Una persona muere cada día «aún hoy» a consecuencia del accidente en la central de Fukushima
Hatamura, explicó que el número total oficial de fallecidos en Fukushima durante el último año y medio asciende a 1.121, de los que se calcula que dos tercios de las víctimas se deben al accidente atómico severo que se produjo en la planta que resultó dañada a raíz del tsunami de 18 metros de altura, que siguió a un gran terremoto. La cifra es la oficial que ofrece el Gobierno, de acuerdo a las indemnizaciones entregadas.
Así, en los dos años posteriores al suceso los muertos ascienden a 1.300, tras registrarse en los últimos seis meses unas 180 víctimas más. De todas estas, según aseguró Hatamura, «ninguna» se debe a la exposición a la radiactividad sino que en todas ellas, la causa común parece ser el estrés y la salud mental.
«Cada día, aún hoy muere una persona a consecuencia del accidente. Las autoridades se centraron en el accidente de la planta y no en las consecuencias externas. La ‘atmósfera psicológica’ en la zona de Fukushima se vio muy afectada», manifestó Hatamura, quien insistió en que sus valoraciones son de carácter personal puesto que la comisión ya está cerrada.
En este sentido, añadió que los efectos de la radiación sobre la salud son comparables a los de una vida poco sana y a los del tabaco o el alcohol pero, de todos, la consecuencia más peligrosa es el estrés mental. «Sin embargo, todos los esfuerzos se centraron en paliar la contaminación física de la radiación», insistió.
El problema, a su juicio, va más allá de la radiactividad, porque este tipo de accidentes severos «destruye todo lo que encuentra a su paso», tierras, casas, trabajos y esperanzas de futuro. Una vez se produjo el accidente, fueron evacuadas unas 160.000 personas de las que 150.000 aún no han podido volver a sus casas y una gran parte de ellas no podrán hacerlo nunca.
Esta población dejó atrás toda su vida y la mayor parte de los afectados, según explicó, no lograron asumir la catástrofe ni aceptar sus nuevas circunstancias, muy distintas a su vida anterior y a las que fueron trasladados a la fuerza. «El efecto ha sido medioambiental porque han sido desarraigados y esto les ha provocado daños fisiológicos. Simplemente no se adaptan a este cambio«, apuntó.
Hatamura dijo que «nadie» esperaba olas de esta altura al sur de Sendai y por eso la central de Fukushima Daiichi no estaba preparada. Al contrario, en plantas situadas más al norte, se esperaban tsunamis de 10 a 15 metros, pero en Fukushima la ola llegó a 18 metros de altura. Por ejemplo, relató que la central de Sendai se salvó por un metro, ya que estaba construida para soportar un maremoto de 15 metros y llegó una ola de 13 metros de altura, pero el terreno, a consecuencia del terremoto anterior, se hundió un metro.
Además, consideró que el Gobierno de Japón no hizo todos los esfuerzos necesarios para reparar los hundimientos y la contaminación de los terrenos cuya solución es «relativamente sencillo» y estimó que debe haber un cambio de plan para revertir esta situación, reconocer los errores y aprender lecciones.
En este contexto, valoró que antes del accidente todos los esfuerzos en Japón eran para la prevención de un accidente, pero no había un plan por si realmente se producía un siniestro, tal y como ocurrió. Por eso, insistió en que a partir de ahora hay que pensar que «todo lo que pueda suceder va a sucecer» y en que se deben incorporar medidas para minimizar los daños.
De cara al futuro, subrayó la importancia de que los japoneses piensen por sí mismos y no se conformen con las explicaciones más fáciles y agregó que una regulación más estricta no tiene por qué ser mejor. «Las pruebas y la regulación no garantizan una mayor seguridad», apostilló Hatamura para quien el Gobierno en Japón «siempre» dice que las centrales son seguras pero la realidad y el accidente, demostraron que no lo son.
Respecto a los efectos psicológicos de la reanudación de la actividad nuclear en la zona de Fukushima, el experto afirmó que «definitivamente» la población «no quiere» y opinó que en Fukushima es imposible que se vuelva a operar una central nuclear. Hatamura estimó que, de iniciarse alguna planta, al menos tendría que ser a una distancia de unos 500 kilómetros por los efectos psicológicos en la población de la prefectura.
En todo caso, añadió que en Japón la opinión sobre la energía nuclear «ha cambiado mucho», por lo que el regreso de la actividad no se podrá producir hasta que los japoneses reconozcan el riesgo que entraña y se preparen mentalmente para ello.
Sólo en ese caso, según Hatamura, la sociedad podrá volver a aceptar la energía nuclear porque ahora saben que es «muy peligrosa».
«En el futuro serán los japoneses quienes deban decidir si quieren usarla», concluyó, tras no descartar que la acepten de nuevo si la necesitan por suministro eléctrico.


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