¿Salvados o perdidos?
En principio, hay que saludar la iniciativa de dedicar un programa al sector energético, sobre todo en los momentos que corren, con una situación en lo eléctrico que deriva del pasado no tan inmediato y con una propuesta para abordar el problema del déficit tarifario contenida de aquella manera en el proyecto de Ley de medidas fiscales para la sostenibilidad energética, actualmente en trámite en el Senado, tras su aprobación el pasado jueves en el Congreso de los Diputados.
Reconociendo por tanto que es una iniciativa positiva, al final, se desgracia por la propensión al escándalo y al tremendismo que debe ser la resultante de cada edición de este programa. Es la profecía que se autocumple. En este caso, el resultado es un programa malogrado, que pierde la oportunidad de abordar las cuatro cuestiones básicas que tiene abierto el sector energético: el déficit de tarifa eléctrico, el crecimiento de las tarifas de acceso, las primas a las renovables y el equilibrio entre la tarifa y el coste de suministro en un régimen de economía de mercado.
Sin embargo, el objetivo resultó ser el de lanzar sospechas con preguntas más o menos insidiosas sobre las «empresas grandes del sector». Un clásico.
Por eso, quizá su mayor problema proviene de la propia técnica empleada para la interpelación o para la entrevista: es la forma de incorporar en la pregunta del periodista la propia respuesta esperada, es el hecho de condicionar al entrevistado con juicios apriorísticos, llevándole a un camino muy angosto para su contestación. Consecuencia de ello y, partiendo de una visión ideologizada y de un prejuicio antiempresarial, es haber acabado en lo obvio, esto es, en los lugares comunes: las empresas son supuestamente perversas, puesto que pretenden obtener y retornar beneficios de sus inversiones (¿?), una crítica a la que no es fácil sustraerse en un país con poco asentamiento del papel de las empresas y de los mecanismos de economía de mercado semejante a otras sociedades occidentales.
La sucesión del programa empieza con una charla interesante y muy didáctica a Carmen Monforte, compañera del diario Cinco Días, en la que explica con suficiente precisión la evolución de la tarifa, el origen del déficit tarifario y la composición de las tarifas de acceso, enunciando sus componentes. Allí, Jordi Évole deja abierto el tema de los más 7.500 millones de euros con tasas de crecimiento anual del 25% como son las primas a las renovables y si éstas deben ser sufragadas en la tarifa o por los Presupuestos Generales del Estado. Monforte explica muy bien el control político de la tarifa eléctrica ejercido desde el pasado, así como los hechos del pasado reciente como el intento de promover una quita por parte de las empresas (una condonación de la deuda tarifaria acumulada) y cuenta la moratoria nuclear, sin ideología. La periodista, con un enfoque profesional, tampoco deja espacio para la ilusión monetaria respecto a la evolución de los precios de la electricidad. Por tanto, ya avisa de que la tarifa tendrá que subir por la deuda acumulada del pasado, además de señalar la grave carencia de una política energética en nuestro país. Cabría matizar algún pequeño detalle, sobre todo de los ejemplos, pero en líneas generales, es una explicación rigurosa.
A partir de aquí, el programa pierde los referentes. Seguidamente se entrevista a Jorge Morales, director de la empresa eléctrica GeoAtlanter y titular de una planta fotovoltaica, además de ser ex miembro de la Junta Directiva de UNEF, al que Évole no le pregunta ni por el exceso de plantas instaladas, ni por el descontrol sobre las primas (pese a ponérselo Monforte en bandeja de plata en la entrevista anterior al explicar los mecanismos que engrosan el coste del suministro). Pues bien, el señor Morales es el que explica el funcionamiento del mercado eléctrico, para acabar emitiendo una afirmación de que el sector eléctrico es un sector oligopolístico (por el número de operadores), algo que aparece desde la cabecera y títulos de crédito que introducen el reportaje. Morales se centra en proferir sospechas y abstraerse de los datos objetivos que le puedan contradecir: los índices de competencia en el sector en cuanto a las ofertas (más allá del número de operadores nuevos adicionales y de que las ofertas en un mercado marginal son muy relevantes al bajar precios), a los resultados de las supervisiones de la CNE, la evolución de precios del mercado con respecto a Europa (elemento que oculta, pese a haber sido más bajos que en Europa hasta el momento de anunciar el proyecto de ley) y a que la energía de régimen especial es de obligado franqueo. La forma de plantear el problema es recurrente: sospechas sobre el mercado para desviar la atención entre los precios medios del mercado por MWh y los subsidios en las tecnologías más primadas.
