en los próximos días. Eso y el tratamiento del papel de las Administraciones Territoriales en la concesión de nueva potencia, los famosos y perversos concursos de las Comunidades Autónomas, que, en definitiva, son vías de financiación vernáculas y de administración de relaciones clientelares que engordan el coste de los proyectos, para que sean sufragados por la tarifa.

Pero quizá la lectura más política de este proceso se encuentra en la valoración que se hace en ámbitos políticos, según la cual se trataría de una nueva trifulca entre el Ministro Miguel Sebastián, la Vicepresidenta del Gobierno y Ministra de Economía, Elena Salgado, y el propio Alfredo Pérez Rubalcaba (candidato socialista a la Presidencia del Gobierno y protagonista de una campaña casi permanente de contradicciones entre Partido y Gobierno).

Fuentes solventes confirman que en el entorno de Miguel Sebastián no sentó nada bien la desautorización de Alfredo Pérez Rubalcaba a las declaraciones del Ministro en su encontronazo con Felipe González a cuenta de la operación de sindicación de la participación de Sacyr y Pemex en Repsol. Sebastián se ha hecho, además, acreedor de fuertes críticas y desavenencias con el ‘felipismo’. Por ello, estas fuentes consideran que es muy extraña la puesta en circulación sin consenso de este Real Decreto, en el mismo momento en que Rubalcaba sostenía un programa de cierre ordenado de las centrales nucleares e impulso a las renovables, poniendo en bandeja de plata otra contradicción programática.

¿Por qué se ha introducido en la agenda política el proceso de promulgación de este Real Decreto, cuyo efecto realmente sería el 1 de enero de 2013, existiendo otras cuestiones pendientes mucho más urgentes en el sector energético? Una propuesta que además ha ido fluyendo, aprovechando la desatención de la acción de gobierno, de forma que ni la Oficina Económica, ni el resto de instancias económicas del Ejecutivo estaban muy al tanto de lo que estaba pasando al respecto.

Y, en estos momentos, hay que reconocer, con matices, que la situación desde el punto de vista sectorial, tras conocer la propuesta, es de estar en pie de guerra, en una confrontación que va siendo más cruenta cuanto más nos acercamos a los momentos fatídicos de decisión de la Comisión Nacional de Energía, de la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos y del Consejo de Estado en el proceso para su promulgación definitiva. Las declaraciones se suceden y las posturas parecen cada vez más encontradas.

El Gobierno, por tanto, sacaría este Real Decreto «in extremis», tal y como fue el proceso de aprobación del R.D. 434/2004, que acabó «in pectore» en el cajón de un gobierno tras su aprobación y fue publicado por el siguiente. ¿Tiene visos de realidad este proceder? La diferencia es que en 2004 la calidad técnica del decreto y el consenso era alto, y la previsión era de continuidad del gobierno popular, pese a que el resultado electoral, finalmente, fue diferente.

Por eso, las mismas fuentes consideran que la propuesta es otro torpedo a la línea de flotación de la campaña pro renovables de Rubalcaba, toda vez que la virtualidad de su aprobación no garantiza que el nuevo gobierno popular lo recoja. Y ese es otro cantar que también trataremos.

En todo caso, se trata de un caso abierto al que hay que prestar mucha atención y en el que se debería evitar la posibilidad de maquinaciones políticas. Escuchar, hacer, explicar.

Cuidado con la «familia blue»

Si volviéramos al ejercicio clásico de los colores que identifican ideologías y partidos políticos, estaríamos en un escenario de predominio del azul. Y por eso viene a cuento el título de la película de Dennis Quaid y Kathleen Turner, dirigida por Herbert Ross, en la medida que, sin colocarnos en una posición de forofismo político, es preciso advertir de los indicios y señales que se emiten desde la bancada azul (quede claro que sobre la base de nuestro ideario se formulan críticas sin atender a los colores, algo que, con el forofismo patente y efervescente, siempre genera mucha inquietud).

Viene esto a colación de varias declaraciones y anticipos que hemos podido conocer en lo que se refiere a la posible política energética postelectoral. La primera, la teníamos ayer con las declaraciones de Cristóbal Montoro relativas a la operación de sindicación de Pemex y Sacyr Vallermoso en Repsol. A Montoro no le tembló la voz al hablar de veto o de pedir la intervención del Estado en estas operaciones. Quede claro que, como ya hemos escrito aquí, se trata de una operación atrabiliaria e imposible. Que, seguramente, se va a resolver por la vía financiera y societaria (la operación de refinanciación de la compra de las acciones de Repsol en Sacyr), sin precisar algo a lo que se está acostumbrado a ejercer desde el predominio de la política: el verticalazo gubernamental.

Evidentemente, que el actual Ministro de Industria, Miguel Sebastián, que no supo salir de su época de amistades peligrosas al frente de la Oficina Económica del Gobierno, y la CNE han hecho un papel semejante a Don Tancredo en esta operación. Los mecanismos del Estado de regulación y de supervisión deben funcionar, evitando discrecionalidad, filias o fobias. Por tanto, de ahí a exhibir el veto sin miramientos hay posturas menos integristas o intervencionistas, donde se guarden las formas por parte de un partido que ya está obligado a exhibirlas puesto que va a gobernar. Cuidado con los calentamientos locales.

