Desde Rusia con amor
La irrupción de la compañía privada rusa Lukoil en el panorama empresarial energético español con su interés por entrar en Repsol mediante la compra de un importante paquete accionarial (el de Sacyr Vallermoso y un 9% de Criteria) no ha sido una sorpresa. En primer lugar, porque el ruido de campanas ya estaba entrenado desde que se empezó a especular recientemente con la posibilidad de que Gazprom (otra compañía rusa, esta vez pública) entrara en liza por participar en la, actualmente, petrolera hispano-argentina.
La reacción a la noticia ha sido contradictoria, al menos aparentemente. En primer lugar, han surgido los primeros demonios familiares consistentes en un modelo de resistencia del “españolismo” cosmopolita de Repsol. Una llamada quizá a un proteccionismo de baja intensidad en un sector estratégico. Pero, al mismo tiempo, y con la boca pequeña, la situación en este caso de Sacyr Vallermoso y la necesidad de buscar comprador a ese paquete accionarial que alivie la deuda y los avales de la constructora, han hecho más laxo, e incluso más hueco este discurso, que enseguida se ha suplantado con otro, el de libertad de mercado, combinado con que Lukoil es una compañía privada completamente, con lo cual nadie puede oponerse a las fuerzas del mercado. Como hemos podido leer en varios medios de comunicación, parece que el propio Ministro de Industria ha participado en las conversaciones con las empresas rusas y hay medios de comunicación que se atreven a más, llegándalo a calificarle de “broker”.
Por su parte, la oposición política, casi en pleno, considera que se trata de una operación estratégica y que la compañía española no debería entrar en la órbita de empresas que no pertenecieran a la Unión Europea y lanzan sospechas sobre el modelo de capitalismo emergente ruso. La red de disttribución y estaciones de servicio y la participación en Gas Natural (por su parte, incursa en la adquisición de Unión Fenosa) confirman el efecto dominó que puede tener la compra. Hay que tener en cuenta que las relaciones en el ámbito energético entre Rusia y la Unión Europea están en el trasfondo de la operación, lo que evidentemente, alimenta más la suspicacia que podría tener mayor resonancia si lo llevamos al terereno europeo.
Puede llegarse a interpretar que la opción Lukoil puede ser el Plan B de las autoridades rusas, dadas las reacciones que tuvieron lugar en el seno de la Comisión Europea cuando se empezó a desvelar el interés de Gazprom por la petrolera. Sobre todo de cara a que debiera existir reciprocidad en la posibilidad de adquisición de compañías rusas. En todo caso, si que parece que la construcción actual del sector energético ruso despierte fuertes recelos en el ámbito europeo (motivos geoestratégicos no faltan) y que la operación no sea una “perita en dulce” políticamente hablando para nadie, pudiendo convertirse en un caramelo envenenado. De hecho, y de ahí el título folletinesco/detectivesco de este artículo, a la medida de las películas del agente 007, hasta los servicios secretos parece que han intervenido advirtiendo de los riesgos de la operación a Asuntos Exteriores, según se ha podido conocer hoy.
En el fondo de la cuestión, todavía queda por resolverse tanto en el seno de la Unión Europea, como en su perspectiva económica internacional cuáles deben ser sus relaciones empresariales y políticas, intra y extra comunitarias más allá de los sustos puntuales. Hemos asistido a operaciones e intentonas de operaciones en los que empresas públicas han intentado hacerse con empresas privadas (en el ámbito intraeuropeo), y a operaciones en las que las condiciones de participación y adquisición de empresas no era simétrica ni recíporca entre países. Por otra parte, es en el plano energético en el que las condiciones para la realización de operaciones encuentran más resistencia desde las autoridades comunitarias de competencia. Y, esta situación y contexto, es si cabe, aparece más amplificada en esta operación, dónde además se contemplan los intereses geoestratégicos con su mayor crudeza. El modelo de proteccionismo súbito de los sectores empresariales (es decir, el que aparece cuando hay una operación en ciernes) es tan perjudicial como el modelo de libre mercado (súbito y sin simetrías).
Imaginemos que esta operación en lugar de lanzarse desde Rusia, fuese desde una petrolera norteamericana quien la detonará. ¿Tendría todas estas reacciones?
Y, mientras, la CNE y su función 14 con estos pelos.




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