Creacionismo energético y Gran Hermano
El debate recientemente revisitado en Estados Unidos a cuenta de las visiones sobre el origen del universo y las especies, el denominado creacionismo como fuerza motriz de la evolución de nuestro planeta, al margen de la propia interacción entre las fuerzas y los agentes, es una metáfora sobre el funcionamiento de los mercados y de la interacción ente las fuerzas que operan en los mismos. Sobre todo después de las soflamas antimercado que se profieren desde los órganos de regulación españoles, en un espectáculo tan extravagante como bochornoso, impropio de nuestro proceso de liberalización y modernización del país, de nuestro papel (hasta el momento en la Unión Europea, con grandes esfuerzos para echarlo a perder).
En primer lugar, se puede afirmar que actuar mediante un modelo intervencionista es negar la existencia de los mercados como lugar en donde se producen las relaciones entre los agentes y las transacciones. Y, sobre todo, pensar que interviniendo en los mercados los agentes no cambian su forma de comportarse, es ya el colmo de un perfil prometeico del regulador (o del consejero, o del responsable de turno que sea) que así piense. Porque ese tipo de actuaciones trae consecuencias más graves, entre otras para la inversión y la credibilidad de nuestra economía, de nuestras instituciones y nuestras empresas. Y más, en una situación como la que vivimos de crisis de financiación internacional, en que semejantes bandazos son interpretados como lo que son: muestras de insuficiente desarrollo de la sociedad económica democrática y libre.
¿Quién superará todo ésto?: quien mejor haya echo los deberes hasta el momento, los más ortodoxos en el funcionamiento de los mercados y en el conocimiento de los procesos de financiación, no los más intervencionistas. Eso en ningún caso. Uncirse al carro de la crisis financiera para intervenir más, no es sólo muestra de pobreza intelectual, sino de cinismo moral. Ya lo indicaba recientemente José Luis Feito en un artículo reciente publicado en el diario El País cuando habla de la responsabilidad de los reguladores en “el haz de incentivos que dirige el interés propio de los individuos hacia comportamientos agregados que terminan siendo perjudiciales para su bienestar”.
En este caso, ¿por qué en España tenemos “creacionistas” en el sector energético? Creacionistas entendidos como defensores de la intervención del Estado en los mercados hasta el final, es decir, hasta anular las reglas de mercado e introducir precios, fomentadores de sistemas de reconocimiento de costes o de determinación directa de la retribución de determinadas tecnologías. En primer lugar, se justifica su presencia, por su procedencia del pasado del sector, nostalgia pretérita, sin capacidad de “reciclarse” a un entorno de mercados y agentes abiertos. Cualquier tiempo pasado fue mejor (en realidad, fue anterior). Un tiempo basado en el reconocimiento de costes y en el arbitrismo (capacidad de decidir para cada tecnología cual sería su retribución), lo que ya de por sí eleva el ego del que tiene en su mano la decisión.
El estado como ordenador, alfa y omega. Embalsador de costes y que las empresas sean meros brazos ejecutores de la política e ideología económica o energética al uso. La política concebida como suplantadora de la sociedad civil. Una mezcla ideológica, poco evolucionada, de socialismo prosoviético con la autarquía franquista. Lo que era el nacionalcatolicismo y el falangismo ideológico. Dios, patria y pan e historias del abuelo Cebolleta.
Creacionistas, retroprogresivos, como administradores de una “justicia divina” sobre los resultados de cada una de las tecnologías productoras de energía, sin valorar el funcionamiento general de los mercados, de cualquier mercado, que no distingue de tecnologías y que por ello, fomenta la competencia y eficiencia entre las mismas.
El argumento deísta utilizado en términos de “justicia distributiva” (si es que la justicia distributiva es aplicabe a las tecnologías) es: ¿cómo resulta que unas tecnologías (renovables, hidráulica, nuclear) tienen más márgenes que otras tenclogías en función de sus costes? (cosa que se produce en cualquier mercado). La respuesta no está en considerar que fruto de ello, hay tecnologías (como centrales de fuel o de ciclo combinado) que no son “rentables” y que, realmente, la rentabilidad sectorial o empresarial es media, en virtud de los diversos mixes de generación de las empresas, que como agentes inteligentes buscan su propia diversificación en su toma de decisiones estratégicas. En cambio, los creacionistas consideran que la clave es negar la naturaleza intrínseca de cada mercado, porque muerto el perro se acaba la rabia. Para eso hace falta una “deidad” decisora y administradora.
Porque claro, la exhibición obscena (e incluso intencionalmente manipulada de los resultados, excluyendo amortizaciones, gastos de mantenimiento, tributos, inversiones, etc…), delectación en comparativas deliberadas, parciales y demagógicas, persigue justificar unas tesis, forzar los argumentos, en pos de un modelo expropiatorio y confiscatorio y deteriorar los modelos de mercado. Y nos encontramos ante una paradoja, cuando el resultado debería ser más mercado y mejor supervisión (modelo de mercados financieros y Banco de España), en el sector energético se mantiene un debate inverosímil que se resume en: dudas sobre el modelo, mercado ya veremos, reguladores como burócratas y la supervisión es un residuo en el que no se cree.
Cuando se anulan las reglas del mercado los agentes también cambian y modulan sus respuestas a las actuaciones del sempiterno y omnímodo poder regulador. Responden. En este caso, los agentes económicos adecuan sus actuaciones (de inversión) y de relación al marco que les dibuja el “protectorado público”. En el caso del reconocimiento de costes, al gestor está tentado a aumentar sus propios costes, incluyendo elementos suntuarios: que es una colección de figuritas de la dinastía Ming o poner una piscina llena de peces caros para una empresa eléctrica. Estos son ejemplos de cómo si aumentamos la base de costes, al multiplicador de la rentabilidad presunta o presumible, adjetivizada como adecuada. Por tanto, lo interesante es ser ineficiente, no eficiente. En un segundo caso, si se establece un modelo “fijo”, lo que harán los agentes, será no invertir y reducir sus costes operativos. El problema además es identificar las necesidades de inversión y generación futura, porque gracias al mercado, y con precios de la energía semejantes a los europeos en entornos competitivos se ha logrado aumentar nuestra capacidad de generación en 23.000 MW y salir del atolladero y de los posibles apagones.
Lo curioso es que el creacionismo, como teoría, como ideología o incluso como teología, o como vindicación legítima desde el punto de vista racional e incluso intelectual, es que inútil completamente, para algo más que para ejercer de control sobre la sociedad y los agente económicos. Los agentes siguen interactuando entre sí, cambian su comportamiento, generan reacciones mucho más peligrosas: como acabar con la inversión y generar nuevos argumentos a los invervencionistas, ávidos de corregir sus propios errores con más medidas y más Estado. El Gran Hermano.




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