Los economistas sensacionalistas y el informe de la discordia

El pasado viernes el diario Expansión publicaba un artículo titulado “El informe que destruye empleos renovables”. El artículo era una contestación a un informe que había sido elaborado/impulsado por el presidente del Instituto Juan de Mariana, Gabriel Calzada, con el apoyo de la Universidad Rey Juan Carlos titulado «Study of the effects on employment of public aid to renewable energy sources». Bien es cierto que el Informe ha tenido un importante calado internacional, sobre todo en Estados Unidos, lugar donde parece que era el destino original del mismo, con independencia de los daños colaterales que pudiera producir en España su publicación y difusión.

Primera aseveración, igual que hay jueces estrella, hay economistas sensacionalistas y varios temas relacionados con la energía prometen. Sobre todo en este momento en que determinadas afirmaciones simplificadas y empaquetadas en formato libro de aeropuerto van pasando de boca en boca y ganan eso que los expertos en internet llaman viralidad (decíos las cosas los unos a los otros y cread polémica, como si fuera un mandato bíblico). En este caso, le toca a un Informe que tenía, más o menos, como objetivo convertirse en una soflama contra el impulso de las energías renovables, y más concretamente contra las políticas seguidas en España en este campo.

El protagonista de este informe, Gabriel Calzada, estuvo incluso en horarios “prime time” en programas ‘talk-shows’ de la cadena ultraconservadora Fox. Hay que reconocer que, al menos, es curioso que un economista, responsable de un ‘think tank’ español, tenga una presencia en la política norteamericana tan amplía, extensa y repentina, si no estuviera perfectamente orquestado previamente. Se habla, por ello, de que el informe está auspiciado por un lobby muy importante ligado al partido republicano (lo cual no es bueno, ni malo, si al menos fuera algo razonable y equilibrado) y a posiciones cercanas a las empresas petrolíferas (que, por cierto, estarían muy interesadas en que la evolución previsible futura de precios del petróleo fuera más rápida y más intensa, gracias a que se mantenga la dependencia energética en el universo mundo). Por tanto, igual que hay lobbys de renovables, hay lobbys de petróleo y hay que explicar esta polémica, ubicada en USA, en estas claves.

Al parecer el efecto (dañino) ha tenido repercusión, porque las conclusiones de este informe parece que han llegado al entorno del presidente Barack Obama, de forma que las alusiones iniciales de su mandato a nuestro modeloenergético renovable se han desvanecido en la nueva Administración americana, tan impresionable por un informe tan demagógico, como poco solvente. Hay que reconocer que Obama es keynesiano, pero no ‘manirroto’ (como nos quieren hacer creer aquí) y, por tanto, ya ha articulado varias precauciones sobre la política española, con una cierta fama que le precede de generosa y “poco medida”.

El informe, en su sesgadez, cuestiona la política de apoyo a las energías renovables de nuestro país. Y, lo hace, con dos elementos: primero, la existencia de “subvenciones” en el modelo español. Algo que no es cierto: lo que han existido han sido primas de apoyo a estas tecnologías liquidadas contra la tarifa eléctrica pagadas por los usuarios. Alguien tendría que explicar la diferencia entre subvenciones, subsidios cruzados y transferencias a nuestros intelectuales económicos de cabecera. Es decir, la política interna de apoyo a las renovables que se ha articulado, se ha conformado sin precisar acudir a los Presupuestos Generales del Estado, es decir, al erario público, sin detraer recursos públicos. Eso es obvio y lo contrario es una falsedad.

El segundo elemento, recogiendo el mal extensivo a la nueva clase de profesionales de la economía, que desarrollan modelos, abstrayéndose de los datos para demostrar conclusiones previstas desde el principio (prejuicos), realiza una comparación de la intensidad de capital del sector de las energías renovables y su traducción en creación de empleo. Sobre esa cuestión, sobre esta simplificación “se monta” la que se monta, afirmando que cada empleo renovable destruye dos (por comparación de otros sectores y efecto expulsión de la inversión, al que aludiremos después).

También el Informe se olvida de los precios relativos de otras energías, materias primas, sin un buen conocimiento del mercado eléctrico español, además de utilizar en ocasiones datos desfasados en sus estudios. Para ser ultraliberal un análisis de mercados, de precios y de sensibilidad a la evolución del petróleo no estaría de más. Y, por ello, también debería analizar, cómo estas energías están logrando, poco a poco, acercarse a un escenario de competencia en el mercado, es decir, de no necesitar primas y participar con el resto de tecnologías en un entorno competido. Por tanto, el modelo se basa en promocionar una industria de generación cuyo destino es el mercado, reduciendo poco a poco su retribución, en función de ganancias en eficiencia y mejoras tecnológicas.

A partir de ahí, llega a varias conclusiones: la principal es que las renovables son caras, muy caras, comparativamente con el empleo que generan, en la medida que el capital instalado por empleo generado es excesivo comparativamente con otros sectores. Y, por tanto, “destruyen empleo”. El problema es que ese análisis en cualquier tipo de tecnología energética siempre saldrá así, dado que es un sector muy intensivo en capital. Además es un sector necesario en la economía; por lo tanto, le gusté o no al presidente del Instituto Juan de Mariana, será necesaria la existencia de sectores donde haya mucho capital instalado por empleo generado. Aquí y en USA.

En el análisis de si algo es caro o barato falta saber cuál sería la alternativa para que la producción renovable se hiciera con otras tecnologías basadas en combustibles fósiles y su efecto en los mercados de electricidad, estando bien diseñados. Seguramente hubiéramos asistido a precios muchos más altos en los mercados de generación de los que hemos tenido hasta el momento (y eso que ha habido fases de precios muy altos, justo cuando el petróleo estaba especialmente alto).

Segunda cuestión que lastra el Informe del presidente del Juan de Mariana es que es un ‘negacionista’ del cambio climático, por lo que se abstiene de las consideraciones medioambientales en su estudio y de los mercados y coste del carbono. Por tanto, toda la contaminación puede ser bienvenida. Además de utilizar datos parciales, algunos incluso desfasados o aseveraciones como el efecto “crowding out” (expulsión) del empleo realizado en otros sectores.

En todo caso, cabría advertir contra esta tendencia a la elaboración de Informes simplificados sobre temas complejos. Simplificar problemas complejos en aras de sacar conclusiones y prejuicios preestablecidos es un ejercicio peligroso y arriesgado y de consecuencias sobre la economía y el medio ambiente, que exigen más responsabilidad que el entregarse a determinados intereses, más o menos legítimos. Por tanto, los informes podrán tener “audiencia”, pero están inhabilitados para describir una realidad o sacar conclusiones. Y así, se hace un flaco favor al sector energético, a la economía española y a la sociedad.

Por cierto, y en la misma línea. Mañana hablaremos del Informe de la Fundación Ideas, que en sentido contrario, tampoco se queda corto, por lo que parece claro que es necesario reclamar serenidad, equilibrio y sentido común. Así, que en cuanto se haya informado un poco más, dado que tiene un equipo más riguroso que todas estas propuestas espurias que aparecen procedentes en nuestra ejecutoria patria, ¿qué pensará Obama de nuestros “economistas” y de sus informes?

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