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Shellenberger (Environmental Progress) asegura que «el Gobierno debe prolongar la vida de las nucleares» para luchar contra el cambio climático

Europa Press.- Michael Shellenberger, fundador y presidente de Environmental Progress, ha pedido al Gobierno español que prolongue la vida de las centrales nucleares instaladas en el país en lugar de cerrarlas como medida para combatir el cambio climático. El ecologista Shellenberger dio la conferencia ¿Por qué necesitamos energía nuclear para salvar el planeta?, organizada por Foro Nuclear.

«Si el Gobierno español quiere hacer algo sobre el cambio climático, debe prolongar la operación de las centrales nucleares; entiendo que es difícil hablar de construir nuevas centrales, pero deben prolongar la vida de las que ya existen, y apostar más por las renovables, pero no cerrar las nucleares», asegura este activista estadounidense. En concreto, asegura que por cada central nuclear que se cierra, la energía que deja de producir es remplazada por combustibles fósiles. De hecho, en el caso de España, el cierre de sus plantas nucleares supondría un aumento de las emisiones que equivaldría a agregar 14 millones de vehículos a la carretera.

Shellenberger ha comparado las consecuencias de ambos tipo de producción energética. Según ha apuntado, la energía nuclear es actualmente «la forma más segura de hacer electricidad fiable» ya que los muertos por accidentes relacionados con este tipo de energía «son muy pocos» en comparación con el número de fallecidos por culpa de la contaminación que generan los combustibles fósiles. Unas 7 millones de personas mueren anualmente en todo el mundo por la contaminación atmosférica, según la OMS. Sobre esta cuestión, destacó que el accidente de Chernóbil, «fueron el pánico y el miedo, no la radiactividad, lo que causó más daño».

Pero no solo es partidario de la energía nuclear frente a la quema de combustibles fósiles. También la defiende frente a las energías renovables. Según ha expuesto, la energía solar emite 40 veces más radioactividad por unidad de energía que la nuclear, debido a la minería de tierras raras que necesitan las renovables. Por ejemplo, los materiales requeridos para construir paneles solares son «enormes», desde cemento a vidrio y acero, mientras que los aerogeneradores utilizados para la eólica «matan más personas por unidad de energía» que la nuclear, así como especies amenazadas. Además, los paneles solares producen, según señala, de 200 a 300 veces más desechos tóxicos por unidad de energía que las centrales nucleares.

«Para crear mucha energía solar y eólica, necesito cubrir mucho de la naturaleza con colectores de combustible (viento, luz solar), que están muy diluidos», añade Shellenberger, que apunta que, por ejemplo, se necesita 413 veces más tierra para la energía eólica que para la nuclear. Uno de los puntos más controvertidos de la energía nuclear es los desechos que generan las centrales. Pero para Shellenberger, el tema de los residuos «está ya controlado»: «Todos los residuos jamás producidos en la Unión Europea caben en un campo de fútbol de 15 metros». «Me preocupo como ambientalista de las enormes islas de plástico en los océanos y de la contaminación del aire, son otras formas de residuos, pero en el ambiente», expresa.

Pese a todo ello, Shellenberger, firme en defender la energía nuclear por su bajo impacto en el medio ambiente y por su bajo coste, considera que existe un «problema» que hace que ni la sociedad ni los gobiernos vean los beneficios que tiene este energía. «El problema con la nuclear es muy simple, es el pensamiento de la gente», señaló.

En concreto, menciona tres razones por las que hay un temor generalizado hacia la energía nuclear. En primer lugar, señala que hay un «desplazamiento del odio y miedo», esto es, se asocia las armas (especialmente la bomba atómica) y los gobiernos autoritarios a este tipo de energía, cuando en realidad, también defiende que las muertes violentas han disminuido desde que se desarrollaron estas armas. En segundo lugar, considera que hay un «miedo» a que la energía sea «barata», tanto que entonces habría un exceso de producción energética, lo que provocaría una «explosión» de la población. «Demasiado energía, demasiadas personas», resume.

