Fukushima: aprendizajes, oportunismos y oportunidades

Bien es cierto que las condiciones del accidente nuclear ocurrido no son fácilmente reproducibles: un terremoto, más un tsunami, una ubicación más que discutible de la central (que, en realidad son seis centrales, seis reactores). También, con todo, es relevante el comportamiento y la propia resistencia de las instalaciones y la tenacidad de los técnicos y autoridades japonesas, que han centrado sus esfuerzos en reconducir un accidente que en otros países y en otros momentos se han saldado con importantes fugas.

Evidentemente, en todo lo ocurrido, fruto del emotivismo comunicacional y de la fuerte ideologización del tema nuclear se han producido muchas declaraciones, en algunos momentos no suficientemente contrastadas, incluso paradójicas. Ahí está la posición francesa, un país con una industria nuclear impresionante, además de una potencia nuclear en generación por esta tecnología (el 78% de la generación francesa es de origen nuclear), que en algunos momentos avivaron el fuego del posible apocalipsis. En todo este contexto, se pueden sacar conclusiones.

En primer lugar, parece claro que los programas de desarrollo de la energía nuclear van a sufrir un frenazo a nivel internacional. Es una cuestión que tiene que ver con la opinión pública y los comportamientos políticos. Los esfuerzos ímprobos para reducir los daños al sector seguramente tienen un efecto muy limitado sobre un sector que veía signos de renacimiento. De hecho, cuando se producen accidentes de este tipo, siempre se han producido fuertes retrocesos, al menos en los procesos que eran de inminente decisión respecto de su puesta en marcha o del inicio de sus inversiones.

En España, la respuesta del Gobierno ha sido, en este sentido, prudente: una revisión de las condiciones de seguridad y de las posibilidades de catástrofes naturales. En todo caso, no parece urgente la decisión respecto de la necesidad de aumentar la capacidad instalada, nuclear o de otro tipo de tecnologías, en una situación como la actual con un parque de generación muy renovado, por lo que es razonable un debate con todos los datos, enseñanzas y aprendizajes. Y, en España, esta discusión (la de promover nueva generación nuclear) era casi académica o de opereta, con independencia de la infantil «caza de brujas» hacia los partidarios de la energía nuclear desatada en los últimos días en los dos grandes partidos a cuenta de Fukushima.

En realidad, el debate se centra en la vida y condiciones de seguridad del parque actual español, más que en la promoción de nuevas instalaciones (algo que no se le ha pasado a nadie por la cabeza desde hace tiempo). De hecho, esta revisión de las condiciones de seguridad, esos test de «estrés», debería finalmente pacificar el debate en torno a este sector. Otra de las cuestiones que parece relevante es que una cultura de la transparencia y de la seguridad es necesaria, así como las medidas que puedan ser necesarias para incrementar la seguridad, incluyendo determinados avances tecnológicos. Transparencia sin estridencias, pero con rigor, siempre es el mejor antídoto frente a posiciones ideologizadas.

Por otra parte, la otra versión de la catástrofe de Fukushima está en quienes han visto una perfecta coartada para los utopistas que requieren que la totalidad de generación sea renovable y, de paso, justificar los excesos, despistes retributivos y manguerazos a los que hemos asistido, con argumentos beatíficos y maniqueos. Lo bueno, probablemente de la situación es que el exceso de capacidad actual permite analizar con mayor detenimiento la realidad de la generación energética española, sin urgencias y sin vernos impelidos por el emotivismo comunicacional, para pensar de forma global enfrentando el futuro y tomando en cuenta aprendizajes y errores pasados.

Voladura controlada

En todo caso, las palabras de Mas, que inauguró el sábado una central termosolar cuya producción será fuertemente primada, se apuntaban a un relativamente fácil «totum revolutum» y no eran muy esclarecedoras, a la vez que también eran lo suficientemente ambiguas como para dar pábulo a las posiciones cambiantes de CiU sobre la revisión de los parámetros de retribución a la energía solar fotovoltaica que prepara el Gobierno para contener las primas a esta tecnología. Al parecer la presión de colectivos de payeses, en busca del maná de las subvenciones, se ha traducido en que se hayan reabierto nuevamente las «negociaciones» al respecto. De hecho, si se volviera a revisar el último Acuerdo del Congreso, serían cuatro posiciones diferentes y alternativas por parte de Convergencia i Unió, una de las bisagras parlamentarias aunque, por otro lado, con una ventanilla bastante eficaz en la gestión de este tipo de asuntos.

Dado que Artur Mas criticó duramente la política energética del Gobierno Central, cabría preguntarle al presidente de la Generalitat si desde Convergencia i Unió se apunta a impulsar este tipo de tecnologías como futuro energético en España. Cuando se habla de impulsar estas tecnologías, se tiene que comprender que esa afirmación se traduce en una grosera materialización pecuniaria y económica que alguien tiene que pagar: la subvención o prima asociada conformando las generosas condiciones retributivas de las que goza esta tecnología. Incluso si el punto de partida es la conformidad con esta afirmación, o con este modelo, la pregunta derivada es si las primas deben ser sufragadas a través de los Presupuestos Generales del Estado, de los precios de la electricidad (en la factura o tarifa, con los matices adecuados) o que los sufrague la propia Generalitat. Sin responder a estas preguntas con precisión jansenita, sólo estamos ante retórica política.

Dice Enric Juliana que Catalunya es la sociedad más mesocrática de España. Y esa mesocracia sirve de excipiente para la conformación de intereses pancatalanistas, que van más allá de las ideologías, de los partidos, de las siglas, incluso de las personas. En suma, esto viene a decir que en pos de los intereses «comunes» o afines (en este caso, catalanes) las distancias en términos de siglas son más o menos salvables. Algo que define un clima de pacto, negociación e intereses alternantes y combinados colectivos.

Sólo así se puede entender el caso paradigmático de que un consejero de la Comisión Nacional de Energía, como Sebastiá Ruscalleda haya sido avalado por PSC, por CiU y por ERC en distintos momentos en los que se ha producido la renovación de mandato. Del mismo modo, en el marco de las maniobras que están empezando a producirse en torno a los nombramientos de los dos consejeros que deben incorporarse en breve a la Comisión Nacional de Energía, podemos detectar también movimientos de más largo alcance en el entorno catalán, vistos de forma global.