Y, para culminar, Évole le enseña una noticia de la Cadena Ser, referida a una multa a las empresas eléctricas por el traspaso de datos en el ámbito de la comercialización y Morales la aprovecha para entrar a la carga nuevamente respecto al mercado de generación. Todo alimenta. Finalmente interpreta las razones de la salida de Gaz de France de España en sus plantas de ciclo combinado de Cartagena: consecuencia de la nueva fiscalidad pseudoambiental y pseudosostenible y de la caída de la demanda en lugar de un supuesto «tour de force» con las empresas españolas. Recordemos que este contexto es un hecho que también lleva, por ejemplo, a Iberdrola a trasladar ciclos combinados a Inglaterra.
Y luego, el paroxismo llega con Jorge Fabra, exconsejero de la CNE y expresidente de REE, que, de facto, despliega una afirmación para sí mismo: la electricidad soy yo. Encantado de conocerse, hombre televisivo y radiofónico donde los haya, se queja del fin del monopolio de interpretación del sector energético al aparecer visiones críticas y liberales con respecto a sus afirmaciones, tendentes a dinamitar el mercado eléctrico español para volver al intervencionismo y al Marco Legal Estable del franquismo. Incluso logra hacer de la necesidad virtud cuando se refiere a la investigación pasada sobre la posible existencia de fraude en las renovables hecha por la CNE, y que él mismo alentó en ese momento sin pudor, lo que le sirve para hacer traslúcido el problema económico del impacto en las primas en las tarifas de acceso (el 40% de la tarifa). La anécdota como pantalla en la pantalla.
Una actitud suficiente en lo técnico, desde las lecciones en los campos electromagnéticos a la diferencia entre «Walt» y «Watt» dirigida a José Manuel Soria, cuya incuria en el campo energético proviene de otros problemas diferentes a esta lamentable confusión. Tanto es así, que propio Évole le dice casi de forma insolente, que no se ponga «tiquis miquis». Una actitud también condescendiente en lo ético, bajo una formulación victimista y mártir, que serviría para recordar la forma de engrosar los costes reconocidos bajo su presidencia en REE o su demanda pasada de ser consejero vitalicio en la CNE. Demagogia sin argumentos revestida de juicios de valor falaces. Un hombre, una casta, una saga, un clan.
En definitiva, un programa que podía haber arrojado una idea clara de haber seguido con el enfoque de la entrevista a Carmen Monforte, y que se estropea para volverse intrascendente y frívolo. Una forma de dejar a la sociedad española con la cabeza caliente y con los pies fríos. Y la pregunta es, ¿quién gana con ocultar el problema del crecimiento de las primas en las tarifas de acceso y que no se plantee si se paga en la tarifa o no? Y es más, ¿entrevistará el Gran Wyoming a Fabra en el Intermedio?




La confusión del Sr. Ministro referida por el Sr. Fabra no era entre Walt y Watt, sino entre Volt y Watt. Llámame tiquismiquis.
En mi opinión, las primas a las renovables (donde también se meten las de cogeneración que són fósiles, ojo), deberían añadirse al coste de mercado, pues son un coste de producción proporcional a la cantidad de energía, y no un coste fijo del sistema que se cubre con las tarifas de acceso, a las que se culpa de las subidas pues parecen ser la alfombra donde se han ido escondiendo todos los polvos que nos han traído estos lodos.
Y luego valorar si el coste-beneficio que suponen en conjunto (unos 20 €/MWh) frente a las ventajas que suponen en reducción de dependencia externa, balanza de pagos, ahorro de emisiones, estabilidad de costes. Eso también sin apriorísmos ni ideología, como reclaman vds. y del que no están nada faltos los portavoces de las grandes empresas con intereses en el sector en los múltiples foros dónde señalan a otros como responsables del incremento de costes de la energía.
E igualmente, desde la lógica del mercado, deben establecerse criterios para compensar la posición de ventaja de las empresas que compiten con activos amortizados (y pagados enteramente por los consumidores en el marco legal estable que salvó a las eléctricas de la quiebra financiera en los 80-90), respecto a las empresas que pretenden acudir al mercado con nuevos activos más eficientes, menos contaminantes y más competitivos en coste de generación. De lo contrario, se perpetua el cortijo de los antigos monopolios, se impide a la competencia, y se premia con los llamados «windfall profits» a las plantas amortizadas a costa del bolsillo del consumidor y de la competitividad de las empresas.
PS No deja de sorprenderme que se reclame que no se tomen decisiones «políticas» atribuyendo un tono despreciativo a ese término. En mi opinión, si algo se hecha en falta -y así lo indica la Sra. Monforte – es una política, visión y liderazgo claros de la administración para definir un marco eficiente y transparente donde las empresas compitan para dar un servicio tan vital como el suministro eléctrico. Que premie a las mejores (tanto grandes eléctricas que hacen muchas cosas muy bien como empresas de renovables que han transformado para bien el sector en pocos años)); En lugar de las sospechas de lobbies, trapicheos, decretos-ley de urgencia que llevamos arrastrando desde que el praeclaro Sr. Rato ideara algo tan alejado del mercado como el déficit de tarifa.
Deberían documentarse algo mejor, puesto que ya no soy miembro de la Junta Directiva de UNEF.
