El Gobierno japonés y TEPCO aceleran el desmantelamiento de dos reactores de Fukushima-1
De acuerdo con la nueva ‘hoja de ruta’ -recogida por la televisión pública NHK-, las tareas para desmantelar los reactores uno y dos comenzarán en la primera mitad de los años fiscales 2022 y 2024, respectivamente.
En cuanto a los demás reactores de Fukushima-1, el Gobierno y TEPCO han acordado que, tal y como estaba previsto, el desmantelamiento del reactor tres comience en la segunda mitad del año fiscal 2021, mientras que el cuatro sigue sin fecha, debido a su mal estado.
A lo largo de estos dos años, se han trazado varios planes para el desmantelamiento de los reactores de Fukushima-1. El más ambicioso de todos ellos preveía el del uno y el dos para la primera mitad del año fiscal 2020.
La volatilidad de estos planes se debe, sobre todo, a que dependen de la estabilidad de los reactores, que cambia a medida que TEPCO implementa nuevas tecnologías para reducir los niveles de radiactividad.
El nuevo calendario es fruto de las recomendaciones formuladas por el Ministerio de Industria y la Agencia de Seguridad Nuclear. El Gobierno lo aprobará de forma definitiva a final de este mes, después de escuchar a las autoridades locales.
El 11 de marzo de 2011, un terremoto y un tsunami arrasaron la costa de la prefectura japonesa de Fukushima (noreste), dando lugar al peor accidente nuclear de la historia, junto al de la central de Chernóbil, en Ucrania.
Fukushima-1 estaba preparada para un terremoto, ya que Japón se asienta sobre una falla, pero no para un tsunami, por lo que el azote del mar provocó varias explosiones de hidrógeno que hicieron que los núcleos de algunos de sus reactores se fundieran parcialmente.
Ello provocó la liberación de una gran cantidad de partículas radiactivas a la atmósfera. Desde entonces, operadores de TEPCO -que gestiona Fukushima-1- tratan de enfriar la central nuclear bombeando agua hacia sus seis reactores.
La gran cantidad necesaria para devolver a Fukushima-1 a niveles seguros de radiactividad ha obligado a construir tanques subterráneos para almacenar el agua contaminada, pero en los últimos meses se han producido varias filtraciones.
El accidente de Fukushima aumentó cien veces el estroncio radiactivo en la costa de Japón
El accidente de marzo de 2011 en la central nuclear de Fukushima hizo aumentar casi cien veces por encima de los niveles previos la presencia de estroncio radiactivo en la costa este de Japón, según un estudio realizado por investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (Icta) y de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).
Según los datos recogidos sobre el terreno, la presencia del estroncio 90 de fondo era de 1,2 becquerelios por metro cúbico antes del tsunami que provocó el colapso de la nuclear, mientras que las concentraciones posteriores alcanzaron los 85 becquerelios, ha informado este martes la UAB en un comunicado.
Asimismo, la presencia del estroncio 89, que tiene un periodo de semidesintegración de 50 días, llegó a alcanzar los 265 becquerelios por metro cúbico, lo que los científicos consideran una «prueba evidente» de que en los tres meses posteriores al accidente se vertieron al Oceáno Pacífico entre 90 y 900 terabecquerelios de estroncio 90.
Los científicos comprobaron que las concentraciones más elevadas de este elemento se encontraron a 130 kilómetros de la costa, al norte de la corriente de Kuroshio, una barrera natural que impidió que el material radiactivo se transportara hacia latitudes más bajas.
En términos globales, el vertido entre marzo y junio de 2011 supuso un incremento de radioisótopos en los océanos de menos de un 1%, reconocen los investigadores, aunque también apuntan que el impacto en la zona de estudio fue «muy evidente» y demuestra la necesidad de continuar analizando el sector para evaluar posibles consecuencias en la fauna y la flora costeras.
«Después de junio de 2011 se han producido otros vertidos importantes de estroncio procedentes de Fukushima que no se han determinado con precisión», ha indicado el investigador del Icta y coordinador del trabajo, Pere Masqué.
Los científicos consideran que tras el accidente sí se realizaron seguimientos exhaustivos de la presencia en el medio marino de yodo y cesio, pero no de estroncio, por lo que destacan que su investigación suple una carencia que existía hasta la fecha.
El trabajo «sirve como punto de partida para otros estudios en marcha actualmente», ya que la presencia de radioisótopos se mantendrá durante décadas y ello permitirá que se utilicen como herramienta para trazar la dinámica de las corrientes marinas del Pacífico Norte.




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