Otro bochorno más o cómo hacer un nuevo monopolio gracias a Competencia
Dejábamos ayer la noticia desnuda de la operación GN-UF, sin conocer las condiciones que la Comisión Nacional de Competencia impondría a la adquisición de Unión Fenosa por Gas Natural, sobre todo por la expectación y el rigor que se había conocido en los trabajos seguidos por el organismo durante la fase investigadora. Parece que este esfuerzo no se ha correspondido finalmente con el dictamen emitido por el órgano regulador de la competencia, más bien al contrario. Todo lo contrario.
La Comisión Nacional de Competencia ha emitido unas condiciones que son casi un mecanismo burdo de establecimiento: multiplicar por dos la escueta y lacónica oferta que había realizado Gas Natural en materia de desinversiones (de 800 MW a 2.000 y de 300.000 puntos de comercialización al doble). Una propuesta que era completamente insuficiente y lejana a la realidad de la operación y de su efecto en los mercados y que ya podemos decir que es complaciente con la misma, como se evidencia por la propia reacción de los implicados. La clave de la operación estriba en los efectos que tiene para el mercado de aprovisionamiento de gas y para la competencia en determinados ámbitos geográficos de la comercialización. Y, en eso, en lo más importante, la Comisión Nacional de Competencia se inhibe y aboga por la “independencia” de Unión Fenosa Gas, asumiendo todas las posibilidades que tiene la comunicación por telepatía y, por tanto, certificando un operador con el 80 % del poder de mercado en aprovisionamiento.
En eso, el diagnóstico, análisis y remedios fijados finalmente son completamente descorazonadores con la ejecutoria final de la CNC, una especie de parto de los montes. Y, lo que es peor, se lleva al traste con la reforma de este organismo, cuya primera operación importante desde la nueva conformación de los servicios de competencia integrados es solventada a la antigua usanza. Unos pasos iniciales, los de la CNC, que podían situar una nueva trayectoria en uno de los ámbitos económicos más polémicos en nuestro país (asociado siempre a operaciones corporativas con trasfondo). Si, al final, el órgano regulador de la competencia sucumbe a las presiones que hay en torno a una operación empresarial, y en lugar de generar más competencia genera un monopolio, es que se ha pervertido totalmente su papel. Pasa, en ese momento, a ser el órgano de la “incompetencia”.
Este dictamen se lleva al traste también la necesidad de aumentar la competencia y no caminar en sentido contrario a la liberalización de los mercados energéticos. Si, dentro de un tiempo, nos encontramos con subidas del precio del gas en el mercado español causadas por el aumento del poder de mercado, ¿a quién podremos recurrir?, ¿quién será el responsable?, ¿recordaremos los nombres y apellidos de cada uno de los involucrados en un resultado que evidencia la quiebra de las instituciones económicas de nuestro país, la caída por el túnel del descrédito y la bajada de ‘ratings’? ¿No tenemos bastante con las críticas que tienen el resto de órganos reguladores que nos sitúan como una democracia económica imperfecta comparativamente con Europa? Las decisiones de hoy son las consecuencias de mañana y las intervenciones arbitristas de pasado mañana.
Este informe consolida por tanto una tendencia seguida por el órgano regulador del sector energético, la Comisión Nacional de Energía, de condiciones cosméticas para salvar las apariencias, pero nada efectivas en la práctica para los problemas que genera una operación así. Queda, finalmente, que el Ministerio de Economía pueda hipotéticamente enmendar la plana a la Comisión Nacional de Competencia. A la vista del resultado debería ser así en un ejercicio de visión de la economía española más amplio. Algo que sólo, por lo improbable, parece insólito, pero que debería ser un ejercicio de defensa del modelo de liberalización de los sectores económicos, basado en una apuesta cierta, real y no retórica o condicionada por los devaneos políticos momentáneos y los intereses concretos. Quién sabe.
Queda una reflexión de contenido deletéreo para el momento económico y la conformación de nuestra sociedad ante la demolición de los principios de libertad de mercado y competencia que han sido claves para los años de despegue, en manos de los intereses parciales. «En 30 días nos vamos a cargar lo que hemos edificado en 30 años», escribía recientemente el conquense Raúl del Pozo en El Mundo y algo de esto hay en estos momentos en el plano económico y de liberalización y modernización del país. Así, por debajo de la realidad crispada de la política cainita y de los espías, con esa capacidad de “colar” cuestiones de este calado en el “reality show” político-económico, se están produciendo involuciones para los mercados, para el funcionamiento de nuestra economía, para el respeto y prestigio de las instituciones que acaban resultando completamente demediadas, para la credibilidad de la organización de nuestra sociedad, para reestablecer la necesidad del rigor, la seriedad, la responsabilidad del coraje civil, social y de la democracia.»
Está pasando, lo están viendo.



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