El debate sobre las tarifas requiere soluciones, no problemas

El indisimulado y largo proceso para la primera subida (y al parecer leve subida de tarifas) nos devuelve a una situación en la que prima el dogmatismo a la necesidad de gestionar los problemas larvados.

Un ejemplo de este paroxismo, es la Comisión Nacional de Energía, que tiene en sus deliberaciones, no tiene un papel en el que se hable de la expresión ‘déficit tarifario’, formula devastadora de la lógica económica y fuente de todos lo problemas. Algo en lo que ya saludablemente había aparecido en los medios de comunicación con cierta fluidez y ya se empezaba a tener conciencia de su montante y de su origen (la evolución de los precios, de la demanda, de los combustibles y la incapacidad política, todo combinado). Entra por ello en el ámbito de los comportamientos paradójicos que el único organismo que no habla de ello en todo este proceso, que no tiene blanco sobre negro, la expresión ‘déficit tarifario’ es la Comisión Nacional de Energía. En esta cuestión, hoy ya se cumple el axioma de que si no se es parte de la solución se es parte del problema.

En cambio, vuelva a poner aspirinas en el agua de las flores del intervencionismo: el control de los costes y su diferencia con los precios, partiendo de la secreta aspiración del control de rentas en la regulación (algo inconcebible), para actuar selectivamente a dos tecnologías (cuya participación en el sistema tiene su momento, su lugar y su papel y no se puede ver de forma aislada por la vuelta velada al Marco Legal Estable). La última nota de prensa, lacónica, busca expresiones cada vez más alambicadas para la justificación de este ‘estudio: divergencia sostenida entre los costes reales y el precio de generación e información a título orientativo. La anterior se desentendía del nivel de precios totales, unicamente preocupada por señalar con el dedo a las tecnologías. En cambio, ni rastro de que propone el organismo regulador para abordar las subidas de tarifas que tienen que venir, ni para resolver el déficit tarifario ¿Cuál es el papel que debe tener el regulador en todo esto? ¿Por qué? ¿Dónde están las soluciones?

Por otra parte, el gobierno y sus representantes, impelido por la polémica de la subida de precios, empieza a proponer soluciones creativas. Dice que diseñará ‘tarifas sociales’ para que determinados colectivos, como a los jubilados, les afecte menos la subida de tarifas. Realmente a lo mejor habrá que definir cual es la política fiscal y de gasto público de nuestro país para poder ayudar a las personas con menores recursos, pero hacerlo a través de la intervención y conversión a precios públicos de un suministro es una solución poco meditada y poco coherente además, con el marco europeo, a la hora de crear subvenciones y subidios de ‘facto’.

En lugar de ello, fíjense si hay margen. Si la electricidad ha conservado el vestigio de ultimo recurso del franquismo, servicio que tiene un carácter social, vean su fiscalidad actual (el IVA al 16 %, existe otro tipo el 7%) y sus impuestos, como el general de la electricidad. Otra vía de ‘redistribuir’ estos costes: la reducción de impuestos directos. ¿A qué es progresista? Y, probablemente, la subida de tarifas que tiene que tener lugar, pueda tener un cierto correlato con las actuaciones más ortodoxas (y más coherentes con el mercado). Estudien, por ejemplo, la propuesta que también salió de la CNE antes de sumirse en el proceso éste de señalar las diferencias entre costes y precios de generación, de que sean los Presupuestos Generales del Estado los que aborden los mecanismos de prima a las energías renovables. O que se revisen el resto de conceptos que se incluyen en la tarifa eléctrica.

Pero lo importante o, mejor dicho, lo preciso, es que se defina el problema, se explique, se gestione, se consensue, se actúe y se resuelva. Con voluntad política y con rigor. Lo que se precisa es un plan serio, fruto de todas esas fases, no un proceso degradante a nivel institucional y político, cuya inclusión en la agenda política en cada momento acabe por peteneras. Cada subida de tarifas puede ser un via crucis penoso. Por ello, es necesario conseguir que salga del debate político. Todos los que participen en esa ocultación formarán parte del problema y, probablemente, les arrastrará en sus consecuencias.

No se gana nada, provocando un debate convulso en la sociedad, no informando, ocultando un problema agrandado por la incapacidad política anterior, como es el del déficit tarifario, no explicando a los ciudadanos las causas de la diferencia existente entre lo que pagan por la energía y lo que cuesta realmente (como todos los bienes en los mercados) y provocando una confusión interesada.

Por que, el resultado es actuaciones políticas bajo el signo del terror de la ‘urna siguiente’, son cuestionamientos delirantes y oportunistas al funcionamiento del mercado, elusión de las cuestiones de fondo, demagogia con muy poco fondo. O directamente, meter la mano en la caja (detracción de derechos de emisión, eliminación de conceptos retributivos,…). Todas ellas, decisiones y soluciones indeseables para todos con consecuencias para la inversión, para la normalización futura del funcionamiento de este sector, para la estabilidad regulatoria y para la credibilidad del sistema

Así evitaríamos, además de todo, el martirio informativo y se pondrían soluciones, no problemas.

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