La renovación que da el tiro de gracia a la CNE

Aún caliente la noticia en las agencias, los nombres son los de Marina Serrano, actual Secretaria del Consejo, Joan Batalla (jefe de Gabinete de la actual presidenta), María Teresa Baquedano, actual Subdirectora de Energía Eléctrica (y que recientemente sustituyó a Eduardo Ramos) y Josep María Guinart, alcalde de L’Escala (población de menos de 2.000 habitantes, propuesto por CiU). Se unen, así, a los nombres de Idoia Zenarruzabeitia (designada por el PNV), de Tomás Gómez San Román y de Alberto Lafuente, ya propuesto para Presidente hace unas semanas. Parece que aquí finaliza este serial, más allá de la comparecencia, y varías lecturas son las que se pueden derivar de la composición final del Consejo de Administración resultante.

Si, en principio, el formato de la propuesta no es sorpresivo «per se», en la medida que era esperable un Consejo de Administración de la Comisión Nacional de Energía configurado de forma unilateral por el Gobierno, sí es sorpresiva su alineación final que con calzador se ha tratado de comunicar esforzadamente como «técnica». Sin embargo, el nivel de conocimiento y experiencia en cuestiones regulatorias y sectoriales en términos de mercados, jurídicos, económicos y técnicos del Consejo resultante es para situar en observación, si exceptuamos el nivel jurídico como abogada del Estado de Marina Serrano y el conocimiento en redes de Tomás Gómez San Román. En todo caso, como hombre y mujer fuerte del nuevo Consejo, quedan respectivamente Alberto Lafuente (con apoyos políticos de partido y candidato a presidente) y la propia Marina Serrano (el perfil más solvente del target por su experiencia en el sector energético). Tratemos, por otra parte, de aislar el conocimiento en la elaboración normativa de María Teresa Baquedano, en la medida que incluso resulta contradictorio con el propio papel de contrapunto que debe tener el regulador independiente respecto al propio Ministerio.

De hecho, la propuesta de Consejo de Administración finalmente se ha establecido puramente en términos políticos, con el fin de garantizarse en cada fase el apoyo parlamentario suficiente a los candidatos propuestos por el Ejecutivo en cada hornada (fundamentalmente por Sebastián). De hecho, el gesto de colocar a Marina Serrano se interpreta a la vez como un intento para tender algún puente hacia el Partido Popular a fin de evitar un tsunami posterior, asegurar la relación con el cuerpo de Abogados del Estado, así como para tratar de dar consistencia y «background» a este Consejo de Administración CNE, dando una cierta continuidad con el equipo anterior.

En todo caso, no se conjura, sino que se acentúa uno de los principales problemas, que previsiblemente derivará en el aborto de esta nueva conformación: la ausencia de negociación factual entre Gobierno y Partido Popular. De hecho, el Partido Popular ya ha advertido de que modificará el sistema de elección y nombramiento, que remocionará este Consejo de Administración y se habla, incluso, de la integración de CNE y CMT a futuro. Lo cierto es que el enfado y malestar en las filas populares con esta pseudonegociación es indisimulado, además de con los intentos del Ejecutivo de culpabilizar a los populares de la supuesta falta de acuerdo. De hecho, la designación de Alberto Lafuente, militante socialista, complica aún más una solución pacífica tras las próximas elecciones generales.

El hecho es que la pretensión de Sebastián (un acuerdo retórico, sin negociación, mediante asentimiento de los populares) era claramente insuficiente y tramposo. Las informaciones ayer conocidas hablaban vagamente de una reunión «hace semanas» entre Sebastián y el Partido Popular más que de un proceso de negociación. Otras fuentes se preguntan si realmente a eso se le llama proceso negociador, cuando no se llega a un consenso sobre la figura del presidente, se coloca a un hombre «de partido» al frente y se requiere aportar dos nombres y dar un cheque en blanco al Gobierno.

Por tanto, hemos pasado de un Consejo de Administración que tenía componentes ideológicos y esperpénticos a un Consejo acomodaticio para Industria, condenado a recibir su tiro de gracia. Ni profesional, ni técnico, ni político, sino todo lo contrario. El problema, en todo caso, no es político, u orientado a procurar una composición afín. El problema es de credibilidad de los reguladores independientes, de las instituciones económicas y para los mercados financieros. Cuesta ver a este Consejo, con esta composición, abordando de forma solvente una operación corporativa como a las que hemos asistido en la pasada temporada, entre otras cuestiones. Parece que lo establecido en la Ley de Economía Sostenible en lo que se refiere a órganos reguladores se ha burlado nuevamente. Ya estamos otra vez.

El estado energético de la nación

En primer lugar, y como telón de fondo, la crisis económica que se refleja en que la demanda de energía, en especial la de electricidad, no remonta. A la par, sigue el crecimiento, mes tras mes, de la generación mediante tecnologías renovables, produciéndose un estrechamiento del hueco térmico, lo que lleva a una situación depresiva de la utilización de los ciclos combinados en un escenario en el que, cada vez más lo que se denominaba régimen especial pasa a ser el régimen general y al revés. Por tanto, que se inviertan las tornas.

Asistimos así a dos realidades paralelas, una calma tensa, quietud en la negociación y parada en los sectores de las energías renovables de cara a la renovación de marco regulatorio y retributivo (tramitación del PANER incluida). Y, de otra parte, en ciernes también, la necesidad de cerrar el hasta ahora incompleto sistema de pagos por capacidad para tener mecanismos de garantía en la generación. En el ámbito también de la generación, el debate nuclear pseudoabierto condicionado por Angela Merkel y su sobrerreacción tras la crisis de Fukushima y todos atentos para ver si la ola del cuestionamiento de lo nuclear, cae en beneficio del resto de tecnologías.

En lo que se refiere a los precios internacionales, se ha producido una cierta moderación en los precios del petróleo, que lleva a que las medidas de excepción tomadas por el gobierno se revoquen. Merced a este cierto alivio, Sebastián pierde la partida ante Rubalcaba de los 120 frente a los 110. Por su parte, los precios del gas en el mercado internacional, aunque hay un cierto repunte de la demanda, no suben salvo en Asia por la demanda de Japón, cuyo suministro proviene de Indonesia y Malasia. Las nuevas fuentes de producción de gas en Estados Unidos han aumentado notablemente la oferta de este hidrocarburo y en el denominado «mundo occidental» ese aumento de demanda es muy débil.

Por su parte, España 2011, Comunidades Autónomas, con dificultades financieras, que han visto en las energías renovables una fuente de ingresos para sus maltrechas arcas. Solo hay un pequeño problema y es que, el volumen de primas incorporado en las tarifas de acceso, dibuja un futuro difícil para la incorporación de nueva generación, a la vez, que las asimetrías de primas con lo existente van a tener que ser enormes. Por otro lado, desde otras o las mismas, Comunidades Autónomas se amaga con la posibilidad de fijación de tributos medioambientales que no lo son, siendo realmente tributos discrecionales a la generación energía, con un seguro efecto sobre los precios en la generación y la unidad de mercado.

En la misma línea, la transposición del tercer paquete energético fija la posibilidad de recargos autonómicos y locales por mejoras en la distribución y el transporte. Sorpresa en los nuevos gobiernos autonómicos: el Partido Popular de Extremadura abraza casi el chavismo en sus declaraciones públicas y negocia con Izquierda Unida el alineamiento de la Junta de Extremadura para el cierre de la Central Nuclear de Almaraz y recuperar el camino perdido en torno a las energías renovables.

La separación jurídica y funcional del operador de transporte y del sistema eléctrico se ha configurado como principal debate derivado de la transposición del tercer paquete normativo europeo, dada la resistencia a que se produzca esta separación dentro de Red Eléctrica, pese a que, en definitiva después de tanto revuelo, las dos empresas, continuarían en el mismo holding empresarial. Intentos de escarceos en el ámbito de la generación por bombeo también desde el operador de sistema. Atención a Canarias.

En el ámbito institucional, se encuentra el proceso de renovación de la Comisión Nacional de Energía, entre varias encrucijadas: una composición monocolor con amenaza de remoción tras las próximas elecciones generales, merced a un acuerdo de mínimos entre socialistas o nacionalistas, frente a una renovación con visión de Estado, con un acuerdo político más global, que incluya a todas las fuerzas políticas y que no deje al organismo en precario. Por su parte, la Comisión Nacional de Competencia, despendolada, en un ejercicio defensivo de sus funciones, competencias y comportamientos, utilizando como ariete, entre otros, a los distintos sectores energéticos y con problemas de garantías jurídicas en sus expedientes, junto con una percepción distorsionada de lo que es la competencia.

En el ámbito más interno, cada tres meses toca arrebato a la hora de la fijación de las tarifas eléctricas para el siguiente trimestre. La Comisión Nacional de Energía, de cuerpo presente, cuestionando el funcionamiento del mercado eléctrico y las subastas CESUR, con insinuaciones inciertas la semana anterior a la subasta. Vacilaciones desde el Ejecutivo a la hora de reducir el déficit tarifario y elevar las tarifas de acceso.

Desenfoque sobre el peso de cada componente de la tarifa eléctrica: las tarifas de acceso crecen mucho más que el precio de la energía. Los colectivos retroprogresivos centrados en la proporción que supone el precio de la energía para dar más espacio en las tarifas a los componentes regulados por la vía ordenancista. Hoy, veremos, el resultado de las subastas para la determinación del precio de la energía en las tarifas del siguiente semestre y hasta qué punto se puede reducir el déficit tarifario, al mantenerse invariables las tarifas de acceso.

En las operaciones corporativas, las espadas siguen en alto. Atención al primero de julio.

Los hijos pródigos y los extremeños que se tocan

Quiere decirse que el tipo impositivo aplicable es más alto en una misma herencia a distribuir entre dos hermanos, si uno se ha dedicado a dilapidar sus «talentos» frente al que se ha dedicado a emprender, ahorrar e invertir. Dentro de un modelo de tributación «peronista», esta posición es entendible, pero sus efectos disuasorios respecto de la actividad y el empleo son innegables. De hecho, Solans en sus clases era un experto en Hacienda Pública y en los efectos de la imposición sobre el comportamiento económico de los agentes.

Sirva esta digresión respecto a este impuesto, para introducir los efectos que ha tenido el pacto conocido entre Izquierda Unida (la izquierda agraria, como denomina Enric Juliana) y el Partido Popular en Extremadura a la hora desbancar al Partido Socialista Obrero Español de Guillermo Fernández Vara del poder en esta Comunidad Autónoma, unidos a la marea y oleaje que ha dejado sin restos de poder autonómico a Ferraz.

Del mismo modo, ayer José Antonio Zarzalejos hablaba de terminar con el neofeudalismo de las comunidades autónomas, término de nuevo cuño que, en realidad, define a un conjunto de densas redes clientelares que se han capilarizado enormemente y, en mayor medida, cuanto más tiempo de permanencia de los partidos en los ejecutivos autónomicos (ámbito en el cual han tenido un importante protagonismo las energías renovables, incluso también por prodigalidad). Y parece que, en este movimiento, ejercido con fruición como decía Josep Ramoneda en El País, no hay principios, ni programas y, en el caso que nos ocupa, ni sujeción a un modelo de política energética.

Evidentemente, desde este medio, no tenemos posición sobre cuál debería haber sido la decisión de Izquierda Unida o del Partido Popular extremeño en esta negociación. Ni sobre todo el proceso episódico que ha devenido en la decisión final, ni la erosión de poder de unos y de otros.

En realidad, de lo que hay que preocuparse es del hecho de que el Partido Popular de Extremadura, a fin de cerrar su ‘pacto’ con Izquierda Unida, en su propio ejercicio de geometría variable electoral, recoja y asuma cuestiones, en teoría fuera de ideario, principios y políticas de esta formación política como la subida del Impuesto Sobre Sucesiones y Donaciones, la restauración del Impuesto del Patrimonio, el adiós a la rebaja fiscal y, en el ámbito energético, un viraje curioso: la alineación del nuevo inquilino de la Junta de Extremadura para negociar con Izquierda Unida el cierre de la Central Nuclear de Almaraz, de cara al próximo proceso de renovación de la autorización de operación de la Central, así como un nuevo impulso de las energías renovables en esta Comunidad (que además, requerirá, permiso del Plan de Energías Renovables, PANER, del Gobierno de la Nación y del Parlamento, claro).

Además, también parece haber acuerdo en línea con las tesis de Izquierda Unida en lo que se refiere a la oposición a la Refinaría Balboa que promueve el empresario Alfonso Gallardo. En este caso, la atracción ejercida desde Izquierda Unida en cuestiones relativas a la energía, debe preocuparnos por la volubilidad, la ausencia de convicciones sobre modelo energético, por los propios efectos para la comunidad extremeña y por lo que puede ser un ejercicio de pase a cuchillo del pasado fruto del resquemor.

Es decir, volviendo a Pedro Muñoz Seca, los extremeños extremos se tocan. En su prodigalidad.

Rompe y rasga en REE

Luis Atienza afirmaba en recientes declaraciones, como recogimos en Energía Diario, que «no existe ninguna ventaja en la separación del operador de transporte y del operador de sistema», mencionando como argumento principal la necesidad de «coordinación» en tiempo real entre operador de transporte y de sistema para la gestión de las energías renovables. Lo cierto es que la posición del operador de transporte y de sistema ha ido evolucionando en lo que se refiere a renovables para convertirse en su gran administrador y ahora en su garante y aliado.

En todo caso, lo que sí parece claro es que este es el tema más candente de la transposición del tercer paquete normativo europeo en materia de energía en nuestro país. Único tema que desata las visiones y los comportamientos más enconados al respecto, en evitación de que la estructura tenga que ser diferenciada y separada jurídicamente y de actividad aunque, eso sí, manteniéndose una única sociedad holding. Es, claramente, un debate de rompe y rasga (nunca mejor dicho) que augura fuertes controversias, presiones y debates durante su tramitación parlamentaria.

Como ya anunciamos, y se está cumpliendo, uno de los ejes argumentales de comunicación política es la existencia de un supuesto conflicto entre REE con el resto de empresas eléctricas (REE también es una empresa eléctrica y también es privada, solo que con ingresos regulados administrativamente), argumento utilizado desde la primera crónica al respecto del diario Cinco Días a la última del diario El País del domingo en el suplemento de negocios. Según esta teoría conspiratoria, las empresas eléctricas serían las responsables de que a la Unión Europea y al Ejecutivo se le hubiera ocurrido la mencionada separación jurídica y de actividad.

En realidad, la preocupación de nuestro TSO, operador de transporte, sistema y monopolio de red y transportista único, debería ser que esta separación proceda de la reacción de los reguladores ante las limitaciones a la capacidad de ejercer sus funciones o la reivindicación de las mismas, de forma que el operador de transporte y sistema se haya convertido en un Gran Hermano del sector eléctrico. Un Gran Hermano que reta, con su ejercicio, las funciones de los reguladores principal e independiente, con capacidad de autorregulación y autofijación de su retribución merced al proceso de planificación energética. Sólo así son explicables las tasas de rentabilidad en un modelo sin riesgo, sufragadas por las tarifas de acceso que pagan los ciudadanos. Por eso busca ser TSO independiente, más allá de que el operador de sistema sea independiente.

Y, de hecho, realmente, la desconexión que se ha producido con la sede del Ministerio en el Paseo de la Castellana, es la preocupación real para Red Eléctrica de España, más allá de un supuesto conflicto con las empresas, exhibido artificialmente, de forma que los controles previos sobre la emisión de la normativa no han funcionado desde el centro de control de la Moraleja.

Pero, es más: también en días pasados el propio Atienza (y también recogido por este medio) ya pedía un sistema eléctrico más robusto. Es decir, pedía más inversiones y más infraestructuras, que se pagan con menos consumo debido a la caída de la demanda. Por tanto, pide más.

Va para largo

Por ello, resulta inquietante el conjunto de situaciones episódicas en que se está moviendo esta última parte del proceso. Si la semana pasada anunciábamos que el proceso estaba trufado de vicisitudes, con la perspectiva de los días y los detalles que rodean los acontecimientos, la «comedia de situación» tiene cada vez tiene más enredos.

La primera cuestión que suscita desasosiego es la forma de «proclamación» de Alberto Lafuente como candidato a Presidente de la Comisión Nacional de Energía, por no haber sido acompañada de la renovación de los otros cuatro consejeros que han cesado en sus puestos. Sea por urgencia, por falta de pericia, se antoja una operación extremadamente arriesgada y temeraria para el Ejecutivo, sin contar con una versión más esférica y cerrada del Acuerdo.

Y, segundo, si añadimos que aunque se ha tratado por todos los medios de presentar a Alberto Lafuente Félez, como hombre de supuesto consenso dentro del Ejecutivo, lo cierto y verdadero es que, la mañana del viernes siguiente a su anuncio, se convocó una reunión en la que se trató expresamente esta designación con el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el Vicepresidente Primero, Alfredo Pérez Rubalcaba, la Vicepresidenta Económica, Elena Salgado, así como, el Ministro de Industria, Miguel Sebastián. Parece, por tanto, que el acuerdo y consenso, si no hubo en un primer momento, había que buscarlo.

Por otro lado, están las propias admoniciones del Partido Popular, también enormemente inquietantes para el futuro del organismo, caso de producirse una solución a la búlgara. Según «Cinco Días» y, al parecer no ha sido desmentido por los propios populares, tras las elecciones generales podría producirse la integración (o desintegración) de la Comisión Nacional de Energía y la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones en un mismo órgano regulador. La amenaza puesta encima de la mesa, serviría para utilizar el mismo procedimiento con el que se voló la Comisión Nacional del Sistema Eléctrico, para transformarla posteriormente, en Comisión Nacional de Energía y, de paso, desalojar de ese organismo a sus anteriores inquilinos.

