«Ppinazo» al sector eléctrico
La noticia del pacto entre Gobierno y Partido Popular para aplazar la subida de la tarifa de la luz del próximo julio sólo puede ser entendida en clave puramente política y nunca económica, en un acuerdo que trastorna la solución que el Real Decreto Ley 6/2009 había establecido al déficit tarifario. Por su parte, los mercados y analistas financieros recibieron esta noticia, sin ningún género de dudas, de manera negativa (al igual que el día anterior) empeorando las perspectivas y valores del sector eléctrico, con tendencia a la baja en sus cotizaciones. (¿Cómo puede ser que los mercados reciban mal la noticia de un «acuerdo» político?) Recordemos que el déficit tarifario es la insuficiencia de la tarifa para sufragar sus costes y que, en su formación, han participado gobiernos de los dos signos políticos, al limitar las subidas de la electricidad a porcentajes asumibles o asimilables al IPC.
Evidentemente, esta decisión pone de manifiesto muchas cuestiones. La primera es la falta de convicción en los modelos y mecanismos de mercado, y en su defecto, la capacidad de la política española para el enjuague. Además, también evidencia la ausencia (ya confirmada) de política energética en el partido del gobierno y también en el partido de la oposición, hoy denominado el «Partido Popular Obrero» o «Partido Populista Obrero Español«, esforzado en no presentar ningún ajuste ni esfuerzo a la sociedad española, tras excesos en los que todos los partidos han participado. Un Partido Popular que no entiende ni siquiera la liberalización que él mismo diseñó, así como el concepto de mercado eléctrico, ni las medidas que tomó. Por eso ha venido el «ppinazo al sector eléctrico», que evidencia la vuelta a las fórmulas del franquismo que aplazaron la asunción de los costes de la energía en la crisis del 73 por parte de la sociedad y del aparato productivo. Luego vendrán los que intentan negar la ley de la gravitación universal, diciendo que qué es eso de que manden los mercados y no la política… ¡Habrase visto!
En el actual contexto político, con un gobierno débil y apesadumbrado por la cantidad de malas noticias de este último mes, encontramos la tendencia a entender la energía como un precio político, el hecho de no entender el papel de la empresa en sistema económico y los mercados y la poca voluntad de Moncloa de hacer algo un poquito doloroso. Y seguramente, en el lado contrario una oposición aquejada de los mismos males anteriores (el frame se lo coloca el Gobierno, sólo hay que ver el seguidismo del portavoz económico del PP en la rueda de prensa con el Ministro de Industria), impelida de hacer méritos ante el electorado como conseguidora de rebajas al ajuste aplazado. Un día, probablemente, tendrán que explicar a sus socios europeos un programa económico basado en ningún ajuste, bajada de impuestos, no a la subida del IVA, no a la bajada de las pensiones, no a la bajada de los sueldos de los funcionarios, no a los recortes y propuestas de rebajas de gasto público incidentales en bisutería de la estructura de la Administración.
En común, han preferido promover una medida que deteriora la confianza y la seguridad, primero en la política española, pero después en la economía, las empresas, los mercados, la certidumbre en la regulación y la perspectiva financiera. Estas decisiones, profundamente demagógicas, son a la vez profundamente irresponsables y por todas ellas también estamos en vigilancia exterior, incluido el primer partido de la oposición. Volvemos a las andadas en cuanto hay un pequeño respiro.
Pero también evidencia el progresivo arrinconamiento del sector eléctrico en lo que se refiere a la vida política y los asuntos públicos. Ha llegado la «tormenta perfecta». Este acuerdo, este Pacto, puede ser la piedra de toque. Con un problema de sobreinversión a sus espaldas, probablemente su concurso en aumentar la potencia instalada no será necesario en los próximos años. Horadado por el Caballo de Troya de los nuevos entrantes (con más predicamento en Moncloa e Industria que las empresas tradicionales), han perdido también la perspectiva de un modelo de mercado competitivo, para, en ocasiones, ansiar nuevos paradigmas, una especie de nuevo modelo de vuelta al Marco Legal Estable, en plan acomodaticio, a la medida de cada mix de generación. A la carta. Una ensoñación que no permitía ver el objetivo más general perseguido desde instancias políticas: reducir la factura y, si era posible, realizar procesos de expropiación encubierta de derechos pasados o revisionismos generalizados inexplicables. Es decir que de ese debate había atisbos claros de que no se iba a salir bien.
Hemos podido comprobar además una fuerte campaña del sector productivo para reclamar energía barata, sea como sea, y la respuesta con la espada de Damocles de la titulización del déficit encima siempre, han sido muy tibias desde el sector. En ese sentido, desde el punto de vista institucional, del Ejecutivo, de la política y del colectivo retroprogresivo de la energía, con presencia en determinados nódulos de decisión y centros de poder donde siguen agazapados, se ha asistido con delectación morbosa a este proceso de encapsulamiento sectorial y al deterioro de su reputación social.
Hoy asistimos, paradójicamente, a una fase de precios muy baratos de la energía en nuestro país, que por mor del aplazamiento de la deuda pasada y de lo que incluye la tarifa, se ha convertido en un verdadero boomerang ingestionable políticamente por el sector, que anda en plena tribulación interna.
El sector debería hacer una reflexión en profundidad de lo sucedido, con mucha mayor perspectiva, con un examen severo de su propia responsabilidad por acción o dejación. Una reflexión que incluye el por qué no haber sabido salir del complejo de sector más político que regulado y de asumir el marco demagógico con argumentos políticos y no empresariales a conveniencia. Más allá del coyunturalismo y del cortoplacismo de responder a las urgencias, de visiones parciales interesadas, o de responder al juego de ser políticamente correcto con los reguladores/supervisores, además de soportar el fastuoso y grave incendio derivado de este Pacto.
Con estos mimbres, los adalides del consenso por lo político, no por lo económico, a la búlgara, es con los que parte el presunto «Pacto de Estado» por la energía que se anunció ayer y que sugiere una revisión e indefinición del modelo. Temblad.

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