El Partido Popular y la energía

En todo caso, como premisa a este artículo, el objeto, interés o voluntad de Energía Diario, no es entrar en el debate sucesorio del PSOE, o en la posibilidad de un adelanto electoral en los términos que este supuesto debate, agitado en determinadas instancias políticas y mediáticas, se está construyendo. Simplemente, nuestro papel es relacionar las propuestas económicas relativas a la energía de los partidos en contienda, darlas a conocer y proporcionar nuestra visión de las mismas de acuerdo con nuestro ideario y posición editorial.

Por tanto, empieza ya a ser el momento de requerir una posición, un programa de gobierno en el ámbito de la economía y de la energía al Partido Popular. Y, esto es más así, en la medida que en la realidad política se combinan tres fuerzas centrífugas. La primera, es el hecho de que el partido en el gobierno actualmente tenga que abordar el «trabajo sucio» de unas reformas que van a suponer un desgaste del propio Ejecutivo. Así, existe un cierto consenso en los círculos económicos en que el comportamiento del actual Gobierno, con matices, con detalles, con su arrastrar los pies, con sus demoras, con sus retrasos y con sus vacilaciones ha cambiado hacia mayor ortodoxia desde mayo de 2010.

La segunda cuestión, ya dentro de las propias filas del Partido Popular, son los consejos de asesores políticos consistentes en no desvelar las medidas que este partido podría emprender en caso de estar en el gobierno, sobre todo para no ahuyentar votos e intentar la captura de votantes del centro.

La tercera, es que el mundo económico, empieza a ver con inquietud y preocupación, a estas alturas de la película, el discurso de Rajoy y el equipo económico del Partido Popular, construido sobre bases excesivamente demagógicas. De hecho, además de evitar caer en el enfoque partidista mediático español, es sumamente preocupante la reacción popular a la reunión del sábado en La Moncloa y debe ser inquietante para el propio Partido Popular el enfoque «solipsista» en lo económico en el que se ha sumido para mantener el misterio y el enigma en torno a su programa económico.

Las fuerzas vivas del Partido Popular apelan y repiten la palabra «confianza», construyendo un argumento de corte taumatúrgico «cuando nosotros entremos en el gobierno, se creará confianza y la economía despegará, palabra». Ese argumento es uno de los que sostiene la teoría del adelanto de elecciones y el hecho de no desvelar su programa de gobierno, salvo generalidades, vaguedades, lugares comunes y cuestiones de retórica política complaciente como el apoyo a los emprendedores. Y ese argumento y mecanismo mental es semejante al que tenía José Luis Rodríguez Zapatero antes de mayo de 2010, en un ejercicio disparatado de concepción psicopatológica de la economía.

En ese excipiente da lo mismo todo, da lo mismo la política económica, dan lo mismo las reformas estructurales, da lo mismo la ortodoxia, dan lo mismo los sectores económicos y dan lo mismo la estructura y los comportamientos de los sectores empresariales. La confianza, entendida así, es un estado basado en comportamientos irracionales que proporciona una dulce renuncia a los agentes económicos. El problema es que en economía, con mercados globalizados e información perfecta, esto no es así y empieza a cundir la inquietud en el mundo económico por esta actitud tan opaca.

Por tanto, en estos momentos, al Partido Popular hay que pedirle estar ya a la altura de las circunstancias, que perciba que ha entrado en una fase de precalentamiento y que supere el efecto de los asesores políticos, para ofrecer realmente confianza a la sociedad y al mundo económico. Y la confianza real, evidentemente, se ofrece con hechos, con certidumbre, con medidas conocidas y predecibles, con explicación de su programa más allá de la retórica o de lo políticamente correcto. En palabras de Julio Anguita, programa, programa, programa…

En el terreno de la energía, además de conocerse cuáles son sus postulados futuros, se debe conocer, cómo abordar cuestiones pendientes o abiertas como el proceso de liberalización de los sectores energéticos, problemas tan complejos como el de los precios de la energía, de la electricidad, el déficit tarifario y cómo se va a enfrentar a ellos. Del mismo modo, existen cuestiones clave y críticas como la revisión del modelo de desarrollo de energías renovables, el exceso de capacidad existente en el generación con los efectos que se derivan, incluso el papel de las Comunidades Autónomas con la proliferación de tributos autonómicos en torno a la energía, promoción de concursos renovables y definición de determinadas infraestructuras, como gallina de los huevos de oro de estas Administraciones. Todos ellos, temas que empiezan a requerir una respuesta coherente y articulada en torno al propio modelo de liberalización que el Partido Popular impulso en 1998, y que sigue un modelo semejante al que se propugna actualmente desde la Unión Europea.

Incluso, en el caso energético, no deja de ser preocupante la actuación y comportamientos parlamentarios,además de algunas posiciones y declaraciones pasadas de sus responsables. En primer lugar, es público cómo el Partido Popular se ha «desabrochado» del problema del déficit tarifario, que es una consecuencia de comportamientos políticos elusivos de la realidad de todos los partidos en el gobierno desde el año 2000: no subir el precio de la electricidad, como reducto de la intervención en los precios en un país que le ha costado asumir históricamente sus costes energéticos o ha tratado de trasladarlos o sindicarlos entre sectores. O, más recientemente, cómo el Partido Popular se alineó en el senado con Esquerra Republicana de Catalunya contra la modificación de los parámetros que fijan la retribución a la energía solar fotovoltaica. Y, como ejemplo paradigmático, todavía tiene reverberaciones en las hemerotecas la fotografía de Miguel Sebastián con Cristóbal Montoro, formulando un acuerdo a la búlgara para evitar la subida de tarifas de la electricidad en el verano de 2010.

Por tanto, no vale con mostrarse contrario o favorable a la energía nuclear (un problema muy relativo en nuestro país) o de que suban las tarifas eléctricas, como ejercicios de marcado cariz volitivo o demagógico (más que ideológico). Ya no vale. Al Partido Popular hay que exigirle en estos momentos, que confirme ser alterativa de gobierno en el terreno económico y, concretamente, en el energético. El Partido Popular debe efectuar su definición programática, explicar su modelo energético, la defensa del modelo empresarial y de mercado, con conocimiento de la realidad, consciencia de los procesos económicos, financieros y de inversión asociados, acreditando capacidad gestora real, con equipos y relación con los agentes del sector.

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