Caso YPF (I): la aventura iberoamericana de Repsol

Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Ese nombre fue el otorgado por el Estado argentino en 1922 a la empresa destinada a controlar e intervenir en la producción de un recurso energético cuya importancia crecía cada día: los hidrocarburos. Al margen de la Unión Soviética, Argentina fue el primer país en contar con una petrolera estatal. Todo un ejemplo para el resto de Latinoamérica, que asistió durante las décadas siguientes a la creación de YPFB (Bolivia), Pemex (México) o Petrobras (Brasil) entre otras.

En 1992, la política económica y las reformas impulsadas por el gobierno de Carlos Menem propiciaron la privatización de las principales compañías estatales argentinas. La necesidad de hacer caja para combatir el déficit público hizo que el Estado argentino se fuera deshaciendo progresivamente de sus acciones en YPF. Una privatización culminada en 1999 cuando Argentina vendió a Repsol un 15% de la compañía.

Repsol acababa de finalizar su propia privatización y empezaba su expansión internacional. La región elegida, Sudamérica, se encontraba en una complicada situación económica que hacía tambalear a la principal potencia de la región: Brasil. Ante este panorama, tan poco alentador para la inversión extranjera, la entrada de Repsol en YPF mediante ese 15% se produjo a través de un concurso en el que ninguna otra petrolera quiso participar. No acabaron ahí sus adquisiciones; su siguiente movimiento fue lanzar una OPA sobre el resto del capital de YPF. Finalmente, en seis meses, Repsol se hizo con el 97,81% de la compañía a cambio de 13.437 millones de euros. Una operación que reportó cuantiosos ingresos al Estado argentino y que convertía a Repsol en la octava petrolera del mundo.

Horizonte 2014

Lo cierto es que Repsol, manteniendo su opción mayoritaria, fue perdiendo su absoluto dominio sobre YPF. En 2007 vendió un 15% al Grupo Petersen, conjunto de empresas propiedad del ingeniero argentino Enrique Eskenazi. Un hecho que significó el prólogo de posteriores ventas que arrojaron un nuevo equilibrio en 2011. El Grupo Petersen pasó a ostentar el 25%, mientras Repsol mantenía un 58% y el resto, un 17%, era ya propiedad de otros inversores minoritarios, con una importante presencia de fondos de inversión.

Mientras tanto, el propio accionariado de Repsol también experimentaba cambios sustanciales. A finales de 2006, la constructora Sacyr Vallehermoso, presidida por el empresario Luis Del Rivero, se hacía con un 20% de la petrolera; se convertía de esta manera en el primer accionista de la compañía por delante de La Caixa. Una operación financiada por un crédito a cinco años por valor de 5.175 millones de euros.

La burbuja inmobiliaria no había estallado aún pero la finalidad de este movimiento de Sacyr Vallehermoso se antojaba evidente: los dividendos pagarían el crédito. Convirtiéndose en el primer accionista, la revolución en la petrolera se detuvo ahí en un principio. Desde la constructora ratificaban su apoyo a Antonio Brufau como presidente ejecutivo de Repsol. La compañía iniciaba entonces una intensa campaña exploratoria en la que focalizaba sus esfuerzos e inversión en la localización de nuevos yacimientos.

El upstream ganaba peso en la compañía y Repsol aspiraba a incrementar su producción de barriles diarios. En este contexto, la venta de acciones en YPF respondía a un plan de Repsol denominado “Horizonte 2014”: el objetivo para ese año era reducir su participación en YPF al 51% y así poder reequilibrar su cartera de activos. Una estrategia para perder presencia en Argentina y poder ganarla en otros países de la región, especialmente en Brasil.

Argentina vs Brasil

La apuesta decidida de Antonio Brufau por el upstream exigía unos elevados niveles de inversión que chocaban con la necesidad de Luis Del Rivero de conseguir ingresos. El ex presidente de Sacyr reclamaba a Repsol incrementar del 2% al 7% el dividendo aduciendo una fuga de accionistas minoritarios hacia valores con mayor grado de retribución. El impacto de la crisis económica empezaba a sentirse y Del Rivero necesitaba efectivo para afrontar sus compromisos: emplazaba a Repsol a retocar sus Planes Estratégicos y a llevar a cabo una desinversión en Brasil y Argentina. No era el momento: el offshore de Brasil estaba ofreciendo grandes resultados en materia de exploración. No se podía decir lo mismo en Argentina.

Los movimientos de la petrolera en este sentido se producían de forma paralela: como precedente a la venta de más acciones de YPF al Grupo Petersen en 2011, un año antes Repsol Brasil lanzaba una ampliación de capital por valor de 7.100 millones de dólares cubierta en su totalidad por la petrolera china Sinopec. Esta operación dejaba a la filial brasileña convertida en una potente compañía, con un equilibrio de un 60% para los españoles y un 40% en manos asiáticas, y, lo que es más importante, con fondos suficientes para acometer las importantes inversiones necesarias para explotar los yacimientos de hidrocarburos descubiertos en Brasil, considerados algunos entre los mayores del mundo.

Las cifras hablan por sí solas en los últimos 5 años: 11 éxitos exploratorios en Brasil por 2 en Argentina. Noticias que en la Casa Rosada tampoco pasaban desapercibidas: con un intervencionismo creciente en materia económica, el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner asistía con recelo a una mayor apuesta inversora de Repsol en Brasil que en YPF mientras la producción de petróleo y gas en Argentina caía año tras año. Un aspecto, la eficiencia de las explotaciones argentinas, que lejos de mejorar desde la expropiación por el Estado argentino bien merece el protagonismo de un capítulo aparte.

En los meses que precedieron a la expropiación, las voces desde entornos gubernamentales reclamando a Repsol una mayor inversión en Argentina para la exploración de nuevos yacimientos no tardaron en producirse. El obstáculo a este incremento de la inversión volvía a ser la necesidad del dividendo. Al igual que Luis Del Rivero, Enrique Eskenazi necesitaba de YPF ingresar dinero a través de sus dividendos para pagar la deuda contraída al adquirir su paquete accionarial. Con sus exigencias, Fernández de Kirchner perdía a su mayor aliado en el seno de YPF… hasta que se llegó a Vaca Muerta.

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