Pedro Marín: Crónica de una dimisión anunciada y necesaria
Con la noticia de la dimisión de Pedro Marín Uribe, actual Secretario de Estado de Energía, parece que detonada por el aluvión de fracasos y cuestionamientos judiciales al decreto del carbón, habría que hacer un análisis de las causas que devienen en la necesidad de que este cambio se hubiera producido antes.
El refrán castellano «Dios nos libre del día de las alabanzas«, en este caso, en el del Secretario de Estado dimisionario, no es aplicable, dado que sin haber llegado a los extremos de su predecesor, Ignasi Nieto, (cuya ejecutoria será largamente recordada por su temeridad y consecuencias judiciales), la trayectoria admisible de Marín finalizó con el Real Decreto Ley 6/2009, elaborado para su incumplimiento flagrante.
A la hora de valorar la dimisión de Marín, sería bueno abstraerse del akelarrre producido en Moncloa y en Industria a cuenta del revés judicial recibido en el decreto del carbón y que se procediera a un ejercicio de serena autocrítica, para abordar la situación sin la consideración de que se trata de un agravio al presidente, a sus órdenes y a sus ancestros. (¿Se imaginan, por ejemplo, que la negociación de la PAC sobre al aceite de oliva se hubiera visto afectada por el origen andaluz de Felipe González? Parece claro que necesitamos estadistas nuevos).
Vayamos, pues, con la descripción del contexto y las causas que urgían a la salida de Marín. Primero, el cambio de gobierno, ha modificado el tablero de juego de la acción del ejecutivo. Un cambio de gobierno que se está extendiendo como efecto mancha de aceite por los segundos niveles (Secretarías de Estado y Secretarios Generales). Anticipar la crisis de gobierno también ha intervenido en este desenlace. El ejecutivo está cambiando casi por completo su fisonomía, poniendo de manifiesto que ha sido una crisis real en todos los sentidos. El Ejecutivo está actuando casi como si estuviese recién elegido y, por otro lado, la situación del sector energético precisa una revisión a fondo, digamos, que holística. ¿En qué ámbito de la acción de gobierno es más necesario un impulso político hoy si cabe que en la energía?
Segundo, el conjunto de problemas sectoriales puestos todos, uno tras de otro, necesitan un enfoque global, con aproximaciones parciales a cada cuestión, frente al actual enfangamiento. Déficit tarifario, planificación energética, renovables, titulización… son perspectivas del mismo problema. Hemos venido siguiendo una forma de abordar el problema, sin abordar el problema, de forma líquida, voluble, cambiante como afirma Baumant, con muchos meandros que dependían en cada momento de las presiones, del problema que vencía en cada momento y, en definitiva, sin una política energética. Pero la estrategia de que no se aprecie el montante global del problema es ya imposible y conduce directamente al fracaso. Las intentonas ilusorias de un acuerdo entre Partido Popular y PSOE en materia energética con pretensiones taumatúrgicas, se complican, se esfuman o, simplemente, se ven atrapadas en la impredecible dinámica política, tras aquella rueda de prensa entre Sebastián y Montoro. En todo caso, no están finos los de Génova en lo que a energía se refiere y la solución no va a venir de un pacto político. Hay consciencia en el PP de que el ejecutivo tiene que pasar por un trágala con el problema energético acumulado.
Tercero, el fracaso de cuestiones como el decreto del carbón o el problema de las renovables, dejan una enorme sombra de duda en tomas claves sobre los resultados de la política seguida por el actual Secretario de Estado de Energía. Si recordamos bien, y hacemos un ejercicio de memoria histórica, en el mismo acto de toma de posesión de Pedro Marín, momento en el cual se eleva de rango de la Secretaría General de Energía a Secretaría de Estado, el Ministro aumentó las exigencias al recién designado en concordancia con la gravedad de problemas a abordar.
Cuarto, la incomunicación entre los sectores, las empresas y el actual Secretario Estado de Energía son más que evidentes y, por otra parte, vienen siendo denunciadas de forma creciente desde los distintos subsectores energéticos. En suma, se manifiesta el deterioro de la relación institucional y la «fatiga de materiales». Pero no acaba ahí, la propia Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos y el Ministerio de Economía observan de forma oblicua todas las propuestas que provienen del Ministerio de Industria tras importantes y graves patinazos. Evidentemente, el peso político y la solvencia de este equipo, están fuertemente cuestionadas, sin que decir esto sea un ejercicio de hacer leña del árbol caído.
Es, por tanto, el momento de abordar el cambio en la administración energética, incluso con urgencia, porque el tiempo apremia y los problemas son cada vez más arborescentes. Por eso, una recomendación es que la sustitución de Pedro Marín (con una dimisión anunciada y en espera de destino hasta que se encuentre sustituto), se aborde con rapidez. Sería más que conveniente que el elegido tenga oficio, capacidad intelectual y de diálogo, formación, experiencia en la Administración, para ponerse manos a la obra en una tarea que no es fácil. Y que el propio Ministro se involucre horas y horas en este ámbito de gestión, entendiendo el escenario y comprendiendo las soluciones, entre inauguración e inauguración.
P.D. Algún día habrá que repasar el papel de cancerbera que la anterior Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, tuvo en este Auto Sacramental. Pero eso será otro día.




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