Por último, critica el «amor a las renovables», resultado de defender la «armonización con la naturaleza», cuando él prefiere sumar un elemento más para «salvaguardar la naturaleza»: «depender menos de ella». En este sentido, ha criticado a las grandes organizaciones ecologistas que se declaran antinucleares, pues piensa que sus objetivos no están marcados «para evitar el cambio climático, sino para establecer un tipo de sociedad», cuando él defiende que no hace falta una «revolución social«.

Chernóbil estrena una planta de energía solar 3 décadas después del mayor accidente de una central nuclear de la Historia

Europa Press.- Ucrania ha inaugurado una planta de energía solar en la localidad de Chernóbil, que aún se resiente del peor accidente nuclear de la Historia, ocurrido ya hace más de tres décadas. Una prueba rutinaria realizada en 1986 en el reactor IV formó nubes radiactivas que provocaron la muerte de 31 personas, mientras que miles sucumbieron después a enfermedades relacionadas con la radiación, como el cáncer.

La central nuclear permanece encerrada en un sarcófago gigante para contener las emisiones radiactivas, aunque la zona sigue deshabitada, visitada solamente por turistas a quienes dirigen unos guías pertrechados con medidores de radiación. En el primer intento de reactivar Chernóbil, se ha construido una planta de energía solar constituida por 3.800 paneles con capacidad para abastecer a 2.000 apartamentos. «No es solamente otra planta de energía solar», ha destacado el director ejecutivo de Solar Chernóbil, Evhen Variagin, destacando su «simbolismo».

Es la primera vez que el lugar se usa para la generación de energía desde el año 2000, cuando los remanentes de la central nuclear de Chernóbil fueron cerrados. «Ahora vemos un nuevo retoño, todavía pequeño, débil», ha valorado, por su parte, la jefa de la central nuclear, Valery Seyda. La planta de energía solar, un proyecto conjunto de la empresa ucraniana Rodina y de la alemana Enerparc valorado en un millón de euros, espera beneficiarse de las políticas de estímulo a las energías renovables.

Un libro de la institución valenciana de investigación Alfons el Magnànim analiza qué pasaría en un accidente nuclear en Cofrentes

EFE / Europa Press.- Un nuevo libro recién editado por la Institució Alfons el Magnànim-Centre Valencià d’Estudis i d’Investigació ha comparado las centrales nucleares de Chernóbil (Ucrania), Fukushima (Japón) y Cofrentes (Comunidad Valenciana) para analizar los accidentes de las dos primeras y concretar qué pasaría si una catástrofe similar ocurriese en la planta valenciana.

La institución, dependiente del Área de Cultura de la Diputación de Valencia, presentará la obra este martes a las 19.30 horas con sus dos autores, la responsable de energía y cambio climático de Greenpeace, la ecologista Raquel Montón, y el sociólogo de la Universidad de Valencia Francesc J. Hernández. El libro describe las similitudes entre las centrales nucleares de Chernóbil, Fukushima y Cofrentes, analiza las causas de los accidentes de las dos primeras y estudia cuáles han sido las consecuencias para las sociedades y el medio ambiente próximos a ambas.

La obra pretende responder a las preguntas que la ciudadanía valenciana se plantea sobre el funcionamiento de la central y reflexiona sobre las consecuencias de un hipotético accidente en Cofrentes, un tema sobre el que girará el debate que se realizará el día de su presentación en el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM). Al debate asistirá el diputado de Cultura, Xavier Rius, y en él participarán, además de los dos autores, Carles Arnal, político y activista medioambiental, y María Josep Picó, periodista especializada en medio ambiente.

José Antonio Gago, nuevo presidente de la Sociedad Nuclear: «España es un país nuclear sin que los españoles lo perciban»

Europa Press.– El presidente de la Sociedad Nuclear Española (SNE), José Antonio Gago, considera que «España es un país nuclear sin que los españoles lo perciban claramente» debido a la opinión contraria predominante entre la sociedad, a consecuencia de «muchos titulares que van a las emociones de las personas». Sin embargo, reclama abrir el «melón» del debate sobre el almacenamiento geológico profundo (AGP), para almacenar a largo plazo los residuos nucleares, porque es «una cuestión de Estado».

