Una tendencia peligrosa: un día vamos a hacernos daño
La muy comentada «pena de telediario», en la que uno puede ser juez y verdugo a la vez, (véanse las últimas revelaciones publicadas por el diario El Mundo sobre el ministro José Blanco), causa daños severos en lo que es la confianza y credibilidad de instituciones, empresas y organismos. La desinstitucionalización apoya la utilización de la realidad, con el efecto emotivo de condicionar la opinión pública. En ese contexto tan volátil, como decía Guardiola al hilo de las polémicas en el fútbol español, un día vamos a hacernos daño.
En el sector energético esta situación está muy de actualidad, merced a comportamientos extremadamente dudosos e impropios, en algún caso de la Administración y también de sus instituciones rectoras y órganos reguladores (Comisión Nacional de Energía o Comisión Nacional de Competencia), transformados en arietes de Consejos con un marcado cariz político e ideológico. Muchas veces con torvas intenciones que, además, son volubles con el tiempo y la espuma de los días.
La semana pasada, cuando el Gobierno hizo pública su decisión de no subir las tarifas eléctricas, se aprovechó por parte del Portavoz del Gobierno para volver a sembrar dudas sobre las subastas que dan lugar a las Tarifas de Último Recurso (TUR), insuflando dudas sobre el funcionamiento del mercado que, en ningún caso, están apoyadas en evidencias (en nuestro país, además, nos encontramos con precios más bajos que en Europa en los productos de estas subastas). Dichas dudas fueron previamente alimentadas por la Comisión Nacional de Energía e inflamadas desde un medio de comunicación, sin que se sepa mucho más de las mismas.
Por otra parte, ayer tuvimos constancia de que la Audiencia Nacional había impuesto cautelares respecto a la sanción de la Comisión Nacional de Competencia a las empresas eléctricas y a la patronal, UNESA. Todo ello, tras una instrucción más que cuestionable y acelerada e incendiada por los sectores más ideológicos y, precisamente, menos procompetencia y promercado eléctrico de esta Comisión, cuando todavía estaba al frente su anterior presidente, Luis Berenguer. No obstante, dicha sanción se aireó y filtró con bastante denuedo y se anticipaba un fracaso en el ámbito judicial. Más contención no hubiera estado mal, porque la reparación no tiene el mismo tono frente a la presentación escandalosa gratuita inicial. Ni siquiera las consecuencias para el incendiario.
Hay que recordar que en otro momento, el objeto de las cacerías eran las instalaciones de las energías de régimen especial, incluyendo los helicópteros, que acabó en nada para bochorno de los servicios de inspección de la Comisión Nacional de Energía, dada la deficiente regulación de partida y la posibilidad de abordar la devolución de las primas paralizadas por las resoluciones del organismo.
Volviendo al principio, la traslación o evacuación verbal de sospechas por las propias autoridades y organismos reguladores debería ser más cautelosa y estar menos presidida por criterios demagógicos, políticos, electorales o por la presentación interesada de la realidad. Sobre todo porque tiene efectos sobre la credibilidad y la confianza en el funcionamiento del mercado, las empresas, nuestra economía, el sector financiero, la regulación, las instituciones y el modelo. Cuestionar las subastas, la semana en que se producen, cuando se va a evidenciar que, por motivos electorales, no se revisa la tarifa y se aumenta el déficit tarifario, es oportunista. Hay que ser más cuidadoso y cauteloso, resistiendo la tentación del troskismo informativo.
En dicha tendencia, los medios de comunicación acaban siendo arrastrados por la corriente, y más con los prejuicios ideológicos frente a lo empresarial y los mercados que anidan en nuestro país. Así podemos leer crónicas e informaciones que distorsionan los propios procesos económicos y de mercado. En los países anglosajones se utiliza la expresión «Facts, only facts«, pero en el ámbito energético, las propias crónicas que leemos aquí aparecen teñidas de ideología o de sospecha, gracias a expresiones que tratan de conducir a que los lectores adopten o estén predispuestos a obtener conclusiones.
Un día vamos a hacernos daño.


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