La seguridad nuclear de nuestro país en manos de Marti Scharfhausen

Con esta maniobra, Soria se sale del carril general del Ejecutivo y, además, se deja las manos libres para elegir al sucesor de Marti Scharfhausen por alguien de su completa confianza, sin recibir influencia externa por parte de otras instancias del Gobierno, algo más que descontado, por necesario. Y es que, después del estado actual de las cosas, Soria quiere reforzar su control en esta área.

De hecho, al ministro le ha dado más o menos igual la existencia en la recámara de un candidato «sensato» en términos de conocimiento, experiencia, capacidad, incluso vinculación política, como Antonio Colino para sustituir a Carmen Martínez Ten, presidenta en funciones del organismo nuclear desde que venciera su cargo el pasado 1 de diciembre.

Soria, hombre experimentado en buscar relato político-politizado, a lo que viene pasando, desde las tarifas a Garoña, ha encontrado la coartada perfecta en la edad de Colino (66 años), y en la obligatoriedad de abandonar el cargo a los 70 años, es decir, en el cuarto año del mandato (todos sus miembros se postulan por seis), amenazando con su eventual marcha la entrega del puesto a las huestes del PSOE, a efectos de justificar un ejercicio de marcaje de territorio para encontrar al «hombre perfecto»: el inefable Marti Scharfhausen. Además, todo ello lo ha hecho Soria cumpliendo perfectamente con el guión que dicta la política politizada, como es la negación de que se iba a producir el cambio de Secretario de Estado a las preguntas de los medios de comunicación.

El nombramiento de Marti Scharfhausen en todo caso, y por estos y otros motivos, es uno más de los formatos en los que se manifiesta la política politizada de nuestro país. La colusión de los nombramientos en los círculos concéntricos, por los usos y costumbres de partido y de aparato (que no de la política), buscando salidas «dignas y oportunas», en la ocupación de las instituciones, órganos y empresas. Para algo hemos ganado unas elecciones, es la coletilla justificativa y la concepción que lo sostiene es que los cargos en los organismos reguladores, inspectores, de control, de supervisión del Estado y en las empresas públicas se asemejan a las canonjías y a las sinecuras. Aunque el resultado es que se maltrate la independencia, la profesionalidad y la credibilidad institucional de buenos órganos, con técnicos impecables que acaban en el deterioro a velocidad de tobogán con aceleración final hacia su implosión. El caso de la CNE es paradigmático.

Sólo reconforta pensar que el sistema de seguridad y control de los riesgos existentes en nuestro país en las instalaciones nucleares, es sólido y riguroso, construido a lo largo de nuestra historia de forma solvente por buenos profesionales y expertos. Eso y lo ameno que se lo van a pasar los consejos de CSN.

La seguridad nuclear de nuestro país en manos de Marti Scharfhausen

Con esta maniobra, Soria se sale del carril general del Ejecutivo y, además, se deja las manos libres para elegir al sucesor de Marti Scharfhausen por alguien de su completa confianza, sin recibir influencia externa por parte de otras instancias del Gobierno, algo más que descontado, por necesario. Y es que, después del estado actual de las cosas, Soria quiere reforzar su control en esta área.

De hecho, al ministro le ha dado más o menos igual la existencia en la recámara de un candidato «sensato» en términos de conocimiento, experiencia, capacidad, incluso vinculación política, como Antonio Colino para sustituir a Carmen Martínez Ten, presidenta en funciones del organismo nuclear desde que venciera su cargo el pasado 1 de diciembre.

Soria, hombre experimentado en buscar relato político-politizado, a lo que viene pasando, desde las tarifas a Garoña, ha encontrado la coartada perfecta en la edad de Colino (66 años), y en la obligatoriedad de abandonar el cargo a los 70 años, es decir, en el cuarto año del mandato (todos sus miembros se postulan por seis), amenazando con su eventual marcha la entrega del puesto a las huestes del PSOE, a efectos de justificar un ejercicio de marcaje de territorio para encontrar al «hombre perfecto»: el inefable Marti Scharfhausen. Además, todo ello lo ha hecho Soria cumpliendo perfectamente con el guión que dicta la política politizada, como es la negación de que se iba a producir el cambio de Secretario de Estado a las preguntas de los medios de comunicación.

El nombramiento de Marti Scharfhausen en todo caso, y por estos y otros motivos, es uno más de los formatos en los que se manifiesta la política politizada de nuestro país. La colusión de los nombramientos en los círculos concéntricos, por los usos y costumbres de partido y de aparato (que no de la política), buscando salidas «dignas y oportunas», en la ocupación de las instituciones, órganos y empresas. Para algo hemos ganado unas elecciones, es la coletilla justificativa y la concepción que lo sostiene es que los cargos en los organismos reguladores, inspectores, de control, de supervisión del Estado y en las empresas públicas se asemejan a las canonjías y a las sinecuras. Aunque el resultado es que se maltrate la independencia, la profesionalidad y la credibilidad institucional de buenos órganos, con técnicos impecables que acaban en el deterioro a velocidad de tobogán con aceleración final hacia su implosión. El caso de la CNE es paradigmático.

Sólo reconforta pensar que el sistema de seguridad y control de los riesgos existentes en nuestro país en las instalaciones nucleares, es sólido y riguroso, construido a lo largo de nuestra historia de forma solvente por buenos profesionales y expertos. Eso y lo ameno que se lo van a pasar los consejos de CSN.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *