La bomba de la central de bombeo en Gran Canaria y el interés de REE
En el ámbito canario, dicho interés indisimulado, se ha recogido por la prensa insular. Lo que viene a demostrar que lo que pasa en Canarias, suele tener poca repercusión o acogida en la Península y, por tanto, que en el auspicio de la lejanía pueden pasar cosas gordísimas sin que nadie se de cuenta. Es un lamento que es propio de los isleños: la distancia a la Península que opera en doble sentido, siempre.
Dicho análisis hay que hacerlo, en primera instancia, sin la parte más morbosa de los hechos relatados. Sin entrar en las vicisitudes por las que pasó el pliego de condiciones propuesto por el Cabildo, su revisión y su cambio sobrevenido, una vez publicado en el Diario Oficial, y que deja de una forma laxa y ambigua la posibilidad de presentarse a «empresas eléctricas» sin necesidad de los requisitos ni experiencia que tienen las empresas generadoras. Algo que incluso puede parecer paradójico: que una Administración se arriesgue en sus pliegos de contratación pública a no utilizar a las empresas que tienen conocimiento, «expertise» y que cumplen esa función en el sistema.
Pero, en todo caso, esta noticia requiere ser leída desde la perspectiva del modelo que establece la Ley del Sector Eléctrico y la diferenciación de actividades definidas en la liberalización (unbundling): generación, transporte, distribución y comercialización. Junto a estas funciones, además se establecen la existencia de dos operadores: el operador de mercado (el OMEL) y el operador de sistema (incluido dentro de Red Eléctrica de España).
Las tentaciones monopolísticas que tiene Red Eléctrica de España, de estirar sus funciones hasta convertirse en un «panoperador» eléctrico, más allá del bien y del mal y del «unbundling», tienen tres vectores: el primero, la confusión o convivencia entre operador de transporte y operador de sistema, ya que ambas funciones deben ser superadas y separadas definitiva y completamente; el segundo, la influencia en la regulación para condicionar y reordenar el sistema en lo económico, en la producción de energía y en la inversión de los propios agentes con claros resabios intervencionistas; Y, finalmente, en tercer lugar, esto último recién conocido, la aspiración de contar con instalaciones propias (en este caso, una central hidráulica con bombeo) y que supone un salto cualitativo de mayor alcance, al producirse el hecho de intervenir en el mercado de generación directamente como operador.
Todo ello se produce en pleno debate sobre la profundización de este modelo surgido tras la liberalización, de forma que el operador de transporte y el de sistema se separen definitivamente. Es decir, el ISO (con un operador de sistema totalmente independiente del transportista), frente al actual TSO (que integra transporte y operación) y que es una fase previa a la separación definitiva de estas dos actividades.
Por tanto, es razonable que Red Eléctrica de España tienda cada vez más a concentrarse en desarrollar sus funciones como transportista con la eficiencia y calidad que demuestra, pero también es imprescindible, que esa separación entre transporte y operación definitivamente se produzca cuanto antes. Y, por tanto, que la tentación de participar en el mercado de generación con instalaciones propias y de bombeo, una extensión de sus actividades, se reconduzca debidamente.
Lo dicho, «la bomba».



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