La subida de tarifas del 9,6 % del gas
Este domingo se producía la subida de los precios del gas en un 9,6%, una subida que acumulada ha recibido muchas críticas. Las críticas que se pueden realizar a esta subida pueden ser de dos tipos. Las que les parece que la subida es muy alta (en acumulado supera el 18,5% anual) y que podría ser una medida “poco social”. O las que les parece que es insuficiente para compensar la subida de los precios de la materia prima, el gas. Este es el principal argumento por esta vía, en la evidencia que la absorción de los precios de materia prima, todavía no compensa de su evolución real.
Lo que primero hay que reconocer es que el precio del gas está fuertemente indexado al petróleo. Por lo tanto, hemos estado asistiendo a subidas importantes del precio del crudo, que también han tenido su correlato en el precio del gas. Del mismo modo, hay tendencias internacionales para el aumento del precio del gas, como es el aumento de la demanda nipona. En segundo lugar, se tiene que producir un proceso de liberalización de las tarifas gasistas y eso obliga a “programar” una elevación sustancial de los precios, que se han quedado por debajo de la realidad de la evolución de los precios internacionales. Además, en medio de esta situación, se viene abogando por la incorporación de un sistema de subastas para el gas, de cara a fijar las tarifas de ultimo recurso en este mercado.
Por otra parte, el consejo de la CNE, amparándose en razones metodológicas, se ha mostrado en contra de esta subida (y propugnando su propuesta en el entorno del 5 %), oficializando las malas relaciones entre el organismo y el Ministerio de Industria, desde la incorporación del nuevo equipo energético al Ejecutivo. Un enfrentamiento en todo caso poco entendible, porque el primer fantasma que habría que conjurar es que las nuevas tarifas pudieran albergar la existencia de un déficit tarifario gasístico, lo cual sería el colmo del paroxismo. Todo ello, después de que las subastas del déficit tarifario quedarán desiertas, algo que es un fracaso colectivo e institucional. La CNE por tanto era muy conocedora de la posición del Ministerio de Industria, entre la espada y la pared de la subida derivada de la liberalización y de las subastas. O colocar unas subastas diseñadas “a la ligera” o generar un déficit y no avanzar en la adecuación de las tarifas a la realidad. Había que actuar políticamente con un diseño del marco de transición a las nuevas tarifas. Es decir, política pero con gestión y visión hacia el mercado, porque entre otras cosas, no puede seguir una economía al margen de la evolución de los precios internacionales de la energía, mirando hacia otro lado.
Industria, en este caso, no ha caído en este caso en varias de las soluciones fáciles posibles: dejar el problema como está y empujarlo al futuro. Segundo, evitar gobernar y gestionar y ceñirse al IPC o a la subida que le dictaba el Consejo de la Comisión Nacional de Energía. Tercero caer en la tendencia de la “subastitis”, una versión distorsionadora también de los efectos de mercado, sobre todo cuando no todos los agentes obtienen, en este caso, la materia prima (el gas) con las mismas ventajas competitivas, como ya se ha puesto de manifiesto en referencia al contrato del gas del Magreb.
Podemos entonces decir que Industria está actuando razonablemente en el camino de transitar de forma progresiva hacia la liberalización tarifaria en los sectores de energéticos, y en este caso el gasista. No ha dejado pasar la oportunidad para hacer una importante y necesaria subida, con independencia de que es preciso perfeccionar el sistema que determine el precio final de la materia prima para las tarifas de ultimo recurso, sin dejarse acorralar por la tentación de las subastas. Lo que si es necesario, es que una vez determinado el nuevo modelo de fijación de precios, se cumpla. Por tanto, no vale lo que ha pasado en este ultimo período con el butano.
Este movimiento, en el caso del gas, se une en primer lugar a la liberalización de las tarifas de alta tensión para las empresas, lo que conllevó un número importante de presiones (o amenaza mediáticas, según el caso) alrededor del Ministerio de Industria y que ha acabado con un número importante de empresas con contratos bilaterales con las eléctricas y condiciones mejoradas. Y, con una minoría adquiriendo la energía en el mercado, a través de su central de compras. Por tanto la liberalización es posible y sus beneficios se verán en el medio plazo.
Queda concluir con la liberalización de las tarifas eléctricas para los usuarios que faltan (G4 y domésticos) principios de año y ahí, el camino andado es mucho más corto que en el mercado gasista. Sobre todo porque la distancia a los precios reales es mayor y porque la tentación es mucha a crear una falsa tarifa de ultimo recurso que en el medio plazo aporte competencia en el mercado y optimice los precios por esa vía. El Ministro también ya ha indicado que se hará de forma progresiva. Seguiremos atentos. Los primeros pasos, parecen acertados.



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