La CNE en la almoneda: no es el fuero, es el huevo.

Esta situación, que no ha causado especial escándalo, en todo caso, ha generado mucha menos polémica que la generada por el hecho de intentar identificar si es carne o pescado la transferencia de las bonificaciones empresariales en las Cuotas de la Seguridad Social (es decir si rompe la denominada Caja Única).

En todo caso, el problema de este acuerdo político, con independencia de la valía de los posibles candidatos que pudieran ser propuestos por esta formación política, es el retorno al modelo de politización que ha llevado al descrédito de la institución, a su pintoresca ejecutoria y a que se desabroche del complejo escenario sectorial, como órgano perfectamente prescindible. No es, por tanto, el fuero, es el huevo.

Por otra parte, en las experiencias internacionales comparadas, de países que creen en la función, papel y funcionamiento de estos órganos independientes, sus Consejos deben ser reducidos, los puestos de los mismos no deben ser renovables, sus mandatos deben ser largos y estar por encima del devenir político, escrutados públicamente en el Parlamento por mayorías cualificadas, y el perfil de sus integrantes debe ser examinado con criterios técnicos y no políticos. Hoy, la distribución de puestos en nuestro país pasa por un complejo ejercicio que es simétrico a la inestabilidad y debilidad de las mayorías parlamentarias en cada legislativa, coherente con la debilidad institucional. Y, este acuerdo secreto, viene a abundar en el mismo problema.

Por el contrario, hoy tenemos la mitad del actual Consejo de Administración de la CNE «zombie», con la duración de su designación extinguida, y demorada durante más de un año y medio. Es decir, que su salida se producirá teóricamente casi con los siguientes salientes, que proféticamente deben abandonar su Consejo en el próximo junio. Además, otro grupo de Consejeros, alojado en su seno, es contrario a la liberalización y al modelo de mercado al que debería defender, con propuestas como el Informe de Costes y Precios. Una desconexión alarmante de los problemas del sector energético, la generación y activación de otros como el fraude de la energía solar fotovoltaica del que nunca más se supo. Y, para más inri, la actuación en determinados procesos corporativos en el sector ha sacrificado, en su papel de obediencia debida, la capacidad de esta institución para la función y servicio al sector energético al que estaba destinada. Y, eso sin entrar en otras polémicas menores y más cotidianas, pero igualmente significativas, que hemos ido conociendo, relativas al «ornato» interno: coches, retribuciones, escala directiva, viajes,….

Sería, por tanto, deseable, un compromiso político: tomarse en serio lo que pasa ahí, proporcionar estabilidad, trabajar en la seriedad de la institucionalización a estos órganos independientes, cuyo funcionamiento proporciona en primer lugar un sustrato necesario y, después, un plus de reputación al funcionamiento de la economía y los sectores económicos. Y, ese compromiso supone evitar manosear o meter la mano por la vía del pactismo o los intereses particulares, concretos que merodean alrededor de los respaldos políticos y de la «geometría variable» tan oportunista. Es decir, hay cuestiones que requieren un sentido de Estado: en estos momentos, todas aquellas referidas a la economía y al funcionamiento de sectores tan relevante como el energético. Para eso, es necesario, un compromiso político de primer orden, no un chalaneo y una institución que sea independiente y no heterónoma, y que, por tanto, se encuentre en almoneda permanente de quienes conceden y administran sus puestos, por vía del agradecimiento o del favor.

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