La crisis del pepino en lo nuclear

La primera, se debió a un brote especialmente virulento de la bacteria Escherichia coli a los pepinos españoles. Una crisis que, en cuatro días, ha tenido su correspondiente desmentido. Sin embargo, en ese plazo, gracias al pánico sembrado por las autoridades germánicas, varios países cerraron las fronteras a los productos españoles, en efecto imitación, con el consiguiente daño para la el sector hortofrutícula español.

La segunda, tuvo su origen a cuenta del accidente en la central nuclear de Fukushima tras el terremoto y tsunami ocurridos en Japón. El gobierno de Angela Merkel tomó una drástica decisión e hizo público su posicionamiento respecto de la energía nuclear, consistente en el cierre escalonado de todas sus centrales de aquí a 2022.

En ambos casos se ejecutó el conocido como «estilo prusiano» Algo así como que a grandes males, grandes remedios. Sobreactuación incendiaria con el objetivo de ofrecer a sus votantes reacciones contundentes y reconfortantes. Gobierno de la emotividad.

La opinión pública alemana, fuertemente sensibilizada ante la amenaza nuclear, tuvo su respuesta, pese a que el mismo día en que se anunciaba la decisión también se les informó del elevado coste que esta acción acarreará al país teutón. Merkel está que se sale, actúa en clave interna y los responsables de la administración alemana, a múltiples niveles, no andan especialmente finos.

En paralelo, la Unión Europea decidió cuales serán los contenidos que integren los test de estrés que se realizarán a las 143 centrales nucleares de los 27, mientras que otros gobiernos tomaron posicionamientos más serenos, conscientes de que la sustitución de la energía nuclear es un asunto complicado en un momento en que se atisba un nivel de precios de la energía alto.

Además, habría que tratar tres cuestiones en paralelo: la actualización de los requerimientos y cultura de seguridad en las plantas y en los organismos de supervisión, la verificación de los riesgos y la cadena de errores ocurrida en Fukushima (desde su emplazamiento).

La sistemática de, ante un hecho concreto, desproporcionar su efecto a través de los medios de comunicación, generar pánico en la sociedad, aprovechando los propios resortes y fantasmas colectivos, y posteriormente, aparecer como salvador es ya un clásico de la comunicación política. Tan frecuente es, como lo contrario: tratar de ocultar o minimizar los problemas. Dichas dos tendencias adquieren su contrapunto con la eclosión del mundo digital y las redes sociales, en los que provocar la emotividad es el objetivo más que informar. Sobre todo porque detrás de cada gran asunto hay cien ojos interesados.

Con motivo de dicha decisión, por el procedimiento de la estrategia pública de la crisis del pepino, lógicamente aparecieron en los países voces que se adhirieron a su rebufo o que se apuntaron a la ola. Reclamaron una reacción mimética de la cuestión en el resto de países y de sus autoridades, dejando zanjado un debate con claros tintes de oportunidad política.

La pretendida imparable reacción no tiene tanta convicción como hace meses como para que se extienda como una ola, dado que ha bajado el nivel y la intensidad del debate. No obstante, la poco edificante política italiana, con Berlusconi a la cabeza, incluye la cuestión nuclear entre las preguntas de un referendo.

En España, este debate se celebra con la propuesta del nuevo PANER (Plan de Energías Renovables) encima de la mesa, con reclamaciones de la industria de mayor capacidad de generación por un lado, y con un texto con elementos que devuelven el temor de la inseguridad jurídica, por otro. Con la participación en el hueco térmico de la generación eléctrica de los ciclos combinados en mínimos, y en los partidos políticos, haciendo méritos los más antinucleares en sus respectivos bandos.

¿Renovación por dedazo?

Dichas fuentes, señalan que únicamente se ha requerido a los populares la designación de dos miembros para dar cobertura mediática a un supuesto acuerdo, sin abordar cuestiones capitales como la figura del presidente (en respuesta a las informaciones aparecidas hasta el momento que confirmaban a Carlos Ocaña Pérez de Tudela como futuro presidente del organismo).

Desde el grupo parlamentario se confirma la disponibilidad de los populares para un diálogo abierto y equilibrado para configurar este acuerdo pero, al mismo tiempo, indican que su posición ante un ultimátum de estas características, es la negativa: no participar en el mismo y no acceder a esta posibilidad, dejando al Gobierno y al Partido Socialista la exclusiva responsabilidad de esta renovación, en la que sólo estarían presentes los grupos nacionalistas, hoy necesarios para la gobernabilidad del país.

Las mismas fuentes confirman que, al parecer, el proceso de renovación de consejeros de la Comisión Nacional de Energía está siendo llevado de forma directa por parte de la Moncloa, lo que habría dejado a los Ministerios de Industria y Economía en un segundo plano. En todo caso, se asegura que esta renovación forma parte de un proceso «político» de mayor alcance relativo al sector energético.

Con este escenario, el desenlace tan temible como previsible sería un nuevo Consejo de Administración cuasi monocolor, que estaría marcado por su designación política. De hecho, aunque el nombre del Presidente fuera el de Carlos Ocaña, un hombre moderado aunque ligado directamente al partido y al Gobierno, una de las posibilidades que no se descarta es la renovación de Jorge Fabra Utray, muy tapado en toda la operación y que habría maniobrado con habilidad e insistencia en Moncloa de cara a perfilarse como el eje en este nuevo escenario.