El hecho es que esta amenaza y la falta de acuerdo de facto en la renovación actual de la CNE pueden poner plomo en las alas al organismo y dejarlo muerto en primera instancia. Si bien al Partido Popular se le acusa de «bloquear» la renovación del organismo, no es menos cierto, que los acuerdos «solicitados» por el Partido Socialista, han sido simplemente el requerimiento y aportación de dos nombres por parte de los populares, sin negociar ninguno de los términos de la supuesta negociación, lo que en este estado del arte y de los equilibrios políticos parece poco procedente. En todo caso, así expresado, no es una negociación, es un eufemismo.

Y, finalmente, por si fuera poco, las garantías de que la negociación parlamentaria iba a ser «pan comido» para el partido del gobierno parece que se han esfumado. Por un lado, está la reciente devolución de la propuesta de consejera en el Consejo de Seguridad Nuclear de Rosario Velasco. Por otro, las relaciones cada vez menos disimuladas entre los partidos nacionalistas y el Partido Popular, en la consciencia de que debe acabar finalmente existiendo un entendimiento.

Así, las cosas, una de las alternativas más plausible es que se produzca el aplazamiento del proceso de renovación al completo, hasta septiembre, a la vista de si el deterioro del Ejecutivo se acentúa o no, una vez finalizada la negociación del techo presupuestario, resuelto el debate sobre el Estado de la Nación y finalizado el período de sesiones.

Parece que no está el horno para bollos y que la cosa va para largo.

«Primera plana» en la renovación de la CNE

En la versión de Billy Wilder, una joven esperaba a su prometido en un taxi, en la puerta de una cárcel dónde se iba a ejecutar un reo, y todo el conjunto de acontecimientos que pasaban dentro, a cual más atrabiliario retrasaban «sine die», que los novios pudieran emprender su viaje hacia el matrimonio. La novia espera en un taxi en la puerta de la prisión y el taxista, afirma que no tiene prisa, la noche es joven y el taxímetro corre.

Metáfora que puede estar empezando a darse en el proceso de renovación del Consejo de Administración de la CNE. Decíamos que el escenario político y parlamentario se le complicaba al Partido Socialista Obrero Español. Los resultados de las elecciones tras el 22 de mayo, emitían un aroma de que el partido del gobierno había perdido «seny» y le había abandonado el desodorante. Empiezan a existir comportamientos de alejamiento entre fuerzas políticas y parlamentarias, con una cierta complicidad para dejarlo caer.

Por otra parte, en este proceso, se ha cruzado la crisis del Tribunal Constitucional, lo que reclama un pacto de mayor alcance. El punto de partida conocido de este proceso parece que lo complica: un ejercicio de presentación displicente en modo de ruta no pactado, con reparto de consejeros por formación política y decisión del Ministerio de Industria respecto al presidente. Algo que se le puede convertir en un bumerán contra el ministro Miguel Sebastián, y contra Alberto Lafuente, hombre también de partido y con carné. Y, en medio, un aviso severo, la devolución de la candidatura de Rosario Velasco para el Consejo de Seguridad Nuclear, que ha seguido a un cruce de acusaciones del PSOE de intento de bloqueo de las instituciones por parte del PP.

¿No sería más fácil, por tanto, la solución que tantas veces proponemos: que se sienten, dialoguen, negocien las fuerzas políticas y elijan un conjunto de buenos técnicos multicidisplinares, en los que seguidamente de salir sus nombres en nota de prensa, no tuviéramos que buscar su origen, filiación o árbol genealógico en política?. ¿Puede ser que esté en riesgo la candidatura de Alberto Lafuente, tras la difusión de su nombre como decisión de Industria, incluyendo un acuerdo de mínimos dentro del Ejecutivo, fraguado en una reunión posterior para procurar una rocosa imagen de partido?. ¿Puede ser que el proceso diseñado, de forma solipsista y optimista, desde el Ejecutivo salte por los aires?

El hecho es que el proceso de renovación de los cinco consejeros ya vencidos del Consejo de Administración actual, se demora y las vicisitudes dentro del mismo empiezan a ofrecer varias alternativas inquietantes, con soluciones que empiezan a tener el tinte de lo imprevisto, incluyendo la posibilidad de una solución monocolor a la búlgara, la pérdida de apoyos parlamentarios para implantarla o la amenaza posterior de su remoción completa en un aguafuerte.