Por eso cabe preguntarse si los artículos recientemente publicados en Cinco Días por el también catalán Marcel Coderch, actualmente Vicepresidente de la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones (CMT) y autor de un libro sobre energía nuclear («El espejismo nuclear«), pueden entenderse como una autopostulación para ocupar uno de esos dos puestos que quedarán vacantes en la CNE, en fase de proceso de cobertura. Coderch puede ser el sustituto idóneo de Ruscalleda, si contase con el aval de la Generalitat, Convergencia y, si fuera necesario, del partido de Joan Laporta. Sí que se asegura, en ambientes solventes de la capital y por fuentes diferentes, el interés de Coderch por este sector y por ese organismo.

En paralelo, tres cuestiones añadidas y complementarias que no hay que dejar pasar. Primera, la postura de ERC respecto al sector energético se ha radicalizado, pidiendo incluso la abolición del mercado mayorista de electricidad en las últimas intervenciones parlamentarias de sus portavoces, volviendo al marco legal estable, siguiendo las pautas que marcan los colectivos retroprogresivos de la energía partidarios de la involución en la liberalización, aunque favorables a la discrecionalidad de las primas renovables.

Por otra parte, estamos asistiendo al desmontaje de los anclajes políticos del PSC en Madrid, en una voladura controlada, para que se arbitre una sustitución de continuidad en la que la presencia de Convergencia i Unió parece que puede ser la sustitución más o menos programada, en pos de una gobernabilidad. Es la vuelta a un modelo PSC de los tiempos de Felipe González, con los socialistas catalanes capitaneados por Ramon Obiols encapsulados para las elecciones catalanas y contribuyendo como granero de votos para las elecciones generales. El PSC, por tanto, se vuelve a los cuarteles de invierno.

Finalmente,, la entrada de Artur Mas en la Generalitat es el tercer hecho significativo, cuyas aspiraciones sobre el control del sector energético y su ascendencia en las empresas genéticamente catalanas es ya indisimulado y público. Mas ha empezado su mandato dando preocupantes signos de autoafirmación y, a la vez, tutela de las empresas catalanas, transparentando un modelo en que las empresas y sus activos, más allá de la lógica capitalista y de mercado, adquieren un valor político-nacional, por lo que habrá que seguir con atención estos postulados.

Por tanto, se anticipan renovaciones y cambios sin estridencias en este reparto, con mucho seny. De hecho, la postura parlamentaria del PSC en el Parlamento catalán es tibia como se puede comprobar por las declaraciones de sus portavoces, además del propio interés de CiU por el pacto con PSC. En todo este tablero, parece que habrá que seguir de cerca el destino de los principales protagonistas afectados por las maniobras que se producen en este teatro de operaciones, incluso de Antoni Llardén y de Maite Costa, así como de sus posibles sustitutos. El PP observa de forma indirecta.

Un proceso de suma cero

Imagínense un titular del siguiente porte: “Colectivos retroprogresivos denuncian manipulaciones en la tarifa eléctrica sistemáticamente antes de las CESUR”. Con eso podríamos identificar o describir la batalla campal organizada cada tres meses, o en vísperas, en torno a la subida de tarifas de último recurso y que, generalmente, suele tener los mismos medios, los mismos actores y los mismos argumentos. Elementos ya tradicionales en la batalla: las críticas a las subastas CESUR, al mercado eléctrico, al sistema de formación de precios del kilowatio y, por debajo de la mesa, como una termita devoradora, al propio OMEL (Operador de Mercado Eléctrico).

Escenario. La tarifa eléctrica para los consumidores de último recurso, se compone de dos partes: primera, el precio de la energía que se obtiene en las subastas CESUR. Segunda, el precio de los peajes o tarifas de acceso (desbocados, sirven para pagar el déficit, las primas a las renovables, así como la retribución del transporte y la distribución).

Restricciones para la subida de este trimestre: el Gobierno se había comprometido a que el crecimiento para los consumidores sería el 0%. Antecedentes inmediatos: la última subida, la del primer trimestre del año, supuso un fuerte desgaste político para el Gobierno. Por tanto, era necesario identificar las consecuencias del hecho de aplicar la restricción de la subida cero global, a la vez de combinarse con una subida de las tarifas de acceso del 12% como figuraba en la propuesta de subida de tarifas, que se adicionaría al resultado de las subastas CESUR de ayer. En conjunto, este mapa de situación previa, implicaba que el Gobierno contemplaba en sus previsiones una bajada considerable del precio de la energía en la subastas CESUR. En este sentido, parece claro que el objetivo del Ejecutivo es ir recuperando espacio perdido en las tarifas de último recurso para ir elevando las tarifas de acceso, sin afectar al consumidor y, a la vez, desarrollar una política de contención y reducción del déficit tarifario.

Por tanto, desde todo punto de vista, parece razonable a la luz de esta estrategia que el Gobierno quisiera aprovechar la caída del precio de la energía del segundo trimestre para ganar oxígeno a la hora de equilibrar la tarifa en su montante total. No obstante, es posible que haya que replantearse esta estrategia en los próximos trimestres. Combinar la restricción de no subida de la TUR y el aprovechamiento de las bajadas de los precios de la electricidad, siempre posibilita que sigan los precios bajos sobre la misma tendencia precedente. Tendencia que se puede ver amenazada por las condiciones internacionales del mercado de la energía, donde empiezan a percibirse ciertas tensiones derivadas de la incertidumbre geopolítica y de la evolución de los precios del crudo.

Lo que es menos admisible son las noticias o comentarios de días pasados en los que, al hilo de la inmediatez de las subastas CESUR, periódicamente y oportunamente, se cuestiona este mecanismo sobre la base de suposiciones, para inocular sombras de duda y manipulación en las mismas o se estigmatiza la presencia de agentes financieros en su desarrollo. De hecho, el mecanismo y desarrollo de las subastas CESUR por el OMEL es, además de técnicamente muy correcto, muy transparente. Evidentemente, hay que conocer para analizar su funcionamiento y sus resultados, lo que son los mecanismos de cobertura de riesgos y los comportamientos y expectativas de los agentes. Incluso las últimas subastas realizadas en trimestres anteriores, habían sorprendido con precios más bajos de los previstos al existir competitividad en gas y electricidad, además del exceso de capacidad. Introducir la sospecha permanente en mecanismos competitivos y de mercado, es algo perjudicial para el sistema eléctrico.

