La revisión tarifaria: ¿a qué huelen las cosas que no huelen?

Ayer conocimos las líneas maestras de lo que sería la revisión tarifaria del tercer trimestre. En suma, la revisión tarifaria estará entre el 5 y 6% (cercana a la evolución actual del IPC) e incluirá rebajas, configurando lo que se ha venido en denominar ‘tarifa social’, en la cual los consumidores con menos de 3kW de potencia contratada solo pagaran por el consumo y no el denominado “término de potencia” y el resto tendrán un cupo de consumo exento.

Parece entonces que la tarifa ha entrado en uno de las fases más kafkianas de su existencia, en la medida en que hoy está en el marco de la duda existencial: es el pago de un suministro, el precio de un servicio, un impuesto, una ayuda social, una subvención a las familias, parte del programa 400 euros ‘plus’ del Plan del Gobierno anticrisis. Por tanto, la indefinición sobre la materia que nos ocupa, nos lleva a desconocer su naturaleza real, más clara en cualquier otro lugar del mundo. Anclada en una concepción tardofranquista, la tarifa eléctrica ha pasado a ser el brazo armado de una nueva versión sofisticada de la Junta Superior de Precios.

En segundo lugar, se vuelve a evidenciar la ausencia de capacidad política para sacar la tarifa eléctrica del debate partidista, en un momento de principio de legislatura, abriendo una brecha cada vez más amplia entre el coste de la energía y la tarifa, entre la tarifa topada con déficit tarifario y la que teóricamente tendría que entrar en vigor con la liberalización de las mismas (enero de 2009 o julio de 2008 para los consumidores empresariales), entre lo que pagan los consumidores europeos y los nuestros. Introduce un ‘gap’ entre la ‘tarifa social’ y lo que tendrá que ser la ‘tarifa de ultimo recurso’, que es de proporciones importantes. Por tanto, ya tenemos dos ‘inventos propios’, el déficit tarifario (modalidad prevista) y la tarifa de buena voluntad.

Otra de las consecuencias que se pueden extraer de este proceso pintoresco que nos ha conducido a esta solución, es que ha funcionado la contumaz maquinaria mediática de orquestar un escándalo (¿dirigido?) previo en torno a la tarifa eléctrica y su subida, poco riguroso, engañoso, interesado y falaz, sobre los beneficios de las eléctricas o de determinadas tecnologías, con el fin de postergar nuevamente las decisiones que se deben tomar. En el camino, se ha quedado la credibilidad de la Comisión Nacional de Energía, el ataque al mercado eléctrico, la visión internacional que hemos difundido de retroceso y de país intervencionzota y un número importante de regresiones patológicas.

Por otra parte, parece que los mensajes que traslada el gobierno en materia de eficiencia económica y cambio climático, no son excesivamente coherentes con esta medida de revisión tarifaria. Energía gratis. Ese es el mensaje en toda su crudeza. Con lo cual, los usuarios pueden llegar a aprender a dormir con la luz encendida, porque pase lo que pase, en el mercado de la generación de electricidad o en las materias primas, a nivel internacional, nunca van a sufrir los rigores de los mayores precios. Como si fuéramos venezolanos, nuestro país tuviera petróleo y siguieramos un modelo chavista de control de precios..

Y, no solamente eso, con eso de la ‘tarifa social’ ya han entrado en funcionamiento la maquinaria de la tradicional picaresca nacional para identificar posibilidades de utilización indebida en ese ejercicio de ‘buenísimo’ del gobierno: dos viviendas, reducir potencia contratada. Serán los titulares de dos casas, los que más se puedan beneficiar de este nuevo modelo tarifario, dado que contarán con dos mínimos exentos. Por tanto, puede llegar a ser una tarifa ‘regresiva’, dirigida a las clases bipropietarias, lo cual será altamente paradójico. En todo caso, todo es fruto de la perversión del uso de la tarifa eléctrica para fines de política social cuyas herramientas son otras. A cambio, a los consumidores con tarifa nocturana se les ‘manipula’: se les dice que se amplía el horario de la discriminación tarifaria, pero sus facturas aumentarían teóricamente entre el 20 y el 70 % según estudia la CNE.

Más paradojas de esta tarifa es que es una formato que evita que los distintos miembros del Gobierno, de la Comisión Nacional de Energía tengan que hacer sus respectivas palinodias, en las que algunos han ido siempre con el pie cambiado. Es una solución que no es ni carne, ni pescado y las interpretaciones pueden ser para todos los gustos. Hay subida, si, pero poca. Hay ‘sensibilidad social’. Si, pero de aquella manera.

En la definición de esta nueva tarifa, todos hemos perdido algo. El gobierno, la nueva adminsitración energética, el Presidente del Gobierno, el Ministerio de Industria, el Ministerio de Economía, la Comisión Nacional de Energía, las empresas, el mercado, la ‘minoria creativa intervencionista’, las instituciones, los consumidores, la confusión en los mensajes que se trasladan dentro de la medida, la falta de sentido conjunto de país, el aparcamiento de los ajustes de comportamiento de los usuarios (incluso su interpretación indebida), el concepto de justicia social, el cambio climático, nuestra economía, nuestra credibilidad interior y exterior. Nuestro futuro. ¿Merece la pena?

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