El poder del ahora

Es cierto que la época de expansión de la economía española promovió una serie de comportamientos alejados de la lógica económica, aunque tenían la lógica de los incentivos económicos, que no siempre es lo mismo. Dichos comportamientos tienen unas características más o menos comunes fruto de la idea más o menos idílica del crecimiento ilimitado, sin necesidad de justificación, retornos, proporcionalidad, correlación con los mercados en términos de oferta y demanda y el resto de leyes económicas básicas.

¿Cuáles son los elementos o resultantes de esta idea? La inducción de la sobreinversión, la promoción de la construcción de activos físicos para que no falte de nada en ningún sitio (frente a la gestión ultraeficiente de los existentes), la demanda de activos físicos por razón de la reclamación y de la envidia («nosotros no vamos a ser menos», conducente al café para todos), la supuesta expansión de la oferta justificativa del despilfarro de la liquidez, en la confianza plena de que encontrará su propia demanda. Se trataba de vivir en el futuro, en las expectativas y en la tierra de promisión prometida más que en la realidad.

Un modelo que generó un aprendizaje continuo y un modelo repetitivo de actuación de los agentes, una forma de hacer las cosas para repetir la actividad como los hámsters mueven las ruedecitas en su jaula sin parar y sin saber hacer otra cosa. A partir de ahí, ha faltado la asunción de las consecuencias profundas del cambio de realidad y de paradigma (en lenguaje cursi) y del aprendizaje que ello significa. Probablemente, las mismas formas utilizadas en los tiempos de bonanza y expansión no sirven para los tiempos de contracción. Existe otra realidad que administrar y no que engordar. Y, lo que es peor, al ver iniciativas y cosas que se promueven quiere decirse que no se ha aprendido nada de los errores pasados conducentes a las distintas burbujas: inmobiliaria, de las autopistas, del tendido de líneas de AVE deficitarias o de instalaciones fotovoltaicas (acompañada, sin duda, de incentivos económicos para ello). La cultura de la inversión es buena, porque ahí queda. Ahí queda el dinero enterrado y la deuda.

Por eso, podemos seguir escuchando esos cantos de sirena hacia el futuro, respecto a la expansión de tal tecnología de generación, de tal hidrocarburo, o de tal combustible que se pueden leer en los medios de comunicación. O, por ejemplo, la propuesta de borrar la actual capacidad instalada operativa para sustituirla por otras tecnologías en Canarias como ahora se promueve en un alarde de destrucción, encarecimiento y sustitución por otras tecnologías, que a su vez buscan nuevas formas y yacimientos de crecimiento adicional. Pero no se trata de la destrucción creativa, no. Se trata del despilfarro y de comportamientos políticos asociados al mismo para ir generando nuevos problemas mediante la prestidigitación, en lugar de resolver los existentes mediante la gestión y la experiencia.

Dicho modelo se veía acompañado de comportamientos inversores, financieros o empresariales abusivamente expansivos. Directivos águilas sabían captar estas señales e incentivos para capturar nuevas operaciones, que en cualquier otro momento hubieran sido una temeridad. Por su parte, las Administraciones se echaban en esos brazos merced a los tentáculos de la política y sus incentivos (la concesión de potencia fotovoltaica fue paradigmática).

Además, todo ello se asociaba a una comunicación triunfalista de nuevo rico a base de cortar cintas y promesas de nuevas inversiones inductoras de otras adicionales. Sin parar. Cuando existían, los planes de negocios estaban soportados en hojas de cálculo (Excel) muy forzadas, calzadas a capón, con previsiones evanescentes de bochorno que no resistían ni un mininterrogatorio de primer grado y con supuestos ilusorios. Y, si no, siempre cabía que la cobertura de estos costes se integrasen, de ser malhadadas su circunstancias, en la tarifa eléctrica, gasista o en los impuestos por algún tipo de mecanismo que garantizase el infinito protector. Y, si no, se generaba déficit, se aplazaba, o se financiaba. Vive ahora, paga después.

Mientras, mensualmente, van cayendo vertiginosamente los resultados de demanda y el consumo, haciendo malas todas las previsiones y aumentado la brecha entre la capacidad instalada y potencial y la utilizada en todas las tecnologías y tipos de energía final. Así tenemos a los operadores del sistema haciendo estimaciones de demanda infladas que cada vez se separan más de la realidad liquidada y que, eso sí, permiten colocar sus inversiones retribuidas en las planificaciones energéticas. Y, la Unión Europea, con la ducha fría, prolongando nuestra ya muy larga recesión.

Por eso es conveniente resetear. Leer «El poder del ahora» de Eckhart Holle respecto de la necesidad de vivir en el presente, de forma realista y acorde a las circunstancias, no vivir en el pasado o en el futuro incrementalista, es un ejercicio urgente para nuestro país. Comprender, asumir. Dicen que el hombre que no aprende de su pasado está condenado a repetirlo. Y, la verdad es que produce vértigo leer las ofensivas de determinadas tecnologías para aumentar su oferta, capacidad instalada, con nuevas inversiones y futuros estimulantes en este estado de cosas, con este exceso, este déficit y la necesidad apremiante de resolver de la mejor manera los problemas presentes.

Esto ya lo hemos visto antes. ¿Sabremos hacer otra cosa?

1 comentario
  1. Xavier
    Xavier Dice:

    Muy interesante. Aún así, echo de menos la burbuja de centrales de ciclo combinado de gas. Que no tienen prima pero tienen otros factores igualmente inductorios a la creación de déficict.

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