Abrasión en la CNMC

El primero es la carencia de instituciones sólidas y consolidadas en pocos ámbitos de la vida pública, social y económica española. Las que existían, por sus propios comportamientos, se han ido desinflando y depauperando, sin mucha consciencia ni rubor. Las otras, merced a la utilización política y ejecutiva de cada Gobierno, incluyendo la puesta en la mirilla de la teledirección y de cooptación entre los afines y la incorporación de comisarios políticos (reproduciendo el mapa político-electoral de cada momento) que además se proponen hacer méritos derivados de sus actos, decisiones y declaraciones, han caído en el descrédito.

Lo segundo es que, sin perjuicio de lo anterior y una vez descontada la capacidad de generación de empleo y de oficina de colocación de estos órganos, los representantes de la política politizada de nuestro país no tienen el menor respeto por su papel equivalente en los países sajones, pasando de una mirada torva a una mirada directamente instrumental sin miramientos, para convertirlas en su servicio doméstico. Algo, que en el sector energético, tiene unos efectos especialmente perjudiciales.

Y, además, bajo la siempre presente amenaza de ser arrasadas por decisión del poder político, para crear sucesivos remedos irreconocibles de la situación precedente que, al final, han acabado degradándose hasta convertirse en inútiles para las funciones para las que están diseñadas en sociedades occidentales, avanzadas y europeas, en lo que se refiere a la regulación, supervisión, control y garantía de la competencia y buen funcionamiento de los sectores económicos en sociedades libres y de mercado, así como de la estabilidad regulatoria y la seguridad jurídica, equidistante del propio Gobierno (si es intervencionista) y de los propios agentes, en los casos de abuso de poder de mercado.

Lo cual ha llevado a que la propia legitimidad que se genera por la pervivencia en el tiempo, de la durabilidad del organismo y de la respetabilidad, como factor de consolidación, no haya existido nunca por ser imposible.

Además, esto también ha llevado, en especial en el caso de la energía, a que los propios agentes acaben inmersos en una batalla de unos contra otros (sabiendo la futilidad de la reclamación de la estabilidad regulatoria), en lugar de defendiendo la seguridad jurídica y la sociedad de mercado.

El caso de la andadura de la recién constituida Comisión Nacional de Competencia y Mercados, está siendo el enésimo episodio de este desgraciado transitar relativo a los órganos reguladores «independientes» como paradigma de este continuum displicente en nuestro país. Su desprestigio e irrelevancia en el mundo económico, nacional, internacional y europeo ya es patente, dado que nació desposeída de equilibrio y de respeto desde el minuto uno. Y, además, sus consecuencias para el sector energético son especialmente perjudiciales debido al escenario en que se desenvuelve.

Si a esto le unimos la propia ejecutoria de sus máximos responsables, presidente y vicepresidenta, tenemos el dibujo completo. De una parte, los excesos verbales de su presidente, cuyas declaraciones están tan sintonizadas con los objetivos políticos del actual Ejecutivo transformándose en correa de transmisión de las posiciones del propio Gobierno, como lo ha sido en la polémica por sus declaraciones en el caso de las renovables, en que habló de riesgo regulatorio, no como el presidente de un organismo encargado de que no exista, sino como un político del Gobierno.

Incluso, esto se ha producido por carencia o de forma deliberada en términos de consecuencias, con anterioridad a que el organismo evacúe el informe preceptivo solicitado por el Ejecutivo a proyectos normativos, algo que puede conducir a una recusación en toda regla o con la posibilidad de ser esgrimido en instancias judiciales europeas. De otra, también se ha manifestado en la relación directa con los propios agentes, que se han convertido en ejercicios de admoniciones y recriminaciones directas a los mismos, con poca templanza, equilibrio y neutralidad.

«Hay personas que tomaron decisiones empresariales con un boletín oficial en la mano sin entender que existe una cosa que es el riesgo regulatorio», Marín Quemada dixit.

Postdata. A nivel interno, la CNMC promueve el conocimiento de la existencia de otros organismos internacionales en su portal del empleado (intranet) con ocurrentes pasatiempos dirigidos a su equipo profesional que han levantado polvareda entre sus trabajadores.

Por otra parte, desde los órganos de representación de personal y comités de empresas de los antiguos órganos subsumidos en la nueva CNMC, denuncian el incumplimiento de los propios acuerdos contenidos en la negociación colectiva de las entidades precedentes. Tampoco hay seguridad jurídica a nivel interno, por lo visto.

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