Esperemos que impere la racionalidad. Por lo pronto, se retrasa conocer el nombre los candidatos en el Consejo de Ministros de este viernes, y por tanto, todo el proceso.¿Qué estará pasando? El taxímetro corre, aunque lo que pasa no es una comedia.

Adelanto de elecciones y sector energético

El más llamativo, sin duda, el consabido proceso de renovación, por capítulos, del Consejo de Administración de la Comisión Nacional de Energía (CNE), dónde ya se produjo la primera hornada de nombramientos con la entrada de Idoia Zenarruzabeitia y Tomás Gómez San Román. La segunda fue la propuesta del Ministerio de Industria para que Alberto Lafuente, actual presidente de Correos y Telégrafos, ocupe el sillón presidencial del regulador. Y la tercera será completar la salida de los cinco consejeros que ya han vencido la vigencia de su cargo, incluyendo la presidenta.

Con esta situación, el Partido Socialista en el gobierno se encuentra con una fuerte presión interna para cubrir sus puestos, a la vista de las expectativas electorales y las necesidades de recolocación de los cuadros actuales.

Queda por conocer, por tanto, si el Partido Popular aceptará, después de no haber pactado la presidencia, dos puestos en el Consejo, en el bien entendido caso de que dicha presión por la entrada es menor, al saber que las oportunidades futuras de disposición de puestos para responsabilidades es mayor y aceptar un trágala en estas condiciones, podría impedir tener las manos atadas para ejercitar una solución quirúrgica, según las mayorías que puedan conseguirse. En el caso de un adelanto electoral, y de un proceso electoral, la designación de estos puestos y el proceso de encerramiento a la búlgara seguido por el ejecutivo, puede jugar más de una mala pasada. La teoría del Ejecutivo de dibujar una hoja de ruta, repartir los puestos y realizar una no-negociación de los elementos claves del organismo puede, además de dar más de un susto, acabar en que lo que surja del proceso, la nueva vieja CNE, nazca totalmente muerta y sin virtualidad de futuro, por este comportamiento cicatero.

Pero, hay más elementos que complican el trámite del Ejecutivo en esta renovación. El más claro es la situación de práctico abandono del PSOE tras las elecciones municipales y autonómicas a nivel de pactos y pérdida de puestos relevantes. Además, los devaneos entre los grupos nacionalistas y el Partido Popular, otrora impensables, empiezan a ser muy frecuentes. Todo ello, apunta a que la estabilidad parlamentaria y la geometría variable puede convertirse en un práctico infierno para el Ejecutivo, anticipándose más de una sorpresa.

Hay más, un proceso electoral con un eventual cambio de signo político tan claro en el Ejecutivo y en las instituciones del Estado, también influirá en los nombres que serán responsables de regir empresas como Red Eléctrica de España y Enagás y sus cuadros más relevantes. Algo irremediable pese a que llegan los momentos de ponerse de perfil y elaborar el pliego de descargo para elaborar algún tipo de oración del tipo «aparta de mi este cáliz». En el caso de Red Eléctrica de España, su vis política se ha acentuado notablemente durante esta última etapa de presidencia de Luis Atienza Serna, ex Ministro socialista, combinado con la dirección del operador de sistema, con otro hombre de aparato, Alberto Carbajo. Cercanos incluso, a la elaboración de los programas electorales y presentes en actos de partido En el caso, de Enagas, el nombre de Antoni Llardén, cercano al PSC y con un perfil mucho más discreto en términos de partido, podría derivar en un cambio en la presencia de los partidos catalanes en Madrid o directamente de la nueva Administración.

Llegan los nervios. Se adelantan.

Muy mal se puede dar

De la lectura de los teletipos, se pueden deducir varios elementos que van a afectar, indudablemente, al organismo a futuro, dadas las propias advertencias y quiebras que se advierten en el proceso y en el acuerdo político que sería esperable alrededor.

En todo caso, parece que el nombramiento de Lafuente no se produce como resultado de un acuerdo o negociación directa entre partidos políticos. En primera instancia, Alberto Lafuente sigue siendo un hombre del partido, del mismo modo que lo era Carlos Ocaña. Se trata de un hombre, además, muy cercano al entorno de Red Eléctrica de España, aumentándose con este nombramiento el perfil de influencia política del operador de transporte y sistema.

