Es la economía, señores

Conocemos hoy por el diario «El País«, según informaciones publicadas por el «El Diario de Burgos» a las que alude, que acaba de activarse el siguiente paso en el proceso de cierre de la central nuclear de Santa María de Garoña. Todo ello, pasados unos días desde que José Antonio Navas en el «El Confidencial» publicó un acuerdo imaginario entre Industria y las empresas propietarias de la central para continuar con la operación. Eran y son fuentes fidedignas. Las informaciones que habían llegado al entorno de Energía Diario a través de varias fuentes, nos indicaban que el acuerdo no existía. Y los contrastes que hemos estado efectuando también corroboran su ausencia. Desde este medio, habíamos valorado positivamente ese eventual pacto, que finalmente se ha comprobado por los hechos que nunca existió. Pues bien, claramente, tenemos que desdecirnos en lo que se refiere a ese acuerdo.

El hecho es que nos encontramos con el siguiente paso en el proceso de desmantelamiento de la central. Se trata de un hecho inédito que se produce por motivos económicos y financieros. La fijación de impuestos a una tecnología hace inviable su operación por parte de las empresas. Es sencillo de comprender. Fruto de la inconsciencia económica en la que nos movemos, consistente en que una empresa debe estar al servicio del Estado y su fin debe ser diferente al de ser viable y rentable, la explicación económica, conducente al cierre se diluye, la explicación económica, que es la base fundamental de su eventual cierre. Es preocupante que la decisión de la nueva fiscalidad en generación y nuclear, se elabora con información económica incompleta (aplicando los supuestos retroprogresivos groseros) y despreciando la información económico financiera auditada.

Sus consecuencias son mucho más serias: encarecimiento de la electricidad en el mercado de generación, retirada de oferta, despilfarro de recursos útiles como una central en operación eficiente y segura, paro, pérdida de competitividad de las empresas españolas e impacto sobre el desarrollo regional en los peores momento de la crisis. Y, lo que es peor, un conjunto de mensajes delirantes relativos a los comportamientos del Ejecutivo y del sector institucional español en lo relativo a la energía, sólo posibles en nuestro país. Sólo un país como el nuestro, sometido a esta forma de hacer política, devora recursos útiles y se dedica a despilfarrar.

Otra cuestión es la forma en la que José Manuel Soria, ministro de Industria, Energía y Turismo, ha entrado en barrena, llevando el proceso Garoña como una partida de mus llena de órdagos, contra los intereses de la economía, de su propio partido y de las Administraciones Autonómicas concernidas. El ministro se engaña en solitario, confiado y temerario, de que la decisión de cierre de Garoña no se va a producir finalmente y trata de amarrarse a los clavos ardiendo que le da el desarrollo procesal de la situación. Y así, queda confinado en el laberinto de los órdagos que no controla, dado que sólo los entiende desde el punto de vista de la política. El azaroso trasiego de cambios en el trámite parlamentario de la Ley de Medidas Fiscales en materia medioambiental y sostenibilidad energética así lo demuestra, con vaivenes que provienen de la recomposición permanente del cálculo de consecuencias y de la distribución de las mismas que se quiere hacer desde la política (eso es lo que mola).

Y, ese es, con toda probabilidad y también de forma torcida, el origen y la explicación de la filtración de la noticia falsa de un supuesto acuerdo que nunca llegó a existir. Modelo político burdo: «nosotros tomamos las decisiones y ahora toca venderlas». Más allá de dar abrazos y ser responsables de las consecuencias económicas de sus decisiones y comportamientos, tratando de culpabilizar a las empresas de que decidan no mantener una empresa que acaban de convertir en no rentable e inviable por decisiones políticas poco meditadas con la economía. Los beneficiables de esta melé, atizan ese carácter de órdago político a unos y otros, para incendiar el proceso. Sólo con ese cinismo es entendible que se interprete todo esto en términos de partida de póker, también por los sectores que esperan al acecho para sustituir por nueva potencia de generación en otras tecnologías.

Tosca y zafia expresión y simplificación, de un modelo supuestamente basado en la mediatización de los medios «a lo americano». Pero claro, allí este tipo de procesos tienen como base otro tipo de equipos políticos, otras Administraciones más profesionalizadas, un diálogo con las empresas y los sectores, otras instituciones y un sentido de la economía. Por eso, Clinton arremetió con fuerza contra Bush, cuando le espetó en el debate electoral que mantuvieron, la ya famosa frase «Es la economía, estúpido». Así, el departamento que tiene bajo su responsabilidad gran parte del aparato productivo y empresarial español y de la energía, actúa exclusivamente con criterios y pulsiones de «política politizada», sin modelo de sector energético y eléctrico (mix de generación, modelo empresarial, de mercado, de competitividad,…).

Con todo respeto: Es la economía, señores. Háganle caso.

