Caso YPF (III): Vaca Muerta, vía muerta

Las estimaciones se quedaron cortas. En un principio, se calculó para Vaca Muerta un caudal de 927 millones de barriles equivalentes de petróleo (mbep); en febrero de 2012 las previsiones de Repsol-YPF se desbordaron cuando una nueva estimación multiplicaba el potencial del yacimiento y lo cifraba en 22.807 mbep. Un yacimiento del que actualmente YPF ostenta la concesión de un tercio del territorio para su exploración y posterior explotación.

La nacionalización de YPF sirvió en bandeja de plata la explotación de Vaca Muerta para Argentina. También la posibilidad de recuperar el autoabastecimiento energético, objetivo manifiestamente deseado por «La Cámpora» y su máximo exponente en el Gobierno, Axel Kicillof, el hombre que marca el paso de la política económica argentina, crecientemente intervencionista. Con lo que no contó el Gobierno argentino es que su mayor quebradero de cabeza no iban a ser ni Repsol, ni el Gobierno español, ni la presión internacional que Argentina pudiera sufrir a raíz de violar los tratados bilaterales de inversión. Los problemas para Kirchner y Kicillof se resumen en palabras más técnicas: shale-oil y shale-gas, los también llamados hidrocarburos no convencionales y en los que consiste el tesoro de Vaca Muerta.

Los hidrocarburos no convencionales están revolucionando el panorama energético internacional. Su existencia ya era conocida desde hace décadas pero no se procedía a su explotación por falta de rentabilidad. Son similares a los combustibles tradicionales pero con dos diferencias básicas: se encuentran a una profundidad considerablemente mayor y en rocas poco permeables, lo que complica su extracción y obliga a utilizar técnicas de fractura hidráulica o fracking.

El fracking se encuentra actualmente en el punto de mira ya que hay quien la considera una técnica peligrosa desde una óptica medioambiental. Esta técnica consiste en inyectar a la roca una mezcla de agua, arena y productos químicos a gran presión para provocar fracturas en la roca que permitan la extracción de crudo y gas. Al afectar a la permeabilidad del terreno, los más críticos con esta técnica consideran que los acuíferos pueden verse contaminados e, incluso, provocar movimientos sísmicos.

No es el medioambiental y la correspondiente contestación social el único escollo que se ha encontrado el fracking. En un contexto de precios internacionales del gas a la baja, es cuestionable la necesidad de acometer estos yacimientos tan costosos tanto para la exploración como para la explotación y que requieren ingentes cantidades de inversión. Especialmente cuando la TRE (Tasa de Retorno Energético) se estima bastante reducida. La TRE se obtiene mediante una fórmula muy sencilla; la división entre la energía finalmente obtenida como resultado de la explotación y la energía empleada para obtenerla. En el caso de los no convencionales, por cada unidad de energía empleada para explotar estos recursos, únicamente se puede obtener como resultado de la explotación hasta 5 veces más de la energía necesaria para obtenerla, y eso en los casos más excepcionales. En este caso, la TRE sería de 5 puntos, bastante alejada de la del petróleo de comienzos del siglo XX en Estados Unidos, que era de 100. Así que su explotación únicamente se rentabilizaría en un contexto de precios altos: actualmente así sería para el petróleo pero no para el gas no convencional.

YPF sin aliados

Repsol cuantificó en 25.000 millones de dólares por año la inversión necesaria para poder desarrollar todo el potencial de Vaca Muerte y conseguir, en un plazo de 10 años, duplicar la producción actual de petróleo y gas en Argentina. Explotar Vaca Muerta suponía para la petrolera española buscar inversores internacionales y alianzas como la efectuada en Brasil con Sinopec para poder disponer de todos los recursos técnicos y humanos necesarios. Sus planes se cruzaron con Fernández de Kirchner.