En todo caso, de poco sirve con esta marca política la enumeración de responsabilidades anteriores y la enumeración de las líneas del currículum, por lo menos a efectos de obtener un acuerdo alrededor de él, dada la importancia que tiene que la presidencia de este órgano regulador estiviera consensuada por las dos grandes formaciones políticas españolas.

Pero, más determinante incluso que lo anterior es que no se anuncien los nombres del resto de los consejeros propuestos por otras formaciones políticas, remitiendo a la continuidad de «negociaciones» con formulario prerrelleno: 3 PSOE, 2 PP, 1 CiU y 1 PNV. Por tanto, parece que la posibilidad de acuerdo y de estabilidad del organismo, tras este año preelectoral, al menos entre las dos grandes fuerzas políticas está roto. Industria, tras la salida de Carlos Ocaña, ya contaba también con manos libres, incluso desde la propia Vicepresidencia Económica, lo que falta también por confirmar.

Junto a ello se unen los augurios que venían jalonándose en las declaraciones públicas de la portavoz popular Soraya Saénz de Santamaría, en el sentido de afirmar que los órganos reguladores estarían convirtiéndose en el refugio de los altos cargos actuales socialistas de la Administración, preparándose para la alternancia de gobierno, buscando sus nuevas ubicaciones. En todo caso, acudiendo a las reflexiones bíblicas, muchos son los llamados y pocos los elegidos, los responsables de este proceso en el PSOE han tenido una pléyade importante de propuestas y candidatos sobre los que decidir, porque existe un ambiente de preparación de lista de salida generalizado entre los actuales nombramientos y altos cargos. Dicho «overbooking» se hará más patente en la lista de los nuevos consejeros propuestos, cuando se conozca.

Queda como pregunta, si en este estado, el Partido Popular aceptará los dos puestos que le son ofrecidos, en modo lentejas, o bien si abandonará el proceso totalmente a su suerte, a la espera de la mayoría parlamentaria que suceda tras las próximas elecciones generales. En ese caso, el Partido Socialista Obrero Español podría configurar una comisión monocolor con hasta cinco consejeros, si se sigue el formulario prelleno que decíamos anteriormente.

Parece en todo caso que se despejan ciertas incógnitas en este proceso, en este caso, la más importante. O lo que pasa es que surgen algunas nuevas. Lo que queda por llegar.

Una vez cada tres meses

Pongámonos que en una época de crisis económica dicha «sensibilidad», si cabe, de forma lógica, se agudiza. La utilización de los resortes sociales contra las eventuales subidas de algo es relativamente sencilla de disparar y de activar. Y esta situación es tanto o más frecuente cuando se trata de precios donde existe una decisión administrativa que los interviene, como en el caso de la tarifa eléctrica.

Pero, de hecho, no hace falta que dicha situación se haga en tiempos de crisis. En tiempos de auge económico, las subidas de la tarifa eléctrica se circunscribían al Índice de Precios al Consumo, con independencia de la evolución que se produjera en el interior de sus componentes, provinieran de los precios en el mercado de generación o de las tarifas de acceso (costes regulados por decisiones administrativas).

Por tanto, en su momento, se generó indebidamente y de forma anómala, la ficción del denominado déficit tarifario. Ficción, por otro lado, que supuso un endeudamiento del país y que, una vez explicado, pone los pelos como escarpias a quien conoce la naturaleza del mismo. En todo caso, este problema está en vías de solución y la última política tarifaria eléctrica tiene mayores visos de realismo que en el pasado.

Pero eso no quiere decir que no esté exenta de presiones y riesgos políticos cada vez que, trimestralmente, se aborda la actualización de las mismas. Sobre todo en la medida que existe un resabio histórico respecto al precio del kilowatio, de forma que es el último reducto de la intervención de precios y de los mecanismos ordenancistas antimercado, lo que siempre deriva en el sometimiento a la presión pública. Otros precios de estos suministros energéticos, como los carburantes, no están sujetos a estos «momentos de la verdad» y su actualización se aborda de una forma continuada y estable, y recogen la evolución de los mercados de crudo y refino, sin un aquelarre periódico.

En ese contexto, y como cada tres meses, comienzan a resonar los tambores relativos a la modificación de tarifa para el siguiente trimestre. Empieza la toma de posiciones. Cuestión que, en puridad, procede de la suma de sus partes, evolución del precio en el mercado de generación y tarifas de acceso (costes regulados). De lo que se fuera capaz de absorber permitiría además cumplir con las previsiones máximas de generación de nuevo déficit tarifario.