Gago ha lamentado la desinformación y el rechazo de este tipo de energía por «miedo», por «desconocimiento» o por los tres accidentes significativos (Three Miles Island, Chernobil y Fukushima) por los que entiende que cuente con «cierto rechazo ideológico«. Sin embargo, el presidente de la organización, que asumió su cargo el pasado marzo, ha explicado que, a mayor conocimiento de esta tecnología, hay una mayor aceptación, de modo que su objetivo es lograr un mayor entendimiento de los españoles de la energía del átomo porque asegura que tiene «muchas cosas positivas beneficiosas para la sociedad».

Para ello, una de las posibles medidas que se plantea es revisar los libros de texto para evitar posturas marcadas y contrarias a la nuclear así como fomentar la captación de talento entre los jóvenes para que se dediquen a un sector de alta cualificación y bien remunerado que permita dar el relevo a la actual generación que inició el programa nuclear en España y que «se irá jubilando«. En este marco, considera también que es crucial para el sector ser «más visible», con datos y argumentos objetivos en el «necesario debate» que debe hacer España sobre el futuro energético a medio y largo plazo y el papel de transición que puede jugar la nuclear.

Entre estos atributos se ha referido a la estabilidad que proporciona a la red de distribución porque es una «energía de base», así como al hecho de que la energía nuclear no emite gases invernadero, por lo que puede jugar un papel relevante en la lucha contra el cambio climático y para que el país pueda cumplir con sus compromisos del Acuerdo de París. «Queremos poner en valor esta energía en el mix de generación energética y entendemos que su papel en el futuro es inexorable en el paso hacia las renovables que tendrá lugar a tanto en este país como en otros», ha comentado.

Otro de los aspectos más controvertidos de la energía nuclear son los residuos nucleares del combustible gastado que genera y, a este respecto, considera que es necesario poner fin al retraso en la construcción y la entrada en funcionamiento del almacén temporal centralizado (ATC) en Villar de Cañas (Cuenca) porque está produciendo «un sobrecoste» que se tiene que trasladar en la tasa que los operadores de las centrales nucleares pagan a laEmpresa Nacional de Residuos Radiactivos (ENRESA) por la encomienda de su gestión futura.

Al mismo tiempo, además de este retraso «con coste», ha añadido que mientras tanto las centrales están teniendo que construir almacenes temporales individualizados (ATI) en cada planta. Se trata, según ha explicado, de una instalación sencilla, de hormigón, que aloja los contenedores de combustible. Solo el de Ascó, según Gago, que es el director general de la Asociación Nuclear Ascó-Vandellós II (ANAV), ha tenido un coste de unos 13 millones de euros, un importe que se integra en el balance de costes y cuyo impacto real sobre la tasa que se paga a Enresa es de un promedio de 6,9 euros por cada megawatio hora.

Respecto a la ubicación del futuro ATC asegura que «cualquiera de los emplazamientos» que se evaluaron para acogerlo cumplían los requisitos y ha defendido que el proceso fue transparente. Aunque por «motivos sentimentales» le habría gustado que el lugar elegido hubiera sido Ascó, asegura que el emplazamiento de Villar de Cañas es «igual de seguro» pero puede que sea más costoso a nivel económico«. «No tengo duda de que el emplazamiento es bueno, viable y perfectamente adecuado si el CSN lo ha avalado», ha confiado.

Por otro lado, más allá del almacenamiento para los próximos 70 o 100 años en el ATC, ha advertido de que es preciso «abrir el melón del almacenamiento a largo plazo porque, en cuestiones fundamentales para el Estado, no hay que esperar». «El debate hay que plantearlo y otros países tienen ya identificados los emplazamientos, cuentan con laboratorios subterráneos o instalaciones de demostración que son aceptados por la sociedad civil», ha subrayado. En este contexto ha puesto de ejemplo a los países escandinavos y cree que en España se debería seguir un modelo similar al proceso de participación que se ha seguido en el ATC.