La YPF nacionalizada ha asumido que la inversión que Repsol estimaba como necesaria requiere cifras inalcanzables para sus posibilidades. Su presidente, Miguel Galuccio, ha rebajado a una cuarta parte la inversión anual a acometer: 7.440 millones de dólares que están siendo muy complicados de reunir y para los que el propio Estado argentino está acudiendo en auxilio de la petrolera aportando 600 millones de dólares desde la Anses, la Seguridad Social argentina.

El mayor fracaso está siendo la falta de acuerdo con alguna petrolera internacional que esté dispuesta a invertir en Argentina después de la expropiación sufrida por Repsol hace un año: la falta de seguridad jurídica exhibida con esta decisión está siendo determinante. Por otra parte, todas las compañías temen las consecuencias que pueden sufrir si se alían con la YPF nacionalizada antes de la sentencia del CIADI, tribunal de arbitraje del Banco Mundial al que Repsol ha reclamado que fije la indemnización y ante el que ha denunciado por competencia desleal a YPF por ofrecer a terceros derechos de explotación sobre reservas de recursos no convencionales descubiertos antes de la expropiación, especialmente Vaca Muerta. Además, en caso de llegar a un acuerdo con el Gobierno argentino, cualquier compañía podría verse abocada a compensar a Repsol en los términos que resolviera el CIADI.

Dado que el proceso legal ante el CIADI dura de media entre 3 y 6 años, las expectativas que la expropiación generó en Argentina están condenadas a no cumplirse. En mayo YPF anunció que está ultimando los detalles de un acuerdo con la estadounidense Chevron sobre Vaca Muerta. Según manifestó la petrolera argentina en un comunicado, Chevron invertirá 1.500 millones de dólares en una primera fase de explotación. La reacción de Repsol no se ha producido aún pero hay que recordar que en diciembre pasado la petrolera española presentó una demanda contra Chevron por un memorando de entendimiento entre esta compañía e YPF para explotar conjuntamente Vaca Muerta. Lo mismo sucedió con Bridas, que paralizó sus movimientos al emprender Repsol acciones judiciales.

Con estas circunstancias, el pretendido autoabastecimiento energético argentino ha entrado en vía muerta: Kirchner no encuentra aliados internacionales ya que su política intervencionista genera dudas que no propician el clima necesario para una inversión de tal calibre; mientras tanto, la YPF nacionalizada carece de la capacidad requerida para explotar Vaca Muerta. Un despropósito al que hay que añadir que todavía no se ha pagado a Repsol por la expropiación de YPF y la petrolera española ha acudido a los tribunales internacionales para defender sus derechos. En conclusión, la expropiación de YPF ha sido un paso en falso de Kirchner del que todavía Argentina paga las consecuencias.

Caso YPF (III): Vaca Muerta, vía muerta

Las estimaciones se quedaron cortas. En un principio, se calculó para Vaca Muerta un caudal de 927 millones de barriles equivalentes de petróleo (mbep); en febrero de 2012 las previsiones de Repsol-YPF se desbordaron cuando una nueva estimación multiplicaba el potencial del yacimiento y lo cifraba en 22.807 mbep. Un yacimiento del que actualmente YPF ostenta la concesión de un tercio del territorio para su exploración y posterior explotación.

La nacionalización de YPF sirvió en bandeja de plata la explotación de Vaca Muerta para Argentina. También la posibilidad de recuperar el autoabastecimiento energético, objetivo manifiestamente deseado por «La Cámpora» y su máximo exponente en el Gobierno, Axel Kicillof, el hombre que marca el paso de la política económica argentina, crecientemente intervencionista. Con lo que no contó el Gobierno argentino es que su mayor quebradero de cabeza no iban a ser ni Repsol, ni el Gobierno español, ni la presión internacional que Argentina pudiera sufrir a raíz de violar los tratados bilaterales de inversión. Los problemas para Kirchner y Kicillof se resumen en palabras más técnicas: shale-oil y shale-gas, los también llamados hidrocarburos no convencionales y en los que consiste el tesoro de Vaca Muerta.

