Comienza el baile de nombres para la renovación del consejo de la Comisión Nacional de Energía

Los primeros nombres que encabezan la lista de aspirantes son los de Pedro Marín y Carlos Ocaña. En el caso de Pedro Marín, ex Secretario General de Energía, tras el fracaso de su candidatura a Director General del IRENA, la propuesta sería más que evidente. Varias cuestiones pesan en contra de esta candidatura. Por ejemplo, la perspectiva global que reproduce el nombramiento de Bernardo Lorenzo como presidente de la CMT, tras ser Secretario de Estado de Telecomunicaciones, con lo que se ejemplificaría un canal de ida y vuelta de la Administración y la política a los órganos reguladores que cuestionaría incluso el espíritu de la reforma de la Ley de Economía Sostenible. La misma situación se repetiría con el principal candidato a presidente apoyado desde el Ministerio de Economía y Hacienda, Carlos Ocaña, actual Secretario de Estado de Hacienda. En todo caso, el hecho de haberse transparentado las disputas y rivalidades entre Industria y Economía al respecto no ayuda a la resolución «pacífica» de esta entente, precisamente.

Otro de los nombres es el de Miguel Ángel Lasheras, que vuelve a las apuestas tras su salida de Intermoney. Uno de los frenos a esta candidatura es la falta de apoyos políticos consolidados, pese a la buena relación que mantiene con la actual presidenta del organismo y que la única posición posible y aceptable por su propia trayectoria sería la de Presidente, un puesto que, por lo que se ve, va a requerir un acuerdo político de primer orden. De hecho, fuentes solventes han confirmado a Energía Diario, que Miguel Ángel Lasheras fue tentado para ocupar la Secretaría de Estado de Energía tras la renuncia de Pedro Marín.

Otro nombre que cobra fuerza en las quinielas es el de Jorge Sanz Oliva, anterior Director General de Energía, con una larga trayectoria a sus espaldas, desde el seno de Presidencia del Gobierno con Felipe González, en el gabinete de Josep Piqué y con la supervivencia de tres Secretarios Generales y de Estado de Energía, Antonio Fernández Segura, Ignasi Nieto y Pedro Marín.

Del sector retroprogresivo se formulan dos nombres, en la medida que este colectivo reclama su «cuota de pantalla», tras la salida del actual Consejo de representantes de esta corriente. Por una parte, José María Paz, segundo de a bordo en REE durante la presidencia de Jorge Fabra y por otra parte, alguien que siempre figura en las quinielas, Alberto Carbajo, actual Director General de Operador de Sistema en Red Eléctrica de España.

Un nombre más que se baraja sería el de Juan Temboury, muy relacionado también con Jorge Fabra. También vuelve a las apuestas Marcel Coderch, quien además de ser próximo al entorno catalán, habría cultivado una relación especial con Jesús Caldera y la Fundación Ideas, «think tank» que apuntaló las posiciones del Presidente Zapatero en el caso del cierre de la central de Santa María de Garoña. Sus posiciones públicas son muy cercanas al entorno retroprogresivo.

Uno de los ejes que parecen clave en esta renovación será la posición final del Partido Popular y si en el nuevo Consejo de Administración de la CNE estarán sentados dos nombres propuestos por esta formación política, porque sigue pendiendo la amenaza proferida por Cristóbal Montoro contra el Gobierno y su proceso de reconfiguración de los organismos reguladores. En ese caso, se da por segura la entrada de Marina Serrano, actual secretaria del Consejo de Administración de la Comisión Nacional de Energía.

Del mismo modo, habría que contemplar cómo se resuelve la ecuación de los candidatos a consejeros por parte de Catalunya en el seno de Convergencia i Unió y el corrimiento de poderes que se está larvando entre los representantes del PSC en Madrid. Según ha podido conocer este medio, entre esos nombres ha entrado el de Julio Barceló, ex del Consejo de Seguridad Nuclear, como posible consejero de la CNE.

Y todo ello, con el debate abierto sobre si el nuevo consejo seguirá siendo una prolongación de los equilibrios parlamentarios y políticos o, por el contrario, podrá adquirir libertad y autonomía, capacidad profesional, técnica, jurídica y económica a efectos de la necesaria recuperación de prestigio y reputación del organismo regulador.

El elefante anda suelto

Más allá de su inscripción dentro de la línea de pensamiento retroprogresivo por las opiniones vertidas en su artículo, quizá lo más llamativo del texto de Jesús Mota es el lenguaje, la violencia verbal, el estilo, los resabios hacia el sector eléctrico, sus empresas y sus presidentes, hasta el punto de traspasar la frontera de la opinión, sobre argumentos más o menos fundados, ideológicos o discutibles, hasta convertirse en un feroz látigo con el que escarnecer con ensañamiento a las empresas y al sector eléctrico, a partir de prejuicios maniqueos y juicios de intenciones intrínsecamente perversas de sus agentes. Ya sólo el título lo dice todo. De hecho, probablemente la retórica bélica entre Guardiola y Mourinho, con todo su antagonismo, es más oblicua e indirecta que la lectura de este artículo.

Por eso, cabe decir, que desde las páginas del rotativo de la calle Miguel Yuste, quizá no han salido artículos con expresiones tan agrias y generalizadas hacia un sector de la economía española y sus empresas como las que profería Jesús Mota en «El yugo de la tarifa eléctrica» el pasado 7 de abril. No se trata de abordar el tema con un lenguaje políticamente correcto o melifluo; se trata de que, merced a la discusión y la difusión de opiniones, los ciudadanos tengan una visión crítica de la realidad, pero no una visión distorsionada.

De hecho, si se lee con cierto desapasionamiento, el artículo se califica por sí mismo, por su propia desmesura y crueldad. Sólo hay que hacer un repaso de las palabras y las expresiones: empresas que juegan a subirse los precios, pioneras en prácticas de garduña, mañoso crupier, desplumar incautos, cacharro manipulable, rastrillo, truco, hostigar a la Administración, campanuda, beneficios espurios, beneficios indebidos,…

Es difícil, por tanto, abstraerse de las formas y sus hechuras, para efectuar un análisis de contenidos, pero si se disecciona el contenido del artículo, se puede decir que éste se inscribe en las tesis retroprogresivas generales que comentábamos ayer con algunas variantes o matices. En resumen, sus líneas de ataque se concentran en los siguientes pivotes: un ataque furibundo al sector en general y a las empresas eléctricas (en España, donde lo empresarial tiene una consideración intrínsecamente peyorativa, hurgar en la movilización de la opinión pública en términos de escándalo es una tentación extraordinariamente fácil), un ataque no menos indulgente al Ministerio de Industria, a los mecanismos institucionales sectoriales y a la Administración (de forma inmisericorde, salvo con las afinidades electivas del articulista), un ataque al mercado eléctrico y a las subastas CESUR (que ya es una constante en sus artículos a los que denomina rastrillo o mercadillo), una simplificación relativa a los beneficios empresariales del sector que adjetiviza con extraordinaria generosidad y el retorno a la teoría de los beneficios caídos del cielo en el caso de la energía hidráulica y nuclear.

Del mismo modo, hay que reconocer que de los tres artículos que analizaremos en este seriado, éste es el único que hace una alusión (menos virulenta que el resto del artículo, eso sí) al modelo de primas a las renovables, cuyas rentabilidades, por cierto, son mayores que las de las empresas del sector eléctrico y no merecen su escándalo.

Probablemente partiendo de este tono, es difícil aplicar la racionalidad de la objetividad y de los hechos que contradicen afirmaciones muy simples y directas, pero falaces: el mercado español está ofreciendo precios en el mercado de generación inferiores a los de los mercados europeos. Las subastas CESUR son auditadas por la Comisión Nacional de Energía y el Operador de Mercado Eléctrico. El número de operadores en las mismas es creciente y su carácter competitivo se acredita porque los resultados son imprevisibles (y, además, en general a la baja). Y, además, la comparación con otros mercados y los elementos subyacentes y tensiones hacen que el proceso de formación de precios sea correcto.

Por tanto, con un ejercicio colérico de este calibre, obtener perspectiva sobre el proceso inversor en un sector como el energético y sus necesidades de financiación es complicado, cuando la forma de abordarlo es la inducción al escándalo del lector. Cómo, por tanto, competir con la incuria y retratar el descomunal proceso de nuestro país en los últimos años en los que hemos renovado las redes y el parque de generación con una inversión relevante en ciclos combinados y en tecnologías renovables, con una ampliación de capacidad instalada que incluso nos ha situado en el exceso de capacidad. Hoy contamos con un suministro eléctrico de alta calidad, y eso ha sido posible gracias al mercado y partiendo de una situación en la que había cierto riesgo de apagones. Seguramente, el actual alcalde de Tres Cantos, José Folgado, todavía recuerda las admoniciones en su momento del entonces Vicepresidente Rodrigo Rato. Consecuentemente, no es razonable presentar una visión tan catastrofista y salvaje como la que se presenta en este artículo, con todo lo crítico y lo criticable para este sector y para la Administración energética.

Mota también oculta las sucesivas renuncias a ingresos o asunción de costes en las empresas. Incluso el déficit tarifario, cuyo origen no es otro que las decisiones políticas de no subida a tiempo de la electricidad en concordancia con la evolución de los precios de generación y ahora con otros costes regulados (primas, aplazamientos de deuda, distribución y transporte). El déficit, además, de facto, se transforma en una manipulación del precio para los ciudadanos para que consuman más y ceben la bomba. Pero, además, se trata de un préstamo de las empresas eléctricas a la sociedad. Cuestiones como las formulas de detracción de derechos de emisión, o incluso la introducción de la figura del bono social, que es una construcción más parecida a una deducción en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas que a un descuento al precio de un suministro.

El resto de argumentos se basan en la presentación interesada de afirmaciones falaces (poco sustanciada en datos). En primer lugar, a nivel general sobre la rentabilidad sectorial que, de hecho, tampoco ofrece datos de cuánto es o cómo se distribuye. En realidad, la rentabilidad del sector eléctrico en España viene deteriorándose de forma continuada en los últimos años, e incluso, su castigo en los mercados financieros ha sido mayor que en otros países, pese al carácter de valor refugio tradicional de sus valores.

Con independencia de la utilización «sui generis» del concepto «beneficios regulatorios», que trataremos específicamente al final de esta serie por ser un máximo común denominador en el pensamiento retroprogresivo, el artículo de Jesús Mota, sostiene que dos tecnologías (hidráulica y nuclear) tienen beneficios desmedidos. Para ello propone el control de sus rentabilidades por vía tributaria, redundando en nuevas alzas de los precios de la electricidad por el aumento de la presión fiscal. Por ensalmo, despeja una incógnita, que es una tasa (2.500 M€/año) equivalente a esos supuestos beneficios «regulatorios» calculados mediante la misma metodología retrogresiva: omitiendo amortizaciones, inversiones y la normativa contable y de auditoría. Aplicando esta tasa a estas dos tecnologías se despeja el otro lado de la igualdad y se anula el déficit tarifario. Y, ¡chas!, ya no existe.

En definitiva, el artículo llega a una conclusión extraordinariamente simple, consistente en un modelo expropiatorio paradójico. Si todos los problemas de una sociedad, de una economía o de un sector se solucionan con la fijación de tasas a sus tecnologías y activos (con presuposiciones de rentabilidades elevadas fruto, además, de la omisión contable) la consecuencia inmediata sería la contraria que la propuesta. De hecho, la determinación de este supuesto beneficio y su detracción, introduciría la actividad de generación eléctrica directamente en pérdidas.

En todo caso, en lo compulsivo de su construcción o con una lectura detenida, encontrarnos que un artículo así en la prensa española, dedicado a este sector o a cualquier otro, implica un comportamiento cainita. Pocos países sumidos en una crisis como la nuestra efectúan, ya no críticas, sino escarnios de un sector económico y empresarial de este modo. Por su propio enfoque y construcción, entorpece el abordamiento de una política energética y económica coherente con una economía de mercado y los procesos de inversión y ajuste que necesita nuestro país. De esta forma, se pierde el diagnóstico real y se desenfoca la dinámica de crecimiento de los componentes de la tarifa de acceso y la caída de precios en el mercado de generación. Pero quizás, el problema más grave es que trastorna la realidad hasta convertirla en un vitriolo, en una distorsión que impide abordar los problemas de nuestro país en el sector eléctrico y energético (que los tiene, pero no son esos). Por ello, este artículo forma parte del problema y no de la solución.

De todas formas, no es un artículo, es una fatwa.

La media distancia

Por tanto, algún día habría que tratar la construcción institucional de la democracia española especializada en extender sus tentáculos desde la política hasta los distintos ámbitos e instancias civiles, sociales y económicos hasta desactivarlos totalmente en su misión y en su esencia y pervertirlos completamente transformándolos en un engendro.

En esencia, la reforma de los órganos reguladores que se ha incorporado en la Ley de Economía Sostenible asea estos organismos, pero para las construcciones teóricas también es necesario que se sometan al test de estrés de la realidad política española y a las propias miradas torvas de un país que se halla sumido en varios procesos turbulentos que impiden la definición de un proyecto colectivo o de dotar de densidad institucional al país.

En el caso que nos ocupa, esto se basa en extender a los órganos técnicos y reguladores independientes un juego político extraordinariamente táctico antes que pensar con una mayor altura de miras exigible. Por tanto, una solución de tiralíneas para la Comisión Nacional de Energía hubiera sido que los grandes partidos sentados en una mesa, extrajeran el nombre de un conjunto de buenos técnicos, solventes que aportasen cada uno conocimientos de índole económico, tecnológico, jurídico, de mercados, partiendo de un ‘pool’ de nombres aceptables por todos los grupos, incluyendo la figura presidencial resultante. Bajo este modelo, en realidad, se podría conocer o no el nombre del grupo político proponente o no de cada nuevo consejero. Eso sería lo de menos. Lo importante sería que el resto de partidos lo acepten.

En definitiva, si se hubiera colocado como restricción previa que las propuestas de consejeros partieran de los partidos políticos pero intrínsecamente no tuvieran marcado cariz político (es decir, que no se tratara de hombres del aparato o de la estructura política, con origen en partidos nacionales o partidos nacionalistas). En caso contrario, la alternativa es volver a la situación previa pero con dos consejeros menos y haciendo ingobernable y sectario un organismo necesario, pero totalmente malogrado. Un nuevo desiderátum.

A cambio, y tras la propuesta de nombramiento de Idoia Zenarruzabeitia (con un marcado cariz político) y Tomás Gómez San Román, lo que hay es una confrontación más abierta si cabe entre el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español y los aparatos de los Ministerios de Economía y Hacienda e Industria, con una amenaza latente de desmantelamiento tras las elecciones de 2012. Nada edificante hasta el momento, más bien inquietante.

Las propuestas conocidas para ocupar el puesto de presidente a partir del próximo 6 de junio, son dos, según lo que se ha podido conocer. En primer lugar, la candidatura de Carlos Ocaña, Secretario de Estado de Hacienda, impulsada desde el Ministerio de Economía, amplifican la distancia con el propio Partido Popular al tratarse de un hombre de partido, dando razones para el divorcio letal en este organismo y su futuro, dejándolo con plomo en las alas. Por otro lado, el nombre de Tomás Gómez San Román, tapado de Miguel Sebastián y recién propuesto como consejero, sería una reedición matizada de Juan Ignacio Pérez Arriaga, se torna de facto imposible por motivos jurídicos y políticos.

Además, la aportación del entorno catalán al organismo está inmersa en una batalla donde están presentes nombres próximos a Convergencia Democrática de Catalunya y a Unió Democrática de Catalunya (el inefable «El Mundo Today» hablaba en días pasados de un nuevo partido político catalán resultante de la integración de Durán y Lleida). De esta conjunción, en todo caso, sólo se están produciendo nombres para ser triturados y todavía no se arroja luz suficiente sobre su aportación.

Hoy más que nunca, tras esta última etapa, es preciso contar con un organismo renovado, estable, profesionalizado y con prestigio. Es necesario contemplar esta situación con perspectiva y atendiendo a la media distancia como necesidad colectiva y de proyecto para un sector tan relevante como el energético en nuestro país, con importantes cuestiones por resolver. Por eso, a la luz de todo lo que se está transparentando, quedan preguntas hasta ese 6 de junio, apenas un mes y medio. ¿Serán capaces desde todas estas instancias políticas de encarrilar la reconstrucción necesaria de un organismo, como la CNE, hoy pasto de la chatarra o acabarán saboteándola? ¿Triunfará nuevamente la hegemonía?

Una renovación endiablada

La renovación de la Comisión Nacional de Energía se ha complicado en una fuerte controversia entre Partido Popular y PSOE a cuenta de una propuesta popular para que el Parlamento pueda revocar a los presidentes de los órganos reguladores, así como que los consejeros sean nombrados por mayoría absoluta de la Cámara y los presidentes de los mismos por tres quintos. En el plano dialéctico, las declaraciones de los populares, a través de su portavoz económico Cristóbal Montoro, iban dirigidas a tensar la cuerda con los socialistas en este proceso.

El propio anuncio del PP de que en el 2012 de ganar las elecciones con mayoría suficiente propondría la revisión de la normativa de los órganos reguladores y la revocación de los actuales nombramientos, además de ser disuasorio para los posibles candidatos, ha provocado una zozobra que devuelve a la teoría del cuanto peor, mejor y en la que parece que las familias populares de corte más ultrapolítico han ganado sobre los gestores.

De hecho, fuentes solventes han confirmado a Energía Diario que habían otros candidatos en liza hasta ultima hora de ayer, antes de que se conocieran los nombres de Gómez San Román e Idoa Zenarruzabeitia.

Por otra parte, ayer la Cadena Ser empezó a difundir el nombre de Carlos Ocaña Pérez de Tudela como posible sustituto de Maite Costa como presidente del este órgano regulador. Ocaña, actual Secretario de Estado de Hacienda es un hombre moderado y dialogante, pero su pertenencia al PSOE, con carné, acentuaría el carácter político del nombramiento. Además, su salida de Hacienda, plantea la propia sustitución dentro del Ministerio de Economía a pocos meses de final de
mandato.

En todo caso, sería razonable que esta segunda fase que comienza ahora, sirviera para restañar en lo que pueda ser las relaciones entre los partidos, bajo el prisma de la racionalidad y la cordura, de forma que propusieran una composición consensuada, negociada, estable, con candidatos de solvencia técnica, económica y jurídica suficiente en la CNE y evitaran nuevamente el conflicto en el trasero de este organismo por la vía del bochorno ahora y en el futuro.

Todos son capicúas

El primero de los movimientos corporativos tiene que ver con el tratamiento de la Comisión Nacional de Energía a la operación de toma de control por parte del fondo IPIC del 100 por cien de Cepsa, de forma que el organismo ha considerado en respuesta a una consulta en la que no es necesaria la aplicación de la denominada función 14, una vez reformulada en la Ley de Economía Sostenible.

En este punto parece haber surgido una cierta expresión de ‘nacionalismo’ económico para reclamar que la operación fuese supervisada por este organismo regulador. De hecho, en ciertos medios económicos se indicaba que era preciso el informe de la función 14 de la Comisión Nacional de Energía en lo que se refiere a la toma de participación empresarial en empresas que lleven a cabo actividades energéticas haciéndolas equivalentes a las actividades reguladas. De esta forma, en estas informaciones, se asemejaba las autorizaciones que la CNE había resuelto de venta de activos adscritos a actividades reguladas por compañías españolas, con la adquisición de CEPSA por el fondo IPIC, aunque la compañía petrolífera desarrolle sólo actividades liberalizadas según la legislación española.

El hecho es que Cepsa, aún siendo un operador petrolífero al mismo tiempo que forma parte del accionariado del Medgaz, no lleva a cabo actividades consideradas reguladas de acuerdo con la Ley de Hidrocarburos sino que su actividad se concentra en actividades liberalizadas. Es decir, que ser una empresa energética no quiere decir que sea una empresa que realice actividades reguladas en el sector energético.

Una de las críticas se centran precisamente en la titularidad del Medgaz que sería (antes y después de esta operación) extranjera, sin olvidar que Cepsa ya pertenecía a una compañía francesa, en este caso Total. Todo parece que esta reivindicación al nacionalismo energético converge de los propios sectores donde la competencia se va a agudizar con la nueva Cepsa.

La segunda cuestión, en el ámbito también de lo corporativo, tiene que ver con la decisión de incorporación de Mario Fernández, presidente de la BBK, como consejero ‘independiente’ de Repsol. En estos días, tras su nombramiento efectivo en febrero, se ha producido la confirmación en la Junta General de Repsol del mismo. Se da la circunstancia de que Repsol es segundo accionista de Gas Natural Fenosa. Se da la circunstancia de que la BBK está presente en el capital y Consejo de Administración de Iberdrola (y ahora de Repsol), perteneciendo al núcleo estable de la compañía eléctrica. Y se da la circunstancia de que las normas de gobierno corporativo impiden la presencia de una misma empresa en dos o más Consejos empresas competidoras.

De hecho, la estrategia que viene siguiendo la compañía que preside Ignacio Sánchez Galán en la pugna con ACS, se centra en la consideración de la compañía que preside Florentino Pérez como competidor. El hecho es que se especula con la posibilidad de que ACS afile lanzas con esta decisión y utilice esta decisión como munición.

Por tanto, en realidad existen dos problemas en torno a este nombramiento. En primer lugar, la forma en que se ha producido el nombramiento y confirmación de Mario Fernández como ‘consejero independiente’, cuestionado por ser presidente de la BBK, entidad que es titular de sociedades conjuntas a través de Petronor. En segundo, el hecho de que se trate de un ‘consejero dominical’ de facto en dos Consejos.

Finalmente, parece que hay indicios de pacificación en la guerra del dividendo, en referencia a las reclamaciones de Luis del Rivero (Sacyr), con la aceptación por parte de Brufau de una política de dividendos más generosa. Un día antes, Vilaseca, en la Gas Natural Fenosa respectiva, insinuó la posibilidad de entrar en el Medgaz.

Atentos a los capicúas.

¿Viernes de Dolores en la CNE o Miércoles de Pasión?

Desde la aprobación y publicación de la Ley de Economía Sostenible, se ha producido un intenso período especulativo respecto de la renovación de los órganos reguladores de nuestro país. Este proceso, si cabe, ha sido más intenso en lo que se refiere a la Comisión Nacional de Energía (CNE), por varios motivos: primero, porque en su Consejo permanecían con prolongación en tres años de mandato tres consejeros (en su momento designados por el Partido Popular); segundo, porque el calendario previsto, comparativamente con otros órganos reguladores, era mucho más inminente (el ‘cese’ de los consejeros vencidos tenía fecha de caducidad, dos meses, y la salida del resto de consejeros, a junio que es cuando expira su mandato); tercero, porque la actuación del Consejo saliente, su formato excesivo y su ejecutoria han estado marcados por la polémica y por acentuar el desprestigio de la institución, con independencia de los cantos de sirena que ahora se puedan invocar en el día de las alabanzas.

En términos temporales, cuestión que ya es muy relevante de por sí, se estaban manejando previsiones de que la sustitución de los consejeros vencidos se podría haber producido hoy, Viernes de Dolores, en la tradición del comienzo de la Pascua católica y el final de la cuaresma. De hecho, desde hace unas semanas, cada viernes con su correspondiente Consejo de Ministros es esperado con fruición, por si se arroja luz y decretos sobre los actuales consejeros vencidos, que incluso habrían solicitado su extensión al máximo.

Por otra parte, según fuentes cercanas al proceso de renovación, parece que la voluntad del Ejecutivo de dotar al organismo de un peso técnico relevante, frente a los intereses partidistas, se están viendo en parte saboteada por los propios comportamientos políticos derivados de las fuerzas internas dentro del arco parlamentario.

Por eso, el primer nombre conocido y la forma en que se ha producido su designación no da lugar al optimismo. Así, el nombre de Idoia Zenarruzabeitia, es indudablemente su perfil político y de partido, aunque también cuenta con un perfil técnico jurídico a tener en cuenta. Por otra parte, en la negociación parlamentaria, en el ámbito de las fuerzas políticas catalanas necesarias para el ejecutivo y sus equilibrios parlamentarios, se apunta al nombre de Marcel Coderch (actualmente Vicepresidente de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones) como candidato a que sea transvasado a la Comisión Nacional de Energía. La intensa campaña con presencia en los medios de comunicación constante referida a los asuntos energéticos parece constatarlo. Su nombre está hoy envuelto en la polémica en el sector energético: por su fuerte contenido ideológico, por la vinculación con ERC y sus posiciones antimercado defiendidas vehemente y abiertamente en el parlamento y en tercer lugar por su posición antinuclear, fuertemente beligerante y militante. Sería una forma de reintegro a posiciones intervencionistas, es decir, a la reedición del esperpento actual del Consejo de la CNE.

Por otra parte, en el Partido Popular también hay dos corrientes sobre todo de cara a la segunda fase del proceso de renovación del organismo que se operaría dentro de un mes y medio, en junio. La primera consiste en la colaboración con el Gobierno para rediseñar el órgano regulador independiente con perfiles técnicos. La segunda corriente, de tinte mucho más político, intentaría provocar una ruptura para que el Gobierno designara unilateralmente los consejeros de la nueva comisión, de forma que una vez que entrase en el gobierno el Partido Popular se sintiera con las manos libres para efectuar un movimiento catárquico, designando una comisión casi monocolor.

Por tanto, parece que existe una dialéctica abierta entre una renovación política (más que política, partidista) o una renovación técnica. De hecho, alguno de nuestros lectores ha mostrado su disconformidad por que el acento en el nombramiento de Zenarruzabeitia, en lo político y en lo partidista. La demanda, la reclamación es que un sistema de designación como el seguido hasta el momento debería garantizarse el derecho de todos los partidos a colocar a su gente en los órganos reguladores independientes. Es decir, aceptando las reglas de un escenario político-partidista, el mensaje es “nosotros no vamos a ser menos”, pero, en ningún caso, apelar a la necesidad de conocimientos técnico, económicos y jurídicos del sector energético y sus mercados. De todas formas, señores, esto no es un problema del club/partido de pertenencia, sino de forofismo.

Por tanto, parece que esta primera renovación se producirá en el Consejo de Ministros del próximo miércoles, con lo que a partir de la semana que viene empezamos con la segunda fase y nuevos referentes. Es decir, al parecer se producirá en la semana de pasión. Lo que está claro es que esta renovación tiene mucho morbo.

¿Por qué apelan al consumidor cuando lo que quieren es atacar al Ministerio?

En los últimos días se vienen sucediendo un número importante de pronunciamientos referidos al proceso de facturación de la electricidad, y, en concreto, al mecanismo de estimación de lecturas. Una polémica que se ha suscitado con el punto partida y pistoletazo de salida producido por la iniciativa de la Comunidad de Madrid contra las empresas comercializadoras de electricidad y posteriormente seguido por asociaciones de consumidores, que denuncian la incongruencia del sistema de facturación aprobado por Industria con la normativa del Ministerio de Sanidad y Consumo al respecto de la facturación de suministros. Dicha inconsistencia se resuelve con un proceso de denuncias y reclamaciones directamente efectuadas ante las empresas.

Por eso, sería, en todo caso, ingenuo pensar que esta acción está dirigida de forma exclusiva, o ni siquiera principalmente, contra las propias empresas comercializadoras, en la medida que aplican una normativa del Ministerio de Industria (facturación mensual con lecturas bimestrales), además remodelada por el actual Ministro de Industria, Miguel Sebastián, en enero de 2009, como bien recordaban representantes de asociaciones de consumidores en rueda de prensa. Eso no obsta para que las empresas reciban en primera instancia todo este torrente de reclamaciones, siempre aderezadas por una retórica demagógica. En todo caso, es un asunto de fuerte contenido político y con corrientes subterráneas más o menos fluyentes.

Seguramente que puede resultar paradójico el hecho de cómo se han ido aunando estas iniciativas por parte de Comunidades Autónomas (en este caso, gobernadas por el Partido Popular) y, por otra parte, de asociaciones de consumidores, con una cierta aquiesciencia de la propia Comisión Nacional de Energía, que en este mismo momento ha dado salida a una decisión pasada de revisar con lenguaje turbador en términos de ”indefensión”. Parece, por tanto, que se ha orquestado una controversia en la que el metalenguaje político ha puesto como ariete y escudo humano al “consumidor”.

Y, todo ello, sin olvidar que, como telón de fondo, empieza a flotar una cierta agitación por la elevación de los precios de la electricidad para los consumidores en mercado libre (fundamentalmente empresariales), derivada de la subida de las tarifas de acceso. Cada vez parece más palpable cómo la agitación de los consumidores residenciales suele ir ‘programada’ y referenciada con el impacto en los consumidores empresariales. Sobre todo en la medida que la última tarifa no concitó reacción de las asociaciones de consumidores, al no afectar la elevación de las tarifas de acceso a la TUR por la bajada del precio de la electricidad en la generación.

Por eso, habría que recuperar y tirar de hemeroteca para comprobar las posturas generalizadas contra este sistema de facturación, incluso desde el punto de vista de las empresas eléctricas y comercializadoras. El problema estribaba en la necesidad retributiva de acompasar el número de lecturas al número de facturaciones, con independencia además de los propios sistemas de comunicación de consumos a través de teléfono o internet que ponen las empresas comercializadoras de energía.

Por tanto, se han conjuntado en estos momentos, más que un espíritu de defensa de los consumidores, una voluntad de reactivar el hostigamiento al Ministerio de Industria y de su normativa de facturación, con el trasfondo de la previsible evolución futura de los precios de la electricidad. En todo caso, cabe preguntarse si ese llamamiento masivo a que las Comunidades Autónomas desaten procesos de denuncia y sanción frente a las empresas por aplicar la normativa, no hubiera sido más directo y menos alambicado si hubiera estado dirigido contra el propio sistema de facturación y el Ministerio de Industria de forma más clara y transparente.

¿Por qué?

La retirada de Zapatero y el sector energético

Es de destacar que, con ser un momento catárquico en la vida política española, este anuncio estaba casi descontado, a falta de su confirmación o si se materializaba antes de las elecciones autonómicas o no. En este sentido, hay que señalar que el propio Zapatero había iniciado desde hace casi un año un camino de no retorno hacia posiciones mucho más ortodoxas desde el punto de vista económico, y también en el sector energético, cuyos grados de libertad se amplían con esta decisión.

Así, en esos términos, y desde ese momento, se empezó a abordar la resolución del problema del déficit tarifario y su titulización o emprender un rumbo más o menos decidido en la actualización de los precios de la electricidad, con independencia de que se creasen mecanismos compensatorios supletorios como el «bono social».

Hasta ese momento, hace más de un año, además tenía predicamento y acceso en Moncloa el colectivo de retroprogresivos del sector energético español: contrario al mercado, favorable a la intervención de precios, a mecanismos de determinación de precios discrecionales por costes reconocidos, dispuesto al abandono de las directrices que establecen las Directivas Europeas, negacionista del déficit tarifario y propenso a promover un modelo energético no empresarial. Dicha intervención, durante mucho tiempo, fue enormemente entorpecedora y nociva para la resolución de este grave problema, así como causante de su engrosamiento.

El hecho es que con la renovación del Ministerio de Economía, Elena Salgado adquirió consciencia de este grave problema y la interlocución de este colectivo se vio enormemente mermada. Consecuentemente, el anuncio del presidente, confirma una realidad que ya se estaba produciendo: la pérdida de influencia de este colectivo con un peso ideológico.

Un triple efecto se combina: por un lado, Zapatero ha ido cediendo y dejando las políticas económicas y energéticas a los departamentos correspondientes (una vez que se había producido también la salida de María Teresa Fernández de la Vega, renunciando a su omnipresencia). Por otro lado, los Ministerios de Industria y Economía más o menos en línea, con posiciones cercanas; y, finalmente, la incorporación de un nuevo Secretario de Estado de corte profesional y más sólido en lo financiero. Todos estos hechos han cortocircuitado los canales normales de acción, intervención y condicionamiento ideológico de la política energética que el colectivo retroprogresivo ejercía sobre el ejecutivo.

Y no hay mejor confirmación de la pérdida de poder de este colectivo, que advertir el hecho de que la confrontación se ha traslado al escenario de lo mediático a través de publicaciones, artículos y agitación de asociaciones de consumidores y colectivos tradicionalmente cercanos. Es el momento de caer en los brazos de la demagogia, argumentos sencillos y de trazo grueso, recuperando lenguajes y términos airados y trasnochados, que vienen apareciendo en los últimos días con bastante fruición. En suma, se han echado al monte.

Quedan dos aspectos más en los que es posible que se haga notar este anuncio del presidente. Por un lado, la política nuclear que, en nuestro país, se trata de un falso problema en todo caso, pues, salvo el asunto de Garoña, no hay proyectos de ampliar el parque nuclear español y los test de estrés a las centrales nucleares pueden arrojar un criterio técnico que disuelva el problema político.

Y por otro lado, encontramos el efecto colateral que se deriva de la presunta pugna por la sustitución de Zapatero y el cartel electoral, entre el Vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba y la Ministra de Defensa, Carmen Chacón, representante del PSC y bien asesorada desde el punto de vista de comunicación política. En ese contexto, atentos a Ignasi Nieto, joven promesa del PSC, con indudable sentido político, ambición y apoyos en Catalunya. Un viejo conocido del sector energético español (en el que tampoco dejó buen recuerdo, todo hay que decirlo), que podría aspirar a sustituir a Montilla o a cubrir el hueco que Chacón se resiste a aceptar en Catalunya.

La última tarifa que pasé contigo

No sé si se habrán dado cuenta, pero con la entrada de la Ley de Economía Sostenible y el calendario previsto para la extinción de los puestos de los actuales consejeros y renovación del Consejo de Administración de la Comisión Nacional de Energía, la revisión de la tarifa para este trimestre, informada el pasado jueves, será la última revisión de la tarifa que se tratará en el seno del actual Consejo.

La mañana del pasado 24 de marzo, los miembros del Consejo de Administración de la Comisión Nacional de Energía se dirigieron a la sede del organismo y, probablemente, no sabemos si alguno se dio cuenta de esta situación. No sabemos si, en un momento, se les cruzó esta cuestión por la cabeza y deslizaron sus manos por los papeles con la propuesta del Ministerio de Industria con una cierta nostalgia, con un cierto anhelo. O, será cuando lean este artículo cuando se produzca el efecto de rememorar.

Crecer es aprender a despedirse. El iconoclasta publicista Risto Mejide hacía esta sentencia que es fruto de un proceso de maduración personal y vital que las personas ejercemos durante nuestras vidas. Sirva este ejercicio de trascendencia para comprobar que los miembros actuales del Consejo de Administración de la CNE están aprendiendo a despedirse de sus actuales asientos.

En este sentido, según los propios servicios del organismo, se palpa en su interior el olor a despedida. De hecho, el acuñado por este medio como «testamento regulatorio» de Maite Costa, del que informamos por primera vez en junio del año pasado, también se ha visto definitivamente aparcado. La presidenta ha empezado a hacer nombramientos y cambios a nivel interno para intentar dejar todo atado y bien atado. De las reordenaciones internas y las despedidas les iremos dando cumplida cuenta en nuestro medio.

Y, conforme se vaya aproximado la fecha fatal, además, más frecuentes y minuciosos se harán los balances y análisis de lo que han sido estos años, que serán recordados por cómo la CNE consiguió hacerse intrascendente para el sector. No sabemos si alguno de los miembros del organismo caerá, en estos momentos tan señalados, en su fuero interno en la autocrítica o en la redención. El hecho es que la salida del actual Consejo no será honrosa, que digamos, sino que será una etapa para olvidar.

La nostalgia siempre tiene un componente de amargura. Probablemente, muchos se preguntarán si este período podría haber sido mejor, más fructífero, si podrían haber evitado haberse deslizado por el tobogán que conduce a la intrascendencia del organismo. Los boleros tienen siempre una melodía de evocación, ausencia y fatalismo, por eso parafraseando el bolero, esta fue «La última tarifa que pasé contigo«.

El Partido Popular y la energía

En todo caso, como premisa a este artículo, el objeto, interés o voluntad de Energía Diario, no es entrar en el debate sucesorio del PSOE, o en la posibilidad de un adelanto electoral en los términos que este supuesto debate, agitado en determinadas instancias políticas y mediáticas, se está construyendo. Simplemente, nuestro papel es relacionar las propuestas económicas relativas a la energía de los partidos en contienda, darlas a conocer y proporcionar nuestra visión de las mismas de acuerdo con nuestro ideario y posición editorial.

Por tanto, empieza ya a ser el momento de requerir una posición, un programa de gobierno en el ámbito de la economía y de la energía al Partido Popular. Y, esto es más así, en la medida que en la realidad política se combinan tres fuerzas centrífugas. La primera, es el hecho de que el partido en el gobierno actualmente tenga que abordar el «trabajo sucio» de unas reformas que van a suponer un desgaste del propio Ejecutivo. Así, existe un cierto consenso en los círculos económicos en que el comportamiento del actual Gobierno, con matices, con detalles, con su arrastrar los pies, con sus demoras, con sus retrasos y con sus vacilaciones ha cambiado hacia mayor ortodoxia desde mayo de 2010.

La segunda cuestión, ya dentro de las propias filas del Partido Popular, son los consejos de asesores políticos consistentes en no desvelar las medidas que este partido podría emprender en caso de estar en el gobierno, sobre todo para no ahuyentar votos e intentar la captura de votantes del centro.

La tercera, es que el mundo económico, empieza a ver con inquietud y preocupación, a estas alturas de la película, el discurso de Rajoy y el equipo económico del Partido Popular, construido sobre bases excesivamente demagógicas. De hecho, además de evitar caer en el enfoque partidista mediático español, es sumamente preocupante la reacción popular a la reunión del sábado en La Moncloa y debe ser inquietante para el propio Partido Popular el enfoque «solipsista» en lo económico en el que se ha sumido para mantener el misterio y el enigma en torno a su programa económico.

Las fuerzas vivas del Partido Popular apelan y repiten la palabra «confianza», construyendo un argumento de corte taumatúrgico «cuando nosotros entremos en el gobierno, se creará confianza y la economía despegará, palabra». Ese argumento es uno de los que sostiene la teoría del adelanto de elecciones y el hecho de no desvelar su programa de gobierno, salvo generalidades, vaguedades, lugares comunes y cuestiones de retórica política complaciente como el apoyo a los emprendedores. Y ese argumento y mecanismo mental es semejante al que tenía José Luis Rodríguez Zapatero antes de mayo de 2010, en un ejercicio disparatado de concepción psicopatológica de la economía.

En ese excipiente da lo mismo todo, da lo mismo la política económica, dan lo mismo las reformas estructurales, da lo mismo la ortodoxia, dan lo mismo los sectores económicos y dan lo mismo la estructura y los comportamientos de los sectores empresariales. La confianza, entendida así, es un estado basado en comportamientos irracionales que proporciona una dulce renuncia a los agentes económicos. El problema es que en economía, con mercados globalizados e información perfecta, esto no es así y empieza a cundir la inquietud en el mundo económico por esta actitud tan opaca.

Por tanto, en estos momentos, al Partido Popular hay que pedirle estar ya a la altura de las circunstancias, que perciba que ha entrado en una fase de precalentamiento y que supere el efecto de los asesores políticos, para ofrecer realmente confianza a la sociedad y al mundo económico. Y la confianza real, evidentemente, se ofrece con hechos, con certidumbre, con medidas conocidas y predecibles, con explicación de su programa más allá de la retórica o de lo políticamente correcto. En palabras de Julio Anguita, programa, programa, programa…

En el terreno de la energía, además de conocerse cuáles son sus postulados futuros, se debe conocer, cómo abordar cuestiones pendientes o abiertas como el proceso de liberalización de los sectores energéticos, problemas tan complejos como el de los precios de la energía, de la electricidad, el déficit tarifario y cómo se va a enfrentar a ellos. Del mismo modo, existen cuestiones clave y críticas como la revisión del modelo de desarrollo de energías renovables, el exceso de capacidad existente en el generación con los efectos que se derivan, incluso el papel de las Comunidades Autónomas con la proliferación de tributos autonómicos en torno a la energía, promoción de concursos renovables y definición de determinadas infraestructuras, como gallina de los huevos de oro de estas Administraciones. Todos ellos, temas que empiezan a requerir una respuesta coherente y articulada en torno al propio modelo de liberalización que el Partido Popular impulso en 1998, y que sigue un modelo semejante al que se propugna actualmente desde la Unión Europea.

Incluso, en el caso energético, no deja de ser preocupante la actuación y comportamientos parlamentarios,además de algunas posiciones y declaraciones pasadas de sus responsables. En primer lugar, es público cómo el Partido Popular se ha «desabrochado» del problema del déficit tarifario, que es una consecuencia de comportamientos políticos elusivos de la realidad de todos los partidos en el gobierno desde el año 2000: no subir el precio de la electricidad, como reducto de la intervención en los precios en un país que le ha costado asumir históricamente sus costes energéticos o ha tratado de trasladarlos o sindicarlos entre sectores. O, más recientemente, cómo el Partido Popular se alineó en el senado con Esquerra Republicana de Catalunya contra la modificación de los parámetros que fijan la retribución a la energía solar fotovoltaica. Y, como ejemplo paradigmático, todavía tiene reverberaciones en las hemerotecas la fotografía de Miguel Sebastián con Cristóbal Montoro, formulando un acuerdo a la búlgara para evitar la subida de tarifas de la electricidad en el verano de 2010.

Por tanto, no vale con mostrarse contrario o favorable a la energía nuclear (un problema muy relativo en nuestro país) o de que suban las tarifas eléctricas, como ejercicios de marcado cariz volitivo o demagógico (más que ideológico). Ya no vale. Al Partido Popular hay que exigirle en estos momentos, que confirme ser alterativa de gobierno en el terreno económico y, concretamente, en el energético. El Partido Popular debe efectuar su definición programática, explicar su modelo energético, la defensa del modelo empresarial y de mercado, con conocimiento de la realidad, consciencia de los procesos económicos, financieros y de inversión asociados, acreditando capacidad gestora real, con equipos y relación con los agentes del sector.