El presidente de la SNE ha asegurado que «ninguna» de las condiciones exigidas por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) a la central nuclear de Santa María de Garoña (Burgos) para poder volver a operar es «extraordinaria» sino «similares» a las exigidas al resto del parque atómico español. «No vemos obstáculos técnicos. Todo lo que se ha pedido a Garoña ya lo tienen o lo están implantando el resto de las centrales españolas, puesto que muchas de las condiciones son mejoras que resultaron de las pruebas de resistencia tras el accidente de Fukushima«, ha afirmado.

La planta burgalesa solicitó en 2014 un permiso para poder volver a generar electricidad hasta 2031 pero Gago considera que el CSN «le habría puesto las mismas condiciones si hubiera pedido operar hasta 2021». Ahora recaerá en la propiedad de Garoña la decisión de analizar la viabilidad de estas inversiones porque no ve obstáculo al hecho de que Garoña tenga más de los 40 años de vida. «Esa cifra es como si a usted le dicen que está programado para vivir 60 años y llega ese día, está bien y no se muere«, comparó, al tiempo que recuerda que próximamente Almaraz y Vandellós podrán pedir la renovación de su licencia.

Otro de los asuntos abordados pasa por conocer cómo le afectaría en términos nucleares y energéticos a España una hipotética secesión de Cataluña del resto de España. Así, preguntado por esta cuestión, el presidente de la SNE asegura que «lo que no ocurrirá nunca será que se pongan fronteras a la red de distribución». Asimismo, precisó que las tres centrales nucleares situadas en Cataluña, Ascó I y II y Vandellós II, aportaron en 2016 en torno al 9,5% del consumo energético nacional, es decir, que del 21,2% con que contribuyó la nuclear a la producción eléctrica de España, el 9,5% provino de las plantas catalanas.

Ecologistas en Acción lanza la campaña Desenchúfate de la energía nuclear con motivo del aniversario de Chernóbil

Redacción / Agencias.- Mientras Ucrania ha celebrado un homenaje para recordar el trigésimo aniversario del desastre nuclear de Chernóbil, que contaminó permanentemente áreas del este de Europa y resaltó las debilidades del hermético sistema soviético, Ecologistas en Acción lanzó la campaña Desenchúfate de la energía nuclear con motivo del 30 aniversario del accidente en la central de Chernóbil, en la que se anima a la ciudadanía a prescindir de la aportación nuclear en su consumo eléctrico.

Junto a otras asociaciones, la campaña de Ecologistas en Acción hace hincapié en que para evitar accidentes como los de Chernóbil o Fukushima hay que proceder «al cierre escalonado de las nucleares lo antes posible». En España, la aportación nuclear a la potencia instalada es baja, del 6,8%, pero los ecologistas creen que con la regulación se “beneficia” a los propietarios de las centrales nucleares, lo que hace que la energía nuclear suministre más del 20% de la electricidad consumida.

La propuesta de la campaña es que los usuarios adopten medidas que disminuyan el consumo doméstico, fundamentalmente de ahorro y eficiencia. Entre ellas, la mejora del aislamiento de la vivienda, la instalación de dobles vidrios en las ventanas y la incorporación de iluminación LED, la instalación gradual de electrodomésticos eficientes cuando los antiguos se vayan estropeando. Además, la campaña propone el cambio de la comercializadora de electricidad actual por aquellas que venden energía de origen renovable certificada, aunque lo cierto es que la energía vertida a la red no permite garantizar su origen y que no provenga de centrales nucleares.

Homenaje en aniversario de Chernóbil

En abril de 1986, una prueba fallida en la central nuclear de la entonces Ucrania soviética provocó una fusión que emitió nubes mortales de material atómico a la atmósfera, forzando a decenas de miles de personas a abandonar sus hogares. Familiares de aquellos que murieron como resultado del peor accidente nuclear del mundo acudieron a la vigilia celebrada en una iglesia de Kiev construida en su memoria. «No pensamos que este accidente cambiaría todas nuestras vidas. Fue una guerra nuclear silenciosa para nosotros», cuenta Liudmila Kamkina, antigua trabajadora de la planta. Otros se reunieron en un homenaje en Slavutich, ciudad a 50 kilómetros de Chernóbil que se estableció para acoger a muchos de los evacuados.