Institucionalmente, el nuevo Consejo de Administración nacería con plomo en las alas y con la amenaza de remoción de su Consejo que el propio Cristóbal Montoro anunció en el Congreso a cuenta del proceso parlamentario para determinar las mayorías en la designación de los consejeros y el presidente del organismo. En este sentido, el hecho de que ni siquiera haya habido contactos entre los dos partidos aviva la opinión de que se trata de una operación política de calado en la que no se quiere presencia directa.

En todo caso sería una verdadera lástima que, tras la aprobación de la Ley de Economía Sostenible que homologa el tratamiento de los órganos reguladores a las legislaciones de otros países, se malograra todo este proceso por un ejercicio partidista endiablado y demoledor, que dejara el organismo falto de credibilidad y capacidad para siempre, al servicio del poder político y sin independencia. ¿Al final será un dedazo?

REE, más que un operador de transporte y de sistema eléctrico

Cuando se habla del operador de transporte español, Red Eléctrica de España, de antemano hay que hacer varias consideraciones. La primera es que hoy desarrolla dos actividades, dos funciones acordes con el modelo de liberalización español del sector eléctrico. Una es el transporte de electricidad para la red de alta tensión y otra es ser el operador de sistema. Esas dos funciones van a ser nítidamente separadas societariamente, aunque manteniendo su titularidad bajo la misma sociedad holding, según la propuesta de transposición del tercer paquete legislativo europeo a nuestra legislación. Dicha separación jurídica y societaria ha causado un enorme revuelo en el seno de REE, incluso aunque la misma llegue hasta sus últimas consecuencias, que sería la separación completa en sociedades diferentes.

La distinción de funciones («unbundling») es una tendencia imparable en la Unión Europea, si bien es cierto que con mucho más retraso que en España, donde la liberalización ha avanzado a mayor velocidad y, por tanto, se puede alcanzar con mayor rapidez esta meta que garantiza la eficacia del sistema y que cada actividad hace lo que debe y como debe. Dicha separación de funciones consiste en que cada operador se concentre en su actividad (y cada actividad tiene sus operadores), la existencia de actividades liberalizadas y reguladas y sin que pueda ser posible la transferencia de recursos de las actividades reguladas a las liberalizadas.

En el caso de Red Eléctrica de España, sus ámbitos de actuación en el sector eléctrico se corresponden con las actividades reguladas, cuyos ingresos no se fijan por el resultado en el mercado de oferta y demanda, sino por la fijación de un beneficio garantizado sobre unos costes reconocidos. Evidentemente, existen unos incentivos perversos a sobreplanificar transporte y a optimizar inversiones, utilizando la palanca del sistema, existiendo un proceso retributivo de esas características, pero esa es la misión del regulador y de los órganos de supervisión. En todo caso, es para plantearse la anomalía de que estas actividades y funciones, desarrolladas sin riesgo alguno, obtengan beneficios más altos que las actividades liberalizadas, sujetas al riesgo en las inversiones, la demanda, la competencia entre tecnologías, etc…

La segunda cuestión, también muy relevante, es que Red Eléctrica no es una empresa pública, aunque aproveche la ambigüedad de su condición de operador de transporte y sistema para parecerlo, en la simplificación de que lo público es bueno y «busca los intereses populares y sociales» y lo privado es nefando. Red Eléctrica de España, hoy, es una empresa privada en cuyo capital figuran entidades financieras y fondos de inversión, aunque desarrolle las actividades reguladas que tiene encomendada en régimen de monopolio reforzado (monopolio natural necesario en operación y monopolio único en transporte).

Por tanto, como cualquier empresa privada persigue la maximización de sus ingresos en interés de sus accionistas y también de sus gestores, dicho sea de paso. Otra cosa es la forma de llevar a cabo esta maximización. Y esa forma tiene que ver no sólo con la actividad de transporte y de operación del sistema en nuestro país, que es su razón de ser, de forma que cuando se llegan a los límites de esa actividad aparecen nuevas actividades de interés. En esa estrategia, cobra especial relevancia el ejercicio de su influencia y su ansia anexionista y expansionista, una constante siempre presente en la compañía (y, en general, en los TSO). Por ejemplo, Red Eléctrica ha diversificado su estructura para operar a nivel internacional en actividades diferentes al transporte.

Dicha característica se ha acentuado en extremo, imbuida por la ascendencia del rasgo político que confluye a su presidente actual sobre el Gobierno y sobre las últimas administraciones energéticas. Consecuentemente, la pinza ejercida por el operador de transporte y operador de sistema (tanto monta, monta tanto) ha condicionado en nuestro país las inversiones en las actividades liberalizadas, las de las actividades reguladas (transporte y distribución), ha ido convirtiendo la actividad de transporte en ese monopolio y ha reforzado el mismo consagrándose como transportista único y la definición técnica (por tensión) de las redes.