Los hidrocarburos no convencionales están revolucionando el panorama energético internacional. Su existencia ya era conocida desde hace décadas pero no se procedía a su explotación por falta de rentabilidad. Son similares a los combustibles tradicionales pero con dos diferencias básicas: se encuentran a una profundidad considerablemente mayor y en rocas poco permeables, lo que complica su extracción y obliga a utilizar técnicas de fractura hidráulica o fracking.

El fracking se encuentra actualmente en el punto de mira ya que hay quien la considera una técnica peligrosa desde una óptica medioambiental. Esta técnica consiste en inyectar a la roca una mezcla de agua, arena y productos químicos a gran presión para provocar fracturas en la roca que permitan la extracción de crudo y gas. Al afectar a la permeabilidad del terreno, los más críticos con esta técnica consideran que los acuíferos pueden verse contaminados e, incluso, provocar movimientos sísmicos.

No es el medioambiental y la correspondiente contestación social el único escollo que se ha encontrado el fracking. En un contexto de precios internacionales del gas a la baja, es cuestionable la necesidad de acometer estos yacimientos tan costosos tanto para la exploración como para la explotación y que requieren ingentes cantidades de inversión. Especialmente cuando la TRE (Tasa de Retorno Energético) se estima bastante reducida. La TRE se obtiene mediante una fórmula muy sencilla; la división entre la energía finalmente obtenida como resultado de la explotación y la energía empleada para obtenerla. En el caso de los no convencionales, por cada unidad de energía empleada para explotar estos recursos, únicamente se puede obtener como resultado de la explotación hasta 5 veces más de la energía necesaria para obtenerla, y eso en los casos más excepcionales. En este caso, la TRE sería de 5 puntos, bastante alejada de la del petróleo de comienzos del siglo XX en Estados Unidos, que era de 100. Así que su explotación únicamente se rentabilizaría en un contexto de precios altos: actualmente así sería para el petróleo pero no para el gas no convencional.

YPF sin aliados

Repsol cuantificó en 25.000 millones de dólares por año la inversión necesaria para poder desarrollar todo el potencial de Vaca Muerte y conseguir, en un plazo de 10 años, duplicar la producción actual de petróleo y gas en Argentina. Explotar Vaca Muerta suponía para la petrolera española buscar inversores internacionales y alianzas como la efectuada en Brasil con Sinopec para poder disponer de todos los recursos técnicos y humanos necesarios. Sus planes se cruzaron con Fernández de Kirchner.

La YPF nacionalizada ha asumido que la inversión que Repsol estimaba como necesaria requiere cifras inalcanzables para sus posibilidades. Su presidente, Miguel Galuccio, ha rebajado a una cuarta parte la inversión anual a acometer: 7.440 millones de dólares que están siendo muy complicados de reunir y para los que el propio Estado argentino está acudiendo en auxilio de la petrolera aportando 600 millones de dólares desde la Anses, la Seguridad Social argentina.

El mayor fracaso está siendo la falta de acuerdo con alguna petrolera internacional que esté dispuesta a invertir en Argentina después de la expropiación sufrida por Repsol hace un año: la falta de seguridad jurídica exhibida con esta decisión está siendo determinante. Por otra parte, todas las compañías temen las consecuencias que pueden sufrir si se alían con la YPF nacionalizada antes de la sentencia del CIADI, tribunal de arbitraje del Banco Mundial al que Repsol ha reclamado que fije la indemnización y ante el que ha denunciado por competencia desleal a YPF por ofrecer a terceros derechos de explotación sobre reservas de recursos no convencionales descubiertos antes de la expropiación, especialmente Vaca Muerta. Además, en caso de llegar a un acuerdo con el Gobierno argentino, cualquier compañía podría verse abocada a compensar a Repsol en los términos que resolviera el CIADI.