Lamento que el enfoque de este programa -a diferencia del que tienen otros muchos medios- no haya sido de su agrado. No lo han controlado.
Nuestro modelo de mercado eléctrico es la piedra angular de los problemas del sector.
Ciertamente la regulación de las renovables no se ha adaptado a su vertiginosa evolución -cosa que dije, aunque no se emitió- pero, muy a su pesar, este NO es el principal de los problemas del sector.
Por cierto que los precios de los mercados de centroeuropa no son directamente comparables con los nuestros, sencillamente, porque allí se negocian excedentes y no la inmensa mayoría de la energía.
Tenemos que empezar a contar las cosas como son, porque se habla muchas veces con falta de rigor. El déficit que tenemos en el sistema eléctrico español es un déficit tremendo, es el mayor y mas urgente que tenemos, yo no diría el mas importante. Lo más importante es reducir la dependencia energética que tenemos como país que nos tiene en una balanza totalmente desequilibrada que hace que tengamos una industria que hace que en cualquier momento pueda quebrar como ya hemos visto en algún momento.
El déficit no es un tema que venga desde el año 1997 como dice el señor ministro.
Jamás ha habido voluntad política para corregirlo.
Se ha utilizado la tarifa como una herramienta para hacer política en vez de un modo de fijar tarifas que correspondiera a términos técnico económicos.
Desde el año 2002 hasta el 2004-2005 no hemos tenido en España déficit de tarifa.
El año 2003 y 2004 no crea déficit porque son años de una producción hidráulica muy fuerte.
El primer año que tenemos déficit es el 2005 con 3830 millones de euros, haciéndose injustamente responsable a las renovables, cuando todo el régimen especial del año 2005 subió 1246 millones. En ese año 2005, las renovables cobraban de prima 1200 millones. Si a estos 1200 millones les quitamos 330 millones de cogeneración, nos quedamos con entorno a 900 millones.
¿Dónde están los otros 3000?
Y es que el déficit fue de 3830 y lo nuestro no llega a 900 millones.
Hay 3000 que tendrán que explicar de donde vienen.
Si nos vamos al año mas paradigmático que es el año 2008, existen 5800 millones de déficit eléctrico.
¿Cuánto suman las renovables si a ello le quitamos los 700 millones de cogeneración? 2600 millones y si quitamos los residuos, aun seria menor. Entonces, sigue habiendo otros 3000 millones de déficit, es decir, que cuando llegamos al año 2008 sin contar con lo que pesaban entonces las renovables, que era muy poco todavía, ya andábamos por cifras cercanas a los 14000 millones de euros,…
Por tanto, las renovables no son las responsables del déficit.
Es verdad que a futuro iremos tomando mas peso pero eso va aparte de los planteamientos que se han hecho de política y de desarrollo de renovables, pero no se puede culpar a las renovables del déficit de tarifa, porque no es así.»
¿Qué pinta mencionar al Gran Wyoming al final del artículo? Aquí no se habla de ideologías, sino de política energética, la cual queda patente gracias a Évole que no existe en absoluto en este país gracias a lka influencia de cinco grandes empresas.
Espero que no se trate usted de esas «plumas mercenarias» que menciona Fabra de forma tan acertada. Aunque más que pluma habría que decir «encapuchado», porque para empezar no sabemos ni quien escribe esta sarta de sandeces.
Como bien decía Évole en el programa dedicado a la financiación de los partidos cuando hablaba con el diputado Martínez Pujalte:
M.P: …lo que pasa es que no hay que hacer demagogia…
J.E.: Ya estamos
M.P. ¿Qué?
J.E.: que cada vez que sacamos cuestiones espinosas salta a la palestra la «demagogia».
Al ver que no se pude usted, pluma mercenaria sin duda, a mencionar la fatídica palabra, no he podido resistirme. Le ha faltado la gran frase:
¡Renovables caca!
Que pena de país y que asco de oligopolio. Y mientras tanto venga a importar gas natural.
Lo que ha dejado patente el programa, entre otras cosas, es la manipulacion de muchos medios en este tema. Se viene hablando de las renovables como origen del deficit de tarifa, cuando es mucho anterior. Se quejan de las primas a las renovables, pero no de las subvenciones al gas natural. Hablan de primas a las renovables, en lugar de primas al regimen especial (que engloba tambien a las cogeneraciones a gas natural). Y se acusa, en portada, a las FV de defraudar para luego silenciar el dictamen de la CNE de que dicho fraude es prácticamente inexistente.
¿Hablamos de la subasta CESUR? (popularmente conocida como ROBASTA). Una subasta con reglas confidenciales, desconocidas para el publico, y en la que agentes economicos como Merryl Lynch o Goldman Sachs llenan sus sacos de oro a costa de los consumidores.
Paro ya no porque no tenga nada mas que decir, sino porque el comentario se haría eterno…