Y, todo esto no es óbice para que, al final, la subasta que se celebró ayer haya ofrecido resultados algo superiores a los inicialmente previstos o que eventualmente los agentes partícipes de la subasta puedan ya estar descontando en alguna medida estas turbulencias derivadas de unas expectativas desfavorables en los precios de la electricidad, del gas y del petróleo. De hecho, el Gobierno se había planteado inicialmente subir ese 12% en las tarifas de acceso, quedando finalmente cifrada esa subida en un 10,8%, para que la tarifa total no experimente subida.

En todo caso, el hecho es que a partir de este momento, toca una labor continuada y artesanal de recuperación de los costes de la tarifa en cada revisión trimestral para reducir el déficit tarifario. Tal y como comentamos en referencia a la subida que se produjo en el primer trimestre, con ser elevada comparativamente con las subidas precedentes, su impacto fue relativo, en la medida que no sirvió para reducir el déficit tarifario al mantenerse intacta la tarifa de acceso.

La pregunta, por tanto, es si el precio de la energía, en este contexto, va a permitir todo este año ese juego de suma cero y si es sostenible que no haya finalmente elevación de la tarifa eléctrica para los consumidores si se endurece la evolución de los precios de la electricidad.

Panorámica de las recientes operaciones corporativas en el sector energético

De una manera no relacionada con el sector energético también hemos sabido cómo el Presidente del Gobierno había «conseguido» captar el interés de estos países para contribuir a la financiación del proceso de reestructuración de las Cajas de Ahorro o cómo se había lanzado una importante operación para adquirir la empresa aeronáutica AERNNOVA desde el fondo Mubadala de Abu Dhabi. También los medios de comunicación se hacen hoy eco del interés de Qatar Holding por Telefónica o el interés árabe por Repsol.

El contexto en el que se producen estas operaciones es doble. Por un lado, el interés de estos países por entrar en Europa y por tomar participaciones en sectores estratégicos. Por el otro, los precios de las empresas españolas, especialmente castigados en los mercados financieros y bursátiles, permiten que estas operaciones se puedan realizar si se cuenta con liquidez, sin necesidad de acudir a los mercados financieros internacionales. Por tanto, la tendencia a que los capitales extranjeros acudan al mercado del «corporate» español es imparable.

La entrada de capital extranjero en una economía es una de las formulas para financiar su crecimiento, diferente, y seguramente más estable que las operaciones de financiación y crédito. Es indicativo del interés que suscitan los mercados y las empresas de un país y razón de ser de los flujos de capital. En un entorno de libertad de mercado, la inversión extranjera es una opción legítima, positiva y necesaria. Además, en el futuro, y para bien, condiciona las actuaciones regulatorias intervencionistas o discrecionales, en la medida que los agentes requieren estabilidad regulatoria, seguridad jurídica y retorno de las inversiones.

Eso no quiere decir que este proceso de adqusiciones, sea bueno per sé, es decir, se haga a cualquier precio, sobre la base de actuaciones discrecionales del gobierno de turno, incluyendo el abaratamiento deliberado por actuación política del precio de las empresas. O que el resultado de la crisis económica y su gestión, no haya azotado en mayor medida los valores de las empresas españolas y hoy estén comparativamente baratos para la calidad de nuestro sector empresarial respecto a las foráneas.

En el caso del sector energético, estos dos casos recientes (Cepsa e Iberdrola), han alarmado, aflorando voces que reclaman un cierto nacionalismo económico, combinado con intereses concretos del propio «statu quo» nativo, apreciándose un cierto e interesado «totum revolutum», añadido a la tendencia a presentar con escándalo o sorpresa, los hechos económicos y empresariales.

Por ejemplo, esto se ha traducido en interpretaciones delirantes sobre la seguridad de suministro, que hemos podido leer en la prensa respecto a la operación de adquisición completa de Cepsa por el fondo IPIC (hay que recordar que Cepsa ya no era una empresa española, sino mitad de TOTAL –francesa- y mitad del propio IPIC –Abu Dhabi-.

Además, las interpretaciones relativas a los supuestos riesgos sobre la seguridad de suministro de la operación parece que se circunscribían al mercado de aprovisionamiento de gas. Teniendo en cuenta que España es uno de los mercados de gas con un aprovisionamiento más diversificado del mundo por su combinación de gaseoductos y GNL, el hecho de que Cepsa participe en el Medgaz no se traduce en riesgos en este sentid, más bien al contrario. Y, en todo caso, el hecho de que el fondo IPIC se haga con el 100 % del capital de Cepsa, no aumenta la participación de esta sociedad en ese gaseoducto, dado que el propio fondo IPIC no participa en el mismo, ni afecta al control del aprovisionamiento del gas en nuestro país.

Por ello, se ha increpado a la Comisión Nacional de Energía a que revise la operación a partir de la nueva redacción en la Ley de Economía Sostenible de la ya famosa función 14. Norma que transpone lo ya existente en Europa, es decir, la revisión de las operaciones societarias en el sector energético de empresas no comunitarias (partiendo de la base de que la propia Unión Europea no tiene comportamientos especialmente liberales en este sentido). En todo caso, la CNE deberá revisar, próximamente, esta operación a la luz de esta normativa.

Diferente, pero también similar, es el caso de Iberdrola, donde la entrada de la empresa qatarí ha llevado a pensar torvamente que es un nuevo episodio en la pugna entre Ignacio Sánchez Galán y Florentino Pérez, en la medida en que cada vez que este último aumenta su participación en el capital de Iberdrola, se produce un proceso de dilución de la participación de ACS en la eléctrica. Lo cierto es que de esta forma, el núcleo de control de Iberdrola se refuerza.

Atentos a los movimientos.

La bomba de la central de bombeo en Gran Canaria y el interés de REE

En el ámbito canario, dicho interés indisimulado, se ha recogido por la prensa insular. Lo que viene a demostrar que lo que pasa en Canarias, suele tener poca repercusión o acogida en la Península y, por tanto, que en el auspicio de la lejanía pueden pasar cosas gordísimas sin que nadie se de cuenta. Es un lamento que es propio de los isleños: la distancia a la Península que opera en doble sentido, siempre.