Dado que el proceso legal ante el CIADI dura de media entre 3 y 6 años, las expectativas que la expropiación generó en Argentina están condenadas a no cumplirse. En mayo YPF anunció que está ultimando los detalles de un acuerdo con la estadounidense Chevron sobre Vaca Muerta. Según manifestó la petrolera argentina en un comunicado, Chevron invertirá 1.500 millones de dólares en una primera fase de explotación. La reacción de Repsol no se ha producido aún pero hay que recordar que en diciembre pasado la petrolera española presentó una demanda contra Chevron por un memorando de entendimiento entre esta compañía e YPF para explotar conjuntamente Vaca Muerta. Lo mismo sucedió con Bridas, que paralizó sus movimientos al emprender Repsol acciones judiciales.

Con estas circunstancias, el pretendido autoabastecimiento energético argentino ha entrado en vía muerta: Kirchner no encuentra aliados internacionales ya que su política intervencionista genera dudas que no propician el clima necesario para una inversión de tal calibre; mientras tanto, la YPF nacionalizada carece de la capacidad requerida para explotar Vaca Muerta. Un despropósito al que hay que añadir que todavía no se ha pagado a Repsol por la expropiación de YPF y la petrolera española ha acudido a los tribunales internacionales para defender sus derechos. En conclusión, la expropiación de YPF ha sido un paso en falso de Kirchner del que todavía Argentina paga las consecuencias.

Caso YPF (III): Vaca Muerta, vía muerta

Las estimaciones se quedaron cortas. En un principio, se calculó para Vaca Muerta un caudal de 927 millones de barriles equivalentes de petróleo (mbep); en febrero de 2012 las previsiones de Repsol-YPF se desbordaron cuando una nueva estimación multiplicaba el potencial del yacimiento y lo cifraba en 22.807 mbep. Un yacimiento del que actualmente YPF ostenta la concesión de un tercio del territorio para su exploración y posterior explotación.

La nacionalización de YPF sirvió en bandeja de plata la explotación de Vaca Muerta para Argentina. También la posibilidad de recuperar el autoabastecimiento energético, objetivo manifiestamente deseado por «La Cámpora» y su máximo exponente en el Gobierno, Axel Kicillof, el hombre que marca el paso de la política económica argentina, crecientemente intervencionista. Con lo que no contó el Gobierno argentino es que su mayor quebradero de cabeza no iban a ser ni Repsol, ni el Gobierno español, ni la presión internacional que Argentina pudiera sufrir a raíz de violar los tratados bilaterales de inversión. Los problemas para Kirchner y Kicillof se resumen en palabras más técnicas: shale-oil y shale-gas, los también llamados hidrocarburos no convencionales y en los que consiste el tesoro de Vaca Muerta.

Los hidrocarburos no convencionales están revolucionando el panorama energético internacional. Su existencia ya era conocida desde hace décadas pero no se procedía a su explotación por falta de rentabilidad. Son similares a los combustibles tradicionales pero con dos diferencias básicas: se encuentran a una profundidad considerablemente mayor y en rocas poco permeables, lo que complica su extracción y obliga a utilizar técnicas de fractura hidráulica o fracking.

El fracking se encuentra actualmente en el punto de mira ya que hay quien la considera una técnica peligrosa desde una óptica medioambiental. Esta técnica consiste en inyectar a la roca una mezcla de agua, arena y productos químicos a gran presión para provocar fracturas en la roca que permitan la extracción de crudo y gas. Al afectar a la permeabilidad del terreno, los más críticos con esta técnica consideran que los acuíferos pueden verse contaminados e, incluso, provocar movimientos sísmicos.

