La política de los “brotes verdes” y la energía
La Ministra de Economía, Elena Salgado, y la Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, escenificaron hace unos días una rueda de prensa “a pachas”, modelo plató, en la que exhibieron su confianza en la aparición de los primeros síntomas de recuperación de la economía española. Salgado los definió como “brotes verdes”, en esta bien entrada primavera metereológica y parece ser que el propio Presidente del Gobierno los ve también y, además, acusa a los demás de agoreros y gafes por no convencidos o críticos por no verlos. Son los primeros destellos de la precampaña electoral a las Elecciones Europeas. Los esfuerzos fútiles de gasto público practicados por el gobierno hasta el momento de manera sistemática y poco selectiva (keynesianismo más allá del keynesianismo, keynesianismo “a la pata la llana” o a go go) deberían dar los primeros resultados y que así se domesticara esta tendencia al precipicio.
La osadía, además de llenar las páginas de los periódicos y las opiniones de los columnistas, ha sonrojado a muchos cercanos al propio gobierno y al mundo económico en particular. En privado, en el propio PSOE se reconoce un nivel muy alto de crítica hacia el actual equipo económico y hacia su líder actual, atemperado por la situación del principal partido de la oposición. Días más tarde, la Comisión Europea hacia público un informe muy duro con toda Europa, en general; más duro con algunos países en concreto como Irlanda, y en el que España, en particular, salía bastante peor parada que la media europea. De esa personalización banal de la culpabilización de la realidad, el Comisario Joaquín Almunia, casi vetado en los entornos presidenciales, volvía a reverdecer.
Pero centrémonos en el caso de la energía, porque esta crisis todavía no arroja “brotes verdes”, sino todo lo contrario. Sobre todo porque el consumo energético es el indicador más relevante de lo que ocurre en la actividad económica. La caída de la demanda de energía es de las más importantes que se recuerda y, probablemente, va a definir un “nuevo frame”, un nuevo marco para el sector durante mucho tiempo. Caídas del 13,46 % del consumo de electricidad internanual al mes de abril, caídas de la demanda gasista y caídas en el consumo de los consumidores industriales del 20 % pueden dar idea de la magnitud de la crisis que nos estamos encontrando. Las cifras son de escalofrío, de forma que, según se anticipa, para alcanzar la demanda a la que se llegó el año pasado tendremos que esperar unos cuatro años. Por lo tanto, también es hora de un ajuste en el sector energético.
Según se ha podido saber, Red Eléctrica de España ya lo ha incorporado en su planificación y empezamos a conocer cómo el Ministerio de Industria podría reducir las inversiones de los dos operadores de transporte gasista y eléctrico, REE y Enagás, en coherencia con estas nuevas previsiones. ¿Qué puede ocurrir con todas esas inversiones energéticas pensadas en tiempo de bonanza, de crecimiento al 3 % de la economía española y del 2,6 % de crecimiento de la demanda eléctrica? ¿Tenemos en cuenta que estas inversiones encarecerán los precios de la electricidad (no olvidemos que las infraestructuras de los transportistas se remuneran, se usen o no, y se pagan en la tarifa sean necesarias o no)? ¿Qué puede pasar con esa capacidad excedentaria de estas instalaciones? ¿Cuál puede ser el futuro de esa promesa política que es El Musel, junto con más gaseoductos e interconexiones, que la harían doblemente inútil? ¿Cómo puede ser que los operadores de transporte señalen, como anticipó Antonio Llardén en una rueda de prensa, que la ejecución de sus inversiones pueden contribuir a salir de la crisis, si no hay demanda que lo pague? ¿No se verán afectadas por lo que está pasando? ¿Quién paga todo eso? ¿Qué puede ocurrir si se cumple que saldremos más tarde y peor de esta crisis que el resto de países europeos?
Más efectos y configuración de este marco para el sector energético: caída de precios de la energía y las materias primas, resultado directo como consecuencia de esta crisis de demanda. De hecho, hoy encontramos precios muy bajos en los mercados mayoristas, donde la competencia en el mercado de generación se ampliará y la capacidad sobrante es creciente (de hecho, hoy sigue sin regularse la remuneración de la disponibilidad, por algo será). Y también, en consecuencia, esto se traduce en una reducción de la actividad de las empresas y de sus resultados. Del mismo modo, podemos atisbar cómo de cara a la planificación de la generación futura se encarnizará la lucha entre las distintas tecnologías del mix español. Más asuntos: volverá el debate de las primas a las energías renovables, como ya ha insinuado o filtrado algún medio de comunicación (veremos con qué alcance o efectos).
En tanto, el Ministro de Industria, experto en macroeconomía, hombre que proviene del mundo financiero y que conoce en mayor medida que el resto del Ejecutivo actual los mecanismos económicos de esta crisis, seguramente que no pronunciará en mucho tiempo una frase que contenga “brotes verdes”, con independencia de que lo fácil sería, en una pirueta política, en un guiño al jefe, unirlo al desarrollo de las energías renovables con la futura ley del ramo en la mano, lista para su presentación pública. Seguramente que se guardará mucho de proferir estos dos vocablos, sustantivo y adjetivo.
Brotes verdes.

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