Dicho análisis hay que hacerlo, en primera instancia, sin la parte más morbosa de los hechos relatados. Sin entrar en las vicisitudes por las que pasó el pliego de condiciones propuesto por el Cabildo, su revisión y su cambio sobrevenido, una vez publicado en el Diario Oficial, y que deja de una forma laxa y ambigua la posibilidad de presentarse a «empresas eléctricas» sin necesidad de los requisitos ni experiencia que tienen las empresas generadoras. Algo que incluso puede parecer paradójico: que una Administración se arriesgue en sus pliegos de contratación pública a no utilizar a las empresas que tienen conocimiento, «expertise» y que cumplen esa función en el sistema.

Pero, en todo caso, esta noticia requiere ser leída desde la perspectiva del modelo que establece la Ley del Sector Eléctrico y la diferenciación de actividades definidas en la liberalización (unbundling): generación, transporte, distribución y comercialización. Junto a estas funciones, además se establecen la existencia de dos operadores: el operador de mercado (el OMEL) y el operador de sistema (incluido dentro de Red Eléctrica de España).

Las tentaciones monopolísticas que tiene Red Eléctrica de España, de estirar sus funciones hasta convertirse en un «panoperador» eléctrico, más allá del bien y del mal y del «unbundling», tienen tres vectores: el primero, la confusión o convivencia entre operador de transporte y operador de sistema, ya que ambas funciones deben ser superadas y separadas definitiva y completamente; el segundo, la influencia en la regulación para condicionar y reordenar el sistema en lo económico, en la producción de energía y en la inversión de los propios agentes con claros resabios intervencionistas; Y, finalmente, en tercer lugar, esto último recién conocido, la aspiración de contar con instalaciones propias (en este caso, una central hidráulica con bombeo) y que supone un salto cualitativo de mayor alcance, al producirse el hecho de intervenir en el mercado de generación directamente como operador.

Todo ello se produce en pleno debate sobre la profundización de este modelo surgido tras la liberalización, de forma que el operador de transporte y el de sistema se separen definitivamente. Es decir, el ISO (con un operador de sistema totalmente independiente del transportista), frente al actual TSO (que integra transporte y operación) y que es una fase previa a la separación definitiva de estas dos actividades.

Por tanto, es razonable que Red Eléctrica de España tienda cada vez más a concentrarse en desarrollar sus funciones como transportista con la eficiencia y calidad que demuestra, pero también es imprescindible, que esa separación entre transporte y operación definitivamente se produzca cuanto antes. Y, por tanto, que la tentación de participar en el mercado de generación con instalaciones propias y de bombeo, una extensión de sus actividades, se reconduzca debidamente.

Lo dicho, «la bomba».

El butano y el landismo

Los ojos más comunicativos del cine español después de su papel protagonista en “El Bosque Animado” son los de Alfredo Landa haciendo del bandido Fendetestas o su papel en “Los Santos Inocentes”. En tiempos anteriores, Alfredo Landa era el representante, el epígono del ‘landismo’, una veta cinematográfica patria que venía a remarcar la marca hispánica como hecho diferencial, y que trazaría una ligazón imaginaria con el actual Torrente, una versión mucho más casposa, hilarante y desbordada. El mundo del tardofranquismo, el destape, las promociones de pisos con aluminosis o la eclosión de Benidorm…, todos elementos de una época y de un país que tenía nuevos comportamientos pudientes recogidos en el cine de la época, desde Fin de Semana al Desnudo a Manolo la Nuit.

Esta introducción, en principio tan ajena (salvo que se quisiera hacer una con referencia al sector energético y, en concreto, al butano como forma de energía), no tendría mucho sentido si no existiera un instrumento demoníaco, el denominado término landa, utilizado en la fórmula para determinar el precio del butano, cuyo objetivo no fuera anclar los precios en el pasado conveniente.

La fórmula mediante la que se determina el precio del butano tiene dos componentes: el precio de la materia prima y el denominado término C, en teoría destinado a retribuir la actividad de distribución de este combustible. En la materia prima, desde octubre de 2009, se implantó una fórmula matemática que ‘corrige’ y ‘modera’ el precio de la bombona para evitar lo que los expertos denominan ‘apuntamientos’ o puntas de precios y con el objeto de que el consumidor no los sufra. Además si las subidas no superan el 2% no se efectúan, con lo cual, con una construcción matemática semejante se podría conseguir negar la ley de la gravedad.

Tanto modera esta fórmula el precio de la bombona de butano que ha conseguido que pase casi totalmente inadvertida la subida de precios del petróleo que ha sido constante desde el vertido del Golfo de México hasta el momento actual en que la inestabilidad en Oriente Próximo se ha agudizado con las crisis de Túnez, Egipto y Liba. Y, ¿cuál es la técnica regulatoria sofisticada empleada a tal efecto? Las matemáticas: que el 75 % del precio de referencia se calcule desde que se implantó la norma, hace un año y medio con los precios más bajos conocidos del petróleo. Es decir un cálculo retrospectivo que no se actualiza hasta volverse obsoleto y cada día más obsoleto. Cualquier tiempo pasado fue anterior. El término landa.

Consecuencia: el precio de la materia prima de la bombona es mayor que el precio de la propia bombona. Las empresas cuanto más venden, más pierden, es decir, hay una venta a pérdidas, algo prohibido por cualquier legislación competitiva. En consecuencia, se congela la retribución a los distribuidores, estrangulando a este sector, que teniendo un peso relativamente bajo en el consumo energético del país, es relevante en ciertas zonas o para ciertos colectivos.

Por otra parte, esta fórmula pasó por todo regulador viviente y requiere una urgente revisión dadas las expectativas de precios del petróleo. Urgente revisión que precisa previamente la asunción de que es necesario un aumento de los precios de esta energía. Por su parte, el regulador principal, el Ministerio de Industria y el regulador independiente, la Comisión Nacional de Energía, mantienen un tácito silencio al respecto, que se va a ver desbordado por la realidad que se ha convertido en urgente.

