20.000 MW fotovoltaicos necesarios

La I+D+i es crucial para las energías renovables, y gracias a ella estamos dando pasos de gigante en muy poco tiempo. Un buen ejemplo es el de la energía eólica; para los flacos de memoria, conviene recordar que hace 10 años, en 1987, el CIEMAT decía que el techo eólico en España era de 7.500 MW, pero hoy tenemos más del doble de esa potencia eólica instalada y el techo de los parques terrestres, debido a la maduración de la tecnología y la limitación de emplazamientos, ronda los 40.000 MW.

La fotovoltaica no tiene la dependencia de la eólica de los emplazamientos, y, con el mejor índice de irradiación de toda Europa, 20.000 MW, que ahora parecen muy ambiciosos, en realidad son una mínima parte de lo que llegará más adelante, cuando esa apuesta política del Presidente del Gobierno que es ‘España Solar’ sea una realidad.

Pero independientemente de la evolución tecnológica, la razón fundamental por la que tendremos que dotarnos de una potencia del entorno de los 20.000 MW fotovoltaicos en 2020 es, sencillamente, que tendremos que contar con ella para cumplir el compromiso europeo del 20% de renovables, porque el resto de fuentes renovables no podrán aportar toda la energía limpia que será necesaria en esa fecha.

Así se desprende de los requerimientos del mix eléctrico que tendrá España en 2020 según los análisis efectuados por la consultora estratégica Arthur D. Little (ADL). En ellos, se comparan dos escenarios, uno “inmovilista” en el que se continúan las políticas del Plan de Energías Renovables 2005-2010, que suponen un 12% de penetración renovable en el consumo primario de energía, y otro “sostenible”, en el que se alcanza el objetivo europeo del 20%:

La principal diferencia entre los dos escenarios es la aplicación en el “sostenible” de fuertes medidas de eficiencia y ahorro energético –más allá de la actual Estrategia de Ahorro y Eficiencia, E-4–, de modo que el crecimiento de la demanda eléctrica se modere hasta el 2,4% anual. Ello, además, permitiría cumplir otros dos objetivos europeos para 2020: reducir el consumo energético un 20% y las emisiones de CO2 otro 20% (el objetivo más importante de todos) en relación con la tendencia actual.

Una vez establecidos los objetivos de consumo eléctrico, hay que establecer el mix de generación renovable para cada una de los dos escenarios, tal y como se muestra a continuación:

Nótese que en ambos escenarios la aportación de la eólica y la hidráulica, las dos renovables más desarrolladas, es el mismo, y que sólo ampliando la presencia de las demás podremos pasar de un 12% a un 20% de consumo de energía primaria con energías limpias. Y entre las demás renovables en un estadio comercial de desarrollo, la fotovoltaica debe tener un papel preponderante.

La biomasa tiene limitaciones, tanto por la cantidad de recursos energéticos disponibles como por la necesidad de articular unas redes logísticas para su recogida y tratamiento. Especialmente por esta segunda razón, la biomasa eléctrica, una de las grandes esperanzas de las renovables, no consigue despegar. Lamentablemente, su aportación al cómputo renovable total es limitada.

La solar termoeléctrica tiene un potencial enorme, pero está despegando. A pesar de que en España tengamos plantas piloto que lleven décadas funcionando y que respalden la fiabilidad de algunas variantes de la tecnología, sólo tenemos 11 MW comerciales conectados y es ahora cuando está empezando a crearse una industria de fabricación de equipos y componentes. Adjudicarle 8.000 MW en 2020 es toda una apuesta.

Entre las demás, tenemos las marinas, las minieólicas o las geotérmicas, que aún son exclusivamente objeto de proyectos de demostración o de sistemas aislados, y el biogás asociado a la industria de residuos, también con una proyección limitada.

Al final tenemos la fotovoltaica como alternativa sólida. Existe desde hace medio siglo, ha demostrado sobradamente su fiabilidad –los paneles tienen 25 años de garantía y una esperanza de vida que supera los 35 años–, y cuenta con una industria en expansión capaz de alcanzar esos 20.000 MW en 2020 sin problema.

“Apostar por la fotovoltaica es muy caro”, se puede decir. “Pues mire usted, no tanto, porque el descenso de costes del sector fotovoltaico es vertiginoso, y las externalidades positivas de la tecnología compensan con creces este coste”. Según los cálculos de ADL, la diferencia entre el coste explícito del escenario “inmovilista”, que es el actual, y el “sostenible”, que incluye los 20.000 MW fotovoltaicos, es de 4.200 millones de euros en 2020 –unos 2 céntimos de euro por kWh producido–, sin tener en cuenta los ahorros por emisiones de CO2, las importaciones energéticas evitadas ni otros capítulos, como la generación de empleo o el valor exportador de una industria líder mundial.

La Unión Europea ya calculó el efecto que tendría para la economía europea alcanzar los objetivos de 2020 y concluyó que con el barril de crudo a 78 dólares el coste será de 20 euros por ciudadano europeo al año y que, sumando los ahorros en emisiones de CO2, “se cubre casi completamente el coste”. O sea, que de caro, poco o nada.

Sin lugar a dudas, además de cumplir los objetivos de 2020, a España le interesa apostar por la tecnología fotovoltaica y mantener el liderazgo en un sector que va a liderar la revolución energética mundial de los próximos años. El sector fotovoltaico español quiere ayudarle en esa tarea y por eso se ha pronunciado con transparencia y claridad, sin miedos ni complejos, sobre las necesidades del mix energético del futuro y ha puesto encima de la mesa la cifra de 20.000 MW.

Pero para el sector esos 20.000 MW no son un objetivo en sí mismo; son el resultado de reducir el actual crecimiento del 500% anual hasta el 20% anual, y mantenerlo de un modo sostenido hasta 2020. Eso es suficiente para que los costes fotovoltaicos se reduzcan –gracias a la inversión en I+D+i y a la curva de aprendizaje asociada a ese crecimiento–, más de un 5% anual.

Con esta reducción de costes del orden del 5% anual trasladada a los consumidores, el kWh fotovoltaico será más barato que el kWh del segmento residencial antes de 2020, con lo que la tecnología habrá atravesado un umbral de competitividad económica que puede implicar su despliegue masivo. Nosotros esperamos que el punto de corte se sitúe en el entorno de los 20 c€/kWh y que siga descendiendo, con lo que será más barato instalarse un panel en la azotea que pagar el recibo de la luz.

Javier Anta es presidente de la Asociación de la Industria Fotovoltaica (ASIF)

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