Autoconsumo, costes regulados y «adanismo»(II)
Si en algo hay consenso sobre una realidad cierta en el sector eléctrico, es en la escalada que han tenido en nuestro país los denominados costes regulados, incluidos en la tarifa eléctrica dentro de las tarifas de acceso. En dichos costes regulados, se incluye la retribución del transporte y distribución eléctrica, así como un número relevante de elementos ajenos al suministro eléctrico.
En el crecimiento exponencial de los mismos, la parte del león ha sido para las primas a las tecnologías al régimen especial (renovables y cogeneración), hasta llegar a superar los 9.000 millones de euros. Y, en concreto y fundamentalmente, en aquellas en las que el desmadre institucional se instaló y fallaron todos los mecanismos posibles en su administración, determinación de rentabilidad en función de la tecnología disponible en cada momento y control de repotenciación. Fallaron la regulación, la supervisión, la inspección, la gestión y el control. Todo a la vez.
La potencia prevista en los sucesivos planes de energías renovables se superó con creces. Se generaron burbujas para las que el sistema financiero comprendió los mecanismos y márgenes de rentabilidad existentes, generándose un mecanismo de promoción semejante al inmobiliario en términos de generación de rentas. Todo eso está ya reflejado en los costes de acceso, en forma de primas (ahora, en las normas presentadas de forma tan atrabiliaria y cuestionable, se pretende recalcular y redefinir la valoración y retribución de esos activos hacia atrás) o en forma de déficit a financiar.
Adanismo y abandono de la solidaridad
Una visión «adanista» del problema es repudiar los costes regulados que sufragan todos los consumidores, hasta el punto de renegar de este pasado reciente para no participar en su financiación futura. De hecho, este crecimiento está detrás del déficit tarifario que se pretende atajar con la reciente reforma energética aprobada por el Gobierno. Forma parte de nuestra historia.
Y, de hecho, dichos costes actualmente ya los pagan los consumidores en la factura eléctrica, hasta el extremo de que, poco a poco, se han convertido en una tarifa fija, en la que cada vez pesa menos el consumo que el acceso. Es la consecuencia de las decisiones pasadas y de muchas cosas más. Pero, puestos así, «abandonar el barco» en este momento, supone un doble oportunismo. El primero, por la participación en el proceso que ha conseguido amasar el enorme montante de los costes regulados actuales y, en segundo lugar, por la presión a la que someterán al resto de los consumidores para que absorban los costes generados en su factura.
Partamos del hecho, además, de que los autoconsumidores serán aquellos que tengan efectivo para pagar o endeudarse en una instalación inicial costosa que en el futuro será amortizada, en parte gracias al mecanismo de balance neto y a la fórmula de contribución que finalmente se establezca, en términos de tarifa de acceso y de respaldo. Pues bien, quienes tengan autonomía y capacidad económica para invertir en estos equipamientos, si no se establecen esos mecanismos de contribución, podrían configurarse como islas energéticas y eludir la tarifa eléctrica, con todo el confort y, además, con el respaldo y garantía del sistema de suministro eléctrico.
Por tanto, si ciertos consumidores «abandonan el barco», y no participan en los costes regulados, que además utilizan para acceder y tener respaldo del sistema eléctrico, estos se deberán repartir entre un número menor de consumidores y, por tanto, se tenderá a engrosar más la factura para aquellos consumidores que no puedan invertir en generar y consumir por sí mismos.
Además, la creación de nueva capacidad de generación (de facto, el autoconsumo y el balance neto, lo son), en un momento de exceso de oferta y caída de la demanda, es un lujo desde el punto de vista económico. Insiste en el aumento de la oferta que la economía de los incentivos no debería estimular, ahondando en el desequilibrio del sistema.
La diferencia entre consumidores y autoconsumidores, en nuestro estado del arte, como si nada anterior hubiera pasado, no es aséptica y responde a una lógica perversa para la sociedad. La sobreinversión en generación aunque sea distribuida es otro lujo perverso de antaño. Como perversa fue la espiral del pasado.


En este articulo se dice que los autoconsumidores eludirían la tarifa electrica.
La verdad es que si una casa o empresa tiene autoconsumo y está conectada a la red tiene que pagar un termino fijo por la potencia contrada, lo use o no lo use, igual que cualquier punto de suministro, la única diferencia es que consumirá menos energía de la red y por lo tanto pagará menos por su termino de energía , nada mas, similar a si colocara leds , electrodomesticos AAA, etc.
No pretendemos ayudas , subenciones , ni siquiera que se nos pague por lo que nos sobra e inyecta a la red o balance neto , solo autoconsumo , sin penalizaciones, estariamos ahorrando dinero , dando mano de obra , menos emisiones de CO2, independencia energética, etc, la única contra es para las grandes eléctricas que quien escribe el articulo bien lo sabe y defiende a capa y espada.