No es el medioambiental y la correspondiente contestación social el único escollo que se ha encontrado el fracking. En un contexto de precios internacionales del gas a la baja, es cuestionable la necesidad de acometer estos yacimientos tan costosos tanto para la exploración como para la explotación y que requieren ingentes cantidades de inversión. Especialmente cuando la TRE (Tasa de Retorno Energético) se estima bastante reducida. La TRE se obtiene mediante una fórmula muy sencilla; la división entre la energía finalmente obtenida como resultado de la explotación y la energía empleada para obtenerla. En el caso de los no convencionales, por cada unidad de energía empleada para explotar estos recursos, únicamente se puede obtener como resultado de la explotación hasta 5 veces más de la energía necesaria para obtenerla, y eso en los casos más excepcionales. En este caso, la TRE sería de 5 puntos, bastante alejada de la del petróleo de comienzos del siglo XX en Estados Unidos, que era de 100. Así que su explotación únicamente se rentabilizaría en un contexto de precios altos: actualmente así sería para el petróleo pero no para el gas no convencional.

YPF sin aliados

Repsol cuantificó en 25.000 millones de dólares por año la inversión necesaria para poder desarrollar todo el potencial de Vaca Muerte y conseguir, en un plazo de 10 años, duplicar la producción actual de petróleo y gas en Argentina. Explotar Vaca Muerta suponía para la petrolera española buscar inversores internacionales y alianzas como la efectuada en Brasil con Sinopec para poder disponer de todos los recursos técnicos y humanos necesarios. Sus planes se cruzaron con Fernández de Kirchner.

La YPF nacionalizada ha asumido que la inversión que Repsol estimaba como necesaria requiere cifras inalcanzables para sus posibilidades. Su presidente, Miguel Galuccio, ha rebajado a una cuarta parte la inversión anual a acometer: 7.440 millones de dólares que están siendo muy complicados de reunir y para los que el propio Estado argentino está acudiendo en auxilio de la petrolera aportando 600 millones de dólares desde la Anses, la Seguridad Social argentina.

El mayor fracaso está siendo la falta de acuerdo con alguna petrolera internacional que esté dispuesta a invertir en Argentina después de la expropiación sufrida por Repsol hace un año: la falta de seguridad jurídica exhibida con esta decisión está siendo determinante. Por otra parte, todas las compañías temen las consecuencias que pueden sufrir si se alían con la YPF nacionalizada antes de la sentencia del CIADI, tribunal de arbitraje del Banco Mundial al que Repsol ha reclamado que fije la indemnización y ante el que ha denunciado por competencia desleal a YPF por ofrecer a terceros derechos de explotación sobre reservas de recursos no convencionales descubiertos antes de la expropiación, especialmente Vaca Muerta. Además, en caso de llegar a un acuerdo con el Gobierno argentino, cualquier compañía podría verse abocada a compensar a Repsol en los términos que resolviera el CIADI.

Dado que el proceso legal ante el CIADI dura de media entre 3 y 6 años, las expectativas que la expropiación generó en Argentina están condenadas a no cumplirse. En mayo YPF anunció que está ultimando los detalles de un acuerdo con la estadounidense Chevron sobre Vaca Muerta. Según manifestó la petrolera argentina en un comunicado, Chevron invertirá 1.500 millones de dólares en una primera fase de explotación. La reacción de Repsol no se ha producido aún pero hay que recordar que en diciembre pasado la petrolera española presentó una demanda contra Chevron por un memorando de entendimiento entre esta compañía e YPF para explotar conjuntamente Vaca Muerta. Lo mismo sucedió con Bridas, que paralizó sus movimientos al emprender Repsol acciones judiciales.

Con estas circunstancias, el pretendido autoabastecimiento energético argentino ha entrado en vía muerta: Kirchner no encuentra aliados internacionales ya que su política intervencionista genera dudas que no propician el clima necesario para una inversión de tal calibre; mientras tanto, la YPF nacionalizada carece de la capacidad requerida para explotar Vaca Muerta. Un despropósito al que hay que añadir que todavía no se ha pagado a Repsol por la expropiación de YPF y la petrolera española ha acudido a los tribunales internacionales para defender sus derechos. En conclusión, la expropiación de YPF ha sido un paso en falso de Kirchner del que todavía Argentina paga las consecuencias.

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