Más de medio millón de personal civil y militar de toda la antigua Unión Soviética fue reunido para participar como «liquidadores» en la limpieza y contención del desastre nuclear, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). 31 trabajadores de la planta y bomberos murieron inmediatamente después del accidente, la mayoría de ellos por una contaminación aguda de radiación. Durante las últimas tres décadas, miles más han muerto por enfermedades relacionas con la radiación, como el cáncer, aunque la cifra total de fallecidos y afectados a largo plazo sigue siendo objeto de un intenso debate.

Nikolai Cherniavskiy, de 65 años, que trabajó en Chernóbil y más tarde fue un liquidador voluntario, recuerda haber subido al tejado de su bloque de apartamentos cerca de la localidad de Prípiat para ver la planta después del accidente. «Mi hijo dijo ‘papá, papá, quiero mirar también’. Él tiene que llevar gafas ahora y siento que es mi culpa por dejarlo mirar»,  relata el liquidador.

Expertos de la Complutense comparan las causas de Chernóbil y Fukushima pero defienden que la energía nuclear es «imprescindible»

Europa Press.- En abril de 1986 se produjo el accidente nuclear «más grave de la historia», en el reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil (Ucrania), cerca de Kiev, y 25 años después, la segunda «catástrofe más importante de este tipo» en Fukushima (Japón) y, según dos expertos de la Universidad Complutense de Madrid, «en el fondo, lo que causó los dos accidentes fue lo mismo», pero, aunque no está completamente exenta de riesgos, defienden que la energía nuclear es aún «imprescindible».

Aseguran que el origen estuvo en las «complicaciones derivadas» de un corte de suministro eléctrico al reactor y, aunque las causas y la duración del corte fueron «completamente distintas, al final ambas condujeron a la fusión del núcleo del reactor». En un artículo firmado por los investigadores del Grupo de Física Nuclear de la Universidad Complutense de Madrid, José María Gómez y José Manuel Udías, subrayan que es «imprescindible» el suministro externo en un reactor nuclear. Sin embargo, pese a estos accidentes, apuestan por «huir de miedos irracionales» porque no se puede permitir «el lujo» de prescindir de este tipo de energía sin un debate «serio» porque en la actualidad las plantas son más seguras.

En Fukushima, el mayor terremoto registrado nunca en Japón y el cuarto más violento del mundo desde 1900, provocó la destrucción de las líneas eléctricas de la zona por lo que la planta se quedó sin alimentación eléctrica externa y los reactores se apagaron automáticamente, según el protocolo de seguridad frente a terremotos. Los generadores diésel de emergencia mantuvieron el sistema de refrigeración en marcha hasta que, una hora después del seísmo, llegó la ola de 15 metros provocada por el tsunami subsiguiente al terremoto.

Según estos investigadores, por los fallos de diseño, las zonas críticas del complejo quedaron inundadas y se perdió el control del reactor «por completo». A continuación, los generadores diésel dejaron de funcionar y la falta de refrigeración provocó la fusión parcial del núcleo de 3 de los 4 reactores, explosiones de hidrógeno y escape de radiactividad. El accidente fue clasificado de «máxima gravedad, con el nivel 7 en la Escala Internacional de accidentes Nucleares (INES).

También con un nivel 7 se clasificó el accidente de la central nuclear de Chernóbil, pero según estos expertos, las consecuencias «fueron mucho más devastadoras que las de Fukushima, porque el diseño del reactor fue diferente. El inicio del accidente no fue provocado por un desastre natural sino por «fallos humanos de extrema gravedad», entre los que destacan las deficiencias muy serias en el diseño de Chernóbil. Según estos expertos, «con los estándares europeos o americanos nunca se habría autorizado».

