Operación retorno y consenso energético

La comparecencia del Presidente del Gobierno para abrir el curso político nos ha devuelto a la realidad de septiembre. Zapatero ha anunciado que volverá a convocar el diálogo social y político para llegar a un consenso sobre el “nuevo modelo energético” y sobre la “educación”.

Quede claro que estas dos propuestas políticas, tomadas en serio y de forma solvente, son positivas per sé, con independencia de las matizaciones y precauciones que se deben realizar respecto de este anuncio. En ese mismo contexto, se ha mezclado la elaboración de la Ley de Economía Sostenible, trasladada a la globalidad del ejercicio 2010, a la vista de los pobres contenidos y de su evidencia pública, para escarnio veraniego del Gobierno (ley que, por otra parte, en modo ómnibus iba a incorporar la Ley de Eficiencia Energética y Energías Renovables, rediviva y también prometida con anterioridad en otro golpe de efecto).

Por eso, con todas estas salvedades, habría que ir a la precisión del anuncio, al detalle y la letra pequeña. Es positivo, indudablemente, que exista consenso, acuerdo político entre gobierno y oposición en lo que se refiere al futuro del sector energético en nuestro país.

En primer lugar, porque habría que tener muy claro el modelo de generación, el de mercado y el de comercialización, sin que la controversia política afecte al funcionamiento del sector energético y a lo que deberían ser sus bases de funcionamiento, presentes y futuras. Eso, junto con la combinación de un sistema institucional serio, fuerte y respetable.

La segunda cuestión a matizar es el concepto de “nuevo modelo energético”, que, unido a lo de “nuevo modelo productivo”, produce algo así como mareo, sobre todo en la medida que se ha acuñado como uno de esos eufemismos de “comunicación política” de los que todo el mundo habla, pero nadie sabe lo que son en realidad.

En la actualidad, seguimos en una situación de caída de la demanda de electricidad, existencia de capacidad de oferta, necesidad de abordar (en serio) Kioto y los compromisos e implicaciones en lo que se refiere a emisiones y al aumento del coste de generación para determinadas tecnologías. Es decir, sostenibilidad ambiental y económica en serio, unidos a un mercado con seguridad jurídica y estabilidad regulatoria.

Y, por todo ello, habrá que bendecir esta propuesta, que lógicamente dista mucho de lo que hemos visto en el principio de verano con Garoña, donde ideología, improvisación y cesarismo se han mezclado a partes iguales, junto con la falta de responsabilidad de gobierno, elementos a los que s eha añadido una forma de excusarse en términos de programa de gobierno y que han producido una decisión institucionalmente perversa (pretendiendo deteriorar de forma inmisericorde al Consejo de Seguridad Nuclear) y peligrosa.

Además, un modelo energético o un modelo productivo, no es una cuestión que se cambia de la noche a la mañana, ni a golpe de decreto ley. Y, porque la unión de todas estas propuestas, su totum revolutum nos puede llevar a un debate en el que muchos agentes generen expectativas infinitas o superiores a la realidad. Sobre todo cuando se mezclan con otros problemas unidos a la crisis como es el empleo o el desarrollo industrial. De hecho, también hay que tener en cuenta las posiciones de grupos minoritarios, como Izquierda Unida o ERC dispuestos en la refriega presupuestaria a “darlo todo por el gobierno”, con las debidas contraprestaciones, pero que guardan posturas muy particulares y maximalistas en cuestiones como la nuclear o las renovables.

Por tanto, un nuevo modelo económico o productivo es algo que tiene muchas implicaciones y mucho más serias que la política basada en los eslóganes y que no cree en nada. En realidad, tenemos que ir hacia un modelo energético que evolucione el actual y lo haga sostenible económicamente y medioambientalmente, en términos de inversión y de factura eléctrica. Lo cual, acabará remitiendo ineludiblemente a dos temas claves: la nuclear y las renovables, y su participación de forma combinada en el mix de generación español (no de forma opuesta o sustitutiva, como ha intentado el gobierno ensayar demagógicamente en la defensa de la decisión de Garoña).

Hay que recordar que nuestro país tiene un grado de independencia energética muy bajo. Dicho al revés es muy dependiente, y además poco eficiente energéticamente, por lo que es muy importante tomarse en serio el modelo energético y su evolución. Por tanto, bienvenido sea el consenso en el modelo energético. En la definición de la evolución del modelo, en su diseño futuro económica y medioambientalmente sostenible, en su consolidación, en su funcionamiento, en su institucionalización y reforzamiento. Pero, en serio.

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