Pero… ¿hubo alguna vez 11.000 vírgenes?
El título de este artículo «Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?» se corresponde con el de la novela disparatada de Enrique Jardiel Poncela (genio español del humor de los años 30), en la que hace una visión absurda y desmitificadora del donjuanismo, con un protagonista, seductor, al que se le resiste una dama entre sus conquistas.
Se cuenta que el actual presidente del Gobierno le espetó a Pedro Solbes la siguiente trampa saducea al preguntarle «Pero, Pedro, ¿es que no hay dinero para la política?». Y esto viene a cuento de la afirmación del presidente en Seúl, bien lejos, de que en los próximos diez años se crearían un millón de puestos de trabajo verdes en nuestro país. Zapatero había estado muy prudente desde que se produjo la crisis de gobierno con un honroso silencio, hasta que rompió a hablar, esta vez. Necesitado de buenas noticias, de generar ilusión y expectativas, impelido por las ganas, profirió esta afirmación desbordando a los asistentes. Hay que reconocer que el eslogan elegido es académico desde el punto de vista publicitario y de comunicación política, aparentemente atractivo y que el número (un millón) es suficientemente redondo para que pase a ser la canción del verano. Es pegadizo, todo hay que decirlo.
Se tome como se tome, como un vaticinio, una predicción, un oráculo del presidente o como una atribución futura de una promesa de empleo, sucede que tal afirmación en un momento como el actual es una enorme frivolidad, aunque tenga la ventaja para el que lo profiere de que, casi con toda seguridad, no estará en su cargo actual para corroborarlo dentro de diez años. Primer corolario, prometer es gratis.
Pero sucede que la realidad es más tozuda y debería haber sido orientado el presidente por la prudencia. No está bien airear estos problemas fuera de casa, exponerse a la crítica, al señalamiento de las vergüenzas y mucho menos colocar el problema de las renovables (con tres regulaciones superpuestas con vicios ocultos) en el escaparate, cuando debe ser resuelto a través de la política, la gestión, la negociación y la administración. Dentro del sector eléctrico, y de los propios sectores renovables, se reconoce la gravedad y magnitud del problema abierto actualmente con estas tecnologías, y en general con la situación de las instalaciones de generación de electricidad. A los representantes sectoriales renovables, con estas declaraciones se les somete con fruición a procesos de ilusión colectiva, que posteriormente vienen compensados con manguerazos de agua fría, en una especie de tortura china. Por otra parte, los analistas financieros, que saben de la realidad y de los números, no se creen este tipo de mensajes, lo que ahonda en el descrédito económico del emisor.
Repasemos la situación de las energías en régimen especial. Noviembre de 2010: acuerdo retrocedido con el sector eólico y termosolar, escándalo en el caso del fraude fotovoltaico, cupos fotovoltaicos cubiertos hasta que el infinito se queda sin estrellas, intentonas de negociar efectos retroactivos en el caso de la fotovoltaica para bajar su retribución, repotenciaciones consentidas, connivencia y, ¿algo más?, de las Comunidades Autónomas, petición casi unánime de una moratoria en determinadas tecnologías, primas creciendo de forma galopante e insoportables para la tarifa eléctrica y la factura de los ciudadanos, consolidación de esquemas clientelares de aprovechamiento de las plusvalías que generan esta energías (desde los terrenos a las licencias, conformando un proceso con un riesgo potencial distribuido enorme), una hidra de primas merced a la decisión de Sebastián de quintuplicar la capacidad termosolar a todo trapo superando el Plan de Energías Renovables. Y, en medio de todo, la caída de demanda de electricidad y de los precios de la energía y la coincidencia en la necesidad de aplazar la inversión en nueva capacidad de generación.
Ese es el escenario en que el presidente emite una frase de esa índole y su promesa. Y, del mismo modo, este señor es el mismo que es capaz de pedir que se articulen los mecanismos que sean necesarios para incentivar la quema de carbón nacional para producir energía eléctrica, expulsando del ‘pool’ de generación otras tecnologías, entre ellas las tecnologías verdes o congela la tarifa porque las buenas intenciones nunca vienen solas. Puede ser que todo consista en conseguir más dinero para la política, o al menos para las promesas, que es la versión acomodaticia y de márketing del espacio público en tiempos de la modernidad y de pensamiento líquido.
Parece, por tanto, que estamos ante una novela disparatada de Jardiel Poncela, más allá de un delicioso absurdo literario, se trata de un ejercicio donjuanesco de seducción del votante, mediante la generación de expectativas, a base de prestidigitar ilusiones vanas, para generar confianza, aunque sea por las bravas. A Zapatero, parece que lo primero que se le resiste es el empleo. Después, la prima de riesgo. Y, lo que es peor, lo que se le resiste es la realidad.



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