Bien es sabido que desde el propio tardofranquismo, uno de los problemas que no ha sabido aceptar la clase política y el Gobierno administrativo del país, es la asunción de los precios de la energía y las consecuencias del libre mercado, haciendo toda clase de estratagemas para su evitación, incluyendo la ilusión monetaria para los consumidores. Cada vez que surge un problema de estas características surgen los defensores políticos de la energía barata a toda costa. El riesgo, en el caso del butano, es que de tanto no querer subir el precio de la bombona, se acabe por inanición con el sector y que la medicina pase a ser excesiva, generando un problema de dimensiones importantes para empresas y consumidores.

Lo dicho, el regreso al pasado. Por eso sólo aquí sería posible una película como «Los energéticos». Y el landismo.

Golpe en el corazón catalán de la política energética

El alcance de la noticia es mayor del que pudiera parecer a primera vista, por lo que es importante saber qué hay detrás de esta noticia y su secuencia posterior. Primero, porque en la actualidad hay dos grandes e importantes empresas muy influyentes en el sector energético, que son Repsol y Gas Natural Fenosa, claramente relacionadas con Cataluña. Segundo porque el sector institucional y político energético ha estado copado en los últimos años de personas afines al mundo catalán, próximo a las distintas facciones del PSC. Y, tercero, por la fuente, por la buena información que tiene habitualmente el diario Cinco Días en el entorno del partido del Gobierno.

De hecho, desde su publicación se están trazando varias teorías más o menos conspiratorias al respecto, las cuales señalan de una forma u otra al propio PSOE, haciendo bueno el adagio de que no hay mejor astilla que la de la misma madera.

En la primera línea conspiratoria está la posibilidad de que se trate del resultado de una lucha de «familias» dentro del partido del Gobierno por el control del área institucional de la energía o la propia deconstrucción del aparato político actual vinculado a la energía. Por tanto, la línea más directa sería identificar si hay interés en promover la debilidad de la posición del actual ministro de Industria, Miguel Sebastián, por haber permitido colocar en la tarifa gasista los últimos 140 millones de euros de la discordia (en su momento, el nombramiento de Sebastián fue visto como un retroceso para el entorno catalán). Con una lectura un poco atenta se puede advertir que los hechos relativos a Montilla que se contienen en la noticia están bastante amortizados, tanto casi como el propio Ministro Montilla. Y, en segundo lugar, estarían operando los posicionamientos de cara a la salida de Zapatero y una eventual recomposición del Gobierno.

En una línea, quizá más lejana y contextual, se pueden identificar más posibles familias socialistas en liza. Hasta hace no mucho, en el seno del PSOE, la cuestión de la energía había tenido la tradición, de colocar al frente de este sector, lo que podríamos denominar como la conexión vasco-navarra. Ministros como Claudio Aranzadi en su momento o José Manuel Eguiagaray, incluso Carlos Solchaga, son ejemplos de esta corriente. Igualmente, queda un conjunto muy localizado de «retroprogresivos» que tampoco están satisfechos de la línea que sigue el área energética del Gobierno. O, se podrían haber conjurado varios de estos colectivos en una tormenta perfecta.

Por su parte, tras los ocho años de gobierno del Partido Popular, la vuelta al gobierno del Partido Socialista hizo que aflorase en el sector energético, la familia «catalana» del PSC de forma que cobrase un total protagonismo, incluso el control, en el sector energético español, de la mano además del tripartito, de infausto recuerdo en Ferraz. Desde el nombramiento como ministro de José Montilla, pasando por el traspaso directo de Joan Clos, cuya sustitución se pactó en el propio Palacio de la Moncloa entre Zapatero y el ex presidente de la Generalitat. Posteriormente, esto devino en la designación de Ignasi Nieto como Secretario General de Energía. Y hay que añadir en este conjunto la presencia de otros personajes como la presidenta de la Comisión Nacional de Energía, Maite Costa o el presidente de Enagás, Antoni Llardén, operador de transporte y gestor del sistema gasista español. Todos ellos puestos neurálgicos del sector energético y gasista, como se puede más o menos comprobar con una lista y una quiniela a la vez.

Los cuestionamientos dentro del Partido Socialista respecto del clan catalán en el sector energético son cada vez más frecuentes y menos indisimulados. En primer lugar, advierten en privado de los comportamientos que definen un «estilo propio» de hacer las cosas…, menos «sofisticado» desde el punto de vista regulatorio, con tendencia a la gestión muy directa de los asuntos e intereses de las empresas radicadas en Cataluña. Al menos antagónico con la ortodoxia más clásica del partido.

En segundo lugar, también advierten que las relaciones entre el Ejecutivo, el Ministerio y la Comisión son demasiado próximas al entorno de Repsol y Gas Natural Fenosa (con especial proximidad y foco en el papel de Antoni Brufau). Desde el apoyo a las operaciones corporativas de hace seis años que tanto coste político supuso al PSOE, al ajuste de las condiciones que la Comisión Nacional de Competencia impuso a la operación Gas Natural-Unión Fenosa, hay un halo de afinidad, cada vez más perceptible.

Ahora, el hecho de que las tarifas de gas aprobadas en diciembre incorporaran un recargo de 150 millones de euros, en contra de un dictamen de la CNE sitúa también en el punto de mira al actual equipo del Ministerio de Industria y a la propia CNE, cuya presidenta hizo un voto particular contra el dictamen de los servicios del organismo respecto del monto citado (amplificado, por cierto, en la edición de Cinco Días hasta los 200 millones de euros). Sea cual fuere la motivación para la publicación de esta noticia en Cinco Días, su ventilación pública es un contratiempo contra las estrategias de Gas Natural Fenosa y su situación financiera: el instrumento, desvelar con escándalo mecanismos de interacción entre empresa y regulador, en cada cuestión regulatoria para conseguir oxígeno y liquidez, tacita a tacita.

Por otra parte, parece que la Generalitat con Artur Mas al frente también ha entrado a fondo en el nacionalismo empresarial del que serían bandera Gas Natural Fenosa y Repsol, con gestos expresos para blindar su accionariado frente a intereses extranjeros. Y ese nacionalismo también se traduce en un apoyo oblicuo a los asuntos regulatorios de interés para el grupo. Por eso, la renovación de la Comisión Nacional de Energía despierta toda clase de conjeturas en torno a la procedencia de los sucesores de los actuales consejeros y de la actual presidenta.