También recuerdan que los ingenieros de la planta ucraniana sabían que en caso de interrupción del suministro eléctrico, los generadores diésel necesitarían casi un minuto para alcanzar el pleno rendimiento tras su encendido. Desde el inicio de su actividad se preguntaban si en caso de falta de suministro eléctrico o avería, la inercia mecánica de las turbinas sería suficiente para mantener el agua de refrigeración circulando durante ese minuto. Fue durante las pruebas para comprobarlo, el 25 de abril de 1986, cuando se iba a realizar el experimento en el turno de día, pero finalmente no fue hasta por la noche cuando pudo iniciarse la prueba; los trabajadores del turno de noche no habían sido instruidos con el mismo detalle.

Esto llevó a que «nadie» en aquel momento se percató de que se había producido un envenenamiento por xenón del reactor. El xenón es un producto de fisión que se acumula, absorbe los neutrones y disminuye el ritmo de fisión en el reactor. De este modo, la potencia bajó «mucho más» de lo previsto, hasta niveles insuficientes para realizar la prueba y el reactor se volvió «extremadamente inestable» y los mecanismos habituales de control y seguridad eran «apenas efectivos». «Es más difícil controlar una bicicleta cuando vamos demasiado despacio», comentan los expertos de la UCM.

«No solo no lograron estabilizar el reactor, sino que las medidas tomadas para estabilizarlo probablemente empeoraron la situación», comentan. «En brevísimos» instantes se produjo un aumento súbito de potencia que hizo que se evaporase todo el agua de refrigeración; la presión en la vasija del núcleo se elevó «desmesuradamente» y se produjo una primera explosión de vapor que produjo grietas y grandes daños. Tres segundos después, una segunda explosión provocó una entrada de aire y el grafito se incendió. «La catástrofe era ya de enorme magnitud y totalmente incontrolable», recuerdan.

Sin embargo, añaden que aunque el primer informe de la OIEA atribuyó prácticamente toda la responsabilidad a errores humanos, un estudio más reciente, basado en simulaciones concluye que, aunque los ingenieros cometieron errores durante el ensayo deshabilitando algunos sistemas de protección, el accidente se habría producido «muy probablemente» sin estas intervenciones, debido al diseño «intrínsecamente inseguro» que lo hacía «muy inestable» a baja potencia. Fukushima alertó sobre el riesgo de subestimar la probabilidad de desastres nucleares cuando los factores económicos presionan a favor de autorizar el emplazamiento de una central.

«Si bien Fukushima y Chernóbil han servido para mejorar la seguridad en los diseños de las nuevas centrales nucleares y para reforzar las salvaguardas en las centrales existentes, el miedo a lo nuclear entre la población aumentó, frenando en seco los planes de expansión nuclear de muchos países occidentales. Gómez y Udías subrayan que los combustibles fósiles se agotarán y son la principal causa de calentamiento global mientras las energías renovables son mucho más atractivas, pero son insuficientes y lo seguirán siendo durante bastante tiempo.

Por ello, abogan por la energía nuclear como una alternativa «realista» para la producción estable de electricidad, ya que funciona las 24 horas y no depende de los vientos. En concreto, recuerdan que no produce emisión de gases de efecto invernadero y puede constituir una «gran herramienta en la lucha contra el cambio climático». «No podemos permitirnos el lujo de cerrarnos a la opción nuclear sin antes un serio debate y estudio. Las centrales nucleares son hoy más seguras que antes de Chernóbil y representan una de la formas más seguras de producir electricidad a gran escala; debemos huir de miedos irracionales y comparar seriamente los riesgos de las diferentes fuentes de energía», han defendido.

Una víctima de Chernóbil invitada por Greenpeace intentará convencer a los políticos españoles de los «riesgos» de la energía nuclear

Redacción / Agencias.- Mientras San Sebastián acogerá esta semana el cierre de la Semana de Acción Europea Por un futuro sin Chernóbil ni Fukushima con un programa de actividades dedicado a profundizar en la sensibilización sobre esos desastres nucleares y sus efectos, una maestra ucrania de 43 años y víctima del accidente nuclear de Chernóbil llegará a España invitada por Greenpeace con el objetivo de mantener reuniones con los principales partidos políticos españoles y «alertar de los riesgos que entraña la energía nuclear».

