Castor y amén

Para ello, sólo hay que detenerse en dos cuestiones, cuya respuesta es «NO» en ambas.

Primera cuestión. Si el proceso de carga del almacenamiento subterráneo Castor no hubiera devenido en que se hubiera despertado una falla, provocándose terremotos en sus capas tectónicas enfrente de Castellón, hoy los españoles podríamos estar «disfrutando» de esta infraestructura gasista. La cuestión es, ¿alguien habría parado, suspendido, clausurado la puesta en funcionamiento de la infraestructura gasista de almacenamiento? La respuesta es que no.

En efecto, hoy, por tanto, estaríamos «disfrutando» de la infraestructura a pleno rendimiento y habría pasado a funcionar sin mucho más escándalo. Disfrutando quiere decirse, que estaría en operación, y que se pagaría completamente en las tarifas de acceso gasista, tanto la amortización de la infraestructura como su operación continuada.

Debemos recordar que este almacenamiento es una infraestructura diseñada para un país con un proceso de aprovisionamiento gasista muy diferente al nuestro (España posee varios gaseoductos del norte de África y la mayor red de regasificadoras del mundo, lo que con una gestión eficiente del suministro, convierte la función de almacenamiento en prescindible).

De hecho, en el momento de su aprobación e inclusión en la planificación energética (se pueden consultar las hemerotecas) estas razones ya se expusieron y se conocían. Hubo empeño en acelerar su construcción, y para justificarlo, en comparar el número de días de suministro garantizado merced al almacenamiento, con otros países con sistemas gasistas sin las interconexiones del nuestro.

Segunda cuestión. Siguiendo el silogismo hasta su extremo más nihilista cabría afirmar que, si ha sido necesario abandonar la puesta en funcionamiento de este almacenamiento subterráneo Castor por sus efectos sísmicos, entonces quiere decirse que sería necesario construir otro en su sustitución para garantizar la «soberanía nacional», el abastecimiento, la seguridad de suministro y toda la retórica al uso que se suele emplear en este tipo de argumentaciones justificativas, por otra parte bastante predecibles. La respuesta, en este caso, y también en estos momentos, también es que no. Nada habla de ello. Nadie reclama un nuevo Castor.

Esta doble negación nos sitúa en una fuerte paradoja de corte económico, toda vez que una decisión que no soporta su permanencia del paso del tiempo, realmente tampoco era justificada por razones de demanda y ahora, tampoco la justifica la caída del consumo. No es necesario otro Castor y nadie hubiera parado su puesta en funcionamiento de no haber provocado terremotos. ¿Cómo se explican tamaña contradicción, o al menos, tan cara?

Todo lo que viene a partir de ahí, es consecuencia de las contradicciones que provoca y para quienes las soportan por su exposición al público. El propio Ministro, José Manuel Soria, navegando entre lo que está bien y lo que le conviene, se ha apuntado a la teoría irremediable del mal menor y ha variado sus versiones iniciales respecto al almacenamiento subterráneo Castor.

Por su parte, está la Generalitat de Catalunya, oponiéndose a la forma que se articula de indemnización de la misma por el aplazamiento y su repercusión en la tarifa gasista (por otra parte, casi la única solución posible).

Y, quienes están a un lado y otro, del mundo Florentino Pérez, desatando las teorías de la conspiración, en lugar de la lógica de la reclamación de daños y aplicación de un contrato fruto de una elaboración y gestión de la planificación energética fuertemente discutible y verdadera razón del mal. Como hemos ido adelantando, la clave aquí es el proceso público que derivó en su aprobación, construcción y encarecimiento (por cierto, a nivel internacional, cada vez conocen más estas prácticas patrias).

Lo importante de este lamentable episodio debe ser que se extraigan las enseñanzas y aprendizajes de cara a los futuros procesos inversores en el sector energético español (cuando sean necesarios), en lo que se refieren a las infraestructuras de red, promovidas por gestores que en su momento se irrogaron como salvadores de la demanda interna vía inversiones. Del mismo modo, sería también el momento de recordar a todos aquellos que impulsaron la construcción de esta infraestructura, quienes adoptaron una posición tibia o se pusieron de perfil para llevarla a cabo. El Castor, en definitiva, es un episodio de sobreinversión como tantos otros que están jalonando hoy nuestra geografía (como el propio aeropuerto de Castellón) y así es se debería abordar y comprender.

La naturaleza ha sido sabia. Casi es mejor así.

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