El asunto es que esta noticia se produce / se difunde / se desvela en un momento de cambio en los órganos reguladores en el caso de la energía y ya se están empezando a posicionar alrededor intereses y facciones. Algo se está moviendo y parece que en el asunto y origen del mismo hay mar de fondo. Habrá que estar atentos.

Zapatero vuelve al voluntarismo antropológico con la energía

Se trata, por tanto y de nuevo, de no salir de un modelo de promesa más o menos inminente de mejora de la situación. En todo caso, sus efectos son relativos dado el debate sucesorio abierto en torno a su figura y la relativización de sus opiniones (al menos en el terreno económico). Parece como si hubiera entrado en una línea paralela.

De hecho, en días pasados se anunciaba la subida del IPC hasta un 3,6% en términos interanuales. También en ese momento se produjo un importante revuelo, en la medida que el repunte se achacó a la evolución de los precios de la energía. De forma más o menos virulenta, unos medios concentraban más la responsabilidad de esta subida en los carburantes o la electricidad según hacia dónde se había puesto la mirilla telescópica. Lo que es evidente es que estamos en una evolución de los precios de la energía alcistas para los consumidores, que tiene una lógica y una correlación total con lo que está produciéndose en los mercados internacionales y con los problemas aparcados, derivados de no abordar la subida de precios energéticos.

Lo cierto es que la subida de los precios de los carburantes se está produciendo de manera paulatina en convergencia con los precios del petróleo, el dólar y coste de refino, unido a otras cuestiones como los problemas y vertidos ocurridos en el Golfo de México el pasado verano, y las turbulencias políticas y geoestratégicas en Oriente Próximo. En todo caso, y aunque se estabilice este escenario político y de revueltas, los analistas internacionales prevén un escenario de crecimiento de precios del crudo relevante a medio plazo, con escenarios que alcanzan los 200 dólares, de forma que se produzca un salto desde los precios anteriores a estas turbulencias, hasta llegar al entorno de los 100 dólares, es decir, que parte de la subida de precios, ha venido para quedarse. En todo caso, el sistema de precios de los carburantes refleja casi de manera instantánea los precios en los mercados.

En el caso de la electricidad, el problema es diferente y está sometido a una presión política diferente. De hecho, sin haberse producido una subida tan ostensible como en el caso de los carburantes, el ruido mediático ha sido mucho más intenso. Hasta el momento en que se culmine el proceso de liberalización y el alza del precio de la electricidad se efectúan mediante revisiones trimestrales a través de órdenes ministeriales, en determinados foros se achaca al Gobierno la «responsabilidad» de esta subida de precios y se cargan las tintas políticas cuando se conocen estas cuestiones o aspectos relacionados en la decisión política asociada. Sin embargo, uno de los problemas es que, de acuerdo a las revisiones trimestrales, en algún caso han resultado nulas por la propia presión política, como en el caso del mes de octubre del año pasado con la famosa foto del acuerdo Montoro-Sebastián.

No obstante, sobre el precio de la electricidad confluyen dos cuestiones: por una parte, los precios comparativamente bajos en serie histórica y respecto a otros países en el mercado de generación. Eso no quiere decir que no puedan verse influidos por los precios de materias primas, gas, carbón o petróleo, pero el punto de partida es bajo y fuertemente competitivo. Y, por otra parte, hay que recordar que la subida de los precios de la electricidad integra también lo que son los costes regulados (transporte, distribución, primas y deuda pasada: déficit), cuyo crecimiento será responsable de la evolución de los precios durante este año.

Además, no hay que olvidar que existe un problema embalsado desde el momento en que sus precios solamente podían subir el IPC como máximo, con independencia de las tensiones existentes en los mercados de la energía. Se trata, como saben, del déficit tarifario fruto de haber ido postergando las subidas de la electricidad año tras año por motivos políticos. Una cuestión que si se hubiera abordado en su momento, hoy permitiría reducciones en los precios y que hay que atender en un escenario de crisis económica y tímida recuperación con fuertes amenazas. En todo caso, es una subida de precios de la energía aplazada y latente que debe ser abordada. Por tanto, el escenario es de subida de precios, pese a que las artillerías estén preparadas para dificultar estas decisiones.

Lo cierto es que después de tres años de lluvia fina, el déficit tarifario ya se ha establecido como problema político y regulatorio y, pese a los negacionistas y contrarios al mercado eléctrico, ha tomado cuerpo como cuestión ineludible que afecta a la solvencia de nuestra economía y de nuestros mercados. Siempre quedan reductos de ejercicios políticos «outsider», contrarios al mercado eléctrico o, en otra línea, de corte «peronista» y jerseys de cuello alto, para hacer valoraciones de trazo grueso sobre los resultados o los beneficios empresariales (con independencia de sus tasas de rentabilidad, de cómo se obtengan, en qué mercados o partiendo del supuesto de que los accionistas no pueden ser ciudadanos y que la inversión no puede ser retribuida).
En otro orden de cosas, los analistas señalaban que la subida de los precios de la energía no se estaba propagando al aparato productivo o al resto de ramas de actividad. Por tanto, lo que se está produciendo realmente un ajuste por parte de los consumidores (empresariales y residenciales) y la absorción de esta evolución al alza de precios energéticos.

¿Dónde está la clave desde el punto de vista de la política? En este contexto, en tener convicción y mirar a los ojos a la realidad: percibir que el fenómeno es más estructural que coyuntural, establecer una política de energética completa y entendible, que tenga un discurso coherente e integrado, desarrollar políticas de ahorro y eficiencia en serio, que partan de que los agentes económicos conozcan los precios reales y no los precios políticos. Con esas bases, el debate sobre el mix energético, sobre las primas a las renovables, la necesidad de una moratoria en este tipo de tecnologías o la energía nuclear se podrían efectuar sin trampas. Igualmente se produciría una mayor comprensión pública sobre al ahorro, la eficiencia y el papel de todos los agentes en ella. Como tampoco sería un debate tramposo el grado de alumbrado público español o el «confort» deseado por la sociedad y su forma de pagarlo. Y, en ese marco, la dosificación de medidas no parecerían ocurrencias, ni obtendrían las críticas que se han acumulado esta semana, fruto de caminar siempre entre varias aguas.