Por otra parte, también conocemos la intención de la macrofusión de los órganos reguladores sectoriales y de la Comisión Nacional de Competencia en un solo órgano. Fuentes solventes confirman que incluso están redactados los Decretos que lo hacen posible, defenestrando los órganos actuales tal y como están concebidos. Algo que ya está cantado y que hará que el nuevo Consejo de Administración de la CNE, se le pueda llamar «el breve». El problema es si la nueva configuración pensada por los populares reconoce el papel de este tipo de órganos independientes, la necesidad de su prestigio y capacidad o buscan que el nuevo Órgano sea otra reedición de un aparato al servicio del Ejecutivo, incluso más vertical.

Bien es cierto que la renovación de los órganos reguladores ejecutada en las postrimerías de legislatura por el actual Gobierno socialista ha sido bochornosa y poco edificante y con comportamientos partidistas muy mal resueltos por Sebastián, particularmente, y por el propio Partido Socialista, sus pulsiones, sus familias y sus apoyos parlamentarios de geometría variable. Lo que sería sano es que el Partido Popular promoviera tras las elecciones la renovación efectiva de estos órganos reguladores, desposeyéndolas de su carácter político y configurándolas con el papel que tienen en las sociedades avanzadas sajonas. Por eso de la confianza saben ustedes. Quizá nos vaya a todos mejor.

Otro tema en liza, y particularmente abierto también, es la nueva regulación eólica que, en el fondo, es también una encerrona generada antes de tiempo. Si en su momento, el Partido Popular aprobó en su propio tiempo de descuento el R.D. 434/2004, que fue respetado por el ejecutivo socialista entrante hasta 2007 (en cada legislatura tenemos un Real Decreto al efecto en el régimen especial general o por tecnología), no parece que el Partido Popular vaya a respetar lo que pueda salir de la tramitación del actual decreto en ciernes, por lo que este escenario de regulación resultante del acelerador de partículas puede tener los BOES contados.

Y quedan pendientes cuestiones como el modelo de mercado, los pagos por capacidad o el déficit tarifario, cuestiones sobre las que se necesita un pensamiento y una visión global y reposada. Pero la demagogia, la politización, los comportamientos y declaraciones al bulto que podemos escuchar en los actuales responsables de economía del Partido Popular (Cristóbal Montoro y Álvaro Nadal) no dejan más que espacio para la inquietud. Son cuestiones que se resuelven desde la buena gestión y no desde la política y las declaraciones públicas.

Cuidado con la «familia blue».

Españoleando

Sirva esta entrada para hablar de la utilización más o menos torticera de la palabra «españolidad» al respecto de la operación de sindicación entre las acciones de Pemex y Sacyr Vallermoso en Repsol, para alcanzar el 29,6% del capital de la multinacional española. Y de la construcción de un debate artificial y artificioso en torno a la misma. En realidad, Repsol, con ser una empresa española, bien es cierto que es una multinacional multilocalizada, lo que indica que su pasaporte tiene muchas visas. Tiene, por ello, una dispersión notable respecto de sus intereses internacionales: Brasil, Argentina, Oriente Medio, etc…

De hecho, el término «españolidad» fue referido en primera instancia por el Ministro Miguel Sebastián cuando fue preguntado inicialmente por la operación. Y, para ello, hizo la suma aritmética de las participaciones de La Caixa y de Sacyr, en la medida que, aunque fueran intereses contrapuestos, eran «españoles». En segunda instancia, Felipe González hizo una valoración en la que señalaba que había riesgos sobre la «españolidad» de la compañía tras la operación, por la alineación de la coalición resultante con los intereses mexicanos. Ayer, el ex Consejero del BBVA, Jose Ignacio Goirigozarri, desde su blog, hizo una comparativa entre la participación del BBVA en Bancomer, señalando que sobre la mexicanización de Repsol, se podía replicar con la españolización de Bancomer.

Una discusión en plan patriótico-desinteresado de este cariz es un disparate. El hecho es que hoy Repsol es un buque insignia de las empresas españolas, con una diversificación de actividades en el upstream y downstream de petróleo muy interesante. Con tecnología de ultima generación, activos y recursos de exploración de un valor incalculable en Brasil, fruto de una transformación muy importante en los últimos años de la compañía.

Hay que acudir, por ello, a los efectos de la sindicación de esta participación sobre la estrategia de Repsol, como compañía de un sector estratégico, en lo que se refiere a su política de inversiones (en exploración o refino con las necesidades de aumentar la capacidad de refino de nuestro país), de distribución de dividendo o de posibles desinversiones en las empresas participadas, como Gas Natural Fenosa, cuyas actividades reguladas en el sector gasista y eléctrico son muy relevantes para nuestra «españolidad», pese a la opinión del Ministro y «su» Comisión Nacional de Energía.

Y la pregunta, más allá del arranque por sevillanas de la Duquesa, tiene que ser si se quiere modificar ese rumbo estratégico de una compañía multinacional para atender a intereses mexicanos o a intereses españoles, pero no precisamente de los que quieren una empresa multinacional, sino de los que quieren descapitalizar la empresa para atender a los problemas de liquidez apremiantes derivados de los excesos inmobiliarios del pasado.

En medio de todo esto, la CNMV va a investigar las adquisiciones de acciones los días previos al anuncio de la operación. Y el mutismo alrededor del Consejo de Sacyr Vallermoso se impone desde el pasado viernes, donde las disensiones y fisuras en el apoyo a la estrategia de Luis del Rivero, empiezan a resonar. Al parecer, las Cajas de Ahorros habrían reclamado a Del Rivero la consecución de liquidez por un tercio de la deuda y, en relación a los otros dos tercios, emplazado a su refinanciación.

Y olé.