Dibujos animados

El progreso técnico es un hecho indiscutible y claramente deseable. A lo largo de la historia, el ingenio y la invención han provocado disrupciones importantes en el acontecer del mundo. Julio Verne fue el novelista del progreso técnico y de la ciencia ficción, que un día se transformaría en una realidad. Junto a la idea de progreso técnico, la cultura de la sobreinversión vivida y la ausencia de sentido de lo que significa la restricción económica en los tiempos previos a la crisis se precipitan con toda su crudeza. Vivíamos en ciertas utopías materiales consistentes en la posibilidad de que todo fuera posible y nada tuviese limitaciones que provengan de la realidad. De hecho, podemos convenir que materalismo y socialismo pueden compartir el adjetivo utópico.

Dicha tendencia se ve más acentuada en la construcción de promesas incluidas en los programas electorales. En el sector energético esta característica también se ha visto acentuada en los últimos años, donde posibilismo y buenismo a partes iguales han configurado una nueva mente zen, también alimentada por otro componente: la política como un todo holístico omnipotente.

Promesas que hablan, por ejemplo, de un futuro cien por cien renovable, al coste que sea y, si no, que haya transferencias interesectoriales. Enunciados que señalan que el modelo de generación distribuida de energía sea generalizado y que todas las viviendas generen energía y la evacuen al sistema. Que determinados procesos que están en una fase experimental (a costes de experiencia piloto), sustituyan el parque energético español, como es el caso de la captura de carbono. Y, claro, la pregunta es, con unos mercados internacionales secos de financiación, con una limitación al déficit público (por inversión y por gasto público), con una caída de la demanda y de consumo, ¿cómo se puede hacer esto?

Podemos incluir en ese grupo de promesas, aquellas que se comprometen con las interconexiones transfronterizas, sobre todo porque para bailar un tango son necesarios dos, y si comprobamos hasta el momento cómo ha sido de complejo negociar el exiguo proyecto de interconexión, se podrán dar cuenta de que no es un ejercicio de imaginación, sino de realismo, política, economía, estrategia e intereses. Incluso, la propuesta de cerrar las centrales nucleares sin evaluar su impacto sobre el sistema eléctrico español en términos económicos y de diversificación del mix de generación, forma parte del pensamiento mágico en el que la ideología, lo dogmático o la política se imponen a la gestión. Otro ejemplo: considerar que la extensión del coche eléctrico resolverá problemas de oferta y de demanda de generación de electricidad. O la sustitución del parque de contadores, por otros muy buenos, muy nuevos, muy fiables, muy wi fi y muy todo, con sólo la decisión volitiva del regulador. Dibujos animados.

Por eso, pueden ustedes leer los programas electorales de aquellas fuerzas políticas que no tienen posibilidades de gobierno y comprobarán el contenido de los mismos y en qué medida son tributarios de Un Mundo Feliz, de Aldoux Huxley. Y, en paralelo, lo que es peor, es que en sus formulaciones políticas hacen un ejercicio de escapismo de la realidad actual, con sus problemas, sus condicionantes y sus ejes de coordenadas.

Fantasías animadas de ayer y de hoy. Eso es todo amigos.

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