El 75% de los ciudadanos ahorra energía por la crisis, según Repsol

Según este estudio, presentado en Madrid por el vicepresidente de la Fundación Repsol, César Gallo, el 46% de los españoles encuestados se consideraron «ahorradores forzosos» por motivos económicos y sólo un 9,1% ahorra por «conciencia medioambiental».

De estos ahorradores obligados por la situación económica, el 85% actúa para controlar el gasto, el 90% cambió hábitos en el hogar y el 75% modificó sus costumbres de transporte.

Asimismo, el 80% consideró que la crisis influyó mucho en los hábitos y actitudes de la sociedad sobre el consumo energético y el 60% de los hogares vieron su situación económica muy influida por la crisis.

En estas circunstancias, prima una motivación económica, donde el incentivo principal para reducir el consumo es reducir la factura. En todo caso, el 93% de los ciudadanos confían en que mantendrán los hábitos de consumo responsable tras la crisis.

No obstante, estas medidas de ahorro energético no se tradujeron en una mayor eficiencia en los hogares, puesto que el ciudadano no percibe su responsabilidad en el consumo diario para la mejora de la eficiencia energética, y sólo el 33% de los encuestados considera que el ahorro de energía tiene un impacto positivo.

Solo el 7% de los entrevistados consideró importante la búsqueda activa de información y, por lo general, el ciudadano no tiene una visión global del impacto de sus acciones.

En 2006, la Unión Europea identificó que el sector residencial tenía un potencial de ahorro energético del 27% para 2020, aunque en la actualidad el 80% de ese ahorro sigue sin materializarse.

Así, el indicador social de eficiencia energética de Repsol, que mide estas prácticas en función del conocimiento, las actitudes y los comportamientos de los ciudadanos, se situó en 2013 en 62,23 puntos sobre 100.

En este sentido, Gallo destacó que el indicador sólo mejoró en «una décima» respecto al anterior estudio, una mejoría propiciada por el avance en el conocimiento ciudadano sobre eficiencia energética, que compensa el empeoramiento en actitudes y comportamientos, aunque señaló que «todavía hay un largo camino por recorrer».

«La gente conoce más, pero también está más desmotivada para conseguir un consumo más eficiente de la energía y además los que más saben sobre eficiencia energética piensan que deben ser otros quienes lo hagan», afirmó Gallo.

En los últimos cinco años se pasó de no entender qué es la eficiencia energética a empezar a decodificar el concepto, y la mayor parte de la sociedad es capaz de asociar eficiencia a innovación y tecnología, y diferenciarlo de la actitud personal del ahorro, explicó Gallo. «Es necesaria educación ciudadana», aseguró, para entender, por ejemplo, que «no poner la calefacción ahorra, pero no es eficiente pasar frío».

Implicar al ciudadano para llevar a cabo un consumo más responsable y sostenible y romper mitos con información sobre beneficios concretos de las tecnologías más eficientes son algunas de las recomendaciones de la Fundación Repsol para conseguir mejorar este índice social.

La compañía propuso también un esfuerzo conjunto y coordinado de todos los agentes sociales, administraciones y compañías energéticas, para ampliar la concienciación, ayudar al ciudadano a entender el consumo energético y ser «motor de cambio».

El Índice Social de Eficiencia Energética se elabora a partir de entrevistas y análisis biográficos a expertos y un trabajo de campo que abarca encuestas telefónicas a 4.364 ciudadanos, 10 trabajos de grupos y 14 entrevistas a usuarios pioneros de estas técnicas.

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