Se trata de Svitlana, una profesora ucrania que el 26 de abril de 1986, cuando se produjo la catástrofe nuclear de Chernóbil, residía en la aldea de Orane, a unos pocos kilómetros de Chernóbil. Esta víctima de la radiación se reunirá a lo largo de esta semana con representantes políticos del Parlamento catalán, de la Cámara vasca y del Congreso de los Diputados, ya que fuentes de la ONG explicaron que el objetivo es que se vea con todos los grupos parlamentarios de estas cámaras.

Tanto Svitlana como muchas otras personas de Ucrania, Rusia y Bielorrusia sufren aún, 30 años después, los efectos de la fuga radiactiva y «son el verdadero rostro de una fuente de energía incontrolable e innecesaria», según la organización ecologista Greenpeace. En 2006, 20 años después, esta ONG cifró en 200.000 las víctimas mortales y previó otras 93.000 por casos de cáncer asociados a la radiación. Greenpeace recuerda que el accidente nuclear de Chernóbil es el «más grave sucedido hasta la fecha» y que las consecuencias no sólo se dieron en el momento en el que se produjo el accidente, sino actualmente, ya que buena parte de la población de la zona arrastra problemas de salud y psicológicos asociados al accidente.

San Sebastián, Chernóbil y Fukushima

Según la asociación Bikarte, que promueve el acogimiento temporal de niños rusos y bielorrusos en familias vascas, se trata de poner el colofón a una iniciativa anual apoyada por el Parlamento de la Unión Europea. El programa organizado en San Sebastián incluirá una exposición fotográfica, conferencias y otras iniciativas. Un concierto solidario en la basílica de Santa María a cargo del Orfeón Donostiarra pondrá este sábado el punto final a la Semana de Acción Europea.

Entre las ponencias, que se desarrollarán entre el jueves y viernes en el auditorio del Aquarium y la Facultad de Derecho de la UPV/EHU, destacan las que impartirán Alexander Shimasky, militar que trabajó como testigo o «liquidador» tras el accidente de la central de Chernóbil, y Alexei Nesterenko, director del instituto Belrad de Bielorrusia, entidad dedicada a la medición de radicación en el cuerpo humano.

Miles de trabajadores van diariamente a la central de Chernóbil en los trabajos de desmantelamiento 30 años después del accidente

EFE.- 30 años después del más grave accidente nuclear de la historia, miles de trabajadores siguen acudiendo cada día a la central de Chernóbil (Ucrania), el epicentro de la catástrofe que obligó a evacuar a cientos de miles de personas y contaminó amplias zonas de Europa.

«Hay unos 1.500 trabajadores en la plantilla, que se ocupan del programa de desmantelamiento de la planta, y además otros 1.000 o 2.000 contratados por el consorcio internacional que construye el nuevo sarcófago para el reactor 4″, explica Anton Pobor, del departamento de cooperación internacional de la central. Situada 120 kilómetros al norte de Kiev y junto a la frontera con Bielorrusia, Chernóbil desprende una aparente normalidad, con empleados pasando por los tornos de acceso o noticias sindicales en los muros, pero el dosímetro de radiación que todos llevan colgado del cuello nos devuelve a la realidad. También algunos anuncios sobre colectas con las que costear los tratamientos médicos que requieren muchos de sus antiguos empleados afectados por la radiación.

La falsa normalidad también se siente a la salida de la central, ya que todo trabajador o visitante debe pasar por un medidor de radiación que indica si se está «limpio» o «contaminado«. Pobor sale a recibirnos vestido con bata y cofia blancos, el «uniforme» obligatorio para todo trabajador o visitante, y nos hace firmar por escrito que no vamos a tocar ningún botón. Aquí se trabaja en el desmantelamiento definitivo de los reactores 1, 2 y 3, que siguieron funcionando tras la catástrofe del 26 de abril de 1986 y fueron parados hasta dejar de operar en el 2000.

