La verdad de las mentiras

Para ello, habría que recuperar el Diccionario de Falacias de Ricardo García Damborenea para analizar las características de cada una de las mentiras que se tratan de repetir en torno al sector eléctrico para construir una verdad partiendo de una afirmación falsa. Por eso, las enunciamos a continuación con los posibles riesgos que entraña su difusión, así como para evitar caer en el error de aceptarlas, siquiera como una posibilidad.

La supuesta «quita»

Esta palabra está intentando ser acuñada por el colectivo retroprogresivo de la energía y sus canales de distribución y trata de ser una coartada para promover una renuncia más o menos coactiva de la deuda pendiente de cobro por parte de las empresas correspondiente a la factura eléctrica, por otra parte, generada y aplazada por decisiones políticas en los tiempos de la expansión económica cuando había un consumo energético a todo trapo. El déficit tarifario está actualmente en fase de necesaria titulización y, por otra, en fase de extinción, con una política de ajuste de las tarifas a la realidad.

En sí, la opción de la supuesta «quita» sería un mazazo parla percepción de la economía española en el exterior y para la inversión extranjera en nuestro país. Sería lo mismo que un «default» a la griega. Por eso, alimentar esa idea es irresponsable e imposible.

En todo caso, plantear el problema en estos términos es una trampa, tanto para el propio sector energético como para las empresas y los ciudadanos. Trampa que lleva a eludir el problema global del coste del suministro eléctrico, incluyendo la generación y los costes regulados, el crecimiento galopante de los mismos y que recibe mucha condescendencia de los intervencionistas, por la arbitrariedad que comporta y los destinatarios de los mismos. Se incurriría en la falacia de la falsa causa para referirnos a todos los errores de argumentación cuando se atribuye la responsabilidad causal y de los efectos a una parte únicamente de la causa o del efecto.

La CNE no ha solicitado nunca la «supuesta quita»

Pese a lo que se ha afirmado ya en dos ocasiones, en artículos publicados por el diario «Cinco Días«, la Comisión Nacional de Energía no ha solicitado jamás que se produjera esa supuesta «quita». Una afirmación de esas características es prácticamente imposible y reservada a los «hooligans» de la economía española y del sector eléctrico.

Eso no quiere decir que a determinados consejeros de la etapa anterior no les faltasen ganas, no lo insinuaran o no lo dijeran en privado siempre que pudieran. Incluso que formulasen informes ideológicos al respecto para justificar posiciones semejantes. El hecho es que en ningún posicionamiento público del organismo se ha abogado por esta propuesta, pues si en la actualidad su prestigio ha quedado completamente mancillado, entonces su descrédito hubiera sido el «hazmerreir» en el universo mundo, comparativamente con reguladores independientes y de verdad. En este caso, se incurre en la falacia de la Falsa Autoridad, que consiste en apelar a una supuesta autoridad que no es concreta, competente, ni imparcial (las elucubraciones y posiciones particulares no son una posición institucional).

El mercado eléctrico español es líquido, transparente y eficiente.
Pese a la campaña desatada por el colectivo retroprogresivo contra el mercado eléctrico y el operador de mercado, el funcionamiento de nuestro mercado es ejemplar, pese a los intentos de difundir sombras de duda sobre el mismo. El número de operadores que participan, el sistema de subastas y de contratación electrónica completamente transparente y eficiente, el volumen de energía que se intercambia y los precios que resultan de la energía son incluso más bajos que los de nuestro entorno, recogiendo perfectamente las señales del exceso de capacidad y oferta existentes, que es lo que debe hacer un mercado. ¿Por qué este cuestionamiento, entonces? Porque se quiere intentar legitimar la vuelta a la arbitrariedad del marco legal estable y de la intervención administrativa en el sector eléctrico. La pregunta es, ¿por qué rayos se afirma que el mercado es un «caos»?

En este caso, se trata de la falacia de la «Afirmación Gratuita», que ocurre cuando no se da razón de las propias afirmaciones o en la búsqueda deliberada de hechos puntuales que promuevan la falacia de la casuística, consistente en rechazar una generalización alegando excepciones irrelevantes.

Los supuestos «beneficios caídos del cielo»

La existencia de estos supuestos «beneficios caídos del cielo» justificaría una posición que excusa tasas y tributos de las tecnologías para compensar y redistribuir los resultados de cada una de ellas. Y para eso, se justifica lo que sea, incluso la manipulación de la contabilidad financiera en aras de supuestos simplificadores.

En todo caso, la utilización de esa expresión «windfall profits» tiene un sentido formal en el ámbito regulatorio diferente al empleado por los periodistas y el colectivo retroprogresivo de forma oportunista, consistente en la existencia de resultados imprevistos en una actividad derivados de una medida regulatoria. En ningún caso, la existencia de diferentes tecnologías con diferentes estructuras de costes en un sector es un caso de beneficios caídos del cielo. Se trata de una falacia de Generalización Precipitada, dado que extender de forma oportunista el término «windfall profits» a la existencia de distintos tipos de estructuras de costes según tecnologías, es una extensión que conduce al totalitarismo y a la intervención pública.

En todo caso, los cuatro ejemplos anteriores son trampas, falacias que, por repetidas, no quiere decir que sean ciertas, pero su difusión continuada enturbia el debate regulatorio, el enfoque de los problemas, su diagnóstico y sus soluciones. Lean los últimos cuatro artículos del diario «Cinco Días» e identifique cada una de ellas.

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