Marín no tiene quien le escriba
Con una ilustración/fotografía que casi reproduce un busto de una figura del Museo de Cera, el pasado viernes se recogía una tribuna en el diario económico Cinco Días firmada por el ex Secretario de Estado de Energía, Pedro Marín, en la que trataba de glosar, no sin triunfalismo, su etapa al frente de la Secretaría de Estado. De hecho el título de la misma era «Tres años de profundos cambios energéticos«.
Sin entrar en el contenido de la tribuna, sorprendente e inaudito, la verdad es que es calificable de obsceno que un ex alto cargo de la Administración hable de su período al frente de una responsabilidad, por mucho que entre sus intereses estén el «aspirantazgo» a un puesto internacional (una campaña que no cesa para autopromocionarse para la Dirección General del IRENA).
De hecho, en su período final, una vez conocida su renuncia a la Secretaría de Estado, gran parte de su tiempo y sus viajes estuvieron dedicados a este menester. Sería razonable que Marín recapacitara sobre la forma de hacer campaña para el puesto al que aspira, puesto que incluso puede ser contraproducente: un artículo así se califica por sí mismo y seguramente no es el camino para llegar al IRENA. Por ello, habría que recomendar al ex Secretario de Estado más ponderación, sobriedad, contención y que procurase encontrar apoyos externos y no endógenos a su candidatura.
Por otra parte, con su intervención «autolaudatoria» hace un flaco favor al actual Ministro de Industria y a sus sucesores en su responsabilidad, que tienen un «sudoku» que requiere de habilidades, capacidad gestora y precisión de relojero, además de capacidad política para resolver problemas graves como el déficit tarifario o la política de renovables en su espiral. Una columna de este tipo, con un déficit galopante, la polémica por la subida de tarifas o la de la limitación de horas a la fotovoltaica y otras cuestiones de calado, debe producir, cuanto menos, vértigo en el Paseo de la Castellana.
Marín basa su columna en dos ratios macro del sector energético muy influenciados por el entorno recesivo de la crisis y la mejor hidraulicidad de estos años: emisiones contaminantes e intensidad energética. En eso y en las interconexiones, cuyo desenlace, que no solución, es más que discutible. Además, en contra de lo que afirma el ex Secretario de Estado con una expresión falaz, el déficit de tarifa eléctrico acumulado al final de su mandato fue mucho más alto que el que se encontró a su llegada (se reguló su liquidación pero se incumplió su engrosamiento). Por otra parte, la acumulación sucesiva de problemas en el desarrollo de las energías renovables durante este período incorpora responsabilidades claras desde los puntos de vista regulatorios y de supervisión directa por parte del Ejecutivo.
En este medio, hemos reconocido en su mayor parte las bondades del Real Decreto Ley 6/2009 para atajar el déficit tarifario, pero la realidad de su incumplimiento llevó a que haya tenido que ser remozado en menos de dos años por otro Real Decreto Ley también razonable al mismo efecto, pero incrementalista en las cifras. Del mismo modo, las cifras oscilantes del déficit tarifario que cortocircuitaron en ocasiones el largo proceso de titulización, los problemas del registro de asignación, las repotenciaciones «sotto vocce», el diálogo sectorial y las relaciones con las empresas y los distintos sectores no acabaron, precisamente, en su mejor momento con Marín.
Perlas maximalistas de nuestro ex Secretario de Estado en su artículo: «Nuestra apuesta por un nuevo modelo energético que es, precisamente, el único que garantizará el futuro sostenible del planeta« (sic). Toma ya. Señor Marín, se ha pasado. Tenga cuidado con el «overselling».



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