Propuestas como las que sustentaba el fallido decreto del carbón del Gobierno elaborado en REE (recordemos que el director del operador de sistema, Alberto Carbajo, fue Director General de Minas), la intervención en la planificación energética o la configuración de los procedimientos de operación (P.O) como mecanismos de regulación de facto, dan cuenta de las verdaderas dimensiones y alcance de su «poder». Hay que recordar que en su momento en REE existía la figura del Delegado del Gobierno (el primero fue Jorge Fabra, que después sería Presidente), lo cual imprime carácter.

En todo caso, Red Eléctrica de España no ha ocultado jamás su tendencia a ser más que un operador de transporte y de sistema (ahora, además, completamente separados), a estar de cuerpo presente y con un poder diferente o incremental a sus funciones, en las decisiones de política energética del regulador principal en el bien entendido de que dichas decisiones le reportan beneficios retributivos, con los que generar valor para sus accionistas.

La confluencia entre influencia política, su configuración monopolística y única, los intereses retributivos sin competencia, el condicionamiento e intervención en el sector, de sus agentes y de su gestión, no ha sido neutral, ni desinteresada, ni gratuita, ni desprendida, ni barata (véase la tarta de las tarifas de acceso).

En medio de toda esta situación, aparece la presión de REE (¿operador de sistema o corporate?) por entrar en la actividad de generación por bombeo, en principio experimental. Y, todo ello, con el panorama político abierto tras las elecciones.

Demasié.

Tras las elecciones, llega la hora de la renovación en la CNE

Por tanto, dicho proceso, actualmente en suspenso, razonablemente se verá impelido a retomarse desde otra postura y a marchas forzadas. Tanto el aplazamiento del mismo como su recuperación, tienen también algo que ver con este último proceso electoral municipal y autonómico.

Han pasado las elecciones autonómicas y municipales, la resaca de la noche y los resultados electorales han sido nítidos y no dejan lugar a muchas dudas. Los plazos de la Ley de Economía Sostenible vencen en pocos días y toca retomar el proceso de renovación del organismo regulador energético, desarrollando una lógica de normalidad institucional, a la vista de lo que es previsible en el horizonte político. El aplazamiento del partido deja paso a que nuevamente se tengan que iniciar las conversaciones que den lugar al levantamiento de la interrupción.

Seguramente, los cálculos mentales sobre la posición negociadora de cada una de las partes eran diferentes respecto a las expectativas electorales y sus efectos. Por una parte, el Partido Socialista Obrero Español, todavía en el gobierno, que afirma querer agotar la legislatura y «completar» las reformas que ha iniciado. Otro partido político, el Partido Popular, llamado a gobernar y que tras los resultados de ayer debe ofrecer una alternativa solvente y gestora en el ámbito económico.

En el terreno que nos ocupa, el Partido Popular plantó una dura batalla durante la renovación de la ley en el Parlamento de cara a endurecer el nombramiento de presidente y consejeros con mayorías cualificadas más altas. Y, además, está el amago de Cristóbal Montoro de asegurar que se retrocederían todos los nombramientos que se iniciaron en esta «nueva era» tras la llegada al gobierno del Partido Popular, algo que puede complicar y mucho la búsqueda de candidatos de «calidad» para el Consejo de Administración de este organismo. Por su parte, si el estado de la negociación se pone muy cerril, se podría producir una resolución por las bravas, con el nombramiento de un consejo monocolor desde el partido del gobierno, lo cual tampoco sería, en ningún caso, edificante, además de introducir a la CNE en la más absoluta provisionalidad. Lo contrario de lo que precisan las instituciones económicas.

En todo caso, los resultados electorales de ayer, con ser nítidos, no garantizan que tras unas hipotéticas elecciones generales las mayorías que se puedan construir puedan permitir un ejercicio de tierra quemada a posteriori con los umbrales que proponía el Partido Popular y el propio Montoro, porque incluso, aunque tal eventualidad se pudiera producir en términos matemáticos, seguramente no sería conveniente, ni en términos de lógica política, ni parlamentaria, ni económica. Es más, pueden depender sustancialmente del calendario político y de la agenda pública del momento. No parece, en todo caso, que esta cuestión pueda ser una prioridad a abordar una vez reconstituidas las Cámaras. A los dos partidos, por tanto, se les debe de pedir prudencia, sentido de Estado, altura de miras, responsabilidad económica e institucional.

Así, previsiblemente, los dos partidos políticos deberían proponer una composición de este órgano regulador independiente que garantizase estabilidad, prestigio, rigor, profesionalidad, experiencia, complementariedad técnica, jurídica, económica y de conocimiento en sus enfoques, elementos necesarios para hacer un Consejo de Administración que definitivamente renueve el organismo, a la vista de los nuevos cometidos que establece la trasposición de la normativa europea, de su estado actual y con la evidencia de todo lo que nunca tuvo que dejar de ser para el sector energético.

Como ya hemos afirmado alguna vez, sería fantástico que del futuro «pool» de nombres que finalmente sea elegido, lo menos importante fuera el origen, su filiación, su respaldo político o su carné. Que en la nueva etapa se evitaran las infografías del nombre de los componentes del Consejo de Administración, con unas siglas entre paréntesis al lado. ¿Se lo imaginan?

Revuelo por sistema

Según los argumentos conseguidos por la periodista Carmen Monforte de fuentes de la propia compañía, el operador considera que se trata de un éxito derivado de la presión del lobby de las empresas eléctricas que quieren una Red Eléctrica de España con «menor poder». También achacaban esta decisión al conocimiento de la apuesta del operador de transporte y sistema por entrar en la actividad de generación a través de centrales hidráulicas de bombeo, como la de Chira-Soria en la isla de Gran Canaria.

Hay que tener en cuenta varias cosas, a saber: que el tercer paquete europeo avanza en la separación de las actividades en el sector eléctrico, entre ellas el transporte y la operación del sistema. En este modelo de separación de actividades, la Unión Europea propugna como meta en los sistemas energéticos gasista y eléctrico el Operador de Sistema Independiente, con independencia de las etapas intermedias, que dependen del punto de partida de cada país en su proceso de separación de actividades. Eso, evidentemente, sin atender a las características genuinas contrarias a este modelo.

De hecho, la propuesta de separación societaria no supone una pérdida de facto en las actividades que REE desarrolla, ya que seguiría ejerciendo las funciones de transporte y operación, sólo que ahora lo haría organizada en dos empresas totalmente separadas. Además, incorpora un conjunto de controles y limitaciones para que la separación sea real, nítida y que las mismas funciones no se extralimitaran de «ese» papel, porque esa extralimitación a quien erosiona, además de a las empresas del sector, es al propio regulador. De hecho, si REE se limitase a ejercer esas funciones hoy y estuviera organizada así, societariamente, no pasaría nada. ¿Cuál es la razón del revuelo, entonces?

Segunda cosa a conocer: Red Eléctrica es una empresa privada, con sus accionistas, sus entidades financieras y sus bancos de inversión. Y Red Eléctrica, además, es una empresa doblemente monopolística. En primer lugar, es un monopolio en la operación del sistema, dado que no es lógica la existencia de más de un operador del sistema. Y también es un monopolio en transporte (la actividad se realiza en régimen de monopolio en cada zona geográfica), además de ser transportista único, es decir, sólo REE puede realizar la función de transporte en exclusividad en todo el territorio nacional. Por ejemplo, el transporte en el sector gasista se organiza en régimen de monopolio pero sin existir un transportista único.

Por tanto, Red Eléctrica aúna los principios de maximización de sus beneficios empresariales como cualquier otra empresa privada. Sólo que los ejercita por una vía diferente al mercado y al riesgo en sus inversiones: la vía de la influencia, condicionando la política y la planificación energética, promoviendo inversiones que al final son pagadas de forma fija en la tarifa por los consumidores. Unido a esto, se añade la intencionalidad monopolística en modo hidra de invadir y aumentar su tamaño y funciones que no le competen; no sólo no se conforma con conseguir exclusividad en lo que ya hace, sino que va ampliando sus pretensiones.

Así, una de las actividades de REE es convencer a administraciones públicas para que incluyan en las necesidades de infraestructuras energéticas elementos que posteriormente serán retribuidos y pagados por la tarifas de acceso. En todo caso, tampoco necesita esforzarse mucho. Con decirlo, sobra, dado que el proceso de planificación deja mucho que desear. Eso y garantizar que esa retribución es máxima o que su liquidación se efectúa con mayor celeridad que el resto de elementos de la tarifa, aportando liquidez la compañía.

En este sentido, cabe destacar que el reportaje de Carmen Monforte recoge con claridad cristalina los motivos de la sorpresa y enfado de REE con esta separación de actividades en dos empresas: pérdida de poder y de influencia, entendida como una ejercicio que va más allá de las funciones que tiene conferidas (dado que en ningún momento las pierde, sino que se reorganizan). Hay que constatar que incluso esta influencia se venía produciendo como un hecho normal, de forma que en determinados períodos ha sido frecuente que en las reuniones entre agentes privados y el Ministerio estuviera presente un delegado de REE en el gobierno (en principio, cuando Red Eléctrica era pública, había un delegado del gobierno en REE).

Esta tendencia no es nueva, viene siendo una constante en REE: cuando se articuló la estructura societaria de la compañía se hizo para que permitiera la diversificación internacional de la diversificación societaria en tiempos de Mielgo y Casadejus para desarrollar el negocio internacional. O, como ejercicio, su influencia directa para introducir en la anterior trasposición de la normativa europea el concepto de transportista único (un reforzamiento de la condición de monopolio), haciendo una definición de las redes de transporte por tensión, no por funciones, lo que le ha servido para aumentar sus activos, por la vía del BOE y, prácticamente, del justiprecio. Por tanto, los comportamientos de Red Eléctrica son propios de un agente con tendencia a suplantar al regulador, partiendo de su indudable capacidad y calidad técnica, hecho que se ha unido a que se ha encontrado con una Administración energética débil y muy endeble en estos años.

Confirmando las tendencias expansivas de sus áreas de influencia, Cinco Días además resaltaba la nueva apuesta de REE por entrar en la actividad de generación de electricidad en nuestro país, optando a la titularidad de centrales de bombeo, para supuestamente «abaratar» la electricidad a los españoles, lo que también se podría producir en manos de los operadores privados desde los clásicos (Endesa, Iberdrola a E.ON o Hidrocantábrico) a los nuevos entrantes (Acciona, ACS,…). Para ejemplificar esta pretensión, imagínense que al Operador de Mercado Eléctrico le pareciera poco con sus funciones y decidiera, por ejemplo, que se quiere convertir en comercializadora. O que la propia Comisión Nacional de Energía quisiera poner un huerto solar. No sería entendible dicha pretensión,… pues conceptualmente es lo mismo.

Por tanto, detrás de la maximización de beneficios en modo exprimidor de las decisiones públicas (regulación, planificación, retribución) se plastifica una capa de argumentos de justicia social y de aprovisionamiento de bienes públicos justificativos de la intervención en el sector, de la planificación centralizada y de la preponderancia de la gestión y control del sistema al servicio de estos fines.

Y así se explica tanto revuelo: por sistema.

El cirujano intervendrá a una mariposa con guantes de boxeo

El viernes volvía a los medios de comunicación la decisión de la Comisión Nacional de Competencia de proponer una multa de 61 millones de euros a las empresas eléctricas por «obstaculizar el mercado libre» en el caso de la información para efectuar el cambio de suministrador. Se trata de un nuevo paso hacia adelante en las cuestiones que este órgano tiene en su «proceso» al sector energético, unido muy recientemente con el proceso al sector de petróleo.

De antemano, lo que es preciso señalar en primer lugar es la convicción y defensa de la competencia y de los mercados que venimos realizando, y por tanto, la necesidad de contar con unos órganos de vigilancia y defensa de la competencia, creíbles y respetables en sus decisiones, actuaciones y en el funcionamiento de sus procesos. Y, seguramente por eso es por lo que hay que observar con preocupación la escalada de este organismo, convertido realmente más que en órgano de defensa y fomento de la competencia, en un Tribunal de Orden Público, lo menos cercano a la competencia y a las garantías de las reglas del funcionamiento de los mercados energéticos (y, lógicamente, en otros mercados y sectores de la economía).

En todo caso, no hay semana que la Comisión Nacional de Competencia no lance sus invectivas sobre un sector de la economía española. El hecho es que el sector energético está llevándose importantes embistes por parte del organismo que preside Luis Berenguer, y cuyo Richelieu en el ámbito energético, sotto vocce, es una de sus consejeras Pilar Sánchez. Como cardenal Mazarino tendríamos a un Consejero de la Comisión Nacional de Energía, Jaime González, quien mantiene una estrecha relación de vecindad entre los dos organismos. Por otra parte, el presidente del organismo, Berenguer ha exhibido una inusitada arrogancia en sus declaraciones públicas respecto de estos procesos, de forma que incluso parece cuestionar garantías procesales básicas. Por tanto, parece que esta actitud está espoleada antes del cese como presidente del organismo, respecto a determinados sectores, en los que parece actuar con trazas de teledirección.

Una de las primeras lecturas y que, de forma más evidente se ha transparentado de estos dos procesos, es la falta de garantías y la inseguridad jurídica en que se está moviendo la CNC y que puede volverse en contra del propio organismo. De hecho, en ámbitos más o menos restringidos hay una cierta «comprensión» con la ausencia de garantías procesales, de estos procedimientos sumarísimos y poco garantistas, de forma que su instrucción tiene una parte muy forzada para construir evidencias sobre la base de indicios. Se podría pensar que una actuación de este tipo podría estar ocasionada por la falta de «instrumentos» para conseguir eficacia punitiva a toda costa. En el caso del sector eléctrico, la acumulación de cuestiones intercurrentes con el problema de la normativa de protección de datos, que devino en la necesidad de modificar una Orden Ministerial a tal efecto, no ha sido óbice para que el organismo se pare en barras, confundiendo una posición y un criterio sectorial, con un supuesto acuerdo obstaculizador. En el caso del sector petrolífero la forma de construir los argumentos tiene un paralelismo muy semejante que ha enardecido a las empresas. Falta finura y parece que las armas de la CNC disparan a ráfagas más que tener mirilla telescópica, en lugar de contar con más prudencia y responsabilidad.

En este sentido, las propias compañías de los dos subsectores energéticos ya han anunciado que han comenzado su defensa jurídica en dos niveles: uno, directamente relacionado con los expedientes y sanciones propuestas por la CNC. Y, otro, que intranquiliza más en el edificio de la calle Barquillo, menos previsible inicialmente en la CNC, consistente en la reclamación de los daños producidos por esta forma de proceder del organismo, dónde no las tienen todas consigo dada la ausencia de instrumentos y la temeridad con que se ha instado el mismo. Cruzan los dedos. Sublevación contra las extralimitaciones. Esperemos que la víctima final no sea una política de competencia mal entendida o mal ejercida.

Por otra parte, estas invectivas están pillando desprevenidas al organismo que preside Maite Costa, en pleno desmantelamiento de su actual Consejo de Administración. De hecho, la ofensiva contra el sector de los hidrocarburos causó estragos y movilizaciones dentro del órgano de regulación energético. Y, aunque en las notas de prensa se alude a la coordinación entre los dos organismos, se desconoce que la CNE haya instado cuestión alguna respecto al problema del acceso a los datos de los consumidores por parte de los comercializadores.

En expresión de Jardiel Poncela, parece que este proceso que debería haber sido instruido con mayor precisión y cautela se parece más al símil de «operar a una mariposa con guantes de boxeo». La tensión entre seguridad jurídica y consecución de impacto mediático está mal resuelta de forma grosera, pero en el mundo del trotskismo el mal está hecho. Lo que no se sabe si esa es la ejecución de la política de competencia que necesita nuestra economía.

Cuidado con el grano gordo.

Buenas noticias desde el making off

La publicación por parte del diario «Cinco Días» de que en la transposición del tercer paquete legislativo se abordaba la separación económica y jurídica del operador de transporte y el operador de sistema de Red Eléctrica de España removió los cimientos del «establishment» en el sector eléctrico.

Red Eléctrica tendrá que dividirse en dos empresas totalmente diferenciadas, de forma que una sea el operador de transporte y la otra el operador de sistema. Esta separación se abordará antes en el caso de Enagás, que se efectuará en la tramitación de Ley de Responsabilidad por Daños Nucleares, que ayer se aprobó definitivamente en el Congreso de los Diputados.

La pinza operador de transporte/operador del sistema en el sector eléctrico de nuestro país, había configurado de REE una especie de Ministerio de Energía en la sombra, un contrapoder, un octavo pasajero omnipresente con capacidad cierta de subvertir el funcionamiento de los agentes institucionales del sector energético. Como el Barça, es más que un club. Red Eléctrica es más que un TSO.

Un número importante de propuestas, incluido el fiasco grave y rocambolesco del decreto del carbón, provenían de la factoría de La Moraleja, en lugar del regulador principal, que las adoptaba como suyas en un ejercicio de atrapamiento, fruto de las tradicionales vinculaciones entre REE e Industria, que llevaba a que representantes de REE estuvieran presentes, además en el «making off» de todo tipo de reuniones y tomas de decisiones relacionadas o no con sus funciones junto a la propia Administración, algo que había acabado por verse «normal».

Cuestiones como la configuración del transportista único o la definición técnica de las redes de transporte en lugar de por tensión, son consecuencia de este funcionamiento disfuncional del sector eléctrico (y aunque nunca debe valer la redundancia, aquí sí).

El hecho de que se produzca esta separación, además, en pura teoría, no disminuye ninguna de las funciones de REE, pero si que obliga a dos cosas. En primer lugar, en el caso de REE, a centrarse y recentrarse en lo que es su «core business», en sus actividades y funciones. Transportar electricidad por las redes de alta tensión y operar el sistema con neutralidad, evitando veleidades expansionistas, diversificadoras y distorsionadoras del funcionamiento en el modelo de separación de actividades o invasión de funciones del mercado eléctrico y de otros agentes.

En segundo lugar, otra consecuencia debe ser la necesidad del propio Ministerio de Industria (regulador principal) de reforzar su estructura interna, cuestionándose la Dirección General actual y, sobre todo, tras la última y reciente salida hacia, precisamente, Red Eléctrica de España del ex subdirector Eduardo Ramos. También es relevante la necesidad de reforzamiento de la Comisión Nacional de Energía (regulador independiente) de cara a esta nueva etapa. En definitiva, contar con reguladores y autoridades fuertes y capaces, que no precisen auxilios o corrientes ocultas, de forma que cada uno ejerza su papel y actividad.

Atención al pajarito

Varias consecuencias se pueden extraer de la transposición de este tercer paquete conocido el pasado viernes. La primera se debe efectuar tras comprobar, con el texto de los Anteproyectos de Ley, cuál es el contenido fehaciente del mismo de cara a lo que va a ser su trasposición en el caso español. Dicha cuestión no es baladí, porque en nuestro país estos procesos de transposición sirven tanto para un roto como para un descosido, de forma que se atienden e incorporan cuestiones pendientes, más o menos oportunistas. En este caso, parece que los trabajos deberían ser muy concienzudos para garantizar su alineamiento con los postulados de este tercer paquete, ceñirse a su contenido normativo y mantener el liderazgo de nuestro país en el proceso de liberalización y separación de actividades.

La segunda es la relativa a la fase de tramitación, con todos sus posibles elementos acechantes, donde también hay que mantener una atención constante. Y eso teniendo en cuenta la facilidad existente para introducir modificaciones a modo de enmiendas en el proceso legislativo. Recordemos, lo que pasó y lo que fue la Ley 17/2008 en la cual se consagró el transportista único en la fase final de la discusión parlamentaria, con la aquiescencia del anterior Secretario General de Energía, Ignasi Nieto y el traslado de los intereses del operador de transporte y sistema actual en el sector eléctrico. En todo caso, se trataba de una medida contraria al modelo de liberalización perseguido. Por tanto, es preciso estar atentos a la inclusión de nuevas figuras en la propuesta de trasposición de estos tres reglamentos al ordenamiento jurídico español.

La tercera tiene que ver, con la configuración actual en nuestro país de los operadores y el espíritu factual de la norma, tendente a la separación total y especialización de los operadores de transporte y de sistema, de su completa separación de propiedad como destino final, con independencia de los estados intermedios previstos para dar soluciones a países cuya evolución en los procesos de separación de actividades van más rezagados. Es más: en esto quizá, nuestro país, hasta el momento, lleva una importante ventaja sobre el resto de Europa. Sería recomendable, a tal efecto, apurar esa separación y la especialización de los operadores de transporte y sistema en el sector eléctrico y gasista, evitando también sus veleidades expansionistas y diversificadoras.

Por eso, habrá que estar atentos a los posibles movimientos latentes y tendentes a limitar/interpretar esa separación y, al mismo tiempo, a crear nuevas funciones al operador de sistema o gestor técnico que casualmente pasaba por allí. Para ello, sólo hay que seguir el trasunto de cuestiones como el almacenamiento de energía, el operador de recarga o las posibles tentaciones de hacer residir o planificar las actividades de generación de energía a través del bombeo, cuestión ambicionada desde los operadores de sistema eléctrico, pero que camina en sentido contrario de lo que dice este tercer paquete legislativo. En otro orden de cosas, sería el momento de comprobar la diferenciación plena con todos los requisitos personales, humanos, técnicos y de activos que establece el tercer paquete. Sin duda por asepsia, es el momento de caminar hacia el ISO en nuestro país, dado que nuestro punto de partida está más adelante y contamos con ventaja para ello. Toca, por tanto, en nuestro caso cirugía. Aquí hay que estar atentos al pajarito.

La cuarta tiene que ver con los órganos reguladores en España. Si se comprueba el contenido y enumeración de las funciones y papeles de los reguladores independientes en el modelo definido en el tercer paquete, estamos aún a tiempo en el proceso de renovación de la Comisión Nacional de Energía para hacerlo bien o, al menos, para hacerlo mejor que en su pasado más reciente: para que sus miembros no sean boicoteadores natos del modelo de liberalización y de separación de actividades, adalides de tiempos pasados donde el operador de sistema era el gran planificador, para evitar que su vis política arrostre sobre todo lo demás, para garantizar que sus currículos proporcionan al organismo experiencia y solvencia suficientes para llegar a cumplir las funciones que ya tenían y estas nuevas que se les añaden. Tengan en cuenta que cada vez más nos están viendo.

Por tanto, atentos a este tercer paquete, a su contenido inicial y a su tramitación. Y atención al pajarito. O pajaritos.

Malestar en el seno del PSOE por la presión de Caldera para colocar a Marcel Coderch en la Comisión Nacional de Energía

En días pasados, Energía Diario había dado cuenta de la «candidatura de Coderch» y sus avales y ayer El confidencial confirmaba que el ex Ministro Caldera quería imponer como presidente a Coderch. Jesús Caldera es el actual presidente de la Fundación Ideas, think tank creado por Zapatero, y autor de los papeles y argumentarios que justificaban la decisión de cierre de Santa María de Garoña. Coderch, por su parte, es soporte de las tesis antinucleares del presidente y de esta facción de la familia socialista.

De hecho, ayer la noticia corrió como la pólvora y parece que ha sentado como un tiro en las fuentes consultadas de las familias socialistas tanto próximas a la Administración como en el grupo parlamentario. Con esta filtración, se diversifica y eleva el teatro de operaciones de este debate en el seno del PSOE, por si hubiera pocas cuestiones abiertas con respecto a este proceso de renovación de consejeros y nombramiento de Presidente en el organismo regulador, una vez conocidas las diferencias entre Industria y Economía al respecto.

Así, el colectivo socialista más ortodoxo en lo económico, partidario de la profesionalización y tecnificación del organismo, reduciendo al máximo la cuota política, ve un riesgo claro y grave de peligrosa politización del mismo. Industria guarda silencio, afirmando que hasta después de las elecciones no abrirá este melón, pero contempla con preocupación esta nueva injerencia desde «La Florida».

Por otro lado, otros colectivos también relevantes en el PSOE reivindican la necesidad de que los candidatos provengan del propio Partido Socialista, con independencia de los servicios que pudiera haber prestado Coderch en otras etapas a posiciones ideológicas presidenciales (en referencia a sus artículos relativos a la energía nuclear). Desde estos grupos, se aprecia a Esquerra Republicana de Catalunya como un partido residual, en tobogán de bajada y sólo se explica la candidatura de Coderch por motivos personales, no profesionales, técnicos, incluso de carácter político en el escenario actual. Además la suspicacia crece entre quienes hacen responsable a esta formación política independentista de la debacle electoral del PSC en Catalunya, como piedra de molino al cuello del tripartito.

Coderch, actual vicepresidente de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones a propuesta de ERC, «no representa de ninguna forma al Partido Socialista», señalaban ayer fuentes socialistas consultadas. En definitiva, crecía la preocupación por la posibilidad del nombramiento de Coderch que, finalmente, podría estar nombrado sin ser un técnico, sin ser experto del sector energético, sin pertenecer al Partido Socialista y sin participación en la política catalana actual.

Otro flanco más de los problemas que genera esta candidatura es el necesario acuerdo con el Partido Popular y sus complicaciones. La candidatura de Marcel Coderch puede entorpecer el acuerdo que desde Industria se quiere promover con el Partido Popular, por sus propias posiciones consideradas extremistas y radicales especialmente en lo nuclear. Posiciones extremistas y radicales que el propio grupo parlamentario de ERC ha subrayado en los últimos tiempos.

La impresión que suscita su presencia en el Consejo de Administración del organismo regulador es que el actual gobierno querría dejar atadas y bien atadas cuestiones como el debate nuclear para el próximo ejecutivo. Algo que, con otros acontecimientos como el ocurrido en el Tribunal Constitucional recientemente, desata todas las suspicacias en Génova. Por tanto, en el juego a distintas bandas, entre los partidos nacionalistas y los dos partidos de representación nacional, la inclusión del «outsider» Coderch no parece ser pacífica ni exenta de polémica.

Atentos.

La técnica Mourinho y el filibusterismo en la renovación de la Comisión Nacional de Energía

Hoy conocemos, tras la comparecencia de ayer, la posición del Partido Popular respecto a la candidatura de Tomás Gómez San Román, en el sentido de apreciar incompatibilidades en su propuesta al haber trabajado para varias empresas energéticas, cosa que seguramente a Idoia Zenarruzabeitia no le pasa, al provenir de la Vicepresidencia del Gobierno Vasco, los servicios jurídicos del PNV, su pase por varias empresas del País Vasco y con la anuencia del Euskadi Burru Batzarra.

Esto nos lleva a una situación paradójica. Mayores cuestionamientos, presentados de forma más notoria en sede parlamentaria, a un profesional con poca o nula vis política, Tomás Gómez San Román (por su actividad anterior) y, por otro, oposición más de corte estrictamente político, ligada al doble juego y las corrientes relacionadas con los apoyos parlamentarios (llevamos días conociendo que el PNV, ora retira el apoyo al PSOE, ora lo recupera, ora lo aplaza, ora habla también con PP) hacia el nombramiento de la ex Vicepresidenta del Gobierno Vasco. Por todo ello, el Partido Popular solicitó un informe a los servicios jurídicos del Congreso sobre el alcance y limitaciones de la actividad de Gómez San Román para señalar en qué cuestiones debería inhibirse en un futuro y durante cuánto plazo.

Por tanto, lo que se extrae de la situación es que lo que parece seguro es apostar por completar los Consejos de Administración de los órganos reguladores por políticos en lugar de profesionales y expertos (técnicos, jurídicos, económicos, financieros, de mercados). De este modo, seguramente no se producirá ninguna incompatibilidad.

Lo bueno de los comportamientos de representantes políticos en los órganos reguladores es que no deben someterse a todos esos criterios jurídicos, técnicos, económicos, financieros, etc… (que, por otra parte, reclaman de las instituciones económicas y los mercados). Libres de toda atadura y de precisar conocimiento sectorial, adanistas en grado sumo, basta en ese caso con ideología, con comportamientos de traslado de la lógica política (intervención en los mercados, las empresas, etc…) o la misma transmisión de reclamaciones de intereses puramente territoriales o de sectores afines. Como ven, para los defensores de la ortodoxia económica y de los mercados, este el mejor de los mundos posibles.

Evidentemente, esta crítica no obsta a que se garantice para todos los candidatos la capacidad técnica de los mismos, así como que se identifiquen los posibles conflictos de interés en que pudieran incurrir, y por otra parte, reclamar hacia el futuro, transparencia, honradez y honestidad en su comportamiento. Pero apuntar hacia la exclusión de los profesionales por el hecho de ejercer su actividad es, sencillamente, perverso.

Por su parte, el Partido Popular ya anunció el torpedeo al proceso y parece que hasta el momento se va cumpliendo. En días pasados, defendió en el Congreso de los Diputados una posición mucho más integrista respecto a las mayorías parlamentarias para la renovación de presidente y consejeros de los órganos reguladores. Todo ello con la amenaza del portavoz económico del Partido Popular, Cristóbal Montoro, de la remoción completa de los organismos que surgieran de este proceso de renovación iniciado tras la aprobación de la Ley de Economía Sostenible (en el caso de obtener una mayoría suficiente para efectuar su propia operación Gerónimo).

Este proceso de obstaculización de los nombramientos de los nuevos consejeros en práctica parlamentaria sajona se denomina filibusterismo y en «roman paladino», el perro del hortelano, aunque también se conoce futbolísticamente como «táctica Mourinho». El filibusterismo, en sí no es un problema. Es una táctica cuyo objetivo es ser destructivo, el cuanto peor, mejor. Lo que es importante es denominar a las cosas por su nombre. También es cierto que en las prácticas filibusteras tienen que ver los comportamientos y recelos mutuos de las partes y la estrategia parlamentaria y electoral de los bloques políticos en liza. Pero, lo que está claro es que no resuelve los problemas del país, ni del órgano regulador.

¿Es tan difícil que nuestros representantes políticos se sienten e identifiquen un número de siete expertos, profesionales, complementarios en el sector energético que aporten respetabilidad prestigio y confianza? ¿Es tan complicado que se comprenda una hoja de ruta para hacer las cosas bien? No nos engañemos, un proceso como el que se está llevando, tras la aprobación de la Ley de Economía Sostenible, nos remitirá al pasado, a unos organismos independientes cuestionados, a los que les sobrevolará la duda y el cuestionamiento permanente.

No todo iban a ser malas noticias. Tengamos un cierto hilo de esperanza. Parece que pueden existir gestos de vuelta a la negociación tras las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo. ¿Algo se mueve?