Es la economía, señores

Conocemos hoy por el diario «El País«, según informaciones publicadas por el «El Diario de Burgos» a las que alude, que acaba de activarse el siguiente paso en el proceso de cierre de la central nuclear de Santa María de Garoña. Todo ello, pasados unos días desde que José Antonio Navas en el «El Confidencial» publicó un acuerdo imaginario entre Industria y las empresas propietarias de la central para continuar con la operación. Eran y son fuentes fidedignas. Las informaciones que habían llegado al entorno de Energía Diario a través de varias fuentes, nos indicaban que el acuerdo no existía. Y los contrastes que hemos estado efectuando también corroboran su ausencia. Desde este medio, habíamos valorado positivamente ese eventual pacto, que finalmente se ha comprobado por los hechos que nunca existió. Pues bien, claramente, tenemos que desdecirnos en lo que se refiere a ese acuerdo.

El hecho es que nos encontramos con el siguiente paso en el proceso de desmantelamiento de la central. Se trata de un hecho inédito que se produce por motivos económicos y financieros. La fijación de impuestos a una tecnología hace inviable su operación por parte de las empresas. Es sencillo de comprender. Fruto de la inconsciencia económica en la que nos movemos, consistente en que una empresa debe estar al servicio del Estado y su fin debe ser diferente al de ser viable y rentable, la explicación económica, conducente al cierre se diluye, la explicación económica, que es la base fundamental de su eventual cierre. Es preocupante que la decisión de la nueva fiscalidad en generación y nuclear, se elabora con información económica incompleta (aplicando los supuestos retroprogresivos groseros) y despreciando la información económico financiera auditada.

Sus consecuencias son mucho más serias: encarecimiento de la electricidad en el mercado de generación, retirada de oferta, despilfarro de recursos útiles como una central en operación eficiente y segura, paro, pérdida de competitividad de las empresas españolas e impacto sobre el desarrollo regional en los peores momento de la crisis. Y, lo que es peor, un conjunto de mensajes delirantes relativos a los comportamientos del Ejecutivo y del sector institucional español en lo relativo a la energía, sólo posibles en nuestro país. Sólo un país como el nuestro, sometido a esta forma de hacer política, devora recursos útiles y se dedica a despilfarrar.

Otra cuestión es la forma en la que José Manuel Soria, ministro de Industria, Energía y Turismo, ha entrado en barrena, llevando el proceso Garoña como una partida de mus llena de órdagos, contra los intereses de la economía, de su propio partido y de las Administraciones Autonómicas concernidas. El ministro se engaña en solitario, confiado y temerario, de que la decisión de cierre de Garoña no se va a producir finalmente y trata de amarrarse a los clavos ardiendo que le da el desarrollo procesal de la situación. Y así, queda confinado en el laberinto de los órdagos que no controla, dado que sólo los entiende desde el punto de vista de la política. El azaroso trasiego de cambios en el trámite parlamentario de la Ley de Medidas Fiscales en materia medioambiental y sostenibilidad energética así lo demuestra, con vaivenes que provienen de la recomposición permanente del cálculo de consecuencias y de la distribución de las mismas que se quiere hacer desde la política (eso es lo que mola).

Y, ese es, con toda probabilidad y también de forma torcida, el origen y la explicación de la filtración de la noticia falsa de un supuesto acuerdo que nunca llegó a existir. Modelo político burdo: «nosotros tomamos las decisiones y ahora toca venderlas». Más allá de dar abrazos y ser responsables de las consecuencias económicas de sus decisiones y comportamientos, tratando de culpabilizar a las empresas de que decidan no mantener una empresa que acaban de convertir en no rentable e inviable por decisiones políticas poco meditadas con la economía. Los beneficiables de esta melé, atizan ese carácter de órdago político a unos y otros, para incendiar el proceso. Sólo con ese cinismo es entendible que se interprete todo esto en términos de partida de póker, también por los sectores que esperan al acecho para sustituir por nueva potencia de generación en otras tecnologías.

Tosca y zafia expresión y simplificación, de un modelo supuestamente basado en la mediatización de los medios «a lo americano». Pero claro, allí este tipo de procesos tienen como base otro tipo de equipos políticos, otras Administraciones más profesionalizadas, un diálogo con las empresas y los sectores, otras instituciones y un sentido de la economía. Por eso, Clinton arremetió con fuerza contra Bush, cuando le espetó en el debate electoral que mantuvieron, la ya famosa frase «Es la economía, estúpido». Así, el departamento que tiene bajo su responsabilidad gran parte del aparato productivo y empresarial español y de la energía, actúa exclusivamente con criterios y pulsiones de «política politizada», sin modelo de sector energético y eléctrico (mix de generación, modelo empresarial, de mercado, de competitividad,…).

Con todo respeto: Es la economía, señores. Háganle caso.

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