El consejero que soñaba con un impuesto a las empresas eléctricas y un bidón de gasolina

Seguramente que para entender determinadas noticias es necesario contar con todos los datos y con una visión retrospectiva y de contexto que les dé sentido. Y, eso es lo que es necesario realizar con la noticia con la que el viernes el rotativo económico Cinco Días abría su portada a cinco columnas. La noticia hablaba de manera suficientemente ambigua con el siguiente titular: «Castilla y León puede imponer a las eléctricas una tasa medioambiental. La CNE da su visto bueno«. La noticia se basaba en un teórico informe de la Comisión Nacional de Energía en el que supuestamente el organismo daba «vía libre» para fijar impuestos a las Comunidades Autónomas a troche y moche, sin aparentes consecuencias ni para los ciudadanos, ni para la factura, ni para la tarifa, ni para los consumidores, ni para el mercado eléctrico.

En el fondo de esta interpretación subsiste una tentación ilusoria a relamerse en torno a la posibilidad de aplicar impuestos que recaigan sobre las empresas: el mejor de los mundos posibles para los partidarios del intervencionismo y de las vías expropiatorias.

La historia de la noticia

El pasado mes de diciembre, cuando las empresas eléctricas decidieron utilizar las vías judiciales frente al decreto del carbón nacional, la Junta de Castilla y León, visiblemente molesta con esta decisión empresarial de ejercicio de derechos, amagó con la fijación de una tasa medioambiental a la generación de energía eléctrica en esa Comunidad. Fruto de esta amenaza, a finales de enero la Junta de Castilla y León remitió a la Comisión Nacional de Energía una consulta al respecto, en tres líneas: la posibilidad de la fijación de esta tasa, la posibilidad de que las empresas pudieran aplicar recargos a los consumidores castellano-leoneses o la posibilidad de que el Ministerio de Industria autorizara estos recargos. Todo ello de acuerdo con lo contemplado en la Ley del Sector Eléctrico.

El pasado jueves, el Consejo de la Comisión Nacional de Energía trataba la consulta en su convocatoria ordinaria. En la nota de prensa, difundida posteriormente se recogía de lo siguiente:

Responder a la consulta planteada por una Comunidad Autónoma sobre la posibilidad de gravar las actividades eléctricas con tributos de carácter autonómico o local de carácter medioambiental.
A este respecto, se señala que creado un tributo de tales características, el artículo 17.4 de la Ley del Sector Eléctrico prevé que «al peaje de acceso se le podrá incluir un suplemento territorial», y el artículo 18.5 de la misma Ley prevé que «a la tarifa de último recurso se le podrá incluir un suplemento territorial». De esta forma, la creación de este tributo podría generar un suplemento sobre el peaje y sobre la tarifa de último recurso, que habría de pagarse en los territorios en los que se cree el mismo.

Por otro lado, al tratarse de un suplemento que se «incluye» en el «peaje» o en la «tarifa de último recurso», pasa a ser un concepto integrante del «peaje» o en la «tarifa de último recurso», los cuales son precios regulados, cuya aprobación, por tanto, tiene que realizarse administrativamente, en los términos que están previstos en la Ley del Sector Eléctrico, y su normativa de desarrollo.

El suplemento territorial debería aparecer desglosado en la facturación al usuario, por imposición del artículo 18.6 de la Ley del Sector Eléctrico, en consideración tanto al principio de transparencia como al de unidad tarifaria que afecta a los peajes y a la tarifa de último recurso.

A día de hoy, todavía no está publicado el mencionado informe en la web del organismo, y no tenemos noticias de que sea un asunto que se vaya a hacer público, dado que, en sí ,no es un Informe, sino una consulta de una Comunidad Autónoma. Por tanto, a la vista de esto: ¿es verdad que la CNE da el visto bueno a la fijación de impuestos o tasas a la generación de electricidad sin consecuencias? ¿Es lo que quería la Comunidad Autónoma (que tras mucho sigilo en la nota de prensa, se desvela en la prensa sepia un día más tarde de tratar el informe en la CNE)? ¿La Junta de Castilla y León desea exponerse a que el recargo se le facture de forma desagregada a los ciudadanos en sus facturas eléctricas?

Así, el viernes el rotativo económico Cinco Días abría su edición a cinco columnas (por encima de los resultados de las empresas y de la crisis de los mercados del crudo por los acontecimientos de Libia) con este asunto, sugiriendo una línea interpretativa que, al día siguiente, refrendaría el consejero de la Comisión Nacional de Energía, el leonés Jaime González en unas declaraciones recogidas por Europa Press. El consejero afirma que un impuesto así no puede afectar a la tarifa, dado que, pese a la Ley, el Ministerio de Industria no lo ha hecho hasta el momento, lo cual es lo mismo que pedir que todo el monte es orégano.

Primera pregunta, por tanto, ¿quién tiene las manos azules? Y segunda, ¿esta crónica se podría haber titulado «La Junta de Castilla y León podría subir la luz a sus ciudadanos con un nuevo tributo medioambiental»? En ese caso, como en el título de la obra de Stig Larsson, el consejero habría puesto un bidón de gasolina electoral en el camino de la Junta de Castilla y León.

Por tanto, con semejante estado de cosas, hay que exigir que este informe se haga público en la página web del organismo y se conozca la realidad y el alcance de ese pseudopermiso de la CNE a la fijación de impuestos autonómicos sin consecuencias. La CNE no puede dejar un tema de estas características en este grado de ambigüedad. En primer lugar, por transparencia pública como organismo regulador público con responsabilidades sobre el sector eléctrico y los mercados. En segundo lugar, porque puede y debe servir para que las Comunidades Autónomas, en grave situación financiera y tentadas de fijar tributos o tasas a la generación de electricidad, tengan claro el marco en que se mueven. En tercer lugar, porque no hay información que no pueda ser pública o que necesite reserva, no debe ser esta cuestión un asunto reservado. Y, finalmente, en cuarto lugar, y por una cuestión más contingente, porque ya se ha filtrado e interpretado por un Consejero, lo que permite que se hagan los dedos huéspedes.