«En 2015 comenzó la segunda fase del programa, para la parada total de la planta y la conservación de las unidades. Se trata de garantizar el almacenamiento seguro del combustible nuclear y todo el material radiactivo que contienen los reactores», explica Pobor. Por los pasillos de más de 600 metros de largo que recorren la planta se mueven silenciosas figuras de blanco inmersas en sus tareas cotidianas, sea en las salas de control, de ordenadores o en las turbinas. En la sala de control del reactor número 2, varios ingenieros trabajan en una maraña de botones, palancas y paneles, beben té o incluso fuman distendidamente.

Al fondo de uno de esos largos corredores hay una pequeña puerta: «por ahí se entra al bloque número 4», nos muestra Antón, pero pasamos de largo. A varios cientos de metros del edificio principal, una gigantesca cantera acoge la construcción del segundo sarcófago, el gran arco de acero, plomo y otras materias que deberá garantizar que el fatídico reactor 4 no emita radiación en al menos un siglo. El nuevo sarcófago está llamado a sustituir a la primera cubierta, un gigantesco cubo de hormigón que fue terminado unos siete meses después de la catástrofe.

«El primer sarcófago está acabando su vida útil, que era de 30 años, por eso es tan urgente construir una nueva protección», señala Yulia Marusich, especialista del departamento internacional de Chernóbil. Cientos de obreros y especialistas circulan por la zona de construcción del sarcófago. «Toda el área fue descontaminada exhaustivamente antes de comenzar, para evitar riesgos al personal. A pesar de todo, la radiación ahí es unas 20 veces superior a la de Kiev», afirma Yulia. A finales de 2017 comenzará a operar este segundo sarcófago, y en 2023 se espera completar la destrucción de la vieja estructura, la tarea más delicada de todo el proyecto ya que implica trabajar en el interior del reactor.

Miles de «liquidadores» de Chernóbil piden en Ucrania ayudas al Gobierno

EFE.– Unos 6.000 miembros de organizaciones ucranianas de «liquidadores», aquellos que participaron en los trabajos para hacer frente al accidente de la central nuclear de Chernóbil, se manifestaron por el centro de Kiev para exigir al Gobierno más ayudas y reconocimiento. «Los liquidadores se extinguen como velas», señalaba una de las pancartas, en alusión a los cientos de miles de personas que colaboraron de alguna manera en las tareas ligadas a la catástrofe atómica del 26 de abril de 1986.

«Nosotros salvamos al mundo. Salvamos vidas. Vosotros vivís felices, nosotros estamos enfermos y muriendo, queremos vivir como vosotros», podía leerse en otro cartel portado por los manifestantes, que marcharon hacia el edificio del Consejo de Ministros. Guennadi Alexandrovich, uno de los asistentes, afirmó: «Nos hemos reunido para atraer la atención del Gobierno, de nuestra sociedad y del mundo entero sobre el problema de los liquidadores».

«Hay leyes en Ucrania que protegen los derechos de los liquidadores, pero primero no se cumplen, y además queremos que cambien», señaló otro manifestante, Gleb Malutin, representante de una de las organizaciones convocantes. Explicó que, según la ley, la pensión del liquidador se calcula de acuerdo al salario que recibía en el momento del accidente. Por ello, «si la persona era trabajador de la central nuclear recibe una buena pensión, pero si era uno de los soldados que fueron enviados a luchar contra la radiación recibe una cantidad de miseria. Eso no es justo», subrayó.

Vladímir Gúdov, que fue uno de los vicejefes del batallón especial que se envió a Chernóbil para frenar la propagación de la radiación, señaló que la situación de los liquidadores empeoró tras la desintegración de la URSS en 1991. «En los tiempos soviéticos la sanidad era gratuita, teníamos protección social. Después se hizo de pago y no podemos hacer frente a los tratamientos», señaló. «Lo que hicimos salvó al mundo, evitamos que se repitiera una explosión que habría sido más letal que la primera, que habría destruido ciudades como Kiev y Minsk y hecho de Europa un continente inhabitable», asegura.