Las máquinas expendedoras, un icono nipón amenazado por una campaña de ahorro energético

En total hay más de 5 millones de «jido-hanbaiki» (máquinas expendedoras) en Japón, el país con más unidades por habitante del mundo, según la Asociación Nacional de Fabricantes de Máquinas Expendedoras.

Tras su aterrizaje en los años sesenta se convirtieron en un símbolo del desarrollo económico nipón, de su pujanza tecnológica y también de su civismo, pues el hecho de que el vandalismo sea prácticamente desconocido en el país ha sido un factor clave para su implantación en casi todos los rincones.

Sin embargo, los problemas en el suministro eléctrico tras el terremoto del pasado 11 de marzo están cambiando la percepción de estos aparatos en el país asiático, especialmente de los que venden bebidas, que son los más extendidos y consumen mucha energía ya que a menudo ofrecen latas calientes, además de frías.

Por ello, una decena de ONGs lanzó una campaña para reducir las expendedoras de refrescos, mientras que Tokio y otras tres provincias pidieron al Gobierno que restrinja el número de horas que pueden permanecer encendidas cada día para ahorrar electricidad.

Los problemas de suministro que se esperan en verano en parte de Japón por la crisis nuclear tras el seísmo del 11 de marzo hicieron que, en medio del llamamiento general al ahorro energético, los ecologistas hayan denunciado estos «símbolos del megaconsumismo», como los definió Ryoko Seguchi, portavoz de FoE Japan, una de las ONGs implicadas.

Según datos de 2009 del Centro japonés para la Conservación de Energía, tres de estas máquinas de bebidas consumen en un año lo mismo que un hogar medio nipón.

En el último lustro, no obstante, los fabricantes redujeron en más de un 25 por ciento el consumo eléctrico de muchos de estos dispositivos con el uso, por ejemplo, de paneles solares.

Otros, además, buscaron darles un valor añadido con nuevas aplicaciones, como las que ofrecen un desfibrilador o aquellas que suministran las bebidas de forma gratuita cuando hay una catástrofe.

Concienciados por la campaña de ahorro energético, varias empresas optaron por apagar las luces de sus máquinas en Tokio, y algunas hasta planean desconectarlas durante determinadas horas en verano.

«No pretendemos que haya una campaña temporal de ahorro en la zona de Tokio, sino que se reduzca el número de máquinas en todo el país. Por eso se unieron ONGs de diversas regiones», precisó Seguchi.

Su organización, junto con otras como el Instituto de Políticas de Energía Sostenible o Greenpeace, pidió que se dejen de usar estas máquinas y se retiren cuanto antes aquellas menos necesarias, como las ubicadas en lugares apenas transitados. También solicitó que el Gobierno revise las normativas para instalarlas.

«Creemos que la reducción de estas máquinas es básica si Japón quiere cumplir con los objetivos futuros que se plantearon de cara a ahorrar energía y a reducir las emisiones contaminantes«, explicó Seguchi, consciente sin embargo de que la batalla «irá para largo» antes de obtener resultados.

Algunos lanzaron peticiones a empresas concretas, como el canadiense John Harris, un residente en la provincia de Chiba que, tras el terremoto, emprendió una campaña para instar a Coca Cola a que desenchufe las 980.000 máquinas que tiene en Japón.

En varios artículos publicados en internet y medios locales, Harris aseguró que no pretende atacar a la multinacional estadounidense, que es la que tiene más unidades dispensadoras en Japón, sino ahorrar electricidad.

Para el canadiense, «la empresa es líder global en cuanto a negocio y responsabilidad social corporativa. Si Coca Cola se mueve en una dirección, rivales como Kirin y Suntory la seguirán».

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