Explíquese Sr. González

Por eso, sería razonable que el expresidente, hombre que siempre es escuchado con mucha atención en los medios, que goza de un gran predicamento y de autoridad sobre la política española, explicase su postura al respecto de esta afirmación. Podría haber explicado cuáles son los problemas que se han derivado de la actuación administrativa y política de los sucesivos Gobiernos tras el proceso de liberalización, porque puede parecer que la responsabilidad de la aparición del déficit tarifario es de la propia liberalización. Algo que es una aberración y que además desresponsabiliza a la política de las decisiones tomadas, en forma de crecimiento de los costes y no equilibrio con las tarifas.

Por eso, y por el hecho de que en la actualidad no vivimos en un momento especialmente “pacífico” a la hora de resolver el grave problema del déficit tarifario, también es preciso requerir aclaraciones al expresidente. De hecho, el origen de este déficit tarifario galopante, estrictamente hablando, no se sitúa en la liberalización del sector eléctrico, sino en la incapacidad política de hacer coherentes las tarifas y los precios, a los costes del suministro, y en ser conscientes de las decisiones que conforman los mismos, con visión económica y de mercado.

Y claro, la pregunta que surge es, ¿y por qué no se iba a liberalizar esta actividad? ¿Por qué esta tentación atávica española de criticar o censurar cualquier forma de liberalismo en la economía y la sociedad, con sus correspondientes mecanismos de regulación, supervisión, etc… (en el fondo, donde se sitúan los grandes déficits de los procesos de liberalización)? De hecho, en nuestro país se han liberalizado, sin ningún problema, sectores mucho más complejos que el sector eléctrico. Y, finalmente, estábamos obligados por parte de la Unión Europea a realizar el proceso de liberalización en este sector.

Pero en todo caso, hay que reconocer que el modelo de liberalización del sector eléctrico es una cosa y todas las trapisondas organizadas alrededor de él por los sucesivos gobiernos y administraciones, son otra. Si, por ejemplo, se liberaliza el sector eléctrico, y a partir de ahí, merced a decisiones políticas combinadas de distintas Administraciones, se empiezan a incorporar costes regulados a la actividad del suministro de electricidad (vía subsidios descontrolados a la generación de determinadas tecnologías o decisiones de inversión en activos para transporte… ), es normal que se produzcan alzas en los costes. O se introducen morcillas y cuñas en la regulación para obligar a producir electricidad, mediante determinadas tecnologías a un precio, para garantizar una demanda de una materia prima como el carbón nacional a un precio, entonces también se subvierte el sentido de la liberalización. O si se introducen elementos para perturbar el funcionamiento normal de mercado. O si los precios de la electricidad que se derivan de todas esas decisiones no recogen sus efectos. Es subvertir y pervertir el sentido de la liberalización y, evidentemente, luego no procede esconderse de sus consecuencias.

Por eso, si alguien con un cierto rigor económico analizara este proceso y sus críticas en el seno de nuestro país, se llevaría las manos a la cabeza. Así podemos entender cuáles son los mecanismos que florecen en manos del Ejecutivo para absorber el déficit tarifario, cuyas últimas noticias pasaban por estropear el mercado eléctrico con impuestos y gravámenes con efectos más intensos para las tecnologías más eficientes. Quizá todo esto es una explicación de lo que está pasando.

Porque seguramente, esto, incluida la demonización y perversión del proceso de liberalización con González en sus buenos tiempos, no hubiera pasado.

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