Sebastián ya ha hecho unas declaraciones, en primer momento maximalistas, negando la posibles subida de tarifas en este trimestre que, posteriormente, ha condicionado a la evolución de los precios en la subasta del próximo 21 de junio, en el caso de que fueran rematadamente mal. Razonable es esta cierta precaución, en la medida que es necesario ofrecer credibilidad sobre las decisiones relativas a los precios eléctricos y el déficit, en el bien entendido además de que estamos seguidos y vigilados desde la Comisión Europea y los mercados, compelidos a una mayor ortodoxia (dado que no es explicable que dicha ortodoxia no se garantice).

En todo caso, la evolución de las tarifas eléctricas que se establezca en la próxima revisión de tarifas no debería, en ningún caso, abortar el calendario para la reconducción del déficit tarifario, ni el calendario para la actualización de los precios de la electricidad a la realidad.

En este sentido, es previsible la oposición a la subida de las tarifas eléctricas en modo negacionista, desde distintas instancias y diferentes justificaciones, que van desde posiciones cortoplacistas que promueven la intervención de los precios y la redistribución intratecnologías, cuestionamientos al mercado, reclamaciones de quienes utilizan la energía como un «input» productivo y niegan su condición de precio con sus tipologías tarifarias, hasta los lógicas de las propias asociaciones de consumidores, intercaladas con cuestiones como la toma de las lecturas o el cambio de contadores, junto con el cálculo político y electoral. O todas a la vez, entremezcladas.

En todo caso, parece razonable, suban o bajen finalmente este próximo trimestre, transitar hacia métodos menos dramáticos y estables que vayan actualizando los precios de la electricidad, recogiendo sus componentes y las tensiones de los mercado.

Ahora, como hace tres meses, todo está preparado, otra vez para su repetición casi con idénticos poscionamientos. Todos en sus puestos. De nuevo.

La CNE «no ve» la separación jurídica del transporte y la operación en Red Eléctrica

¿Habrá tenido que ver en tal posición que la dirección del informe haya sido realizda por parte del consejero Jaime González, para que proponga una propuesta en pos de la no separación jurídica de transporte y operación, aunque se mantenga una sola sociedad holding única? ¿O los intensos contactos llevados a cabo en estos días para evitarlo a toda costa?

Según el Consejo de Administración de la CNE, al parecer éste no ve claras las ventajas de la separación del transporte y operación en Red Eléctrica de España, y asegura que la normativa europea «no dice que sea obligatorio, ni lo contrario». En todo caso, no se percibe una convicción muy clara, definida y decidida sobre el proceso de liberalización de actividades y sobre los resultados de este debate en el ámbito europeo por parte de nuestro regulador independiente, teniendo, por otra parte, una vis internacional tan marcada.

En todo caso, habrá que esperar al informe final y a su publicación en la página web del organismo para conocer de qué forma se sustancian estos argumentos, puesto que el escenario tendencial en el ámbito europeo sí es el «unbundling» completo de las distintas actividades. Cuestión que ya se ha hecho en el caso de Enagas, separando jurídicamente el operador de transporte y gestor técnico del sistema (y eso que no hay monopolio de transporte en este caso), sin que haya provocado tal estado de zozobra.

No obstante, no se trataba de efectuar un cumplo y miento, con respecto a la normativa europea y a la separación de actividades en el caso del sector eléctrico. En realidad, se trata de avanzar en el modelo en el que nuestro país es avanzadilla, sobre la base de la concentración de los operadores en cada actividad y de su especialización, sin influencias ni capacidades derivadas de su conjunción y su confusión, con independencia del carácter modélico de REE, técnicamente, como empresa, cuando realiza estas dos funciones por separado. Habrá que preguntarse las razones de que este sea el gran debate derivado de esta transposición, junto con el intento de poner el pie en la puerta de la generación por bombeo, en el caso también del operador de sistema. Lo que parece claro es ese protagonismo expansivo de REE en el sector eléctrico y la línea política que lo sustenta.

Pero, volviendo al argumento de «no ver» los beneficios de la separación jurídica en Red Eléctrica de España del operador de transporte y de sistema, también habría que ver los perjuicios de que esto no sea así, en términos de planificación energética, de condicionamiento de decisiones del resto de agentes, de ejercicio de poder por encima de esas dos funciones, porque lo ha habido, es público, notorio, conocido y se ha hecho un elemento habitual. Por eso, por su cotidianidad, por su habitualidad, por su omnipresencia, tampoco se ve.