Las tarifas eléctricas como arma de distorsión masiva
Las tarifas eléctricas para el tercer trimestre (que hoy analiza el Consejo Consultivo de Electriciad de la CNE y que en brevé será analizado por su Consejo de Administración) se convierten en armas de distorsión masiva por varios motivos. En todo caso, las distorsiones provienen del ejercicio del eufemismo permanente para evitar una situación inevitable que es la elevación (lamentablemente, generalizada)del precio de la energía. El problema es que contra lo que aconseja la lógica y los economistas, que es asumir esta nueva situación y actuar de forma eficiente, parece que el esfuerzo se centra en eludir, bordear o lateralizar esta otra ‘realidad nacional’. Todo ello, acompañado de ejercicios de buenismo, que se ven forzados en un entorno de crísis económica no declarada.
El primero de los eufemismos es la propia subida para el tercer trimestre, si es que se le llama subida y que en el fondo no lo es, entendida como un ejercicio de ‘quiero y no puedo’. Una subida que no compensa ni la evolución de los precios en 2008 para dejar el déficit ex ante como estaba a principio de ejercicio.Además, todos los aditamentos añadidos quieren evitar trasladar la realidad de la situación a los consumidores, en su dulce estadio que es el limbo tarifario del déficit financiado a catorce años, en un entorno cada vez más costoso derivado del contexto financiero y de la inestabilidad regulatoria.
La segunda distorsión es denominar a la tarifa por potencia, tarifa social, sobre todo en la última semana que tienen todos los contribuyentes para presentar su declaración anual del Impuesto Sobre la Renta de las Personas Físicas. Como si la tarifa pudiera ser progresiva para ‘ricos y pobres’. Cómo se ha podido saber todos aquellos consumidores con una potencia contratada inferior a 3 kW, es decir hasta 2,2 kW tendrán derecho a acogerse a esta tarifa que “condona” lo que se denomina el pago del término de potencia. Además los consumidores tendrán ‘derecho’ a un ‘bonus’ de consumo incluido en el término de potencia. En conjunto de la tarifa “social” se podrán beneficiar aquellos usuarios que por cualquier motivo (social o no), tenga poca potencia contratada por la razón que sea.
Otro mensaje distorsionador asociado: en tiempos de costes elevados de energía, en lugar de incidir en la necesidad de ajustar consumos y ser eficientes energéticamente, se puede decir que la energía es gratis o barata para los españoles y que el gobierno se preocupa de que puedan seguir gastando igual que lo hacían. En todo caso, fruto de decisiones pasadas y presentes los españoles gozan de precios de la electricidad más baratos que los ciudadanos europeos, sobre todo del ejercicio del pase largo al futuro para no incurrir en costes políticos. Algo que empezó con el PP y que cada gobierno es responsable de su propio déficit generado y acumulado durante su mandato.
La tercera distorsión, y no relacionada con la tarifa para el tercer trimestre es el largo ‘affaire’ que ha heredado esta administración energética a cuenta de la desaparición de la actual tarifa nocturna. Y más distorsión es denominar a la sustitución de la tarifa nocturna como “tarifa ahorro”., cuando además a los consumidores que se pueden ver afectados tendrán un alza de entre el 20 y el 70 % según estima la propia Comisión Nacional de Energía. En este caso, la situación es la contraria. Aquellos consumidores que hayan realizado inversiones en las instalaciones de sus domicilios para reducir su coste de su electricidad (y aprovechar la producción de base, dicho sea de paso) ahora verán como sus equipamientos se quedan ‘muertos de risa’, además de completamente desfasados sus cálculos personales de amortización de estos equipos.
La siguiente distorsión, la “refinitiva” es que fruto de esta evolución de precios energéticos, lleguen las soluciones «ecuestres» (cueste lo que cueste) y que el Consejo de Administración de la Comisión Nacional de Energía emita un Informe sobre Costes y Precios (que se larva por un procedimiento poco ortodoxo), que cuestione el mercado eléctrico, no en sus costes, no sus precios resultantes, o ni siquiera el comportamiento de sus agentes. Lo que cuestiona son las ¡rentas! de determinadas tecnologías. Y todo ello, con supuestos académicos y de laboratorio, predestinados y haciendo abstracción de las horas, uso y papel de cada energía en el sistema, obviando la contabilidad real de las empresas. En definitiva, complicando una visión serena y gestora de cómo abordar el problema del déficit tarifario y de la tarifa en nuestro país.
En definitiva, que las tarifas, los precios y los costes energéticos se han convertido en elementos de distorsión masiva. ¿Quién los «desdistorsionará»?




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