Lo razonable, en todo caso, es que vuelva la racionalidad. La Junta de Castilla y León deberá ponderar los argumentos jurídicos (y políticos) de una medida de estas características y, una vez concluído (por la vía del acuerdo) el conflicto del carbón nacional (claramente peligrosas para los ciudadanos de esa Comunidad Autónoma y fruto de una reacción vengativa en medio de un calentón), estas propuestas no deberían pasar a mayores.

Regulación yenka

Partamos de la base de que desde este medio siempre hemos promovido la existencia de un modelo de desarrollo de las energías renovables y, en ese sentido, podemos asegurar, siguiendo nuestra línea editorial, que no somos negacionistas.

Esto es relativamente relevante en un momento en que las posturas de las distintas tecnologías tienen un componente dialéctico defensivo en el estilo «federales contra confederados» sumamente peligroso, a falta de una visión común o de una política energética coherente construida sobre el armazón de la política económica global y el funcionamiento de nuestros mercados.

Sólo en ese contexto se pueden analizar las cosas que vienen pasando en la generación de electricidad y sus tecnologías y, en concreto, en las renovables. En ese marco, y en el de una política retributiva insostenible, claramente, con todas las costuras, nos estamos permitiendo comportamientos de «un paso adelante y dos atrás».

Por eso, estar a favor o en contra de las energías renovables (en genérico) no implica, necesariamente, adherirse a un modelo de dispendio o abrazarse sin crítica o sin racionalidad a un maximalismo. Parece, por tanto, que cuestionar la racionalidad de lo acontenido es un problema de dogmas o reglas basadas en la fe y la obediencia. Y, de la misma forma, tampoco es semejante la situación de todas las tecnologías de régimen especial, dado que el volumen de primas que perciben, la magnitud de sus subvenciones en relación a su capacidad, su potencia y su generación es diferente, pese al manto unificador de quienes se cubren para defender las tecnologías más primadas o más privilegiadas.

En este sentido, y sin perder la perspectiva de globalidad de la política energética, medioambiental y económica, derivada de la ilusión retributiva y de los intereses particulares, el desarrollo de las energías renovables debe estar incluido, integrado, mapeado dentro del sistema eléctrico, del coste global del suministro y del precio que pagan los consumidores por la electricidad.

Por tanto, no se puede tratar como un postizo con unos agentes que captan recursos a través de las primas, las subvenciones y que maximizan sus intereses contra el resto de sectores o contra la factura de los ciudadanos, aunque sea por la defensa de una industria propia. O, mejor dicho, es legítimo que los sectores lo intenten pero que la regulación busque un modelo sostenible económica y medioambientalmente, integrado en el modelo tarifario y en los mercados de la electricidad. Esa debe ser la clave de la situación y de las decisiones que se plantean.

Ayer, como se pudo conocer, en lo que se refiere a la energía solar fotovoltaica, se produjo la vuelta atrás en el Senado sobre la norma que limitaba el número de horas sujetas a prima en el caso de la fotovoltaica. Si bien existen dudas sobre el grado de retroactividad de la norma, lo que sí parece que ha sido retroactivo es el comportamiento de los partidos políticos. De hecho, conscientes de que el trámite jurídico sería muy complicado, el sector fotovoltaico y el sector financiero no lo han dado por perdido y han encontrado una vía de servicio para volver a la casilla uno y replantear la decisión del Ejecutivo y del Parlamento.

Se trataba, por parte de los promotores de la enmienda en el Senado, de dejar sin efecto el Real Decreto Ley recientemente aprobado que requería de una Ley para su remoción parcial. Hace menos de quince días que se aprobó el Real Decreto Ley y en el trámite de una Ley ya se promueve un cambio sobre lo aprobado anteriormente (algún día habrá que tratar, algo cada vez más preocupante, los problemas de calidad regulatoria, la frivolidad de abordar los cambios regulatorios y el oportunismo de que cualquier normativa pueda salir por los cerros de Úbeda por inclusión, adición o sustracción en los procesos parlamentarios).

En menos de un mes, estas formaciones políticas han ido deslizándose de una posición crítica hacia una posición contraria a la limitación de horas a la energía solar fotovoltaica, que es una modificación en los parámetros de su sistema retributivo. ¿Se anticipa, por tanto, una minoría del partido del Gobierno en esta cuestión en el Congreso?

Queda por saber qué pasará a partir de ahora con esta Ley y su vuelta al Congreso de los Diputados, para comprobar si el arco parlamentario mantendrá su cambio de opción respecto de esta cuestión. Contra el Decreto Ley o a favor de la enmienda que lo desactiva, se alineó finalmente el Partido Popular y partidos nacionalistas que inicialmente apoyaron al Gobierno en la ratificación del Real Decreto Ley de medidas urgentes del sector eléctrico aprobado en el mes de enero.

La no limitación de horas a la tecnología solar fotovoltaica en la regulación precedente parte de un defecto regulatorio y de una falta de observancia por parte de las autoridades a la hora de advertir que la importante y constante demanda de proyectos fotovoltaicos evidenciaba unos problemas de sobrerretribución. De hecho, los estudios económicos utilizados por la CNE y el Ministerio de Industria avalaban que el modelo retributivo tuviera ese límite de horas, pero la regulación final no lo contempló.

Y, con ello, la financiación y el escandallo de la plusvalía generada por los proyectos fotovoltaicos se distribuyó generosamente en orden a todos los que participaban en el proceso: gestores de permisos, promotores, próximos a las estructuras de poder regionales y Comunidades Autónomas. El propietario final del proyecto, que se había apalancado para adquirirlo, se queda al borde del abismo por esta circunstancia si se reduce la retribución (cuando todos los anteriores ya habían hecho caja). Y, consecuentemente, las entidades que habían financiado el proyecto incurren en un riesgo de crédito tan semejante al inmobiliario (que incluso el Banco de España estaría investigando, según nuestras informaciones). En el fondo, el modelo de negocio era y es muy parecido, en definitiva, a un modelo de rentas sin riesgo empresarial.

Por tanto, a falta de referentes y de una guía de conducta, nos quedan comportamientos políticos “modelo yenka”, que nos devuelven al Juego de la Oca y a la casilla uno, caminando sobre el filo en cada proyecto de Ley y en cada tramitación parlamentaria. Y todo ello con una deconstrucción política por momentos, morosa de no tener política energética, económica y medioambientalmente sostenible.