El «paréntesis» en el libre funcionamiento de los mercados energéticos
El domingo pasado escribía en el diario “La Vanguardia” Enric Juliana un excelente artículo titulado ‘Los humos que bajan’. Trataba el artículo de dibujar el escenario prointervencionista surgido con motivo de la decisión del gobierno norteamericano de crear una agencia que se hiciera cargo de los activos de mala calidad que han devenido en la fuerte crisis de liquidez y solvencia de los mercados, su ‘Plan de Rescate Financiero’ (por cierto, nacido con una fuerte crisis de credibilidad y déficit público a cuenta de los excesos del pasado, verdadero talón de Aquiles del mismo, junto al déficit presupuestario). Algo que ha sacado bastantes demonios familiares de un país con una cultura acomodaticia con reminiscencias de un cierto paternalismo pseudofranquista. Denominaba ese escenario como “desafío liberal bolchevique”, una fórmula de “aflojar” el funcionamiento de los mercados para crear un “New Deal” protector público
Juliana por contraposición ponía el ejemplo de los mencheviques que por proponer aflojar la colectivización para que respirase la propiedad privada acabó con uno de sus líderes, Nikolai Bujarin, fruto de la denominada Ekonomitcheskaya Palitika, paréntesis al modelo soviético que acabó en Stalin y en sus planes quinquenales.
En España ha sido, nada más y nada menos, quien ha pedido aflojar la economía de mercado ha sido el presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales quien ha reclamado un “paréntesis” en la economía de mercado, dejando en la más absoluta perplejidad a propios y a extraños y dando argumentos a quienes piensan que esto del mercado es privatizar beneficios y socializar pérdidas. ¿Reponer el ICO como mecanismo de garantía para los excesos inmobiliarios, que buscan la “garantía del Estado”? ¿Vuelven los modelos intervencionistas de la mano de “pseudoliberales”? Veremos.
El caso es que en el sector energético se vive en un largo paréntesis, más bien un punto y aparte, en lo que se refiere al funcionamiento del mercado, fruto de la utilización política de la tarifa eléctrica y de determinadas actuaciones en materia de control de precios desde las autoridades públicas. Ejemplo continuado de intervención que falsea las señales a los consumidores, aumenta desmedidamente la demanda energética, ningunea las políticas de eficiencia energética y también las de protección del medioambiente. A cambio, las autoridades sólo son capaces de instrumentar mecanismos voluntaristas, buenismo en dosis considerables, buenas intenciones para los ciudadanos bienpensantes, regalo de bombillas de bajo consumo, escenas sin corbata y apagones de cinco minutos en noches estrelladas de primavera en las grandes ciudades.
Además, genera una ‘ilusión tarifaria’ que hace que determinados debates como el nuclear se efectúe con las cartas marcadas, es decir sin conocimiento de los precios reales de la energía. Pero, gracias a ello, no es que se ‘salve’ el país de nada, pero evita pasar por el trago de explicarle a los españoles que tienen una subvención a su energía actual que pagarán sus hijos. Incluso, esto también permite desconfiar del mercado de generación (que se comporta como todos los mercados europeos y es perfectamente homologable al mismo) o dar pábulo a propuestas o sugerencias extemporáneas como el Informe de Costes y Precios cuya pretensión tampoco era bajar los precios de la energía (lo que ya es paradójico) sino intervenir los mercados de la energía. Sobre todo porque está en juego también el medio plazo, lo que ha sido la forma de incrementar notablemente la capacidad de generación de nuestro país.
El cielo protector
Otro ejemplo es el caso del butano. El propio Ministro Miguel Sebastián ha afirmado recientemente que no se iba a efectuar la subida de este combustible para ‘proteger al consumidor’ dado que los precios internacionales se habían visto sometidos a la presión de los especuladores. Menos mal que no había subido por acumulación de bombonas en manos de los sufridos amos y amas de casa. O la denominada e inexplicable tarifa social. Por lo tanto, para no poner en manos de la turba del mercado a los consumidores, se profesa un descreimiento que ahonda las medidas contra el funcionamiento de los mercados, lo que a su vez provoca nuevas intervenciones públicas. Mercado libre, competencia, regulación la justa y supervisión eficiente debería ser la receta que evitase la intervención, que nunca acaba bien y siempre trae nuevos problemas (inesperados o esperados: pérdida de confianza sectorial o empresarial, riesgo regulatorio, menos inversión, mayores costes de financiación de déficit, etc., etc.…).
Esta cuestión se pondrá en los próximos meses más de relieve cuando llegue el momento de abandonar el actual esquema de tarifa eléctrica regulada (abandonado ya este trimestre a su suerte por la vía de no “activar” el procedimiento de ajuste en función de la evolución del precio de la energía en los mercados) para llegar a la denominada tarifa de último recurso. Tarifa que no es, ni debe ser, tal y como se instrumenta en la legislación europea una “tarifa intervenida”, sino que debe recoger la dinámica del mercado y la competencia (por cierto es algo que afecta tanto a la electricidad como al gas). Esperemos que, en este caso, también se actúe como ya ha sucedido en el caso de la tarifa industrial dónde el Ministerio de Industria ha actuado de forma muy ortodoxa, y se han conseguido ofertas por parte de las empresas para los consumidores que abaratan los precios del mercado mayorista, salvo para los que deliberadamente han querido mirar para otro sitio y esperar el auxilio del regulador y la dádiva.
¿O vamos a hacer otro paréntesis en el libre funcionamiento de los mercados en el sector energético? ¿Un nuevo paréntesis en una historia llena de paréntesis? ¿Quién lo paga? ¿Será otra Ekonomitcheskaya Palitika?




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