Podemos
La consecución por parte de la selección española de fútbol de la Copa de Europa tras un torneo emocionante y que instaurado un estado de credibilidad en nuestra selección española de fútbol viene a coincidir el tiempo con el fin de las tarifas de alta tensión y la articulación de un segmento del mercado liberalizado, en este caso de los usuarios y clientes empresariales. Algo que parecía imposible, tras un escenario artificialmente dramático y que estaba sometido a las presiones lógicas de determinados tipos de consumidores que mantenían unas condiciones de precios muy favorables (en detrimento de otros).
La consecuencia más evidente de las dos analogías felices es que se puede articular un mercado liberalizado, que podemos estar perfectamente homologados en el proceso de liberalización en la energía en Europa (tras haberlo liderado), sin necesidad de acudir a fórmulas extravagantes que supongan la intervención pública o la ruptura de los mecanismos de mercado, cayendo en algún tipo de anacronismo. Y un anacronismo, por ejemplo, es sugerir la regulación por tecnologías o la existencia o pervivencia de ‘subsidios cruzados’ entre consumidores, por una parte conocido y delatado a nivel europeo y por otra parte, como coartada para evitar procesos de inversión, de incorporación de tecnología y ajuste. Otro anacronismo es abdicar del modelo de mercado en aras a que la intervención y el arbitrismo ‘ponga todo en su sitio’.
Hasta el momento, hoy podemos conocer como se producen los ajustes en los mercados internacionales de materias primas o de determinadas commodities (por cierto, sometidos todos al mercado, al marginalismo sin componentes ideológicos peyorativos, con unos precios hoy en alza, sino como mecanismo real de funcionamiento o a través de las relaciones bilaterales entre iguales). Es un tema de competitividad, pero en serio. Si no, si no actúan los mercados, con una buena regulación, todo se convierte en ver quien se vincula con la Administración de turno, en una visión omninscente en la cual todo consiste en ejercer la presión suficiente, por los medios adecuados, en el momento (político o electora) adecuado. En todo caso, existen otras vías de hacer política industrial que no sea la transmutación de los costes relativos, igual que existen vías para hacer política de rentas, política fiscal o de gasto público para configurar el modelo de justicia social que decide un país que utilizar la tarifa eléctrica en un país sin energía.
Un anacronismo es, incluso, aislar a nuestro país y nuestro sistema productivo y a nuestros consumidores de la realidad internacional que son una brutal elevación de los costes de la energía por la vía regulatoria o intervencionista. Todos los análisis de medio plazo señalan que la ‘velocidad’ con la que un país se ajuste a la nueva realidad de la energía será clave en el futuro económico del país (y este ajuste no es el ejercicio de prestidigitación para que las tarifas se mantengan fijas, el ajuste es aquel permite hacer que los consumidores, las economías y los sistemas productivos utilicen menos energía y la utilicen mejor). Eso no quiere decir que no haya vías de política energética para tratar de contar con un sistema energético ‘menos costoso’ y más eficiente medioambientalmente. En eso también, hay que trabajar: es el medio plazo, sin subvertir las dinámicas de los mercados y la inversión (tan necesarias hacia el futuro).
Para ello, todos los consumidores (empresariales y particulares) deben conocer el coste real de la energía. Todos los expertos consultados refieren la importancia del precio en cualquier política de eficiencia energética, lo que fuerza a realizar políticas de ajuste, de innovación, de incorporación de tecnologías más eficientes a los procesos productivos. Cuestión de mayor enjundia si cabe, si somos conscientes de que los recursos energéticos propios son muy escasos y que la dependencia energética de nuestro país es muy alta.
Otra de las cuestiones que se ha puesto de manifiesto es que las formulas del pasado ya no sirven para este presente o para el futuro. Fórmulas proteccionistas, de presión o intervencionistas de cuño propio y de dudosa traslación en un marco europeo y liberalizado general. Y, la fórmula más rápida y más eficaz para que los agentes se adapten a la realidad y adopten, es el propio mercado. En el fondo, es producto de la dinámica cambio-resistencia que debe ser resuelta por la vía del progreso. Todo lo demás es un ejercicio de dilación. Por eso hay que saludar las declaraciones de los responsables de Industria en torno a las insinuaciones que va realizando la CNE cada vez que realiza un informe sobre cambio de tarifas para un trimestre se le pone por delante o publica el extravagante y falaz “Informe sobre Costes y Precios” (como si fuera un informe suyo) y, como resultado, cuestiona el mercado desde sus fuerzas internas anti mercado que han ocupado el vacío del organismo (que debería ser defensor del modelo de mercado vigente y se dedica a hacer informes académicos e ideológicos para cuestionarlo) y lo ha dejado actualmente en liquidación por fin de existencias, en la vía no del marginalismo, sino de la marginalidad en las tendencias sectoriales nacionales, internacionales y europeas, en un momento de crisis energética como el actual.
Las consecuencias de ello son y serán extraordinariamente positivas para el futuro. En primer lugar la exclusión de que la cuestión tarifaria del ámbito político. Probablemente porque el ámbito político se debe centrar en la relación entre la estrategia, la política energética y el desarrollo económico. La segunda es que desarrollar el proceso de liberalización en el ámbito industrial y empresarial, también supone dar un impulso al proceso de liberalización de las tarifas en el ámbito doméstico, a que se realice un trabajo serio y consensuado, para tratar el problema del déficit tarifario, cada vez de mayor volumen, cada vez más caro. Una solución seria, rigurosa y gestora es lo que requiere la situación pero para ello se requiere trabajo, entrenamiento, visión de futuro, nada de atajos, sin demagogias, pasarlo mal en algún momento, ante decisiones en el corto plazo que pueden parecer impopulares, pero que en el medio plazo generadoras de competencia y eficiencia (como le ha pasado a nuestra selección y a su entrenador). Todo ello será ir ganando ‘capital político’ para ponerlo en marcha.
Por ello hay que felicitarse y felicitar a todos. Es decir que podemos. Este es un primer paso. Un muy buen primer paso.



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