Felipe González y la energía nuclear

La semana pasada, el Club Español de la Energía distinguió a Felipe González con el premio Energía y Sociedad (por cierto, un premio altamente justo y bien ponderado) El ex presidente, además, se despachó en su alocución diciendo que medio gobierno actual es pronuclear. El colmo.

Sobre la “supuesta transformación” de Felipe González se han escrito ríos de tinta: el fue el presidente que impuso la denominada “moratoria nuclear” y, hoy le vemos posicionado a favor de este tipo de tecnología. En la misma recepción, Miguel Sebastián haciendo ejercicios de escapismo: no seré yo quien me decante por qué tipo de tecnología es mejor: la nuclear o las renovables por utilizar la contraposición y, además, que la mejor alternativa es el ahorro. Loable.

Ante todo, hay que decir que Felipe González siempre ha sido un hombre de visión, de visión de largo plazo y de visión internacional, más allá de los bandazos de la política exterior española en los últimos doce años o de la asistencia multitudinarias a los encuentros de Jefes de Estado y de Gobierno, obligatorios por otra parte o de los aprietos políticos momentáneos de la política interna.

Hagamos historia. Felipe González abandonó en su momento el marxismo en una decisión valiente y arriesgada, en un movimiento que introdujo al socialismo español en el europeísmo, y realizó las más importantes reformas que se han realizado en nuestro país desde la restauración de la democracia. Reformas que hoy no serían posibles, metidos como están los grupos políticos en el fango de un conflicto ininteligible que de lo que menos tiene es de proyecto de sociedad y de país. Alguien tendría que reflexionar sobre esto y sobre la necesidad de estrategia frente al tacticismo, de visión de futuro y de capacidad de liderazgo como país.

El caso es que, al parecer, se dice de Felipe González,que ha entrado en la órbita nuclear, cuando los exegetas antinucleares afirman que el declaró la famosa moratoria, cosa de la que se habla y muy pocos saben lo que quiere decir. La moratoria nuclear fue un proceso a mediados de los ochenta mediante el cual, se paralizó la construcción de varias centrales nucleares que se iniciaron años antes. El motivo de esta paralización no fue ideológico, en ningún caso: fue resultado del diagnóstico de que la demanda de energía eléctrica había sido sobredimensionada años antes y que era preciso abortar el proceso inversor que se había reclamado a las eléctricas para que realizaran estas instalaciones.

Sobre todo porque el país necesitaba dirigir la inversión a otras utilidades, también productivas, como fue el programa de autovías y toda la modernización que necesitaban otras infraestructuras y el tamaño de la economía era lo suficientemente estrecho como para que esta inversión hubiera drenado muchos recursos para estas otras necesidades. Ese proceso, además, se vio acompañado de un escrupuloso programa de pagos para devolver las inversiones realizadas y no conclusas, lo que da la impresión de una respuesta seria, equilibrada, con seguridad jurídica y negociada a una decisión modificada de los poderes del Estado en su ejecutoria (todavía lo pueden ver Vds.en sus facturas).

Recuerden por tanto. La economía es la manera en que se gestionan los recursos existentes entre prioridades, en que se eligen la utilización de bienes escasos a fines alternativos. El propio Felipe González declaró una vez, que “los economistas, son como ese niño que te dice en el colegio que los Reyes Magos son los padres”.

De hecho, ese cálculo que obligó a parar las centrales, no estaría tan mal realizado, porque la gran cantidad de ciclos combinados que han reforzado nuestro sistema eléctrico lo han hecho en los últimos años y, nuestro país, no ha pasasdo crisis de suministro en estos años. Hoy, si seguimos los artículos de Felipe González en materia energética, e incluso en lo que se refiere a geoestrategia y visión internacional, se comprende perfectamente el posicionamiento del ex Presidente del Gobierno y no supone, en ningún caso, que González abdique su pragmatismo y de su visión de construcción de progreso. Efectos sobre el cambio climático, necesidad de un ‘mix’ de generación diversificado, control de la factura energética sobre el país con política de medio plazo, combinación con otras fuentes energéticas y respaldo a la seguridad de suministro son claves que maneja con evidente conocimiento y asesoramiento.

Pero llega la ideología al debate nuclear. Un nuevo adanismo en palabras del propio Felipe González. Un izquierdismo demodé. Y, cada vez que alguien intenta abrir el debate nuclear (y las declaraciones de González son un nuevo intento, más serio que en otra ocasiones), el Gobierno aplica la política de la consigna y el dogmatismo para cerrarlo en seco. Un debate que se cierra con la declaración de un Ministro o de otro, con la sensación de necesitar hacer sonoro el portazo por si alguien no se había dado cuenta (cuestión que debería poner también en solfa el consabido tema de la libertad de expresión en los partidos políticos)

Y, la política, juega hoy, en el mal sentido de la palabra, utilizada como instrumento que todo lo puede y que se impone a la racionalidad económica, incluso que en ocasiones subvierte los criterios de la seguridad jurídica. La politización de determinados problemas como el futuro del mix energético o las tarifas eléctricas, llevan a que los gestores se abandonen, porque en el fondo desde otra instancia política superior (in excelsis Deo) lo deciden y sus consecuencias o las pagará otro, o aparecerán de otra forma o se llevan al futuro. De hecho, el pago de la factura energética, su encarecimiento y el aumento de la dependencia exterior dependen de las decisiones de inversión de hoy, por lo que dentro de veinte años, todos calvos, al menos políticamente hablando, sobre todo cuando todo se juega en el campo del tacticismo.

Que hoy medio gobierno sea pronuclear no es de extrañar y que en el Partido Socialista haya una tendencia pronuclear muy reconocible, tampoco debería rasgar las vestiduras a nadie. Que lo diga con todas las letras Felipe González es un nuevo gesto que le honra, es un ejemplo de libertad, de democracia, de valentía en tiempos de dogma y de rebeldía ante la imposición de la verdad oficial para conservar los cargos y la confianza del que tiene la sartén por el mango.

Seguimos necesitando estadistas.

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